jueves, 29 de abril de 2010

PUBLICIDADAD
JUAN GARODRI
(28-4-2010)


Unos dos meses antes del pasado uno de enero, la televisión pública nos llenó los ojos, diariamente, hora tras hora, con la repetición reiteradamente cansina de que, en sus cadenas, se nos iba a conceder la gracia de no emitir ni un anuncio publicitario más. Adiós a la publicidad pues. El personal se asomaba a las puertas de sus casas, vecinas, decía, que ya no volvemos a tener publicidad, qué gustazo, respondían, poder ver la Señora, o Águila Roja, o Amar en tiempos revueltos, sin interrupciones longitudinarias. ¡Los Lunnis!, gritaban los niños, Gran reserva, apuntaban los partidarios de series asentadas (¿o aún no se emitían los (des)amoríos de Gran Reserva?), los crujíos del Tío la Vara, —de José Mota, no se confundaaa...—, y Pelotas, añadían los futboleros de segunda regional, y Muchachada nui, gesticulaban los adolescéntulos de Enjuto Mojamuto, en fin, todos los partidarios (y partidarias) de la ‘pública’ exultaban y mostraban su alegría a raudales. En adelante no se emitiría publicidad.
Mentira podrida. La cadena pública sigue interrumpiendo. Lanza rociadas de publicidad como un aspersorio televisivo. De manera que entre un programa y otro efectúa la interrupción para que admiremos ‘su’ publicidad. No la publicidad de pago, no. Esa se deja para las cadenas generalistas (?). La televisión pública no cobra por emitir su publicidad. Pero la emite, la transmite y la retransmite.
Ha sido una equivocación. Un prolapso total de los buenos dineros que cobraban por emitir publicidad, lo cual que beneficiaba a la ciudadanía porque el dinero apoquinado por los ‘spots’ no salía de los bolsillos de cada vecino. Y ahora sale, puesto que TVE se nutre de los presupuestos generales del Estado. De nuestros impuestos, en suma.
Por otra parte, al eliminar la publicidad comercial, se ha eliminado algo recóndito que anidaba en las profundidades del ser humano. Esos perfumes con su temática de atracción de los sexos, esos cuerpos sensuales precozmente diseñados en las Venus paleolíticas esteatopigias (ahora anoréxicas), esa limpieza del blanco como perfección alcanzable, esa nostalgia del paraíso perdido (lugares idílicos, playas azules, muchachas como pan crujiente, ocio y viajes), ese ansia de poder y de éxito (el coche como símbolo de poderío). Todo nos lo ofrecía la publicidad comercial. Nos hemos quedado a orzas. Si quieres destapar tu íntimo frasco de deseos, tienes que zapear entre las cadenas no públicas. ¿Y si no?
LOS ENANITOS
JUAN GARODRI
(21-4-2010)


Hace ocho o diez días, la mayor parte de la prensa nacional se guaseaba de una pretensión ridícula. La que ha tenido nuestra ministra de Igualdad. Consistía en eliminar determinados cuentos infantiles que desarrollan la desigualdad de la mujer. La pintan como esclava del hogar, eso sí, con muchos colorines, pero esclava, al fin y al cabo. Y sometida al varón, además. Pero no con un sometimiento afectuoso y consensuado, que esto sería otra cosa, (cualquier acto generado por el consenso es un acto noble, un acto que eleva la condición femenina a la categoría suprema de la igualdad absoluta, un acto que, como el carácter de la metafísica monadológica de Leibniz, muestra su propia personalidad y sensibilidad humana vuelta a todos lados, abierta para recibir de cualquier dirección lo verdadero y lo justo, y dispuesta a dar a cada uno lo suyo, creo que me he perdido, tú), sometida pues al varón con un sometimiento consensuado, decía, yo me someto a ti en esto, dice ella, y tú me friegas los platos, pones la lavadora, la tiendes, planchas la ropa, la doblas, haces la compra y, cuando llegas a casa, echas un vistazo a las lentejas, no vaya a ser que cuezan demasiado, se evapore el caldo y se peguen. Esto es lo que es consensuar, hasta el punto de que así se eliminan los límites de la desigualdad.
Por eso Blanca Nieves es un ejemplo nefando, ‘de que no se puede hablar sin repugnancia u horror’, para las criaturas inocentes que la ven con ojos virginales de infantilidad cuando en realidad Blanca Nieves solamente muestra actitudes contrarias a la igualdad femenina. Blanca Nieves, una tontorrona que se ofrece a limpiar la casa, preparar la comida y hacer las camas a cambio de permanecer escondida en la casita del bosque. Agachaba la cabeza ante el sabio, sonreía al gruñón, acariciaba castamente las orejas del mudito, comprendía al dormilón, perdonaba al perezoso, limpiaba abnegadamente al mocoso, y animaba con alegría al tímido. Todo un ejemplo de sometimiento humillante. Blanca Nieves tenía que haber mostrado a los enanitos sus cualidades femeninas, como ir a la mina a sacar el oro, viajar por los alrededores para venderlo sin miedo a la bruja, rentabilizar las inversiones en productos madereros, hacerse cargo de los libros contables y follarse al príncipe los fines de semana.

