viernes, 18 de septiembre de 2009

EL CABREO DE IBARRA
(27-1-20023)
JUAN GARODRI


Lo reconozco, tendría que haber escrito “El enfado del Sr. Rodríguez Ibarra”. En fín, se han perdido las formas. Hoy día, cualquier comentarista, o articulista, o periodista, o columnista, o lo que sea, alude a nuestros próceres políticos, y aun a obispos y otras eminencias, con un tratamiento pringoso y diario, algo así como de relación de vecindad, a la pata la llana que, la verdad, creo que es inmerecido. Nuestros próceres merecen algo más que esa aproximación al tuteo (tan español y carpetovetónico) que consiste en eliminar la cortesía del tratamiento. Al fin y al cabo son personas constituidas en dignidad, más o menos alta, y el personal plumífero y/o televisivo debería mostrarles un respeto onomástico que excluyese la camaradería y el acercamiento, ese aspecto confianzudo, como de haber comido juntos, que ha distribuido por doquier la democracia (según piensan unos, progretas) y la desfachatez (según piensan otros, carcas).
Los medios de adoctrinamiento de masas han generalizado la omisión del tratamiento de la misma forma que se ha prescindido del sombrero. Ya nadie usa sombrero, y el tratamiento era el sombrero de la dignidad. Ahora, si alguien se dirige a un señor obispo, le casca un Setién o un Blázquez, a secas. Nada de reverendísimo señor. Si alguien se dirige a un ministro, nada de excelentísimo señor: Rajoy o Cascos a secas, y a correr. Y el Presidente del Gobierno no es don José María Aznar, a dónde vas tío, es Aznar, y gracias, que con ese bigote y esa cremallera vocalizadora va que chuta. Y el Presidente Autonómico de Extremadura no es don Juan Carlos Rodríguez Ibarra, ni siquiera el Sr. Rodríguez Ibarra, es Ibarra y se acabó, que para eso estamos en democracia. Que aquí todos somos iguales, aunque unos tengan cargos y otros no. (Mi tío Eufrasio, al que hace tiempo había perdido de vista, dice que, efectivamente, todos somos iguales, pero que unos somos más iguales que otros).
Anda el Sr. Rodríguez Ibarra cabreado estos días, no por lo del tratamiento, supongo, sino por lo de los jueces, vieja herida que no acaba de cicatrizar y que se entreabre y encona de vez en cuando. Pero no es solamente suyo el cabreo. El cabreo es cosa generalizada entre el gentío, irritable, nervioso y acelerado. No creo que el cabreo provenga de su misma raíz etimológica, capibrevium, de cabeza pequeña, quiere decirse o, lo que es lo mismo, de poca cabeza, porque entonces arreglados íbamos si le buscamos significado pleno a la metonimia.
¿Por qué anda mayormente cabreado el personal? Veamos. Los socialistas se cabrean porque el PP impide que don José María Aznar explique en el Congreso su apoyo —¿qué tratamiento le doy al Bush?— al Excelentísimo Señor Presidente de los EE. UU., don George S. Bush, mientras que Francia y Alemania le dan la espalda por la guerra de Irak. Las nacionalidades históricas andan cabreadas porque el Excelentísimo Señor Presidente del Tribunal Constitucional, Sr. Jiménez de Parga, arremete contra ellas y critica la distinción entre “nacionalidades históricas” y regiones.
A propósito de este hecho, el Sr. Mas, tan catalán, tilda a don José María Aznar de ‘caradura’ por sus actitudes antinacionalistas y en un exceso, tal vez, de celo patriótico pide el cese de Van Gaal. Los gaditanos andan que se suben por las paredes (cabreados) debido a que una gabarra cargada con mil toneladas de fuel se hunde en la bahía de Algeciras y crea una nueva alarma ecológica, así que claman contra la dejación de España en lo de Gibraltar, que encima se atreve a detener a 14 periodistas, así por las buenas, que ni eran delincuentes ni nada, solamente pasaban por allí a cumplir con el deber informativo de cubrir la noticia. Sevilla no está cabreada, está cabreadísima porque Madrid será la candidata española a organizar los Juegos Olímpicos de 2012, ya ves tú, Madrid, que ni tiene experiencia organizativa, ni cosa que se le parezca, en la preparación, coordinación y montaje de grandes eventos multitudinarios, ahí está el ejemplo de la Expo ‘92, sin ir más lejos. Los socios, hinchas y forofos del Real Madrid, C.F., andan muy pero que muy cabreados a causa de las injusticias arbitrales en su partido contra el Atlético, que ni es equipo ni es nada, y menos con un presidente como el que tiene, bocazas cuando menos.
No sé si habrá alguien más cabreado estos días que los alcaldes de Ahigal y Santibáñez el Bajo, que se han encerrado en sus Ayuntamientos, alternativamente, para protestar por el olvido en que la Administración tiene a sus carreteras, semejantes a una vereda de Chechenia después de un bombardeo. Yo mismo ando muy cabreado por las frases que uno escucha a locutores de radio y televisión, tipo ‘al caer la noche’ o ‘al caer la tarde’, esos barbarismos rematados con la gilipollez verbal del ‘de buena mañana’ , locutores ignorantes que menosprecian las hermosísimas palabras castellanas de atardecer, anochecer o amanecer. El personal anda cabreado en extremo porque le suben los precios de la luz, el teléfono, los sellos, el transporte, la cosa de la vestimenta y la vivienda, subidas en los precios de los servicios básicos, oséase, que el euro dispara cada vez más los precios en España.
Y digo yo que si el gentío, en su conjunto nacional y cotidiano (y no digo nada del chapapote, ya está bien), anda cabreado de un lado para otro porque se las están dando todas en el mismo carr(bols)illo, ¿por qué razón don Juan Carlos Rodríguez Ibarra no puede cabrearse por lo de los jueces, esa sentencia de las emisoras? Máxime después de leer la carta que un lector le ha dirigido (HOY, 21-01-2003) para exponer la sospecha de ausencia de imparcialidad del magistrado señor Villalba, aunque el autor de la carta exculpe al resto de la judicatura, y requiera al señor Rodríguez Ibarra a que no generalice en sus depreciaciones de la abogacía y el poder judicial.
A este respecto, hay veces que uno se cabrea, cabreo gordo, por determinadas actuaciones judiciales: sorprendentes excarcelaciones o sentencias chocantes, como la del “juez de los vaqueros”, ya sabes, aquél que absolvió al violador porque una chica vestida con vaqueros es prácticamente inviolable. Y aunque es antilógico extraer una conclusión universal de una premisa particular, el gentío es muy dado a este tipo de conclusiones, impulsado quizá por el resentimiento o la ignorancia. Tal vez por ello, el poder judicial y el ejecutivo, entre otros estamentos, hagan tan poca gracia al personal cuando andan a la greña y, a veces, lo cabreen.

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