domingo, 22 de noviembre de 2009

LIBERTAD
(18-2-2006)
JUAN GARODRI


Palabra utilizada por el ser humano para lograr un intento sobrehumano: explicar lo inexplicable. Porque a ver quién explica la concordancia entre la determinación individual y la imposición externa. Todos somos libres, pero nadie es libre. Las reglas del juego imponen un conjunto de normas a las que el personal debe atenerse si quiere respirar tranquilo.
Palabra utilizada para aureolar la mística de las frases mágicas. A lo largo de los siglos. Porque no es de ahora, es de siempre. Un follón psicológico, esto de la libertad. El hombre está condenado a ser libre, dijo Sartre, y quizá lo sea. Libre, quiero decir. Pero no es libre. Al menos absolutamente libre. Porque la libertad sartriana más que una propiedad cualitativa es un castigo. Los ángeles soberbios fueron condenados a ser demonios. Con toda su libertad a cuestas. Los delincuentes son condenados a la pena de cárcel. Los pusilánimes son condenados a la indeterminación. A los deportistas cazados con lo del dopaje se les condena a prescindir de su actividad deportiva e incluso se les desposee de sus títulos. En cualquier circunstancia, el hecho de “ser condenado” lleva consigo la idea de castigo. De modo que si el hombre está condenado a ser libre quiere decir que sufre el castigo de la libertad. No sé por qué se dice que es una cualidad eminente la libertad cuando es un castigo. Un individuo puede “ser” libre y, sin embargo, sentirse incapacitado para ejercitar la libertad. Una cosa es que se entienda la libertad como inmunidad de coacción extrínseca (aquí el hombre sería libre por si mismo) y otra que se practique la libertad como un ejercicio finalístico (aquí el hombre estaría obligado por otros a ser libre). Es raro esto, ser libre por otros. Quizá la idea sartriana sea exagerada, pero parece que si el ser humano está condenado a ser libre está, al mismo tiempo, incapacitado para poseer la libertad puesto que lo rodea un conjunto de verdades, valores y leyes que lo oponen normativamente a la libertad: de ahí su condena a ser libre.
Después de haberme puesto más pesado que un collar de melones, me dirijo a ti, lector amigo, y te pregunto: ¿Sabe alguien en qué consiste realmente la libertad? ¿Sabe alguien qué grado de libertad tiene y hasta dónde puede ejercitarla? Porque, según los listos, en nombre de Dios se han cometido (y se cometen) las mayores atrocidades de la Historia. ¿Y en nombre de la libertad? ¿Acaso no se han cometido (y se cometen) atropellos en nombre de la libertad? Jo, tío, qué dulcemente enjuaga la boca una frase mística como la de ‘libertad de conciencia’. Qué tranquilo reposa el legislador cuando en nombre de la libertad de conciencia el personal no se limita a desarrollar sus propias creencias sino a arremeter contra las creencias de otros. Qué finamente aguza el ingenio una frase lúcida como la de ‘libertad de expresión’. La Alianza de Civilizaciones (por más que EEUU le dé su apoyo) salta hecha pedazos que arden en las hogueras encendidas contra los impíos. El PPC expulsa al portavoz de Lloret de Mar por pedir que dimitan Acebes y Zaplana y por afirmar que Rajoy hizo el ridículo al recoger firmas a favor del referéndum sobre el Estatuto. Libertad de expresión. ¿Dónde están los límites? Tal vez uno sea libre para expresar solamente lo permitido. A ver quién es el guapo que se atreve a resolver el conflicto de la libertad con respecto al determinismo universal de la naturaleza física. Nicolai Hartmann mueve este puchero cuando habla de la antinomia de la libertad. Mientras tanto, Florentino Pérez afirma que ha levantado la ilusión del madridismo. Los líderes de los partidos políticos tampoco pierden cuando no ganan las elecciones. Es la libertad democrática.
DESORIENTACIÓN
(11-2-06)
JUAN GARODRI

La opinión pública se encuentra más desorientada que un gato en una matanza, según mi tío Eufrasio. No porque la desorientación haya hecho “nido en su pelo”, aquello del tango de Gardel, una metáfora del día que me quieras, cómo ríe la vida si tus ojos negros me quieren mirar, cosas así. Esto no desorienta a la opinión pública por más que la violencia de género se haya instalado en la tiranía doméstica y haya mandado a hacer gárgaras los heptasílabos del tango. Lo que desorienta a la opinión pública son los acontecimientos por los que atraviesa la actualidad, plagados de contradicciones.
Que más de 70 etarras con penas de cárcel milenarias salgan a la calle en los próximos dos años desorienta a la opinión pública. El personal no piensa que la excarcelación sea ilegal puesto que se fundamenta en el código penal de 1973. Pero, hombre, que redenciones extraordinarias previstas en ese código, como hacer deporte, matricularse en una universidad o dedicarse a participar en talleres ocupacionales, les permitan la libertad desorienta al gentío. Porque no existe equilibrio comparativo entre un pegabrincos en el patio de la cárcel y la demolición de un cuartel en atentado con víctimas. Si el código penal lo permite, dice la gente, habrá que mandar ese código penal a la mierda y poner otro, o reformarlo, o derogarlo. Porque suena a lo de tócame Roque la bullanga infernal de la acumulación de penas: 4.174 años de condena no pueden reducirse a 20, ni da lo mismo haber cometido dos asesinatos que 80.
Que estos días el PSOE se haya liado a caponazos con los catalanes desorienta al gentío. Porque después de tantos juegos de manos y lindezas para acomodar el Estatut resulta que ahora intenta debilitar al Gobierno de la Generalitat valiéndose de la claridad expresiva de Bono, descalificaciones a Maragall incluidas. Que “deje de generar problemas”, le dice. ¿Por qué no se lo dijo hace unos meses cuando la excandecencia de los acuerdos? Pero si hasta el amodorrado Solbes se desentiende del negocio político y no quiere saber nada de la financiación acordada entre Zapatero y Artur Mas…
Que el presidente de Rusia sea abrazado y besado por el Rey, desorienta al gentío. Porque quien más quien menos sabe que en Rusia van acomodándose los tics de las dictaduras y van achicándose los gestos de las democracias, tal como denuncia Oksana Chelysheva, que no es una tenista, sino la defensora rusa de los Derechos Humanos. Son actitudes fundamentadas en una praxis política que desorienta al personal. Y así lo expresa la gente, que no traga este embrollado principio de contradicción. Porque, según recibimos las noticias diarias, parece que alguien pretende engañarnos. Lo cual que no es admitido por el principio de contradicción: «una proposición no puede ser verdadera y falsa a la vez» y «no puede ocurrir que una proposición no sea ni verdadera ni falsa» (Leibniz).
Mientras tanto, los encargados de la cosa (des)orientan al personal por el camino de la distracción lanzando a los cuatros vientos el suntuoso derechazo de El Mundo, que Pedro J. Ramírez va a encontrar el sudario en su sábana dominical. Y la extraordinaria, conmovedora, ternísima noticia de que un tal Boris Izaguirre se ha casado con su novio, o el sorprendente, pasmoso, sensacional acaecimiento que, a causa del éxito con las chicas del David Beckham adolescente, se subastan sus cartas de aquella época, o la sensual, placentera, excitante información de que Elle Macpherson es la tía más calentorra de la historia australiana. Por mí como si se la machacan con un vierteaguas de granito.
EL FUMETEO
(4-2-2006)
JUAN GARODRI


Es tremendo. ¡Qué horror! Los ciudadanos tienen que saberlo (aunque muchos ya lo saben): Zapatero fuma. La cosa no debe mantenerse en secreto porque por muy fea que sea la acción de fumar e indigna de la corrección cívica que debe mostrar un Presidente, eso no puede hacerse. Porque no es un presidente de una asociación de vecinos, pongamos por caso. El que fume un presidente de una asociación de vecinos puede pasar desapercibido para el resto del gentío. Pero oye, tú, que fume el Presidente del Gobierno no es de recibo. Un Presidente de Gobierno no sólo ha de ser buen presidente: es que además tiene que parecerlo. Y es indudable que, si fuma, un presidente de Gobierno no es buen presidente. El presidente de una asociación de vecinos, Juan, por ejemplo, el de la serie televisiva “Aquí no hay quien viva”, ese, pues va el tío y fuma (que creo que no fuma) y es que resulta fatal. Porque si quiere organizar adecuadamente la marcha de la comunidad lo primero que tiene que hacer es no fumar. Bueno, es que hasta las tres cacatúas de edad provecta que de vez en cuando claman por sus fueros le echarían en cara lo del fumeteo. Pues imagínate cómo pondrían al presidente del Gobierno si van y se enteran de que fuma. No me extraña que Zapatero padezca de vez en cuando una gastroenteritis vírica, de esas que hacen carril y verea de la salita al baño. Y es que el tabaco es malísimo. No sólo afecta de cáncer de pulmón a miles de españoles (ciudadanos, quiero decir): también a otros tantos les hace fosfatina el estómago, que hasta les quita las ganas de comer y todo, y les deja una cara escurrida y ojerosa que da pena verlos. Ahora me explico por qué Zapatero está así de delgado, que entre las gastroenteritis y la nicotina va convirtiéndose el pobre en un sucedáneo de don Cubillo. Y todo por fumar, señor. Pues que se prepare. Porque los del PP están disponiendo en el Congreso un ataque en toda regla para que Zapatero deje de fumar. Y es que, como los del PP no fuman, desean con toda su alma la regeneración saludable de Zapatero y el sometimiento de sus gastroenteritis. Hay además que tener en cuenta la Ley Antitabaco, tan salutífera y bien proporcionada al bienestar general. Y hombre, hay que cumplirla y nadie puede saltársela así, a la torera, por muy presidente del Gobierno que sea. Así que ojo con los del PP, que la vicepresidenta segunda de la Comisión de Sanidad del Congreso, la señora María Dolores Pan, ya ha dicho que va a lanzar mociones y cuestiones por escrito para ver qué es eso de fumar en la Moncloa. Que más pan y menos nicotina. Que la ley está para que la cumplan todos, del rey abajo, como en la comedia de Lope. Que nada de fumar unos sí y otros no, de eso ni hablar. Que aquí o nos calentamos todos o se le pega una patada al brasero. Que, naturalmente, la Moncloa no deja de ser un sitio de trabajo, por lo que está prohibido fumar como en todo sitio de trabajo que se precie. (A no ser que en la Moncloa no se trabaje). Gravísimo inconveniente éste de fumar en la Moncloa. Tanto, que todos los fumadores funcionarios de la Administración General del Estado (Ministros, Secretarios, Subsecretarios, Directores Generales y más) con trabajo en la Moncloa tendrán que salir a fumar a la calle, lo cual que acarreará un considerable conflicto de orden público.
Y digo yo que se olvida lo esencial mientras se habla del Estatuto por un lado, de los conflictos futboleros por otro y de la guerra de las caricaturas por el de más allá cuando se mezcla el tabaco y la cosa del fumeteo en la Moncloa: se olvida que suben los impuestos, el gas, la electricidad, los transportes, la alimentación y los libros. Esto sí me importa. Que fume o deje de fumar Zapatero, no.

