domingo, 13 de septiembre de 2009

SUFIJOS Y DEMANDAS
(11-8-2002)
JUAN GARODRI


Sepan quienes este escrito vieren que la acuñación del término «chandálido», con sus respectivos femenino en -a y diminutivo en -ino, procede exclusivamente de mi propio y particular peculio léxico, y que nunca antes fue utilizado por persona alguna ni en la ciencia natural ni en la ficción narrativa ni en el ensayo ni en el teatro.
Tal vez alguien piense que las líneas anteriores pertenecen a alguno de los doscientos ochenta y un ensayos, dedicados a rebatir errores y supersticiones, que fray Benito J. Feijoo integró en su Teatro crítico universal, pero no. Las líneas son mías. Así como lo de chandálido. Por eso no encuentro justificable la reacción de un lector que, valiéndose de terceras personas, ha conseguido la dirección de mi correo electrónico y me ha enviado un ‘emilio’ agilipolladamente furibundo en el que arremete contra mis dos anteriores artículos, aparecidos en esta misma sección de HOY. Mi enojado censor me asegura, en medio de un pisto sintáctico plagado de anacolutos y silepsis, que «muchas de sus palabras son plagio de otros escritores» (como si las palabras se plagiaran), y que usted (por mí) utiliza su mala leche literaria para «reírse y cachondearse de la gente común y corriente». No sé si lo de corriente lo dice por la actividad que desarrolla el del chándal o el de la calzona. Por si fuera poco, afirma que «el término chandálido ya lo he visto yo escrito en un libro de ciencias naturales». ¡Ostras, Pedrín! He saltado como si me pincharan. Acuciado por tan sorprendente afirmación, he consultado bibliografía científica y he hallado dos términos parecidos a ‘mi’ chandálido: a) pasálido, de la familia de los coleópteros lamelicornios, que se dedica a roer madera en descomposición, y b) ninfálido, de la familia de las mariposas diurnas (hay varias especies).
Así que, concluyo, mi detractor electrónico debe de haber confundido los sufijos y ha equiparado al que viste chándal con un coleóptero y a la que viste chándal con una mariposa. Sensibilidad a flor de piel. Quizá el verano altere la sangre más que la primavera.
Vamos a lo de las demandas. Para sangre alterada la del tipo norteamericano que ha demandado a la empresa Mc Donald. El hecho no deja de estar dotado de una comicidad apabullante. A mí me ha hecho más gracia que el correo de mi detractor electrónico. Estos americanos son la leche. Resulta que un tipo se pone morado comiendo hamburguesas, un día tras otro, mañana, tarde y noche engullendo hamburguesas, cocacola y hamburguesas, qué rrrrrico, guau, what a delicious diet, camarero, otra hamburguesa, esta de cebolla, waitress, esta de lechuga, tomate y bacon, please, Dios conceda larga vida al que inventó las hamburguesas, al rey de las hamburguesas, God save the king, sólo burgers, nada de restaurantes para solazarse con comidas de degustación, nada de bistros para enjuagarse el gaznate con cafés y zumos y montaditos de nata, sólo hamburgueserías, hala.
Así que el tipo como un hipopótamo. Supongo que se ha puesto como un hipopótamo. Y ahora que se ve gordo, gordo de cojones, porque hay que verse muy gordo para proceder a la demanda, va y lleva ante los tribunales, que se dice, a Mc Donald. Por perverso y malvado. Por fabricar unas hamburguesas tan rrrrricas que hacen engordar tantísimo, oiga, que yo antes como un fideo y mire ahora, que ni puedo caminar, escocido estoy de los muslos, tropecientos kilos que he puesto de más, y todo por culpa de las hamburguesas, peligro social y fisiológico que acarrea graves consecuencias y entierra a un desgraciado en la obesidad y en los peligros cardiovasculares, víctima del afán inmoderado de ganancias de Mc Donald. Y encima sin avisar, que si hubieran avisado de que las haburguesas engordan, tal vez no las hubiera ingerido. Mafiosos.
Mi tío Eufrasio también anda al loro de las demandas y me asegura que si en los Iunaitesteis puede un gordo sacar un pastón si su abogado demuestra que las hamburguesas han ocasionado su obesidad, él tambien va a demandar al ambulante de Ciudad Rodrigo que vende en el mercadillo de los jueves unas alubias blancas que por muy papilionaceas que sean están tan rrrrricas, sobre todo cuando la parienta se las prepara con chorizo y un poquito de laurel, que lleva unos meses que anda perdido de gases, así que la aerofagia y la dispepsia lo traen por la calle de la amargura, que ya ni puede tomar los vinos ni nada, mucho menos la cerveza fría, con lo que llama con estos calores, ni siquiera el vino blanco, por muy de Payva y frío que esté, las alubias han dado al traste con sus sencillas aficiones y anda acojonado, que lo mismo tiene un cáncer de colon o vaya usted a saber, y todo por culpa de las alubias blancas, aunque tampoco están nada mal las pintas.
Así que piensa agarrarse a un buen abogado a ver si puede sacarle una pasta al tío que le vende las alubias, que por su culpa anda jodido y ya ni duerme ni nada. (Si la cosa le resulta, piensa meterse después contra el de la tienda de calzado, que los zapatos que se compró este invierno le han desarrollado un juanete que parece que le ha salido otro dedo).

No hay comentarios: