domingo, 27 de septiembre de 2009

LO DE LAS LETRAS
(13-7-2003)
JUAN GARODRI


Conozco a algunas personas sedicentes cultas que en cuestiones de expresión, ortografía, sintaxis y léxico muestran deficiencias que a veces resultan insoportables. Con frecuencia he escuchado la estupidez justificativa de quien, después de haber metido la pata hasta el corvejón, dice esa tontería de «es que yo soy de ciencias». Lo malo no es la metedura de pata. Lo malo es la entonación con que pronuncian la frase, una entonación con ribetes de suficiencia cultural, como si el hecho de desconocer los fundamentos elementales de la Lengua quedase de alguna manera compensado, o superado, por el dominio de la fórmula matemática o química. De entre los mismos alumnos surgen algunos que, catequizados tal vez por profesores cenutrios, se atreven a menospreciar a otros compañeros por el simple hecho de ser “de letras”, como si la asignación “de ciencias” les atribuyese la posesión de una inteligencia superior. Es más, en las diferentes opciones que oferta la Logse a los alumnos que terminan la Educación Secundaria, figuran el bachillerato tecnológico, el de ciencias de la naturaleza y de la salud, el de humanidades y ciencias sociales y el artístico. Pues bien, corre la especie, en la mayoría de los institutos, de que los alumnos que optan por el bachillerato científico o tecnológico son más listorros que los que optan por el bachillerato humanístico o artístico, los pobres, que no valen para otra cosa. ¿Quién les ha metido en la cabeza semejante bobada? He conocido alumnos pertenecientes al COU de Ciencias —el COU, a dónde fue a parar, a dónde lo han largado con cajas destempladas los templadores de gaitas del actual sistema educativo, los programas y reuniones ¿a dó fueron?, los esquemas y resúmenes para aprobar el ‘comentario’ de Selectividad ¿qué fue dellos?, en la Logse se han perdido y desecado cual se seca el rocío de las eras y tal, y que el lector disculpe la cutre paráfrasis manriqueña que acabo de espetarle—, alumnos hubo de ciencias, repito, dotados de una insuperable habilidad para resolver fórmulas matemáticas o químicas que, allegados al sano discurrir necesario para hincarle el diente a la intelección normal de un texto, eran incapaces de expresar correctamente por escrito las ideas principales y secundarias que el texto contenía. ¿Inteligencia? ¿Pedorrismo?
Item más. En un instituto de nuestra región extremeña, el departamento de lengua castellana y literatura, alarmado por el intolerable aumento de la incorrección escrita por parte del profesorado, ha tomado la decisión de dirigir a los departamentos una notificación en la que se ruega a sus integrantes que cuiden la expresión escrita en sus avisos y comunicaciones públicos a los alumnos.
Item más. Hay colegios mayores que prefieren hacer pasar por una entrevista al alumno que solicita plaza. Bien. En un colegio mayor universitario de Madrid, (en julio del 2003, no precisamente en la época de Serrano Súñer) cuando el entrevistador conoció que el alumno entrevistado optaba por una carrera de letras, le espetó, entre otras sorprendentes admoniciones, lo siguiente: «Sepa usted que en este colegio se efectúa un riguroso seguimiento de las calificaciones: con una asignatura que suspenda tendría que abandonar la residencia. Porque puede considerarse admisible un suspenso en ingeniería aeronáutica, por ejemplo, pero no en la carrera de letras que usted va a estudiar». Sin comentario.
Ciencias o letras. Letras o ciencias. La discusión es vieja y no pretendo entrar en ella. Sólo intento resaltar la noticia aparecida hace unos días en la prensa nacional (ABC, 9-7-03): «La lengua española aporta el 15 por ciento del Producto Interior Bruto». Toma del frasco, Carrasco. Casi 90.000 millones de euros al año. Casi 15 billones de pesetas ‘de las de antes’( pleonasmo utilizado por periodistas tontainas). O sea, que la lengua ya no es solo poesía y demás chorradas metafóricas. O sea que la lengua ya no es solo la transformación narrativa de la ficción novelesca. O sea, que la lengua ya no es solo la clase de literatura en el instituto, con sus épocas literarias y demás paridas de historias críticas y obras completas. O sea, que la lengua ya no es solo la perfección sintáctica, la propiedad léxica, la coherencia semántica y otros galimatías de pirados librescos. O sea que la lengua ya no es solo la mierda de la ortografía y la de todos los hijoputas que te suspendían por confundir “a ver” con “haber”, que total es lo mismo y que con esas pijadas se confunde cualquiera. No. La lengua ya no es solo eso. La lengua ha pasado al mundo despiadado de las estadísticas, de los tantos por ciento y del marketing. La lengua aglutina el 88 % del valor económico del español y se prevé, además, que ascienda al 89 % entre enseñanza, publicidad, telecomunicaciones, nuevas tecnologías de la información, cultura, espectáculos y otras actividades. Qué bien. La lengua ha entrado en el bachillerato tecnológico y científico y los estudiantes que se dediquen a ella se convertirán en alumnos listorros porque podrán ejercitarse en el estudio de la aportación de la lengua española al PIB por ramas de actividad.
Sin embargo, qué pena. La lengua española es noticia porque genera 90.000 millones de euros. Las implacables garras del consumismo productivo han convertido la utilización de la lengua en un circo de productos y ganancias donde la belleza del lenguaje es, si acaso, el fulgor de las lentejuelas del corsé.
Qué pena, repito. Para mí, es como si alguien entrañablemente querido hubiera sido atacado por una enfermedad horrenda e incurable.

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