jueves, 19 de noviembre de 2009

LA CORBATA
(28-1-2006)
JUAN GARODRI


Conocí a un inspector de Enseñanzas Medias, don José María creo que se llamaba, que se irritaba si nos veía sin corbata. Eran tiempos gloriosos. Aún no existía la Universidad de Extremadura y los Centros de Bachillerato (Enseñanzas Medias) del norte de la provincia de Cáceres dependían del distrito universitario de Salamanca. El señor inspector era como un ministro, o así lo considerábamos. Con su traje oscuro, su corbata a juego, su bigote y su cigarro. Todo el mundo temblaba un poco cuando se corría la voz: ha llegado el inspector. Volábamos a los percheros para descolgar la corbata y ajustárnosla correctamente, pero sólo disponían de ella los avisados. Nos convocaba en la sala de profesores y empezaba a inspeccionar, que para eso venía. A ver, usted, qué tal lleva la programación de su asignatura. Al interpelado le entraban calmas y sufría leves patinazos de memoria reciente porque no acertaba a exponer limpiamente cómo llevaba la asignatura. ‘Bueno, bueno, o sea, que usted hace lo que puede, en fin, hay que trabajar con los alumnos y, sobretodo, la corbata, a ver por qué no lleva usted corbata a clase, no hay razón para no llevar corbata’. En clase se podía fumar, pero no se podía explicar Lengua sin corbata. Explicar la estructura del sintagma nominal sin corbata era como comer cocido sin cuchara. El signo prestigioso de la intelectualidad docente era la corbata. Incluso el humo del cigarrillo era un humo de clase media alta si fumábamos con la corbata puesta. El acto de fumar despechugados y sin corbata convertía la acción explicativa de las subordinadas adverbiales en una tarea palurda y chabacana. La corbata era la elegancia curricular (aunque se desconocía el léxico logse), y el buen profesor se dirigía a clase bien encorbatado y trajeado, aunque a veces sufriera el acoso inofensivo de colegas barbudos y encazadorados que perseguían anticipadamente la progresía.
Con el paso del tiempo, sin embargo, la corbata se ha ido al limbo textil de la vestimenta. Le ha ocurrido lo que al sombrero. Un caballero, caballero, tenía que calzar botines, anudar corbata y llevar sombrero. De lo contrario, la dignidad social se evaporaba tal como se evapora el vaho de los espejos. Pero el sombrero pasó a mejor vida. En los soportales de la plaza Mayor de Cáceres, una sombrerería mostraba sus encantos. Casa Terio. Todos los caballeros llevaban su sombrero y la elegancia craneal se adornaba con un sombrero de ala corta. También las damas ostentaban sombreros que realzaban el emperifolle y ondulaban con elegancia la supremacía de los cabellos. Me temo que también la corbata está atravesando el desierto del desuso. Y hasta los políticos, tan dados a la cosa de la corbata, siquiera sea por la representación disimulada de la dignidad social, van dando de lado a la corbata y aparecen desabotonados y con la nuez al aire, como campesinos endomingados. Hace pocos días, este periódico publicó la foto de la ‘plana mayor’ del PP relajada y sin corbata, como si le hubieran dado la vuelta a la chaqueta y prefirieran mostrarse cual honestos asalariados de los años sesenta. Oye, que no les pegaba, tío. Hay cuellos que están hechos para la corbata como el caballo para las bridas. La corbata es modo y atributo que adorna sin ser. Lo dijo Spinoza: «Entiendo por ‘modo’ las afecciones de la substancia, o aquello que es en otro; ‘atributo’ es aquello que el entendimiento percibe de la substancia como constituyendo su esencia», pero sin constituirla.
No hay peor cosa que pretender ser y no ser. O ser en otros. Como la corbata. Increíble que la mosca del vinagre no sea portadora del algún gen encorbatado.
ABUSOS
(21-1-2006)
JUAN GARODRI


Que va a resultar cierto aquello de Campoamor, lo del mundo traidor, ya sabes, que nada es verdad ni mentira, que el color del cristal con que se mira es el único criterio de veracidad. Porque una cosa es el insoportable ajuste métrico de los versos y otra el supuesto acierto de la idea versificada. Es agobiante la tendencia que el personal tiene a mirar y a medir los acontecimientos según el cristal que le hayan puesto ante los ojos.
Suelen llamar opinión a la medida individual de un acontecimiento. Ya aseguró Parménides que la opinión no se alimenta del conocimiento del entendimiento sino del de la sensación. Quizá por eso las opiniones de unos y de otros, en esta actualidad controvertida en la que nos movemos, son encendidas y apasionadas. Si la opinión proviniese del conocimiento que proporciona el entendimiento, el gentío la acomodaría a la verdad objetiva. Ocurre, sin embargo, que cada cual acomoda su opinión a las sensaciones, y así resulta que la olla de grillos es gigantesca. Porque cada cual emite una opinión acomodada a la verdad subjetiva, a ‘su’ verdad. Es la verdad que proporcionan las sensaciones: el partidismo, el amor, el odio, los intereses, la venganza, el deseo. El gentío poco a poco se instala en la rueda de piñón fijo y excluye las opiniones de los demás por considerarlas contrarias a sus sensaciones. Carente de flexibilidad mental, el personal acumula sensaciones para juzgar a través de ellas los acontecimientos de la vida diaria, familiar, social, política, comercial. El resultado tiene que ser forzosamente negativo porque sólo a través del entendimiento puede llegarse a una exposición objetiva de la verdad admitiendo, al mismo tiempo, la verdad de los otros como posiblemente válida. De hecho, formamos la experiencia a base de percepciones sensibles, acumulamos los hechos de experiencia como el que amontona arena, y olvidamos que debe darse de antemano la idea para que sea posible la percepción sensible y con ella la experiencia. Fue Platón el que dijo estas cosas, cabreado porque Protágoras ya había soltado el latigazo de que todo conocimiento es sólo apariencia.
Todo este rollo patatero viene a cuento de que hoy día nadie respeta la opinión del contrario porque la considera un flatus vocis, una ventosidad de la palabra, a juzgar por los repetidos encontronazos verbales que nos ofrecen a diario los representantes de la cosa pública. (Lo de ‘flatus vocis’ no es cosa mía: lo dijo en el siglo XI o por ahí un tal Roscelino de Compiègne quizá para contraponer las palabras a los hechos. De nada).
El uso de opiniones basadas en la subjetividad (sensaciones) origina abusos de índole vergonzosa y canallesca. De un lado y de otro. A ver, por ejemplo, que alguien me diga en qué se ha fundado el señor Bush para ordenar el asesinato de 18 civiles en la aldea paquistaní de Damadola. Ah, que pretendía cazar a Aymán Al Zawahiri, número dos de Al Qaeda, escondido en la aldea. Joder, ¿y qué pasa? ¿Que la CIA mata a 18 seres inocentes y nadie opina que los atacantes son asesinos? Otro error de los EE.UU, dicen. Por lo visto, aquí los errores no se pagan. ¿Por qué no se ha (con)movido la opinión pública, tanto como se mueve para otros menesters? ¿Estos asesinatos no son crímenes contra la Humanidad? Hay veces en que las opiniones se convierten en abusos y los abusos se camuflan en opiniones. Una mierda lo que opinen quienes se dedican a matar a seres inocentes. (Yo también opino según mis sensaciones).
GRIPE AVIAR
(14-1-2006)
JUAN GARODRI


La ola de pánico que empieza a extenderse por Europa a causa de la llamada ‘gripe aviar’ no deja de crecer. Los medios de comunicación, que para eso están, informan constantemente del avance de la gripe: desde Asia viene propagándose, lenta pero inconteniblemente, hacia Europa, como un esqueleto con su guadaña, tal como representó a la muerte alguno de los Brueghel en el siglo XVI. El virus H5N1 apareció por el este de Asia en el 2003, se extendió a Indonesia y a China y ya está en Turquía. Y en Rumanía y hasta en Holanda, tú, que está tan cerca. La ONU, la UE, la OMS, la FAO y demás organizaciones que tantísimo se preocupan por nuestra salud, están echando sus cuartos al pregonero y avisan de que pronto se convertirá en una pandemia que diezmará al personal, de modo que los responsables sanitarios ya pueden ir montando las defensas, con trincheras y todo. Así que ojo con patos, pavos, pollos y gallinas. Alemanes y austriacos andan preparándose a todo meter para hacerle frente porque la OMS ha dicho que el virus de la gripe aviar podría propagarse de Turquía a países vecinos, a pesar de las medidas para contener el virus. Pero vamos, que de miedo, nada. Que el personal no tiene por qué atemorizarse. Que la constante advertencia que suministran tiene la función de informar a los ciudadanos, pero, vamos, que no hay que tener miedo. No me digas, lector conspicuo, que la cosa no tiene guasa. O sea, primero asustan de cojones al gentío europeo, proporcionan a diario las víctimas del contagio vírico, resaltan el número de muertos que el H5N1 ha causado hasta la fecha, destacan los límites geográficos por los que el virus se propaga, lo comentan hasta la saciedad en la cosa mediática, hacen que los presentadores televisivos lo comuniquen con cara de circunstancias, inducen a que quien más quien menos se vaya de las patas abajo, y luego van y sueltan, como quien no quiere la cosa, que no, que no se atemorice el personal porque no es para tanto y, además, la Comisión Europea (CE) que tanto se preocupa para que sobrevivamos sanos y salvos, ha aprobado un fondo de dos millones de euros para ayudar a los Estados Miembros a vigilar y hacer análisis a las aves contra la gripe aviar en el periodo de febrero a diciembre de 2006.
Así que yo no pienso preocuparme. Con el afán proteccionista que muestran nuestros gobernantes no hay por qué acojonarse por la gripe del pollo. Ya nos protegerán contra ella, ciudadano. Somos pequeñajos que necesitan protección. No hay más que ver lo del tabaco. Una protección digna de los mejores años dictatoriales. Nada, hombre, nuestros gobernantes pueden entrometerse en todo, no sólo en lo público, que es lo suyo, también en lo privado, que para eso nos procuran un bien más común que nunca. Y si interesa, por ejemplo, que la población aumente, pues nada, promulgarán la Ley del Crecimiento Vegetativo y del Follaje. Ya lo hizo Ceaucescu en Rumanía y consiguió que la nación creciera en número de habitantes. (Yo estuve en Rumanía en la época de Ceaucescu, advierto). Este afán dictatorial, que es el virus de la gripe de la intromisión en la vida ciudadana, va extendiéndose poco a poco, como la gripe del pollo, y en España tenemos la obligatoriedad del sin tabaco (denuncia y multa si se contraviene), y en Cataluña la obligatoriedad de la inmersión lingüística (denuncia y multa si se contraviene) y en Inglaterra la ley de expulsión domiciliaria al sospechoso de maltrato, y en Francia la ley de expulsión del país al inmigrante non grato, etcétera. Sería espantoso que en democracia sólo se nos utilizara para votar. Con una buena ley de protección de salud ciudadana, ni gripe aviar ni nada. ¿Y qué haremos para cenar sin filetes de pollo a la plancha?
LOS REYES MAG(NIFIC)OS
(7-1-2006)
JUAN GARODRI


O sea, que entre Thomas Nast (aquel emigrante holandés que popularizó la figura de Santa Klaus en Norteamérica) y Clement C. Moore (que extendió la de Papá Noél por Europa, tierno y vestido de rojo, navegando nubes en trineo de renos, silbando el “we wish you a merry christmas and a happy new year”) se han cargado la iconografía religiosa de los Reyes Magos. Y la del Belén. Porque, progretas como somos (el progresista prepara el futuro, el progreta desprecia el pasado) el Belén huele a trastienda de siglos, los pastorcillos, el molino, el riachuelo de peces que beben en el río, y beben y beben y vuelven a beber, esas cosas, las ovejitas diseminadas entre motas de serrín, la mujer del pan y la silueta de la posada, todo trastos de desván, cachivaches arrinconados en la troje de la inocencia, inservibles recuerdos sustituidos por el árbol de navidad con colgajos luminosos comprados en Carrefour. El Belén transmitía la ética de la adoración con el vellocino de la paz. Los Reyes Magos que venían de Oriente transportaban la ingenuidad del regalo envuelto en la lejana fragancia del incienso. Ahora que han pasado las fiestas, la caravana de los Magos adquirida entre las luminarias del centro comercial ha transmitido la infausta saturación del consumo, ese sabor insípido de la abundancia frágil.
Entre las patas de plástico de los camellos rescueldan los rencores, cada día más atizados y firmes. No acabo de entender la incruenta batalla verbal (no menos dolorosa que sangrienta) a la que se prestan determinadas páginas de la prensa escrita. Estábamos acostumbrados a ello cuando se abría el plazo de las campañas electorales. A pedrada limpia. El personal sabía que la campaña electoral era el tiempo propicio de la promesa y el insulto, casi siempre más promesas que insultos. Ahora no. Ahora los Magos no han traído oro, incienso y mirra. Han transportado la sangre y los conflictos de Oriente como si transportasen los tejidos de Damasco. Saben que tienen sus compradores, un comercio repugnante en el que participan los amos del mundo, saben ustedes, armas y petróleo. Los Magos de Oriente ponen las guerras y los amos ponen lo otro. Y después, a jugar con la ilusión de los niños.
No sé quién haría castillos de naipes, pero la frase corre que se las pela. Así que los castillos de naipes de las ilusiones se desmoronan con rapidez sorprendente, tanto de un lado como del otro. Las armas no son peligrosas, el tabaco sí. Atraído el personal, y seducido, por la exagerada publicidad que promete la victoria sobre el tabaco, trepa a las jorobas de los camellos con la excesiva confianza de proclamarse vencedor en una batalla que es de perdedores. Porque, por muchos artilugios promisorios que cuelguen de las jibas de los artiodáctilos, el día 1 de enero los fumadores han seguido fumando. La mayoría de los bares no han prohibido la humareda, con el razonamiento simple de que quien quiera entrar que entre. Con lo que siguen entrando los mismos, los de siempre, los que acompañan la cerveza o la copa con la chispa olorosa del cigarro. Se convertirán en humo los hipócritas deseos de la Sanidad Pública que pretende salvar a la gente como sea, a la fuerza, por Ley, que es el colmo de la voluntad salvífica. También la Santa Inquisición torturaba para salvaguardar la fe. Y encima la llamaban santa. La Ley Antitabaco pretende acometer la empresa de eliminar el cáncer de pulmón, lo cual que es mentira. Su verdadera intención es ahorrar costes al erario público. Nadie en su sano juicio se traga el bolo del actual proteccionismo exacerbado. Así que los Magos magníficos se deslizarán por las nicóticas estepas de la salud pública y distribuirán puzzles de herbolario para propagar la forma física y el fitness de revista.
SIN BOMBO NI PLATILLOS
(24-12-2005)
JUAN GARODRI


