viernes, 18 de septiembre de 2009

CINE DE FÚTBOL
(9-2-2003)
JUAN GARODRI


Allá por el siglo XIII, no se le pasó por la cabeza a Saxus Grammaticus que unos siglos después William Shakespeare le diera el copiazo con lo de Hamlet, bien que a través de la versión francesa de François de Belleforest. El episodio se titula «Con qué astucia Amlecht, que fue luego rey de Dinamarca, vengó la muerte de su padre Orwendill, asesinado por su hermano Feng, y otros acontecimientos de su vida». Probablemente a ti, lector amigo (se decía en los prefacios de los escritos con moralina antiguos), no te interesen en absoluto los acontecimientos que protagonizó Hamlet para vengarse de su hermano Feng, pero no me negarás que es proverbial, de tan conocida, su actitud enigmática e indecisa. La duda, en definitiva. Vamos, que no sabía si vengarse o no. Y es que no hay cosa peor que la duda. Y le ocurre a cualquiera, no creas. No sólo a Hamlet. A cualquiera le amarga en la boca el sabor de la indecisión si pretende actuar de esta forma, porque piensa que tal vez le hubiera salido mejor el asunto si lo hubiera ejecutado de aquélla. Así que la duda me atenaza. No sé por donde empezar, si por el cine o por el fútbol. Cine de fútbol, fútbol de cine, fútbol y cine, o cine o fútbol, ni cine ni fútbol. Hamlet no lo hubiera pasado peor.
¿Qué le ocurre al cine? Nos referimos, naturalmente, al cine español. Resulta que una mayoría considerable de españoles (y españolas, lejos de mí la discriminación por razón de sexo, etc.) se gasta los euros en la taquilla de salas donde proyectan películas americanas. Y el personal cinéfilo se pregunta mosqueado qué tienen las películas americanas que no tengan las españolas, excepto el presupuesto. ¿Acaso el guión de una película de Sandra Bullock es de mayor categoría literaria, artística, estética y plástica (de plástica plástica, quiero decir, eso de la fuerza plástica, o sea, lo de la concisión, exactitud y fuerza expresiva que dan tanto realce a las ideas e imágenes, no la plástica de plástico ni, mucho menos, la plástica de plasta, aunque a veces el cine español sea una plasta de vaca insoportable, o intolerable, no sé, o intragable, o algo así, esas ‘cintas’ de plástico transformadas en kilómetros de celuloide progreta, ¿he dicho progreta? no, qué va, he querido decir kilómetros de celuloide lacrimógeno y deprimente, con la lacrimogenia de las neuronas atascando todos los orificios del cuerpo, los fantasmas depresivos y neurasténicos de Woody Allen constituyen ejemplos santificantes de la personalidad podrida que atesora el ser humano, una mierda las relaciones personales, las relaciones sociales, la fidelidad y el cariño se han ido lejos, tan lejos como el miedo, más arriba, para personal lucimiento de directores enfáticos, por encima del bien y del mal distribuyen la acción de sus personajes, esas aventuras vitales en que la inocencia (?), la sexualidad y la amistad, por decir algo, entran en inesperados conflictos, actores embutidos en la piel del neurótico, no hay buen actor si no da su medida metido en el pellejo de un jodido neurótico, no hay buena actriz si no mide su piel con el roce de un pubis fotográficamente neurótico, no hay buena película si no desarrolla la inestabilidad emocional de la persona, la exigencia del guión fagocita la normalidad de las reacciones, cualquiera, tú, yo, la vecina del 41, esa sobre todo, somos unos inestables y unos majaras, nos vemos reflejados en la reiteración expositiva de los planos, en la estructura opresiva de las secuencias, en el rastreo acojonado de la desgracia, en la fluencia inagotable del desasosiego, hay que transmutarse en un ser trágico, ponerse el abrigo al terminar el cine pensando que la vida, tu vida, es una maldita olla de grillos puesta a hervir por los presagios del descontento existencial), creo que me he perdido, tú, por dónde iba, ah sí, ¿acaso el guión de una película de Sandra Bullock es de mayor categoría literaria, artística, estética y plástica que el guión de una película de Maribel Verdú, por poner un ejemplo? ¿No? Entonces a ver quién explica la masiva afluencia del personal, como borregos, tú, es que van como borregos, a contemplar la bazofia cinematográfica norteamericana y dan de lado, inexplicablemente, a las excelentes películas que el cine español produce. Incluso la reciente Gala de los Goya, retransmitida por TVE, ha soportado un batacazo de audiencia considerable, fíjate, una cuota de pantalla 19,3% frente a la del 30% del año pasado o a la del 33,5% de 1999. Por si fuera poco, el presidente de los Productores Audiovisuales, Eduardo Campoy, echa más leña al fuego y exige la dimisión de Marisa Paredes, presidenta de la Academia de Cine, porque permitió la manipulación del acto con fines políticos y, encima, premia Los lunes al sol, de Fernando León, un tema tan importante como el del paro, de tanta repercusión social, y a nuestro Almodóvar lo han quedado fuera del sombrajo, es que ni uno le han dado, porque el único Goya ha sido para Alberto Iglesias por la música de Hable con ella. Duda podrida. ¿Santiago Segura o Peter Jackson? ¿Javier Cámara o Richard Gere?
Dudaba al principio si hablar de cine o de fútbol. La cosa me ha salido de cine, sobre el cine, quiero decir. De fútbol es mejor no hablar. Después de los reportajes emitidos hace unos días por Tele5, cámara oculta incluida, sobran las palabras. Sólo añadir que el ambiente mafioso que rodea al fútbol, presidentes, intermediarios, agentes futbolísticos, jugadores, dinero, dinero, dinero, ha depositado una costra maloliente y podrida en los campos de fútbol, esos rectángulos de césped donde antes resplandecía la hierba y ahora obscurece la violencia. ¿Árbitros o jugadores? ¿Patada en el culo o abrazo? ¿Timerman o Florentino? That's the question, con perdón.
Afirmo mi duda: no sé si volver o no al cine. No sé si volver o no al fútbol.

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