viernes, 11 de septiembre de 2009

TAMBORES DE GUERRA
(31-3-2002)
JUAN GARODRI


En Semana Santa redoblan los tambores, pero a mí me parecen tambores de guerra. Hay días en que uno se avergüenza de reconocerse como ser humano, digamos que dos o tres al año. Y digo que hay días, porque el resto reposamos (in)tranquilamente, acomodados en los almohadones de nuestra inconsistencia. Nos da igual que en otra parte del mundo miles de personas sufran, pasen hambre, mueran. Y mira que los medios informativos se encargan de bombardearnos con toda clase de noticias, primordialmente con noticias en las que suenan tambores de guerra. No hace falta que sea una nación contra otra nación. También entre los individuos suenan los tambores. Cuando una persona agrede a otra, allí hay tambores de guerra. Cuando un pueblo agrede a otro allí hay tambores de guerra.
La idea del progreso, que empieza a desarrollarse con aceleración de ritmo histórico a partir del siglo XVIII, no ha beneficiado mucho al ser humano. Quiero decir que, contrariamente a los deseos seculares de la humanidad, el odio ha prevalecido siempre sobre el amor y la práctica de la virtud (las buenas acciones) ha devenido en una antigualla de hojalata que provoca la sonrisa despectiva de todos, cuando no el escarnio o la persecución por parte de muchos. Es increíble la elevada dosis de mala leche que genera a diario el sistema hormonal humano. Desde el principio de los tiempos. El mismo libro bíblico está plagado de guerras, represalias, castigos y venganzas. Cómo es posible, se pregunta uno a veces doblegado por el horror, que se mate en nombre de Dios o que el mismo Dios ordene la matanza. Nunca entendí, de niño, lo de las plagas de Egipto. Cómo era posible que Dios, en una especie de espectacular Operación Salida, concediera a Moisés poderes absolutos para destruir cosechas, para provocar el hambre, para contaminar las aguas, para extender enfermedades purulentas, para causar la muerte a los niños primogénitos. Moisés se me aparecía como una especie de terrorista protohistórico que utilizaba males artes pseudorreligiosas para conseguir sus fines separatistas. Después comprendí que el género literario, amparado en una hipérbole gigantesca, prevalecía en multitud de pasajes bíblicos. Pero aún así, no ha desaparecido del todo un subconsciente contaminado de castigo y represalia.
Tambores de guerra (si se permite el plano metafórico) han sonado estos días a causa del escándalo de las ‘misses’. A lo que parece, es vergonzoso lo de la supuesta mafia que sacude las bambalinas tras las que se mueven los concursos. El periodismo de investigación la ha armado buena. Pero no menos vergonzoso, a mi parecer, fue el hecho de contemplar el programa que Antena 3 emitió sobre el asunto. Los periodistas no informaban. Los periodistas acusaban a una pobre mujer, supuestamente culpable de vender reportajes fotográficos, desorientada y perdida en aquel acoso inmisericorde al que la sometían sin permitir apenas que se defendiese. Me pareció apreciar una saña inusual y violenta, esa de los inquisidores religiosos que pugnaban no para que prevaleciese la verdad sino para que la víctima se confesara culpable.
Tambores de guerra (si se permite el plano denotativo) llevan sonando meses y meses, sobre todo desde el 11-S, el de las torres gemelas. La guerra se ha desatado en muchos puntos del planeta. Curiosamente, ahora no la llaman guerra, la llaman ‘operación’. Operación es una palabra que vale lo mismo para un roto que para un descosido. Parece mentira la amplitud semántica que puede desarrollar un término cuando al personal le da por utilizarlo. Operación Salida, inicio de vacaciones. Operación Regreso, 46 muertos. Operación Triunfo, jóvenes cantantes triunfadores y tal. Operación Justicia Infinita, guerra en Afganistán. Operación Mediadora, para paliar hipócritamente la guerra entre judíos y palestinos. Así que ahora no la llaman guerra, la llaman operación. Operación Irak, nuevo punto de mira antiterrorista (¿detrás del petróleo, quizá?).
La llamen como la llamen, tambores de guerra resuenan en toda América Latina. Bush es el principal promotor de las operaciones en tanto en cuanto se ha erigido en dios salvador. Sin embargo, por mucho que quiera expandir la Operación Antiterrorista por todo el mundo, en Lima han proliferado los carteles en los que lo reproducen con unos cuernos diabólicos, símbolo tal vez de que está extendiendo el mal (la guerra) en el mundo.
¿Qué horrorosa enfermedad, qué fiebre bélica impulsa a enfrentar al hombre contra el hombre, a matar? El agujero de ozono, la contaminación de las aguas, la deforestación de los bosques, el cáncer, el sida, no dejan de ser minucias amenazadoras para el ser humano en comparación con este ansia de matar que obsesiona a los gobernantes. Hay quien asegura que todo es una gigantesca comedia, cuyo actor protagonista es Washington, con una trama obscenamente principal: la venta de armas y el enriquecimiento de los más ricos.
Los demás aplicaremos la letrilla de Góngora: Ande yo caliente y ríase la gente. De paso, nos dedicaremos a especular sobre quién ganará la Liga o sobre el papel que Rosa hará en Eurovisión.

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