Este año que hasta las televisiones se han instalado en la orilla laicista y ni ponen belenes ni nada (para no herir la sensibilidad, respetuosos que son con el gentío), pues como que a uno no le queda más remedio que hablar de lo del bombo y los platillos.
El bombo parece bobo. No tienes más que quitarle la eme. Los platillos parecen de hojalata. No tienes más que quitarle la hoja. Además, el bombo parece un bobo solemne porque no hace más que resonar en vano, que así se tomaba antiguamente el nombre de Dios cuando se juraba sin fundamento. Los platillos parecen viejos patriotas, que han perdido su antiguo esplendor resonante oxidados por el gesto cansino de la percusión, que hasta el cimbalero del címbalo se ha cansado de hacer sonar el bronce. Sin bombo ni platillos, triste orquesta. Que esta noche es Nochebuena y el címbalo y el rabel de los villancicos castellanos han perdido el lustre del pueblo ilustre, perdidos entre la bullanga de los supermercados y el miedo del gentío a no ser feliz. Plauto y Terencio hubieran expresado de forma insuperablemente irónica, enredados en alguna farsa atelana, el espectáculo triste de esta orquesta sin bombo ni platillos. Hasta los cómicos de la legua portaban en sus carromatos su bombo y sus platillos para acompañar las piruetas de la cabra y del oso. El bombo tal vez no fuera un bombo sino un viejo parche descosido que simulara el ritmo necesario. La Commedia dell’Arte surgió sin bombo ni platillos, pero no los necesitaron. Los numerosos monólogos, las discusiones, las dobles caras y las confusiones contribuían al alboroto. Los actores, con sus discusiones e insultos, necedades y extravagancias, pretendían burlarse del contrario y hacer reír al gentío a costa de su descalificación. Se insultaban sin destemplanza. El insulto entre protagonistas (convertidos en antagonistas) hace vibrar de agitación al pueblo. No hay como el insulto para excitar a la risa, al carcajeo y al jolgorio. El espectador deposita en el insultado una venganza ajena, un turbio descontento que cada uno resiente quizá debido a ocultas humillaciones personales que ahora escupe cuando escucha el insulto del otro, sobre todo si ese otro es personaje importante. Así que en el insulto se asienta la patachoda de la comedia barata. Porque hay que entretener al personal en la plaza del pueblo. Sin ruido y sin baraúnda no es posible divertir al personal. Arlequín y Colombina quizá no utilicen ni bombo ni platillos, pero se las arreglan para divertir al público mientras improvisan sobre la marcha, adaptándose al auditorio; así manifiestan aquello que al público le gusta oír. Polichinela, eternamente lánguida, desarrolla por medio de la improvisación la filosofía de sí misma: una bomba sin eme de la melancolía (los bombos sin eme también son melancólicos).
Un bombo sin eme se queda en nada. Es la eme, precisamente, la que produce el retumbar del bombo. El director de orquesta puede marcar el ‘tempo’ de la interpretación y darle entrada al bombo, pero si el bombo no tiene eme la resonancia se queda flojicorta, con lo que no tienen más remedio que apretar los contrabajos. Do-fa, do-fa, do-sol, do-sol, do-fa. Como locos los contrabajos, dale que te pego a los saltos de cuarta y quinta, para ver si consiguen remediar lo del bombo. Si los platillos no tienen hoja, se quedan en la desnudez de la pura lata, con lo que suenan a fanfarria de verbena populachera. Una lástima los platillos sin hoja. Su aleación cupriargéntea no resiste el recorte y se quedan sin eco, esa repercusión metálica que taladra los tímpanos con miles de corcheas (el eco de los platillos, quiero decir).
Sin bombo ni platillos. Sin bobos ni hojalatas. Dejémonos de orquestas. El único bombo que emociona al gentío es el de la lotería de Navidad. Como anteayer.

domingo, 15 de noviembre de 2009

ESTUPIDECES
(17-12-2005)
JUAN GARODRI


Bueno, pues hoy va la cosa de lo que uno lee y oye por ahí últimamente. Estos días de puente (pertenezco al grupo de los tipos raros que no viaja durante los puentes, sobre todo sin son excesivamente largos, ya sabes, ponerse uno a viajar en un puente como el de la Constitución Inmaculada —¿o inmaculada constitución?— es comprar un décimo de la lotería de la muerte, 100 muertos este año, qué barbaridad) me dio por leer unos estudios de Roy C. Macridis y Mark-Hulling sobre la cosa de las ideologías. Qué bárbaro, no son las emociones ni las conmociones las que nos impulsan a actuar sino las ideologías. Tú vas por ahí, tan tranquilo, con tu taxi, buscando el curre nocturno para ganarte los garbanzos, y va un hijo de puta y te corta el cuello. Pues nada, probablemente, ha actuado a impulsos de su ideología. Y es que las ideologías son la leche, sobre todo si es una ideología contraria a la que alimenta tus descomposiciones neuronales. Hay quien asegura que la sociedad actual está totalmente mediatizada (idiotizada) por el consumismo debido a su irreversible identificación con la falta de valores. Esta ausencia de valores tiene una causa: la desaparición de las ideologías. Toda ideología, que en el plano teórico desarrolla un cuerpo de doctrina coherente, en el plano práctico se traduce en unos comportamientos que empujan a actuar en un sentido determinado: son los valores inherentes a esa ideología. Así que, oh lector, si la sociedad carece de valores es porque las ideologías (soporte de esos valores) se han derrumbado. ¡Cataplaff! A la muerte de Dios, aseverada por el irracionalismo intuicionista de Nietzsche, se une ahora la muerte de las ideologías, o al menos su infarto de miocardio. Pero no te turbes, lector conspicuo, que para eso están Macridis y Hulling dispuestos a la implantación del bypass ideológico. Sostienen los tíos que de morir las ideologías, nada. Que las ideologías perviven y constituyen en sí mismas el ‘sustento’ actitudinal de todos y cada uno de los seres humanos. ¿Entiendes, tronco? ¿Entiendes por qué la zapatiesta entre Rajoy y Zapatero se mantiene en plena efervescencia? La ideología de cada uno. Además, naturalmente, a esto hay que añadir la analogía fonética entre Zapatero y zapatiesta, que es como echar leña al fuego. Y añadirás también la no menos analógica (con)fusión entre Rajoy y rajar: ¿qué va a hacer el hombre sino eso, rajar constantemente de la zapatiesta?
Ahora bien, para la cosa de las ideologías nada tan sutil como esta frase leída en el teletexto, frase pronunciada por dama de alta representatividad nacional digna de consideración: «La verdadera igualdad se producirá cuando haya tantas mujeres tontas como hombres tontos en puestos importantes». ¿Es una agudeza clarividente o es una cagada del estreñimiento ideológico? ¿Qué ideología la ha impulsado a equiparar a las mujeres tontas con los hombres tontos para desempeñar puestos importantes? ¿O tal vez quiere decir que los puestos importantes están desempeñados por hombres tontos cuando hay tantas mujeres no tontas que podrían desempeñarlos? ¿O quizá sugiere que los hombres tontos lo son porque carecen de ideología adecuada para desempeñar el puesto importante? ¿O, finalmente, oculta la idea de que la abundancia de hombres tontos predomina sobre la carencia de mujeres tontas? En fin, la encrucijada ideológica se entremezcla y enmaraña como red de pescar y tal vez por eso los catalanistas aseguran que no es por ideología, no tú, la instalación de oficinas de denuncia para sancionar el no uso del catalán sino para defensa de su identidad ‘nacional’. Carod-Rovira tendrá bigote pero su ideología es limpia como otra patena (la primera fue la de Zapatero). Por eso afirma que el PSOE no le hace el caso que debiera porque está acojonado por la cosa del boicot. Esta ideología limpia (a costa de la ideología ajena) se merece una estatua.
MEDITACIÓN
(10-12-2005)
JUAN GARODRI


Naturalmente, meditación espiritual. Estos (norte)americanos es que son capaces de practicar el surfing con papel de estraza. Ahora nos salen con los beneficios de la meditación espiritual. Jo, tío, es el descubrimiento del mediterráneo interior. Meditación espiritual versus meditación secular. Lo ha conseguido un equipo de la universidad de Ohio, la Bowling Green State University. (Que viene a ser algo así como la Universidad Estatal de Campo de Bolos. ¿Será un bolo la cosa de la meditación espiritual?). Resulta que el equipo investigador ha descubierto que «la meditación espiritual es más relajante y eficaz contra el dolor que la secular». La contraposición no es adecuada si, según entiendo, la noticia atribuye a la meditación espiritual el hecho de pensar en Dios y sus divinos misterios y, por el contrario, a la meditación secular el pensamiento que gira alrededor de uno mismo. Saben ustedes, esas frases sacadas de los florilegios norteamericanos (Selecciones del Reader’s Digest, por ejemplo) para estimular la autoestima: estoy contento, soy feliz, la vida es bella, benefíciese del cepillo dental, a la ancianidad sin el tabaco, media hora de footing diario…
Se medita en el amor que Dios ha manifestado a los hombres, en las verdades teológicas, en los frutos salvíficos de la redención o en la salvación del alma. Pero no sé hasta qué punto es apropiado meditar en una demostración matemática. En el teorema de Pitágoras se piensa, o se discurre. Pero no se medita. A no ser que la sensibilidad teórica se mantenga tan a flor de piel que el solo pensamiento de la proposición científica susceptible de ser demostrada haga saltar las lágrimas al enamorado de los axiomas. No es raro. Yo conocí en Salamanca a un padre jesuita, profesor de griego clásico, que lloraba cada vez que recitaba de memoria los pasmosos y épicos versos de Homero que narran la cólera de Aquiles. Pero vamos, no es el caso. Aquí de lo que se trata es de que la meditación espiritual, esa que utiliza las frases de «Dios es amor» o «Dios es paz» o «Dios te ama», repetidas una y otra vez en el turbio interior de la conciencia, resultan relajantes e incluso eficaces contra el dolor físico o moral, contra la ansiedad y el estrés. Cosa que no consigue la ‘meditación secular’ (estoy contento, soy feliz, el Madrid es el mejor equipo del mundo, cosas así).
Que la meditación espiritual produce beneficios psicológicos es cosa sabida desde antiguo. Las personas de vida contemplativa adquieren la paz interior porque “creen” en los efectos de la meditación. El creyente busca, con la aceptación (fe) de una realidad trascendente, la interpretación de la realidad circundante. El problema del dolor, de la injusticia, del sufrimiento de los inocentes, del mal, encuentra así una interpretación que tranquiliza y sosiega. Ese es el fruto de la meditación espiritual. Otros buscan la interpretación tranquilizadora de la realidad en el budismo o en otras filosofías de la vida. Y también encuentran sosiego. Como las monjitas con sus rezos letánicos. Paz y tranquilidad.
Y puesto ya en plan de didactismo benefactor, prefiero cien veces la frase-ejemplo de meditación espiritual «Dios es amor», tan vacía de contenido según muchos, a la estupidez televisiva de Eva Noche: «La vida es un pedo que suena por dos y huele por tres», ejemplo apodíctico de meditación secular. Aunque puede que haya alguien (muchos) a quien tranquilice la roña escatológica de la ordinariez. Que le aproveche.
MEN IN BLACK
(3-12-2005)
JUAN GARODRI


