domingo, 27 de septiembre de 2009

METÁFORAS
(22-6-2003)
JUAN GARODRI


Los profesores de literatura explican muy bien lo de las metáforas. «Tus dientes son perlas», dicen siempre, como si no existieran millares de frases con las que ejemplificar la metáfora.
Pero los dientes con relación a las perlas, o las perlas con relación a los dientes, ejercen una atracción simbólica, quizá mistérica, sobre docentes y discentes, absortos en esa relación asombrosamente abstracta que dimana de perlas que son dientes, o de dientes que son perlas.
Yo tuve un profesor que explicaba la metáfora con facilidad deslumbrante, y hasta se permitía el lujo de formular la metáfora con un rigor casi matemático al relacionar entre sí el término real y el término imaginario. Si el término real lo llamamos A y denominamos B el término imaginario, decía, resulta que A y B permanecen indisolublemente unidos por una identificación, de donde concluimos que A es B. Y lo escribía con rasgos vigorosos en la pizarra, A : B, colocando dos puntos entre la A y la B, puntos que emergían como eje angular alrededor del cual giraban los dientes y las perlas. También hablaba de metáforas puras, muy difíciles de identificar, porque la pureza de la metáfora residía en la ocultación del término real A, y tenía uno que hilar muy fino para descubrir el término imaginario B, que había desaparecido gracias a la excelencia artística del poeta, encubridor literario para magnificar con su encubrimiento la belleza clásicamente rotunda de la metáfora: las perlas de tu boca.
Había días en que yo sudaba tinta porque el profesor se adentraba en dificultades gongorinas y hacía que las neuronas destilaran sobrecogedores esfuerzos de intelección y clarividencia. Se trataba de la metáfora determinativa. B de A, decía. Hay que cazarla. Y distribuía fotocopias que reproducían «Preciosa y el aire», de Lorca, para que saliéramos a la caza y captura de la metáfora determinativa, ignorantes de tiros literarios. Imposible descubrirla entre la intrincada maleza léxica del autor. Además, uno caía en el pozo de la perversidad porque daba vueltas, sin remedio, a aquellos versos ardorosos y urgentes: «Niña, deja que levante / tu vestido para verte. / Abre en mis dedos antiguos / la rosa azul de tu vientre». Con lo que la inminencia del vestido alejaba la abstracción metafórica.
A pesar de todo, la reminiscencia de la metáfora pervive durante años y constituye una vieja cicatriz imborrable. ¿Qué otra cosa, sino vestigios de la antigua metáfora, son las afirmaciones promisorias de todos los nuevos alcaldes (y alcaldesas) salidos recientemente de las urnas como el genio que fluye de la lámpara maravillosa? Prometen y prometen. Promesas con la estructura externa de “metáfora pura”: desaparecido el término real, fagocitado por la escandalera de los pactos, sólo permanece el término imaginario, atrapado en los límites de la inverosimilitud.
Ahora mismo, sin ir más lejos. Metáfora de la corrupción. Asamblea de Madrid. "Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez son basuras y despojos". Metáfora perfecta, aunque de estructura bimembre, de tipo identificativo: A es B. Al menos el señor Aznar así la ha explicitado imprecatoriamente: «Con esas basuras, con esos despojos, menuda alternativa van a presentar». Muchos de los asistentes a la sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados sonreían maliciosamente. La metáfora era perfecta: Tamayo y Sáez (A) son basuras y despojos (B). Existe la misma identidad imaginativa entre “dientes” y “perlas” del ejemplo clásico que entre “Tamayo-Sáez” y “basuras-despojos” del ejemplo aznariano. Es evidente que en la belleza de la frase «Tus dientes son perlas» la asociación imaginativa consiste en atribuir a los dientes las magníficas cualidades de las perlas y, de la misma forma, en la vulgaridad de «Tamayo-Sáez son basuras-despojos» se atribuyen a los políticos supuestamente corruptos las sucias cualidades de los desperdicios.
La conclusión a la que llega el ciudadano interesado en el asunto es que estamos rodeados de metáforas políticas, quizá porque el político es un ser esencialmente metafórico e imaginativo. Ya se habla, con respecto al escándalo de la Asamblea de Madrid, de la «ETA del ladrillo», metáfora de estructura determinativa y metonímica, tipo B de A, para designar la relación de corruptela asamblearia que puede establecerse entre una organización supuestamente corrupta (algunos posibles miembros de la Asamblea de Madrid) y el ladrillo (algunos miembros de la especulación inmobiliaria).
Con todo, yo me quedo con otra metáfora peyorativa, tipo A de B, pero de estructura perfecta: «Política de mierda». Porque las metáforas no sólo se utilizan para exaltar la belleza. Ahí están los políticos, con cráneos privilegiados repletos de metáforas no precisamente bellas. Así que por la misma lógica anteriormente expuesta, habría que considerar metafórica, aunque no bella, la frase «política de mierda» porque la relación entre el término real ‘política’ y el imaginario ‘de mierda’ se concreta en la asociación de las cualidades negativas de la mierda que en este caso se atribuyen subjetivamente a la política.
Una vez expuesto lo expuesto, quiero felicitar al lector que haya llegado fielmente hasta aquí y le deseo que no caiga en el nihilismo político al que induce la tensión democrática actual, que inicia, a lo que parece, la deslizante y peligrosa bajada de la descomposición. En caso contrario (y no deseable), el único remedio al alcance de la mano se resume en la frase de mi tío Eufrasio: En las próximas elecciones les voy a decir que vote su puta madre. Metáfora peyorativa de extensa e inconveniente explicación.

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