domingo, 13 de septiembre de 2009

FERIA SEXTA
(9-6-2002)
JUAN GARODRI


Se encuentra con uno y le pregunta,
—Oye, no sé si estarás interesado por el estado de salud de Carmina Ordóñez,
—Yo no —le responde—, quizá lo estés tú,
—No, qué va, yo tampoco,
—Entonces por qué me lo preguntas,
—No sé, quizá estuvieras interesado por su estado de salud,
—Pues no sé por qué habría de estar yo interesado por el estado de salud de Carmina Ordóñez,
—Siempre está uno interesado por algo —dice el otro—, hay mucha gente que está interesada por su estado de salud,
—Por su estado de salud, sí —le responde—, pero no por el estado de salud de Carmina Ordóñez,
—Eso habría que verlo —dice el otro—, el personal se interesa más de lo que parece por el estado de salud de los personajes importantes,
—Qué personajes importantes —le responde,
—No sé, los que aparecen por ahí a todas horas, en el papel cuché mayormente —dice el otro—, esos que exponen al aire, para que se oreen, las uniones y las separaciones, los guantazos y los abrazos, las juergas y los entierros, no me digas que no es como para no preocuparse por el estado de su salud,
—Bueno, visto así, sí —le responde—, todo quisque tiene su partícula de sensibilidad y esa pobre gente forrada de dinero también es susceptible de tener una salud machacada, tanto trajín supone un desgaste mental,
—Bueno, no hay más que ver al esposo de Isabel II —dice el otro—, la carroza de oro de hace 242 años recorriendo las calles de Londres durante cerca de una hora, la cara de angustia de Felipe de Edimburgo, su rostro demacrado y macilento, el olor de los boñigos de los ocho caballos que tiraban de la carroza de oro, mucho oro pero con una suspensión rígida que transmutaba los reales cuerpos en sacos de huesos,
—Sí, tuvieron que sufrir mucho —le responde—, una pena, algo así como el sufrimiento de los países pobres, mira tú si sufren que ahora en Yuste abogan por la creación de un Plan Marshall para África, y Rodríguez Ibarra ha quedado ahí, en su sitio, donde debe estar, dejando muy alto el pabellón extremeño, proponiendo medidas para atajar la desigualdad mundial,
—El que debía de tener un dolor de cabeza insufrible —dice el otro—, era el Nobel de Economía, que venía preparado para hablar del futuro de las cajas de ahorro, ese contrapeso al oligopolio financiero, que así nos financian luego cámaras de video y reproductores de DVD, y hasta baterías de cocina y juegos de maleta y trolleys y relojes, cobrando bajos intereses porque les duele el sufrimiento económico del personal, por eso nos regalan calendarios y bolígrafos durante la Navidad,
—Qué era lo del Nobel de Economía, que creo que te has perdido —insiste el otro,
—No, que me preocupa su dolor de cabeza —le responde—, porque venía a hablar del futuro de las cajas de ahorro, como dije, y le cambiaron el tema, qué putada, y tuvo que hablar del desarrollo ecológico, social y económico, sin estar preparado ni nada, y a verlas venir,
—No, si esta gente importante también tiene lo suyo —dice el otro—, sufren muchísimo siempre de acá para allá, así que los hay que se deprimen y todo y son víctimas de crueles enfermedades,
—El que no aportó mucho para evitar el sufrimiento del gentío, porque mira que el gentío sufre, fue el Savater —le responde—, mientras todos andaban procurando arbitrar recursos para evitar las injusticias sociales y económicas va y se descuelga el tío con que el que no gasta no está considerado en la sociedad actual, no entendí bien lo que quería decir, porque no sé para qué quiere uno el dinero si no se gasta, el tío tiene un discurso raro, sobre todo cuando afirma que el gasto es un concepto de riqueza que nos hace especialmente pobres,
—No sé, quizá se refiera a la pobreza de los ricos, por ahí lo he oído —dice el otro—, aunque me extraña mucho esa pobreza, para mí la quisiera yo, creo que uno puede ser más feliz con un mercedes que con el sosiego o la compañía honesta,
—Hombre, según como se mire —le responde—, una buena compañía también alivia mucho el sufrimiento y reafirma el afianzamiento básico de los valores,
—No creas —dice el otro—, los valores, aparte de no saber muy bien en qué consisten, son zurcidos de los filósofos, esos tipos que se ganan la vida hablando de tareas éticas o de principios que orientan el laborioso conocimiento de la realidad,
—A qué te refieres con lo de zurcidos —le responde—, porque no alcanzo a ver la relación,
—Entre el concepto y el valor o, lo que es lo mismo —dice el otro—, entre el pensamiento y el comportamiento, existe un roto gigantesco que refleja el peculiar descosido de la persona,
—Y qué tiene que ver eso con los filósofos —le responde,
—Pues eso, que los filósofos se dedican al entrelazado arte de los zurcidos para remendar el roto existente entre el pensamiento y el comportamiento,
—Creo que te has liado más que la pata de un romano —dice el otro—, no estoy muy de acuerdo contigo,
—No me negarás, sin embargo —le responde—, que hay que alabar las intenciones de los que mandan, eso de proteger los derechos humanos e impedir que otros los lesionen,
—En lo que sí hay buenas lesiones —dice el otro—, es en lo del Campeonato del Mundo, Zidane ha jodido las aspiraciones francesas con su lesión de cuádriceps,
—Y Figo —le responde—, que ha extendido su cansancio físico por todo Portugal,
—Qué se le va a hacer —dice el otro,
—Nos vemos —le responde,
—Nos vemos —dice el otro.

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