Estamos de luto. Hombres de negro. Y también las mujeres, por supuesto. Women in black. Y no solamente por el triple asesinato de los joyeros de Castelldefels, sino por los homicidios diarios que sin cesar aparecen en cada crónica de los telediarios, de los boletines informativos, de las noticias de prensa. Violencia doméstica. Mujeres asesinadas, torturadas, quemadas, defenestradas. ¿Qué pasa en España?, decía el sábado anterior. (A propósito: la metí doblada con lo de «Esta España mía, esta España nuestra», que atribuía a Ana Belén. Un lector avisado me dijo, “Oye, que no fue Ana Belén, que fue Cecilia la que cantó lo de la España mía, la España nuestra. Te has colado, listo”. Efectivamente, me colé. Con las manos juntas, en humilde actitud de súplica, pido disculpas al personal lector. Está visto que no es lo mío la cosa de la canción). Preguntaba hace un rato qué pasa en España. Con lo de los asesinatos casi diarios. Suelo elegir para mis artículos acontecimientos que la gente comenta en la acera, en el bar, en la tienda, en el paseo. Y la gente está que trina. La acusada inseguridad ciudadana que padecemos pone de uñas al personal. El gentío rechaza la permisividad que ha instalado el sistema. No particularmente la permisividad de la policía con los delincuentes sino, sobre todo, la permisividad de unas leyes que supuestamente los favorecen. ‘Entran por una puerta y salen por otra’, claman. Es natural que la policía, la guardia civil, los encargados de mantener el orden, se inhiban en muchos casos (y esto si no reciben órdenes ‘de arriba’ para la no intervención), porque ocurre que se juegan el pellejo para detener a los delincuentes y ven con cabreada sorpresa que están de nuevo en la calle a las pocas semanas o a los pocos meses de su detención. Otros vocean contra los jueces. Qué coños de justicia tenemos. Así y todo, parte del gentío comprende que la mayoría de los jueces se atiene a la ley, se limita a aplicarla, y admite que no son culpables de que la ley ‘esté así’. Habrá entonces que cambiar la ley, claman los inconformes. Porque, vamos a ver, si se pretende modificar parte de la Constitución para dar cabida al Estatuto catalán, ¿por qué no se puede modificar el código penal? Nada de favorecer al delincuente. El que la hace, que la pague. Siempre que se demuestre su culpabilidad, naturalmente. Nada de reinserción y otras gilipolleces. Si a un tipo le caen 20 años, que los cumpla en la cárcel sin restarle un solo día. Lo de la reinserción y la condonación de la pena es un avance progresista, cierto, fruto de un sistema democrático que funciona. Pero no todas las teorías progresistas sientan bien a la democracia. Algunas incluso la perjudican. Como ésta de soltar a los presos, así por las buenas. Dime a ver quién le reinserta la vida a los joyeros de Castelldefels, o a la mujer quemada por su pareja, o al padre que recibió las puñaladas del hijo, tipejo. ¿Quién reinserta a las 315 mujeres que murieron a manos de sus maridos, parejas o ex compañeros, entre 1999 y 2003? En 2004, 72 mujeres fueron asesinadas. En lo que llevamos de 2005, más de 60. ¿Quién las reinserta en la vida?
Estamos de luto y la gente de la calle así lo siente. No hace falta vestirse de negro, cierto. Ya lo hacen, no sé si será por alivio de luto, los intelectuales. Aunque no creo que la negritud del atuendo aumente la capacidad intelectual. Por aquello de la mona vestida de seda, ya saben.
MANDAR O GOBERNAR
(26-11-2005)
JUAN GARODRI



Pero, ¿qué pasa en España, esta España mía, esta España nuestra?. (no creo que Ana Belén vuelva a cantarla). Algo así como los hinchas y forofos del Real Madrid están cansados de la vulgaridad de su equipo, así también los españoles (habrá que decir ‘los ciudadanos’ porque la utilización del sintagma ‘los españoles’ resulta peligrosa y políticamente incorrecta), así también los ciudadanos están cansados, por no decir asqueados, de los políticos. ¡Qué olla de grillos, Jesús! ¿Tan importante es mandar? ¿Tan urgente es la experimentación del placer orgásmico que produce el hecho de mandar? Cada insulto proferido en el Congreso de los Diputados, cada improperio, cada insolencia, cada provocación, cada puyazo, cada cabronada, cada frase ingeniosamente (o burdamente) descalificatoria, cada una de ellas, constituye una paja verbal, eyaculación vengativa incluida, que es coreada ruidosamente con risotadas de escarnio para el enemigo y aplausos obscenos para el actuante. En el fondo, las actuaciones porno acaban por dar asco. Es una especie de constante ‘lo verás pero no lo catarás’, lo cual que acaba aburriendo. De chico, mi tío Eufrasio jugaba conmigo y a veces me enseñaba un melocotón redondo, amarillo, oloroso, maduro. Yo intentaba atraparlo, pero él alzaba la mano y decía: ‘lo verás pero no lo catarás’. Hay que mandar. Todo está permitido. Con tal de mantener el mando (o volver a conseguirlo), la injuria, la calumnia o la mentira son habilitadas como armas arrojadizas de aguzado doble filo para tumbar al enemigo. Y herirlo. De muerte, a ser posible.
Los pretextos utilizados por unos y otros forman parte del guión del espectáculo porno. Imagino que les importa un pito la asignatura de religión, pero mientras unos la rechazan otros la apoyan, presumiendo los primeros de laicidad (no se debe lavar el cerebro de niños y jóvenes con la falsa limpieza de las ideas religiosas, Iglesia y curas al paredón), y arguyendo los segundos que la ‘Educación para la ciudadanía’ es un político comecocos rechazable (influye ideológicamente en el niño) con el que se pretende reconducir el cerebro de esos mismo niños y jóvenes (conspiración masónico-republicana).
Olvidan unos y otros. Qué patinazos bochornosos provocadores de sentadas de culo a causa de la (mala) memoria. ¡Qué vergüenzas al aire, a causa de la mala memoria! Olvidan los políticos que los hijos son de los padres, no del Estado y que, en consecuencia, los padres pueden educar a sus hijos como les salga de la perinola. En la enseñanza pública o en la privada. Pienso que no existe incompatibilidad esencial entre escuela pública-escuela privada, sino entre los políticos que las defienden (no sé por qué ciertos sectores de la derecha, digamos, se apoderan de la escuela privada y dejan para la izquierda la tarea de organizar la pública). De hecho, la privada no debe de ser ‘tan mala’ (al menos fuera de España) porque el actualmente denostado Montilla, ministro de Industria, tiene matriculadas a sus hijas en un centro privado alemán (ergo no le convence ni la escuela pública ni la escuela privada española, digo yo). Estaba con la memoria. Las vergüenzas al aire, decía, son feísimas, vistas así, de pronto, en medio de la calle. En este sentido, Rajoy censura a Zapatero porque gobierna a espaldas del pueblo, a cuenta de la manifestación del 11-N, y olvida que Zapatero recriminó a Aznar de lo mismo, a cuenta de la guerra de Irak.
Todo vale con tal de mandar (conservar el mando unos, obtener el mando otros). Lo de gobernar es otra cosa. Y así está España. Porque se manda a los súbditos (dictadura); se gobierna a los ciudadanos (democracia).
EL DPD
(19-11-2005)
juan Garodri


Aunque la noticia es de pasada actualidad, no quiero referirme a un nuevo artefacto de seguridad pasiva de esos que llevan los automóviles con equipación completa (full equipe se decía antes y quedaba tan fino), ya sabe usted, ABS, AC, DVD, TOD, TCS, BAS, ABD, ESP…, y otras siglas enrevesadas y caóticas que no sé si incluirá y aclarará el nuevo DPD o no. Porque el nuevo DPD no es otra cosa que el Diccionario Panhispánico de Dudas, que es como la prensa debería haberlo denominado en sus titulares y no con esas siglas complicadas y enrarecidas que no las identifica ni la madre que las parió y que, ya digo, tienden a confundir el diccionario con un sistema de asistencia a la frenada, por ejemplo, cosa que me subleva cultural y emocionalmente. Tengo en casa más de cuarenta diccionarios de diferentes materias e idiomas, libros apreciados por mí hasta el punto de que siento hacia ellos una altísima veneración, hiperdulía casi. Los días de lluvia me arrellano en mi sillón preferido (favorito, dicen los muy finos) y leo varias páginas, verbigracia, del ‘Tesoro de la Lengua Castellana o Española’ de Sebastián de Covarrubias, cosa que me ennoblece por medio de un aumento considerable en mi autoestima porque hace que me sienta como un Borges cualquiera, ciego de Encyclopaedia Britannica. Así que el conato depresivo del cielo gris y triste se torna en alegre espabilar de neuronas que, de momento, dejan de patinar y se aferran justamente a la atracción de las páginas.
En fin, el 2 de noviembre las 22 Academias de la Lengua Española publicaron el diccionario Panhispánico de Dudas. Fue presentado oficialmente el 10 de noviembre ante S. M. Don Juan Carlos, autoridades políticas y culturales, académicos y responsables de medios de comunicación de América y España.
Y, sin embargo, al primer tapón zurrapa. Un servidor dispone de una dirección electrónica en la que aparece la mayoría de los periódicos del mundo en sus respectivos idiomas. Diariamente leo algunos. En uno de ellos (español) veo lo siguiente: «Un diccionario absuelve más de 7.000 dudas». Se refería al diccionario Panhispánico. O sea, me dije, que las dudas se absuelven como si fueran pecados. Cuánto inculto, incompetente, ignorante y ayuno de letras anda suelto por ahí, pensé. Habrá que elevar los ojos al neoclásico frontispicio de la Real Academia y clamar arrepentidamente que a uno le pesa, pésame Señor, por haber pecado de ortografía, léxico, fonética y sintaxis, siquiera venialmente, desde la última vez que uno confesó sus culpas gramaticales (no en vano duda y culpa guardan un hermanamiento de analogía fonética). Yo pensaba que las dudas necesitaban ‘resolverse’, no que necesitaran ‘absolverse’. Y me quedé tan pancho. El gusanillo de la fluctuación, no obstante, empezó a recorrer la senda del desasosiego, y no tuve más remedio que echar mano del diccionario RAE. ¡Plaff!. Nuevo patinazo de neuronas. Pues sí señor. Es correcta la utilización del verbo ‘absolver’ aplicado a las dudas, aunque aparezca en la acepción 5 con las abreviaturas de p. us. (poco usado). Mi deseo de venganza léxica, tan enorme, quedó hecho puré.
A pesar de la importancia que el DPD concede a normar los extranjerismos superfluos, que deben reemplazarse con palabras en español (si existen), no deja de excitar a la risa la españolización (calco léxico) de algunos de ellos, como pirsin, esa intervención que consiste en taladrar la oreja, las tetillas, la nariz, la lengua y las vergüenzas (femeninas y masculinas) para colocar en el agujero unos aritos, unas bolitas o unas cositas metálicas superadornantes. Lo que pasa es que las tiendas con el rótulo de ‘piercing’ van a perder la clientela. Por extravío léxico.

sábado, 14 de noviembre de 2009

EL COCHECITO
(12-11-2005)
JUAN GARODRI


Aquella Película de Marco Ferreri, 1960. En blanco y negro. Gozaba el blanco y negro de un arrogantemente doméstico, casi íntimo atractivo visual que se echa de menos en las películas en color. El cine actual se empeña en producir películas en las que el color y los efectos especiales llevan la opacidad a la magia del cine. El blanco y negro, sin embargo, favorecía el aleteo de la imaginación. El espectador se sumergía en la acción, atraído por aquella cercanía familiar y provinciana. El espectador se transmutaba en el bueno (o en el malo), besaba a la chica con los besos de Humphrey Bogart y las crisis de los sentimientos se hacían patentes y dolorosas. El cine de ahora ofrece solamente un espectáculo del que se participa en una lejanía acomodada en el color y los cucuruchos de palomitas. José Isbert hubiera perdido su entrecortado respirar ronquillo si hubieran filmado en color su entrañable tozudez.
Ahora también se produce la soledad de don Anselmo, efectivamente, y cada persona la combate como mejor puede. Si don Anselmo se empeñaba en que le compraran un cochecito para poder reunirse con sus amigos jubilados, que ya disponían de él, la persona que ahora se sienta junto a su soledad procura adquirir un coche para largarse a pasar el rato allí donde hay más personas con coche. Nadie puede quedarse en casa. Nadie quiere quedarse en casa. El filo de una espada les abre las entrañas y, ante el miedo al vacío de la orfandad hiriente, cada uno se escapa de sí mismo cabalgando caballos atmosféricos a más de ciento treinta kilómetros por hora. El coche es ese símbolo que sintetiza las apetencias y las carencias. La apetencia de ser más, de aparentar lo que no se es, se plasma en el coche que exterioriza la condición social a la que se pertenece. Porque, aunque todos somos iguales, unos somos más iguales que otros, dijo el cínico. El coche es un símbolo. De poder, de categoría social. Y el personal expresa su emoción íntima ante el nacimiento (y la posesión) de un extraordinario objeto tecnológico y diferenciador, aunque no crea en la diferencia de clases sociales. Sin advertirlo, se cae en el simbolismo de la condición social. Carl G. Jung expone que el hombre moderno continúa reaccionando a profundas influencias psíquicas que en otros tiempos se atribuían a gente supersticiosa e inculta. El coche, como símbolo, es una de esas reacciones. Y es posible, además, que sea un vínculo entre los mitos arcaicos y las modernas tecnologías, símbolo «producido en la mente inconsciente del hombre moderno al igual que se producía en los rituales de las sociedades antiguas».
Pero bueno, no era mi intención colocarte este rollo inmisericorde, lector paciente (la mente, sin embargo, camina a veces por derroteros no intencionados), sino comentar algunos aspectos del cochecito. Pero no del cochecito de don Anselmo, sino del cochecito que circula por calles y avenidas y a veces por vías interurbanas, vulgo carreteras. Aparte de que se conduzca sin el ‘carnet de conducir’ que la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas obtiene no sin esfuerzo y sacrificio ímprobos, el conductor o conductora del cochecito se atreve a circular por vías interurbanas, como dije, a una velocidad peligrosamente reducida. Y así pasa lo que pasa. Hace dos tardes, me dirigía a Plasencia y, al salir de una curva cercana a Galisteo, estuve a punto de llevarme por delante al cochecito. El frenazo fue de zapato en el asfalto y me cagué en todos los cochecitos que circulan por donde no deben circular, supongo. Después de tranquilizar mi taquicardia, continué el viaje, no sin antes propinarle dos sonoros bocinazos al conductor que, muy chulo él, me respondió alzando una mano que señalaba la cornamenta de los cornudos. Encima.
ARENAS MOVEDIZAS
(5-11-2005)
JUAN GARODRI


