domingo, 27 de septiembre de 2009

ENTRE LA ALCAZABA Y BECKHAM
(6-7-2003)
JUAN GARODRI


Habrá que tomárselo en plan viaje a la Alcarria, o por ahí.
El viajero ha dormido inquieto, así que prefiere levantarse temprano. Cuando toma el coche para dirigirse a Badajoz, la mañana está fresquita, con un relente más propio de la primavera que de estos primeros días de julio. El viajero pretende visitar algunas residencias universitarias, así que, en primer lugar, enfila la avenida de Elvas y después de un rápido caminar en coche (que el lector disculpe la cantada semántica) atraviesa los límites del Infanta Cristina, deja a un lado los alrededores de Coca Cola y accede al recinto de la residencia universitaria, de agradable entorno. Aún no son las 9 de la mañana y la luminosidad de las cristaleras ofrece una apariencia de sosiego vacacional resaltado por el verde reflejo del césped. El viajero se adentra en las dependencias de información. No va calzado con sandalias polvorientas y ajadas sino con zapatos lustrosos. No luce barba peregrina sino un rasurado reciente. No porta macuto ni bastón andariego. Sólo lleva una abultada cartera de mano en cuyo interior se mezclan solicitudes, informes y certificados. El viajero es recibido atentamente por el personal de la dependencia de información. Mientras espera su turno para realizar la entrevista concertada con el director, el viajero es invitado a visitar las dependencias del Centro, comedores, habitaciones compartidas, salas de estudio y conferencias, campos deportivos, gimnasio, piscina... Durante el tiempo de la visita, se le informa pormenorizadamente del funcionamiento de la Residencia y de las normas por las que se rige. Después de la entrevista, el viajero se encuentra razonablemente satisfecho y piensa que le agradaría residir aquí, y así lo manifiesta. Pero hay una pega. El viajero pretende iniciar los estudios universitarios de Comunicación Audiovisual y la Facultad que los imparte se halla situada en el Badajoz antiguo, en la última picuruta de la Alcazaba. Y allá se dirige. Dejando atrás la catedral y el Ayuntamiento, recorre a pie las estrechas y empinadas callejuelas que conducen a la Alcazaba. Mujeres de raza gitana se abanican, sentadas a la puerta de sus casas. Un cartero (en realidad es una mujer cartero) llama a una puerta y a voces informa de que lleva una carta de Hacienda. Terminado el ascenso, el viajero accede a unos recintos extraños y amurallados, con evidentes signos de abandono. Poco después, en una explanada porticada, se afanan obreros, máquinas, grúas, taladradoras, hormigoneras y vallas metálicas. Se trata de la Plaza Alta en cuya reconstrucción parece empeñado el Ayuntamiento pacense. El viajero se halla completamente desorientado. Así que se dirige a un obrero que intenta enderezar una valla metálica. El obrero luce gafas con montura al aire. Le dan un aspecto modernamente intelectual.
—Por favor, ¿puede indicarme dónde se encuentra la Facultad de Comunicación Audiovisual?
—La Facultad, ¿y eso qué es?
El viajero se sorprende porque piensa que, por aquellas alturas, todo el mundo localizaría con facilidad la Facultad de Comunicación Audiovisual. Así que aclara:
—La Facultad, una parte de la Universidad.
—Ah, donde los estudiantes y todo eso, ¿no?
—Sí, más o menos —concede el viajero.
—Pero oiga, eso está pallí abajo, pa donde los médicos y eso.
El desconcierto del viajero va en aumento. Decide continuar su camino, atraviesa la Plaza Alta y avista un agente municipal tras un portón a cuyo lado se halla instalada un pequeña comisaría. El viajero respira más tranquilo y se dirige al agente:
—Por favor, ¿la Facultad de Comunicación Audiovisual?
—¿Cómo dice?
—Que si puede indicarme por donde se sube a la Facultad.
—Que yo sepa, paquí no hay ninguna facultad, lo que sí hay es un museo.
—Y una facultad —insiste el viajero.
—Pues no sé, como no sea lo de las bibliotecas...
—Sí, lo de biblioteconomía —dice el viajero aliviado.
—Tire por ese portón de la derecha, y luego parriba.
El viajero accede a lo que podría ser una superficie ajardinada y es, sin embargo, un lugar inhóspito y desierto. Los hierbajos resecos y altos rodean unos árboles anclados en su tristeza vegetal. Ni un arreate de flores, ni una zona verde, ni un aspersor, ni un elemento decorativo. El aspecto ornamental característico de cualquier zona universitaria ha sido olvidado, y descuidado, en esta altura de la Alcazaba. El viajero observa que el edificio nuevo de un museo se alza al fondo, y que a la derecha aparece el edificio de Biblioteconomía. El contraste es extraordinariamente insólito: la enhiesta rigidez de las paredes, de nueva construcción, frente a la desolación desportillada de los accesos y el abandono vegetal del entorno inclinan a pensar que el viajero no se halla en Badajoz sino en algún lugar del África subsahariana.
El viajero piensa en la información que le habían proporcionado algunos colegas de Badajoz: las Autoridades se han equivocado: han pretendido dinamizar la parta alta instalando en ella algunas facultades y lo que han conseguido es que muchos estudiantes extremeños opten por otros estudios, desanimados por la dificultad del acceso y por el abandono del campus. Los responsables de la UNEX deberían tenerlo en cuenta
De regreso a su domicilio, el viajero se detiene a comer en un restaurante de la carretera. La televisión enfatiza sobre el momento supremo en que Beckham llega a España. Ante la importancia del acontecimiento, la escolta motorizada y los 500 periodistas, el abandono y el descuido de un campus universitario adquieren una dimensión minúscula. Además, Beckham ha utilizado el idioma español y ha dicho «Hala, Madrid», palabras mágicas y cuasi divinas que alivian la desazón del viajero.

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