martes, 8 de septiembre de 2009

EL REDONDEO
(30-12-2001)
JUAN GARODRI

La semana pasada elevé mis manos hacia la peseta en un intento individual y nostálgico de homenajearla. Ya se sabe que en España es costumbre, afianzada en una tradición secular, hablar bien de los finados (en discursos y obituarios, mayormente) con esa insistencia en las virtudes ajenas que los oradores ocasionales suelen conceder generosamente a los muertos.
Querámoslo o no, pasa la peseta y llega el euro. Un día le queda de vida a la peseta. Pasado mañana nace el euro. No cito a Antonio Machado con lo de «todo pasa y todo llega, porque lo nuestro es pasar, etc», porque es una cita tan desgastada por el uso que ya casi ha perdido su referencia conceptual. Ha pasado la peseta y aquí está el euro. Clases de euro para el personal. Los comunicadores televisivos han explicado con asiduidad el significado económico, tan importante, que va a marcar el siglo XXI con uno de los acuerdos económicos y globalizadores más significativos de cara a la unificación de las relaciones democráticas, económicas, políticas y sociales entre todos los pueblos de Europa para conseguir una confederación de destino en lo universal, bla, bla, bla. (Suena algo rancio y engominado lo del destino en lo universal, pero en fin). Las comunicadoras televisivas han mostrado, con su mejor sonrisa, el proceso de conversión de pesetas a euros y viceversa. Los bancos y cajas de ahorro han inundado los mostradores de sus entidades bancarias con tarjetitas reflectantes que facilitan la conversión. Hasta el Gobierno, preocupado por el bienestar ciudadano, ha enviado a cada familia una carta con su correpondiente tarjeta reflectante. Un simple movimiento de muñeca te muestra la equivalencia y allí donde antes ponía la cantidad sonora de 125 pesetas (valor habitual de la caña de cerveza) aparece ahora la cantidad insólita de 0'75 céntimos de euro, en un extraño adelgazamiento de la posesión monetaria. Clases de euro para el personal. Los periódicos muestran, con la indiferencia de la publicidad diaria, páginas concretas en las que se alude a equivalencias y conversiones. Los semanarios colorean la información y la revisten de insoportable interés económico, bien diseñados los diagramas en el ficticio resplandor del papel cuché. En colegios e institutos, en residencias de ancianos, en hogares de pensionistas y hasta en cárceles y en cualquier tipo de centros, institucionales o no, se han dedicado clases especiales a la información monetaria, y se habla de conversión con idéntica fluencia a la que se utilizaba en otros tiempos para convertir las almas. Tal vez se trate de eso, de colocar en las adolescentes, senescentes, delincuentes y, en general, reticentes cotorinas una idea cuasi religiosa del dinero y de su valor consumista. Tal vez se trate de conseguir que el personal se transforme en algo distinto de lo que era. Juntamente con la convertibilidad monetaria se afianza una posibilidad de conversión, una salvación con capacidad para transformar al gentío en seres más guapos, más europeos, más democráticos y más libres. Puede que alguien se lo crea.
No me resisto a reproducir algo que ya escribí en esta sección hace dos años. Como en los lúgubres sermonarios decimonónicos, la salvación (y el castigo) viene de lo alto: «)De dónde nos viene la salvación? Respuesta: la salvación nos viene de lo Alto. )De dónde nos viene lo Alto? Respuesta: lo Alto nos viene de Europa. )Qué es lo Alto que nos viene de Europa? Respuesta: lo Alto que nos viene de Europa es el Euro. )Qué es el Euro? Respuesta: El Euro es la entelequia de todos los bienes sin mezcla de mal alguno. )Qué nos ofrece el Euro? Respuesta: el Euro nos ofrece la salvación liberal económica. )De dónde nos viene dicha salvación? Respuesta: Dicha salvación nos viene de lo Alto. )De lo alto de Europa? Respuesta: Sí, padre, de lo alto de Europa. )Cree usted en la santa Europa, una, maastríchtica, liberal y económica? Respuesta: Sí, padre, creo. )Cree usted en el Euro, su representante en la tierra y vehículo de salvación? Respuesta: Sí, padre, creo. )De dónde nos viene, pues, la salvación? Respuesta: La salvación nos viene de lo Alto de Europa y de su representante en la tierra, el euro. Y así podríamos seguir girando como ovejas pedorras dentro de una especie de Ripalda europeístico y tautológico».
Sin embargo, no creas, el personal anda mayormente con la mosca detrás de la oreja. Han sido tantos engañabobos y trágalas, han sido tantas ruedas de molino políticamente litúrgicas con las que le han hecho comulgar, que recela de lo del euro con la desconfianza tozuda de una mula tuerta. La culpa de este rebote antieuro la tiene la cuestión del redondeo. Por calles y plazas, al tiempo que empujan los cochecitos, las mamás susurran desconfiadamente de la carestía que va a suponer el redondeo del euro. En las barras de los bares, las opiniones resabiadas de los parroquianos insisten en la jeta desenvuelta de los comerciantes que se agarrarán al redondeo para subir el precio de los productos. (Y tú, Carlos, a ver si nos vas a subir también la caña de cerveza a un euro, y Carlos se vuelve y dice que no). En los pasillos de los hipermercados, las amas de casa se lamentan de la inminente y probabilísima subida de la fruta, del pollo y de la carne con la disculpa del redondeo. Y del pan ni te cuento, que no han andado esperando a que llegara lo del euro para subirlo. Los más enterados murmuran que los más de diez mil millones que les costará a los bancos el cambio a la nueva moneda (publicidad, actos para difundir el euro, reconversión de tarjetas, programas informáticos) va a suponer la introducción de un redondeo gigantesco que deprimirá nuestros bolsillos, porque lo que es las entidades financieras no van a ponerlo del suyo. Finalmente, no hay más remedio que tragar la decisión escandalosa de Telefónica, la pobre, que el día 1 de enero subirá sus tarifas para adaptarlas al redondeo. Mientras tanto, los mandamases andan con sus paridas homofónicas y sueltan, para tranquilizar al personal, que bajarán los tramos del IRPF, algo que no se lo creen ni ellos.
Ahora, eso sí, no todo va a salir mal con lo del redondeo. No todo van a ser subidas. Dios aprieta pero no ahoga. La Once ha anunciado que bajará el cupón diario a la redondeada cantidad de un euro. Menos mal.

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