Llega mi tío Eufrasio y me dice, Qué, supongo que verías anoche el debate televisivo, el del Estatuto. Sí, le digo, aunque no soy aficionado al teatro, lo vi. Y ¿qué te pareció? Me pregunta. Y yo voy y le respondo, Me sentí idiota.
Efectivamente, todavía no he logrado sacudirme de encima el barro mental que me salpicó anoche. El barro de la estupidez. Me hundía en una ciénaga de arenas movedizas. En la aparatosa representación teatral que contemplaba, yo era el estúpido que chapoteaba en medio del barro. Tumbado en el sofá de la incongruencia, hundido hasta las cejas en la discusión embarrada del discurso partidista, contemplaba las imágenes televisivas que retransmitían las ocurrencias en el Congreso de los Diputados. Se debatía la admisión a trámite del proyecto de reforma del Estatuto de Cataluña y no había manera: una particular sensación de idiotez me embargaba. La sensación que producen las portadas de Forges que ilustran las ediciones de «Informática para torpes», usted comprende, cuando en las ‘grandes superficies’ vas olisqueando entre las estanterías de libros a ver si encuentras algo (y no encuentras).
A mi modo de ver, los ponentes aprovecharon el debate para descalificarse: más bien para descalificar al PP los partidarios del sí, y para descalificar al PSOE y socios el partidario del no. ¿Por qué se descalifican mutuamente? Es claro como el agua clara. Dentro de la representación teatral en que se ha convertido el Congreso, se utilizan las actuaciones de cada uno de los actores para sacudir estopa al contrario y desacreditarlo. Es la verdad de Perogrullo. De esta forma, posiblemente le reste votos e impida que gobierne en las próximas elecciones. Es la única razón actuante de la política. Y así, El señor Rajoy, a vueltas con la desintegración de España, señaló como único culpable de la posible fragmentación española a Zapatero. «El estatuto es el precio que debe pagar Zapatero para seguir gobernando, aunque sea el precio de alentar la ruptura de España», dijo. A su vez, la intervención de los demás ponentes consistió en dar caña a Rajoy más que en aclarar sus posiciones ante el Estatuto. Daba la impresión, a mí me lo parecía, de que representaban un papel, previamente estudiado, en el que la persona se adecuaba al personaje para desarrollar los pasos de la escena tradicional: unidad de acción, de lugar y de tiempo. Entre esas aguas nadaba estólidamente la frialdad política de Zapatero. Magnífica representación que concitaba los aplausos de sus socios y aliados.
Especialmente teatral me parecieron algunos pasajes del discurso (llamémoslo así) de la señora diputada catalana, representante del PSC, Manuela de Madre. Con qué aparente convicción afirmaba que ella era catalana y española. Nadie podría echarla de España porque Cataluña es España y como nadie puede echarla de Cataluña pues etcétera. Fue fácil la cosa del debate para los defensores del Estatuto. Las arenas movedizas de un consenso forzado engullían de forma imperceptible pero milimétrica, poco a poco, las actitudes simuladas de los defensores del ascua en la sardina propia. Particularmente espectacular se mostró Carod-Rovira. Disfrazado con una piel de cordero que le sentaba como a un santo dos pistolas, se parapetó tras un discurso tal vez impecable (implacable mejor) para asegurar que, de las dos Españas: la de Zapatero y la de Rajoy, prefiere la primera, afirmada en el progreso, en el consenso y en el olvido de 1939, una España con la que se pueda pactar y con la que se pueda dialogar (no dijo a la que se pueda pertenecer). El rito de la ceremonia puesto en escena se cumplía escrupulosamente. Si un modelo federal es inconstitucional para España, ayer se arrojaron a las arenas movedizas los miedos a la España plural. Las arenas movedizas de la división. Y yo tragándome el bodrio. Idiota.
GESTOS Y GESTÍCULOS
(29-10-2005)
JUAN GARODRI


No sé si usted, lector conspicuo, habrá oído hablar alguna vez del Estatut. Yo también. Y es tal el cansancio mental, auditivo y ocular que ocasiona el sonsonete (según que el ámbito en que se produce sea televisivo, radiofónico o periodístico), que el acto repelente de pasar página acaba convirtiéndose en hábito impugnante y contestatario. Es un gesto casi reflejo, carente de mala intención o de rechazo deliberado. Lo realiza uno sin darse cuenta, tal como se lanza el manotazo inconsciente a la mosca cojonera que revolotea alrededor de los alimentos cuando comes en el campo. Los gestos.
Cotidianamente se aprecian por doquier actos relevantes (e incluso irrelevantes) que constituyen la metáfora natural de gestos previos, cargados de significación y contenido. Tan cargados, que los porteadores apenas pueden soportar la magnitud de su peso y clavan las rodillas en el suelo abrumados por la carga onerosa (o gloriosa, no sé). El manifa, por ejemplo, es un porteador de gestos, un individuo/a que con su acto visible y manifestante se autoconsidera portador de valores, si no eternos, al menos prolongados en el tiempo, con posibilidad de perdurar hasta la próxima legislatura. El alzamiento de la pancarta no es que constituya un alzamiento nacional, pero casi. Porque el gesto en el que se encarna toda manifestación proclama la reivindicación o la protesta a las que han dado lugar, a su vez, otros gestos previos de sus contrarios. Y peores (los gestos de los contrarios siempre son peores).
Quizá en este sentido, exigente y protestón, el líder de ERC, Carod-Rovira, ha pedido al presidente Rodríguez Zapatero un “gesto taxativo” de respeto al texto del proyecto de Estatuto aprobado por el Parlamento de Cataluña. No estoy muy acostumbrado al comentario de texto político, razón por la que me cuesta esfuerzo interpretar el ‘gesto taxativo’ que pide Carod-Rovira. Porque un gesto taxativo no es un gesto cualquiera, un gesto taxativo supone un esfuerzo supremo por parte de quien tiene que hacerlo.
Dentro de los gestos actitudinales se encuentran las muecas. Una mueca no es una acción. Una mueca es un gesto que señala una actitud interna. De rechazo, de risa, de asco, de guasa. ¿Dentro de qué categoría se encuentra el ‘gesto taxativo`? Desde el punto de vista jurídico (dice el diccionario), ‘taxativo’ es un cualificador que limita, circunscribe y reduce un caso a determinadas circunstancias. O sea que el gesto exigido a Zapatero tiene que reducir las pegas que se ponen a la aprobación del Estatuto. Desde el punto de vista léxico, ‘taxativo’ es la cualidad de un gesto que no admite discusión. Porque los gestos, sobretodo si son taxativos, reproducen una situación anímica que no sería perceptible con un gesto cualquiera, por ejemplo con un gesto sin gesto.
No sé si estas interpretaciones (o parecidas) bailarían la jota extremeña del desacuerdo en las neuronas de Rodríguez Ibarra para llegar al extremo de quedarse solo ante el peligro, Gary Cooper de la política nacional. Su gesto fue un gesto de indocilidad sorprendente. “Ibarra se queda solo en el PSOE en la crítica a Zapatero y su idea de España”, leo por ahí. He dicho en otras ocasiones que Ibarra los tiene bien puestos. Y el gesto de oponerse prácticamente a toda la ejecutiva del PSOE a la hora de aclarar el concepto de ‘nación’ y el modelo de articulación territorial de España, demuestra una de estas dos cosas: o que tiene las ideas muy claras o que es de piñón fijo. Con cualquiera de las dos hay que tener muy recortada la barba para lanzar ese gesto indócil que, no cabe duda, le pegó una patada en los «gestículos» a los otros miembros de la ejecutiva.
ARTISTAS Y ARTE
(22-10-2005)
JUAN GARODRI


Vi la otra noche la película o el reportaje o el documental o lo que fuera de Orson Welles titulado Fraude, y me acometió la duda de siempre sobre el arte y los artistas. ¿Quién juega con nosotros en la cosa del arte? Porque, a mi parecer, hay quien juega con nosotros. Esto del juego sería una cosa más o menos intrascendente, como todo juego, siempre que no se mezclase con el asunto del dinero (como todo juego). Pero desde el momento en que el arte se mezcla con la cosa del dinero, se acaba el juego (o se incrementa el juego). Los miles de millones que anualmente mueve el mundo del arte impulsan al engatuse del personal con la venta del humo cromático que termina siendo un capichuli efímero. ¿Existe el arte, considerado en sí mismo, o es el artista el que hace el arte? Algunas exposiciones, o muchas, o varias, representan el juego del que se vale quien juega con nosotros. Un juego malévolo (malintencionado, hecho o dicho a mala leche), por no decir perverso (que corrompe las costumbres o el orden y el estado habitual de las cosas), en el que la idea de la apariencia intelectual, rompedoramente intelectual, es decir, la idea progreta del arte, se impone a base de ignorancias contundentes. ¿El arte es arte o sólo es arte la obra que realiza un determinado artista, siempre famoso, naturalmente? ¿El arte es arte aún en la oscuridad del anonimato o sólo es arte la obra aplaudida en los medios de difusión por los críticos de arte? ¿La obra es obra de arte porque la ha creado tal artista y no lo es si su creador es un tip(ej)o desconocido? Pongamos el caso de un falsificador avezado que le vendió un supuesto cuadro de Pieter Brueghel a un tío abuelo mío, por parte de padre. Los herederos quieren venderlo porque prefieren un chalet en Oropesa de Mar antes que contemplar diariamente el claroscuro infernal del cuadro. Tres millones de euros que iban a caer llovidos de los pinceles del pintor flamenco. Y eso si no eran más, porque una obra de arte perteneciente a la escuela de los Brueghel tiene un valor incalculaaable. Así que fue el tío (el falsificador) y reprodujo con asombrosa exactitud milimétrica el cuadro de Brueghel, la misma técnica, la misma maestría en la realización de una escena obsesiva y diabólica. Pues nada. Va, a su vez, la crítica especializada y utilizando los medios técnicos actuales digitales y electrónicos, concluye que el cuadro es falso. Fue pintado, probablemente, por un tip(ejo) que no lo conoce ni la madre que lo acunó. Pregunta analfabeta: ¿Por qué el cuadro de Brueghel es una obra de arte con un valor incalculaaaable y la reproducción que compró en tiempos de Canalejas mi tío abuelo no es obra de arte y lo timaron? Respuesta: porque la obra de arte sale del nombre del artista (famoso), de manera que el desconocido ni es artista ni nada y, por tanto, la obra que el desconocido crea no vale un pimiento.
Gregorio de Nisa escribió, allá por el siglo IV, cosas interesantes sobre el arte, y un buen día va y se pregunta que de dónde viene la forma. Y concluye una obviedad (según mi amigo el enterado), porque dice que en las obras de los artistas el material es formado por la representación y después manipulado por decisión del artista. “Primero se desarrolla la actividad interna en la mente y después se materializa en la forma externa”. Si esto es así, tan artístico es un cuadro de mi tío Eufrasio como uno de Botero.
Conclusión: ¿Por qué un cuadro atiborrado de pintura a espátula sobre el que han arrojado un puñado de arenilla (Composición II, dice el catálogo) se considera una obra de arte y se desprecia la pintura del ama de casa que asiste a manualidades en aulas de EPA? Autor famoso (proporciona pasta abundante) versus autor desconocido (no genera ni un euro). Ese es el asunto. O lo que es lo mismo: hoy no se considera el valor propio de la obra sino el nombre del artista.

viernes, 13 de noviembre de 2009

VERGÜENZA
13-11-2009
JUAN GARODRI

(Este artículo tenía que aparecer publicado en HOY, periódico regional de Extremadura, mañana sábado, día 14 de noviembre. Sin embargo, me comunican telefónicamente de la Redacción de HOY que no van a publicarlo. La dirección del periódico prefiere no tratar este tema en sus páginas. ¿Censura? )


Me encuentro rodeado por el límite de la ridiculez. Me pongo colorado por ser extremeño. Desde que la campaña “El placer está en tus manos” se ha extendido por los medios publicitarios, me da algo así como vergüenza caminar por la acera. Hay quien te mira como si fueras a picha suelta. El CJEx y el IMEx han tirado las bragas y los calzoncillos en los contenedores que, supongo, disponen al efecto en unos talleres de educación afectivo-sexual que se han sacado de la manga extensible, hasta el punto de estar orgullosos de la campaña y considerar necesaria la orientación masturbatoria. Así que lo afirmo. Me siento avergonzado. Somos el hazmerreír de España y quién sabe si del extranjero. Entiéndame, por favor. Mi sonrojo no consiste en el hecho onanístico, sino en que se den cursillos para enseñar la connotación de la paja. Onán ya sabía que el ‘placer estaba en sus manos’ después de beneficiarse a la mujer de su hermano y por eso eyaculaba en el suelo. Esta campaña organizada por el Consejo de la Juventud y el Instituto de la Mujer extremeños es algo tan ridículo, o más, que organizar unos cursillos para enseñar la sonoridad del pedo. El viejo coronel novelado por García Márquez no aprendió de nadie a expeler ventosidades pedregosas y fétidas. Los cuescos le salían retumbones porque el cuerpo eliminaba así sus gases. La realización de pajas violentas y adolescentes (y maduras y, si me apuran, pitopáusicas en el ‘mundo senior’) no necesita de un aprendizaje a base de cursillos organizados por la Junta de Extremadura. Todo el mundo sabe cómo juguetear en los pajares de la libertad. Sexo masculino, sexo femenino. Tanto da. Safo enseñaba a sus discípulas a tocar el arpa y la isla de Lesbos se inundó con sus melodías.
Me avergüenzo pues de que Extremadura promocione la masturbación entre adolescentes, ahora precisamente que el pajilleo ha salido del armario y ya no es causa de condenación eterna. Esta promoción educativa “afectivo-sexual” se considera motivo de chirigota y mojiganga en todas partes y da pie a pensar que los extremeños son así de pánfilos, que hasta para llegar al pajar tienen que recibir instrucción reglada.
Los cráneos privilegiados que dirigen estas campañas innecesarias son tan limitados que quieren hacer creer al personal que el “placer está en sus manos” desde hace un mes.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

MULTIPLÍCATE POR CERO
(15-10-2005)
JUAN GARODRI


Como cualquier tío que pretende atraer la atención del sobrino pequeño y conquistar en lo posible una porción de su afecto, yo también me dirigí a mi sobrino Carlos y adopté con él ese tono de voz condescendiente y esa actitud tontorrona que adopta cualquier tío que pretende atraer la atención del sobrino pequeño, etc.
Así que me dirigí a él y le dije,
—Carlitos, guapo, ven para acá.
El niño no dejó de mirar a los Simpson.
Simplemente contestó:
—No me llames Carlitos.
Y siguió con su programa. No me di por vencido y volví a la carga.
—Ven, hijo, le dije, que tienes que contarme qué tal te va en el colegio.
No se dignó contestar. Me puse un poco pesado, adopté un tono de voz meloso y le dije,
—Anda, no seas así, ven para acá.
Y añadí con voz inapropiadamente confidencial,
—¿Te gusta tu señorita?
Volvió la cabeza y me miró. Y me pareció percibir en su mirada la desafección con que se mira al que uno considera plasta de vaca.
—Vamos, Carlos —insistí—, ven a recitarme los cinco primeros números en inglés, que yo sé que los sabes, me lo ha dicho un pajarito.
El niño, agilísimo, saltó del sofá, se plantó ante mí y, con la sabia seguridad del que conoce el terreno que pisa, me soltó:
—¡Multiplícate por cero!
Fin. Se acabó el conato de diálogo.
No sé por qué, pero en un repentino remolino conceptual se me vino a la cabeza la noción contrapuesta del código restringido y el código elaborado que uno comentaba en las clases del instituto. Y no he dejado de sonreír a medias cuando, al revisar mis fichas para escribir estas líneas, leo una apostilla de Lázaro Carreter al respecto: “La extensión del código elaborado a todo el cuerpo social es un deber que impone a los poderes públicos y a los ciudadanos la democracia”.
Qué risa, la democracia preocupándose del código elaborado. La fina agudeza del maestro Lázaro se quedó roma, siquiera momentáneamente, cuando atribuyó a la democracia propiedades excelentes de selecta docencia lingüística. No deja de sorprender, ciertamente, la riqueza expresiva de la lengua castellana, inagotable en los enunciados que surgen del pueblo, expresiones que al fin y al cabo son el alimento del que se nutre la lengua. Así que no voy a ponerme sublime en plan psicolingüista y otras hierbas, con citas de Fillenbaum, por ejemplo, para exponer que las estructuras de la comunicación se relacionan estrechamente con los estados del emisor y el receptor. Pero si te digo, lector conspicuo, que no he escuchado la frase “multiplícate por cero” a un adulto que probablemente distingue, más o menos, entre la limitación cuantitativa de palabras que conlleva el código restringido y la formalidad del lenguaje que caracteriza al código elaborado, sino que la he escuchado a mi sobrinillo Carlos, un rabo de lagartija de apenas seis años que ya suelta tacos, habrá que pensar irremisiblemente que el estado del emisor (en este caso un niño) no sostiene intencionalidad de limitación lingüística alguna sino inesperada habilidad mental para el desdén o el menosprecio.
No sé si José Ramón de la Morena, por ejemplo, conoce el código elaborado, supongo que sí, pero desde luego no lo utiliza. Como me gusta el deporte, algunas noches escucho ‘El larguero’, y es evidente la pobreza expresiva del director del programa caracterizada por la limitación cuantitativa del número de vocablos y el uso de oraciones cortas, gramaticalmente simples, no acabadas con frecuencia, de sintaxis pobre (aunque a veces la viveza del coloquio y el interés de la noticia o la importancia deportiva del personaje entrevistado pueda hacer parecer lo contrario). Lo cual contrasta, a mi modo de ver, con la riqueza informativa que sobre deportes en general y sobre fútbol en particular muestra el programa, además de la formidable organización radiofónica que muestra. De la Morena, pues, utiliza deliberadamente el código restringido para adaptarse a la repercusión y extensión popular de su programa.
En fin, ‘multiplícate por cero’, me dijo mi sobrinillo para que lo dejara en paz, cansado de soportar a un tío pesado. Me redujo a la nada, al no ser, al cero. Ciertamente, el niño no pensó en atribuirme esta reducción aniquiladora porque él no “tenía noticia” de las variaciones del significado. Tan sólo cuando los sentidos nos dan noticia de las variaciones de las cosas, son fieles a la naturaleza de las cosas. Yo era algo y me quedé en nada. Multiplicado por cero. ¡Plaf!
Me queda el consuelo, sin embargo, que nos dejó Demócrito: «No existe más lo que es algo que lo que es nada».

sábado, 7 de noviembre de 2009

A ESCUPIR A LA CALLE
(8-10-2005)
JUAN GARODRI


Así nos lo decían cuando sobrepasábamos los límites de la norma impuesta por la tribu. Era una manera más o menos despectiva de metaforizar la exclusión. Te echaban. Fuera, a hacer gárgaras. A escupir a la calle.
A partir del próximo 1 de enero, según leo, el fumador tendrá que salir a fumar a la calle, quedará convertido en un ser apestado y contaminante (y apestoso, que no en vano el tabaco envuelve ropas y cabello en una maloliente aureola que deja su rastro en el pasillo, bien entrada la madrugada al regreso de las copichuelas del viernes), un ser malquisto, excluido de la sociedad, del grupo, de la corporación, de la oficina. A fumar a la calle. La empresa sin humos. Y, ay del osado que se atreva a contravenir la norma: será multado con multa inmisericorde y eurística y, por si fuera poco, cualquier operario o profesional no fumador puede plantear su queja sobre un compañero fumador para que se joda y deje de contaminar, que ya está bien, hombre, a través de los ‘grupos de trabajo sobre satisfacción de los empleados’, que es como ahora llaman a la Inquisición existente en las empresas para combatir los malos hábitos. Actualmente, si se elimina la sala de fumadores y se impone a los trabajadores la obligatoriedad de no fumar en sitio alguno, salvo en la calle, y se generaliza la posibilidad de denunciar al compañero (Inquisición sanitaria) por el hecho nefando de fumar, van a originarse, sin duda, tensiones en los centros de trabajo y más de dos desahogarán su inquina en la denuncia rastrera. Cosa triste ésta de la perturbación vengativa entre colegas. Adiós, pues, a la lírica del cigarrillo. La mezcla olorosa del tabaco y la colonia traducían sensaciones íntimas, de acercamiento y pasión. La charla entre amigos era imposible sin el ofrecimiento abierto del cigarrillo. Las volutas del humo cobijaban las entrañas acogedoras del bar y su murmullo. El suelo repleto de colillas y palillos simbolizaba la basura interior que cada cual echaba fuera a través de la charla amistosa y el pincho de tortilla.
A fumar a la calle. La campaña antitabaco es furibunda y posiblemente acertada. Sin embargo, bajo la funda estentórea de las grandes campañas siempre suelen esconderse intereses no confesados. ¿Por qué no se financian medios sanitarios antitabaco de la misma manera que se financian medios sanitarios antigripe? Se cuentan por miles, como causa principal de la ley antitabaco, las víctimas mortales que cada año causa el tabaquismo. Vale. Pero gran parte del pueblo se pregunta por qué no se pone el mismo énfasis destructivo en los miles de víctimas anuales que causan las armas. Los Gobiernos de medio mundo se han puesto de acuerdo en la persecución de fumadores y en la promulgación de leyes antitabaco, ¿por qué no se ponen de acuerdo y promulgan, además, leyes antiguerra? Prohibido que haya guerras en el mundo. Paz.
De paso, y para todos aquellos que se están revolcando de la risa y consideran dadaísta mi anterior proposición comparativa, yo le pondría un puro en la boca a la famosa Gioconda bigotuda que sintetiza la esencia del dadaísmo en la actual exposición de París. No para cachondearme de la ley antitabaco, no (¡qué herejía, la Gioconda fumándose un puro distorsionada su media sonrisa de puta renacentista!), sino para mostrar el nihilismo dadaísta que se burla, en el fondo, de la legalidad y el orden.
En fin. Pienso que la ley antitabaco no hace más sano a un país de igual manera que las armas no hacen más seguro a un país. El tabaco (tabaquismo) causa miles de víctimas anuales, y se persigue y se prohíbe. Las armas (la guerra) causan miles de víctimas anuales y ni se persiguen ni se prohíben. Con el tabaco se aprovechan los temores del gentío a la enfermedad y a la muerte, con las armas no. ¿Quién juega con nosotros?
BOCATAS DE PINGANILLO
(24-9-2005)
JUAN GARODRI


No suena bien. La eufonía es a la palabra lo que el ‘vibrato’ a la cuerda del violín. Una ondulación sonora que percute hermosamente en la sensibilidad. Y pinganillo no, no suena bien. La lengua castellana (los extranjeros la llaman lengua española, nosotros no nos atrevemos a cuenta del Estatut y la zorrera identitaria, no sé qué pensaría Amado Alonso con su “Castellano, español, idioma nacional” de las actuales gilipolleces patrias) la lengua castellana, pues, riquísima en la variedad de acepciones que atribuye a una palabra, escasea con esto del pinganillo y el DRAE le atribuye el significado de carámbano. Supongo que pinganillo derivará de ‘pingar’ por su apariencia de colgajo, y no de ‘pinga’, aunque también, por la disminución despectiva que le impone el sufijo identificándolo con un pene raquítico.
La prensa deportiva habla con fruición del pinganillo. Lo ha puesto de moda un tal Wanderlei Luxemburgo, según dicen. Cursos y cursillos de perfeccionamiento para que los sabios consejos futboleros cuelguen de la oreja de Raúl y los distribuya por el ‘cuadrado mágico’ en el campo de juego. Así les va. El pinganillo ha demostrado su ineficacia (o su artificio gafe) porque desde que Luxemburgo lo utiliza el Madrid no ha vuelto a comerse una rosca. Y el culpable es, sin duda, el pinganillo, en el buen sentido de la palabra.
Sin pinganillo veo “59 segundos”. Juro por Hércules que no es para saborear la belleza suave de Mamen Mendizábal, sino para ‘seguir’ una tertulia en la que, por fin, se pueden escuchar opiniones razonables sin que se apelotonen barriobajeramente las voces de los contertulios, gracias al pinganillo erecto que se convierte en micrófono sumergible.
Con el pinganillo puesto: elecciones en Afganistán. ¡Qué empeño, Señor! Me refiero a la tozudez occidental de que ‘todos’ los países (incluidos los que están en el culo del mundo) se constituyan en democracias. Olvidan nuestros excelsos políticos occidentales que de la panza sale la danza (‘primum vivere deinde philosophare’, de Hugo Grocio). ¿Para qué coños quieren esos países una democracia si carecen de agua y de pan? Ah, joder: hay que exportar democracia como si las ideas fuesen tomates.
Oigo por el pinganillo el debate fundado en una comparación (odiosa, como todas): ¿Por qué le niegan a Telemadrid su segundo canal, “La Otra”, y le conceden a Canal + la emisión analógica en abierto de “La cuatro”, además de Castalia TV? No me extraña que haya quien opine que con los Gobiernos ocurre como con los árbitros: cuanto menos se hacen notar mejor actúan
Incrusto el pinganillo en la oreja izquierda para escuchar música clásica. Ahora ando con las sonatas para piano de Beethoven. Una excepción: Joaquín Sabina, casi más poeta que músico. Me han regalado su última obra y gusta, como siempre, a pesar de su actual voz decrépita de vejete vicioso.
Sin embargo, para lo que mejor se presta el pinganillo es para el encanto de la promesa. Oigo: para 2006 Zapatero promete 300.000 puestos infantiles en los Colegios y 40.000 becas más. También prometió el apoyo de Madrid al Estatuto que saliera del Parlamento catalán y son ahora sus ministros quienes intentan sacarle el bolo del tragadero. Promesas. Mientras tanto, en los IES se reducen plantillas, aunque poco, para que no se note, y se aumenta la ratio de alumnos por aula. Calidad de la enseñanza. Cómo me lo maravillaría yo, Señor, para sufrirme la sacramentalidad de la palabra transfigurada en ojos blandos y promisorios. Y el gentío con las tragaderas dispuestas, en un afán sin duda meritorio, para deglutir devotamente la sagrada promesa de la salvación educativa. Los Simpson también procuran expandir la identidad educacional de su entorno. Y va la gente y se ríe.
LA TENTACIÓN VIENE DEL ESTE
(17-9-2005)
JUAN GARODRI


Se lo oí contar a Bienvenido García Martín (ya fallecido), catedrático de Geografía e Historia, que fue director durante varios años del Instituto de Enseñanza de Coria. La anécdota se refería a un tipo de Ávila o de Burgos, no recuerdo, que hizo oposiciones a cátedra. Aquellos tiempos en que las oposiciones eran oposiciones, y se celebraban en Madrid. Dos o tres tochos de narices que comprendían los ciento cincuenta temas y, hala, a hincar los codos hasta que las neuronas se convertían en conocimientos. (Los psicopedagogos actuales dirían que los conocimientos son contenidos conceptuales y que éstos son los excrementos de la memoria. Ni caso). Entonces no existía la mecánica estipendiaria del ‘concurso-oposición’, por lo que el que sabía, sabía, y nadie se arrimaba al recurso del baremo (triunfo sindical y laudatorio, sin duda) por años de servicio, por cargos académicos desempeñados y por cursos de perfeccionamiento. Bien. El tipo de Ávila o de Burgos, no recuerdo, se presentó a las oposiciones de Geografía e Historia con el mismo aire del que se dispone a machar garbanzos y fue, el tío, y sacó el número uno de toda España. (Entonces España era España y no era ‘Este País’, creo que lo he dicho en alguna otra ocasión). Si tendría el tipo testículos, que sorprendió a propios y extraños, porque va y renuncia a la elección de plaza. Y se volvió a su pueblo y se quedó sin plaza, naturalmente. Preguntada la causa, respondió que era su voluntad opositar de nuevo al año siguiente porque había apostado el pinar con un su primo de Ávila o de Burgos, no recuerdo, a que sacaba por segunda vez el número uno, pero esta vez en la materia de Lengua castellana y Literatura. Transcurrido el año, en centro y local distintos pero con el mismo aire de machar garbanzos, se presentó a oposiciones a cátedra en Madrid. Y fue el tío y sacó por segunda vez consecutiva el número uno. Volvió a sorprender a propios y extraños porque adoptando de nuevo una actitud desacostumbrada entre opositores de cualquier calaña, renunció a la elección de plaza argumentando que no le interesaba la lengua ni la literatura y porque, además, había apostado la viña con un su amigo de Ávila o Burgos, no recuerdo, a que sacaba por tercera vez el número uno. Y así fue. Al año siguiente, el tío bestia, volvió a sacar el número uno, aunque esta vez en la asignatura de matemáticas. Con la camisa desabrochada porque hacía calor y mordisqueando un bocadillo de anchoas envuelto a medias en papel de estraza, se permitió el lujo de terminar los ejercicios propuestos en menos tiempo del que se tarda en decirlo. Y va el tío y renuncia por tercera vez a su plaza. Preguntada la causa, respondió humildemente que lo suyo era el campo y no la cátedra, y que la cosa de los libros era por entretenimiento entre cosecha y cosecha de remolacha. Admirado quedó todo el mundo por las, al parecer, extrañas e insólitas determinaciones del opositor de Ávila o de Burgos, no recuerdo, en especial los personajes pertenecientes al reputado mundo de los libros en general y de la docencia en particular, que lo tildaron de loco y desquiciado.
No es cuento lo que acabo de relatar sino acontecimiento verdadero, aunque adornado por mi parte con alguna amplificación admirativa. Sirva de ejemplo a todos cuantos este artículo leyeren y les procure discernimiento para evitar caer en la tentación del orgullo profesional docente, el móvil de última generación con conexión wi-fi a Internet, el Audi A6 2.0 TDI Multitronic, el sistema de audio portátil con iPod photo, el Home Cinema inalámbrico y los viajes veraniegos, de inefable sustancia glamourosa, a las islas del Pacífico. Para luego contarlo a los colegas el primer día de clase.
EQUILIBRIO
(10-9-2005)
JUAN GARODRI


Caminábamos por la acera con la intención de tomar unas cañas en el Candilejas. Mi amigo, un fino analista de tendencias de opinión y de hechos políticos, que los ve venir de lejos, admirable agudeza visual la suya, siempre la ha tenido, me dijo: No sé si habrás leído los artículos mugrientos que ha publicado el ABC estos días, Qué artículos, le dije, Pues uno de Juan Manuel de Prada y otro de Antonio Burgos, me dijo, No, no los he leído, le dije, pero los leeré, Preferible que no los leas, me dijo, porque los tíos esos no escriben más que majaderías, destilan fascismo derechón como los pinos resina, son pegajosos. Me miró amistosamente, me puso una mano en el hombro (señal inequívoca de autodisculpa para paliar la patada que iba a soltarme en los huevos) y dijo con media sonrisa: como tú, que tiras al monte de orégano, tus artículos sabatinos lanzan puyas de vez en cuando, como el que no quiere la cosa, contra la izquierda intelectual y progresista. Su patada me cabreó de tal manera que permanecí en silencio hasta que llegamos al bar. Hoy pagas tú las consumiciones, le dije, por bocazas y cantamañanas, y vamos a ver si nos enteramos de una puñetera vez: ni soy rojo ni blanco, soy agnóstico político. Con mis torpes letras sabáticas busco el equilibrio, lo consiga o no. Busco abrirle los ojos al gentío, que los tiene cegajosos y se traga lo que le echan. Quizá lo mío consista en una especie de relativismo político, quiero decir que así como el relativismo beocio mantiene que nada hay bueno ni malo y que todo está permitido, sobre todo el ataque a quien no piensa como tú, así también, siguiendo con ese relativismo idiota, nada hay bueno ni malo en política y, por lo tanto, no son buenos o malos ni los rojos ni los blancos. Aunque, en realidad, siguiendo el relativismo empírico de Locke, para los rojos izquierdosos sólo es bueno lo que los rojos dicen, y para los blancos fachas sólo es bueno lo que la derechona dice. Para unos lo que dicen los fachas es execración antiprogresista, para otros lo que dicen los rojos es blasfemia antiliberal. Locke dijo que la virtud y el vicio (‘lo bueno’ y ‘lo malo’, que decimos ahora) son constantemente atribuidos sólo a aquellas acciones tal como en cada sociedad están en reputación o en descrédito. Es el relativismo característico de todos los eudemonistas y utilitaristas, que convierte la moral en una parte de la sociología. Mi amigo no estaba en absoluto de acuerdo con este rollo filisteo y me dijo que soy un teórico de cojones, eso me dijo, aunque amistosamente, eso sí, porque suele ocurrir que los buenos amigos en el fondo son como ‘el hermano enemigo’ de Baudelaire. Llegado a casa me clavé en Internet hasta que di con los artículos citados. «Ser de izquierdas», se titula el de Juan Manuel de Prada, que se cabrea porque la izquierda de este país (española, quiero decir) se atribuye todo cuanto aparece como beneficioso para el personal, en un descubrimiento insólito del Mediterráneo higiénico, doméstico, social y económico. JMP ataca a la izquierda, y se sobrepasa en su ataque, contundente y burlón, resaltando el puritanismo de que hace gala la izquierda, hasta el punto de llamar a Zapatero ‘tartufo’ y atribuirle esta frase idiota: “Disuadir del consumo del alcohol y del tabaco es de izquierdas”. Antonio Burgos titula su artículo «Mi no a la guerra (civil)». Arremete el andaluz contra algunos representantes de la denominada gente guapa, aquellos de la pegatina y la pancarta, porque ya andan sacando provecho de su ‘no a la guerra’ (de Irak).
Epílogo y coloquio. Las opiniones majaderas aparecen cuando hay campo abonado para el tarararí del revanchismo. Fin.
FÚTBOL Y TELENOVELAS
(3-9-2005)
JUAN GARODRI


El hombrerío está de enhorabuena, al menos gran parte del hombrerío, vamos que me atrevo a afirmar e incluso a jurarlo ante el altar de Hércules (a Aníbal le hizo jurar su padre odio eterno a los romanos) que la inmensa mayoría de los hombres españoles (por lo que nos toca, que en Europa no nos andan a la zaga) está de enhorabuena porque acaba de empezar, oficialmente, la temporada futbolística. Las aburridas tardes veraniegas de paseo y terraza sin la añorada melopea del gol, distensión vocal que alarga la o inacabablemente, qué delicia, gooooool hasta agotar la respiración, esas tardes cerveceras de verano, ya digo, ven próximo su fin, como desabridas nubes algodonosas que cuelgan de un cielo agobiado y canicular. Vuelve la vespertina exultación del fútbol. Alegría y felicidad. Alienación (que no es lo mismo que alineación). Lo único que existe es el fútbol. Lo único que existe es el hombre, dijo Sartre invocando a Heidegger (porque no sólo las viejecitas invocan a los santos: también los filósofos invocan a los suyos, sobretodo a partir de la zancada de tono antropológico que saltó desde la existencia a la ex-sistencia. Cosas). A día de hoy, que dicen los palabreros, puede afirmarse que lo único que ex-siste es el fútbol. Es como si el hombrerío se hubiera hartado de incendios y devastaciones, de violencias callejeras y domésticas, de políticas y talantes, y refugiase su desolada interioridad en el fútbol. Es inclemente la mediocridad psicológica. Cada uno lleva a cuestas sus devastaciones interiores y, ante la escasa posibilidad de reconstruirlas, se encarama en la tabla de salvación del fútbol. Dios, y qué sesión de fútbol. ¿Fútbol? En los programas de deportes, abundantes y reiterativos, se informa de todo cuanto rodea al fútbol, de los millones que se pagan por los traspasos, qué deslumbramiento, qué atontamiento, todos con la boca abierta, 38 millones (de euros) que ofrece el Newcastle por el niño Torres y no se ha ido del Atleti, 25 millones (de euros) por Sergio Ramos, tan sus gafas y tan metrosexual, que sabe Dios por qué Del Nido lo ha dejado marcharse, arduas y difíciles negociaciones, con flecos y todo, que nunca se sabe si los flecos son adornos o son restos deshilachados. Se habla mucho, demasiado, de fútbol, cuando lo que gusta es “ver” fútbol. La noche del domingo uno busca el refugio del sofá para “ver” las jugadas y se encuentra con un nuevo programa, el ‘Rondo’, donde varios contertulios hablan y hablan y hablan de fútbol. Un cotorreo de fútbol fastidioso. Porque uno lo que quiere es “ver” (repito) fútbol. No quiere oír hablar de fútbol. Pero nada: se ‘visiona’ un gol, un gesto del árbitro, una patada en la rótula, una estirada de Casillas. Y a hablar otra vez.
Por otra parte, el mujerío también está de enhorabuena. Las tertulias salsarroseras van de culo y poco a poco son sustituidas por telenovelas que echan a volar emocionalmente las mariposas íntimas de la rivalidad y el deseo. (¿A dónde fuisteis, Crónicas Marcianas, con la cutrez consolidada? Hay quien afirma, en este sentido, que pronto ya no habrá tomate, ni aquí ni en ningún sitio). Así que el mujerío ya no le dice al hombrerío lo de “qué aburrimiento, siempre estáis con el fútbol” porque ellas se han pasado las tardes de la semana viendo ‘Los Gavilanes’ y comentan con las amigas la guapeza de Franco, con sus ojos eróticamente azules, tan mono, mujer, y lo buenos que están los tíos, como para mojar pan. Porque ahora el acoso lo inicia el ‘femineo sexu’ y los hombres a callar y a contentarse con las opiniones de Javier Clemente.
LA COSA DE LOS BLOGS
(27-8-2005)
JUAN GARODRI


Yo no conocía la cosa de los blogs. Descuidado que es uno en la búsqueda de información actual. Pero un buen día, curioseando en las páginas digitales de HOY, me encuentro con lo siguiente: “Blogs.hoy.es – Hazte oír – publica tus ideas – comparte opiniones – tu página personal – publica tus noticias”. Y me quedé perplejo. Qué coño es un blog, me pregunté turbado. Así que me dirigí a las estanterías y tomé el english-spanish para averiguar la traducción. Pero nada. Está visto: los libros que uno ha comprado valen para poco, quiero decir, valen para mucho, pero con ellos se cumple inexorablemente la ley de Murphy porque, en situación de necesidad, no encuentras en ellos lo que pretendes encontrar, por más que buscas. Así que, para mi sorpresa, lo de blog no existía en el diccionario. El término ‘blog’ debe ser neologismo de reciente acuñación, pensé, porque no aparecía por ningún sitio. ¿Qué iba a hacer, pobre de mí, sin saber qué es un blog? Tendría que caminar hundido en la miseria de la ignorancia cibernética, sacudido por las convulsiones del analfabetismo tecnológico. Después de no pocas pesquisas y averiguaciones, logré identificar la palabra. Ya, gracias a Dios, conozco el significado de blog, y el de weblog, y el de blogosfera y blogómetro y hasta el de bloguero (que viene a ser algo así como un blogata empecinado en manifestar opiniones y en compartirlas). Porque la adicción a los blogs es tremenda. El individuo/a que pasa de bloguero normal a blogata compulsivo corre el riesgo de metaforizar la pantalla de su portátil y convertirla en una fértil pradera opinante, para que el resto de ciudadanos del mundo, globalización y todo eso, pueda pastar la nutritiva hierba de la opinión ajena que alimente sus neuronas para conseguir que todo los llame, unos hacia otros: el pasado conspira por el presente y el presente conspira por el pasado (ostras, me ha salido un alegato propio de las Crónicas de El Imparcial). En fin, cuando Jorn Barger puso en circulación la cosa del blog en diciembre de 1997 no sabía el circuito abierto que desencadenaba en el impulso opinante de la ciudadanía. O quizá sí lo sabía y por eso lo webalizó (¿existe el palabro? Ahí queda). Ahora sabemos (según leo) que los blogs se utilizan para filtrar información (cuando es sabido que la saturación informativa produce deformación), organizar negocios (con lo que la utilización del móvil puede irse a tomar por saco), compartir noticias familiares (y chafar las prolijas peroratas de fijo a fijo entre suegra y nuera), establecer relaciones profesionales (adiós a la publicidad impresa de ofertas de trabajo), fomentar el cambio social (despatarradas quedarán las reuniones asociativas, de Ong’s, por ejemplo) y reflexionar sobre el sentido de la vida (con lo que llegará el día en que las asociaciones filorreligiosas se extingan por consunción). Y no queda ahí la cosa. Hay blogs que se meten contra los políticos. Politicuchos. Así los califica un blog que aparece en periódico de tirada nacional. “La torpeza de los políticos españoles parece no tener límites. Los informativos ofrecen cada día una imagen más penosa de los políticos españoles, esa subespecie humana escasamente evolucionada que se caracteriza por su torpeza y sus malos modales”. ¿Tan idiotas son los políticos y tan listos los que no se dedican a la política? El relativismo al servicio de los intereses generales de la vida. John Dewey lo dejó asentado: el concepto de verdad no es ya un asunto teorético sino una práctica descarnada. Así lo entienden los más de ciento cuarenta y seis millones de blogs que serpentean por Internet.
LA LECTURA
(20-8-2005)
JUAN GARODRI


Uno lee bobadas con frecuencia. A ver si nos entendemos: no es que yo elija bobadas para leerlas, sino que las bobadas se aparecen y va uno y las lee. El hecho de leer comporta su riesgo porque ni toda lectura es bobada ni toda lectura es clarividencia provechosa y, a mi modo de ver, si te arriesgas a leer una bobada sacas poco discernimiento de la lectura. Quiero decir que la lectura, o la no lectura, supone una elección, un riesgo (una ‘opción’: es más políticamente correcta la cosa de la opción, que la lectura sea una opción es cosa que yo no veo muy clara, porque toda opción supone elección, y elijo unos zapatos marrones o negros, los marrones son gruesos, los negros son finos, y va uno y compra los zapatos negros por su fina piel y porque se adaptan al pie como un guante, y a los cinco meses compra los marrones porque se acerca el invierno y protegen los pies del frío, pero tanto los marrones como los negros pueden ser finos y tanto los negros como los marrones pueden ser gruesos, y tú vas y eliges unos u otros, pero yo no considero una ‘opción’ la lectura, sino una necesidad, porque normalmente el individuo elige el libro que lee pero no elige la necesidad de leer, la siente en la profundidad de las entrañas como se siente el hambre o la sed, una necesidad, no una opción, en cambio los zapatos negros o marrones sí son una opción porque no constituyen una exigencia vital, en fin, cada quisque decide la elección de su vida y persigue aquello que le reporta felicidad, según cree, siempre que la elección se fragüe sobre elementos elegibles y se omita la de elementos exigidos por la propia naturaleza debido a su natural e imposible elegibilidad) y esa elección del libro (olvidando la prolija y horrible cláusula parentética que acabo de endilgarte, lector paciente, cláusula que habrás considerado como bobada, sin duda,) esa elección del libro no es necesidad vital sino decisión temporal, opción que cualquiera puede inclinar a una obra literaria o a un bodrio, a leer muchos libros o a leer pocos, e incluso a no leer (porque no siente ‘necesidad’ de ello), tal como hace una tal Victoria Adams que admite que nunca ha leído un libro. Hay quien no lee libros, ni uno siquiera, porque no dispone de tiempo para leer, sobre todo si es mucho el dinero del que dispone para gastar y, evidentemente, si una persona, pongamos Victoria Adams, dedica todo su tiempo a gastar dinero a espuertas pues como que no le queda ni un minuto para dedicarlo a la lectura, qué más quisiera ella que disponer de tiempo para abrir un libro, pero es imposible, hija, los libros tienen demasiadas páginas, cientos de líneas, tan negras, y miles de letras, todas apelotonadas, como hormigas, qué angustia, por Dios, imposible dedicarse una al recuento de hormigas después de una mañana ocupadísima en gastar dinero a espuertas en las tiendas de última moda, y en la búsqueda de una casita para vivir cómodamente, dos años, fíjate, dos años buscando casa y sin poder encontrarla, cómo iba a leer si tenía que encontrar casa con armarios, muchos, para colocar la ropa de diseño que adquiría con el dinero que gastaba a espuertas, qué ordinariez, el dinero a espuertas lo gasta el ricacho del puro y el mercedes con olor a ajo, que Madrid olía mucho a ajo, pero la gente fina y chic gasta el dinero con elegancia y estilo, cuanto más dinero más estilo, menos mal que por fin ha dado con una casa a su gusto que es alucinante, para dedicarse a su papel de madre de familia numerosa, porque Brooklyn, Romeo y Cruz son unos soles, aunque la verdad es que le encantaría tener una niña (o dos), para diseñarle la ropita (que para algo es diseñadora) y dedicarle muchas, muchas horas, a maquillarla y a pintarle las uñas. Así que ni tiempo tiene una para la cosa de los libros, eso que llaman lectura.
PETRÓLEO
(13-8-2005)
JUAN GARODRI


Y va el ministro Solbes, prepara su dedo índice, tuerce un poquitín el carrillo, desliza su gafa hasta medio tabique nasal tipo enanito Sabio de Blancanieves, y dice que, en su opinión, según las últimas escaladas del combustible, la subida del precio del petróleo perjudicará seriamente la economía española. Es una opinión profunda y juiciosa, digna de una mente aguda. Menos mal que se le ha ocurrido a él, porque a los españoles, tan torpes como somos, no se nos hubiera ocurrido ni en sueños. ¿Quién iba a pensar que el petróleo sería la causa de la depauperación de nuestra economía? Nadie que se precie de español. Los españoles pasamos por los surtidores para aprovisionarnos de combustible con el aire triunfal de los ricos. Lo mismo nos da que el precio del litro rebase el euro como que no lo rebase. Lo importante es el coche, no el euro. El coche, esa brillante metáfora de la plenitud metalizada en apariencia social. ¿Cómo pensar que el coche, nuestro orgullo y nuestra suficiencia, va a constituir al mismo tiempo nuestra ruina y nuestra decadencia? Por eso es tan aguda la frase de Solbes. Aguda y admonitoria. Porque a nadie se le había ocurrido pensar que el precio carísimo de un litro de combustible llegase a constituir un peligro semejante. El ciudadano marchaba tan tranquilo en su coche, silbando los compases (¿compases?) de Bono el irlandés en el “Vértigo” del megamacroconcierto de U2, más que una religión, tío (lo que demuestra que el ser humano tiene que creer en algo, y aclamarlo), y se detenía (el ciudadano que marchaba tan contento) en el surtidor cercano a llenar su tanque. Y no era consciente del peligro. Pagaba el precio del litro a un euro, o más, y no era consciente del peligro. Pero mira tú por dónde va Solbes y dice: ¡Ojo! ¡La subida del petróleo dañará la economía española! Y nos avisa del peligro. Y es que Solbes, además de inteligente, es la bondad pura. No quiere que los españoles suframos pensando en la ruina. No quiere que pasemos «del éxtasis al rencor» sin transición automovilística. Por eso, el buenazo de Solbes, después de quitarle importancia en cientos de ocasiones al impacto del crudo en la economía española, ya no ha podido más y ha pensado que es mejor advertir al ciudadano. Porque aunque es cierto que el PIB aumentará este año un 3’3 %, también lo es que aumentará en 2006 ese mismo porcentaje siempre, claro, que el precio medio del barril de petróleo no supere los 52,45 dólares. La madre del cordero negro está en que ahora mismo el precio del barril supera los 60 dólares y que en 2006 probablemente los quede atrás. Si no fuera por eso, nuestra economía no correría peligro. Y, desde luego, si el precio del barril de petróleo se mantuviese en 30 dólares, como hace unos años, el PIB hubiera aumentado un 6 %, o más. Seríamos riquísimos. Pero no hay que preocuparse. La aceleración de reformas estructurales (¿?) para conseguir un mayor crecimiento económico es pan comido. ¿Las qué? Sí, las reformas estructurales. No, qué va, no se trata de reformar la estructura del impuesto que grava el litro de combustible. Si el Gobierno rebajase el altísimo porcentaje que detrae de cada litro, y éste costase 50 céntimos en lugar de un euro, la cosa se solucionaría fácilmente, pero así no tendría gracia. Lo importante es conseguir los objetivos económicos con esfuerzo y dificultad. Por ejemplo: una buena reforma del mercado de trabajo para que los agentes sociales se rompan los cuernos y salgan a palos la temporalidad y los contratos. Pero el combustible, ni hablar. Ni tocarlo. Que los árabes suben el precio del petróleo, pues a subir el precio del litro en las gasolineras. Eso sí, avisar hay que avisar de que la economía puede resultar seriamente dañada y de que los bolsillos de la ciudadanía pueden resultar peligrosamente agujereados. Y hala, a utilizar el coche para ir a comprar tabaco.