martes, 20 de abril de 2010

EL REY MIDAS
JUAN GARODRI
(14-4-2010)


Hubo una vez un rey al que llamaban Midas. Lo conocen. Aquel que convertía en oro todo lo que tocaba para convertirse en el hombre más rico del mundo. Así que me limitaré a efectuar un calco semántico para adecuarlo a la realidad actual.
Hubo una vez un presidente de un club de fútbol que quería convertir en galáctico todo cuanto tocaba. Para convertirse en el presidente más famoso del mundo. Repasó la lista de jugadores. El mejor goleador de la copa mundial de fútbol. El mejor jugador mundial de la FIFA. El mejor jugador del año de la UEFA. El mejor Balón de oro del año. El mejor Bota de Oro del quinquenio. El mejor portero del año según la IFFHS. (Bueno, a éste ya lo tenía en propiedad). El mejor entrenador del año según la prensa deportiva. En fin, encore le mieux.
Midas soñaba en convertirse en el rey del mundo con la posesión indiscriminada de tantísimo oro. El susto fue mayúsculo cuando fue a comer un pollo asado y no pudo hacerlo. El pollo se había convertido en oro. Cuando fue a beber, no solo la copa, el agua también se había convertido en oro. Lloró de espanto, y las lágrimas se convirtieron en oro. De nada le valía la lectura de los consejos de Hipócrates en su “Corpus hipocraticum”. «Post prandium dormire, post coenam mille pasuum ire». Nada. Ni dormir ni pasear.
De nada le valían al presidente los jugadores galácticos. Unos se lesionaban. Otros se deprimían. Otros eran demasiado individualistas. Otros poco peleones y archipagados de sí mismos. En fin, no consiguieron levantar un trofeo durante más de un lustro. El presidente lloró de espanto y decidió invertir mucho más dinero en cracks.
Midas se arrepintió de su pretensión ambiciosa, se bañó en el río (se purificó) y volvió a convertirse en un hombre normal, tan normal que se fue a vivir a una casita en el campo, sin tener en cuenta la riqueza ni el poder.
El presidente no escarmienta y paga cifras desproporcionadas a sus jugadores, sin tener en cuenta la gran deuda que los clubes mantienen con los futbolistas. Según Gil Torres, vocal de la AFE, sólo el 20% de los futbolistas cobran al día. Muchos de ellos carecen de lo más necesario. Escándalo comparativo. Como se trata de fútbol, pues nada, cosas sin importancia.

jueves, 8 de abril de 2010

LO NEUTRO
JUAN GARODRI
(7-4-2010)

Confunden el género con el sexo. No hay manera de meterles en la cabeza que no, que el género nada tiene que ver con el sexo. “Violencia de género”. En Antena3, en TVE, en todas. La noticia que difunde la acción violenta del hombre contra la mujer (convivencia en pareja) es, indefectiblemente, nombrada como “violencia de género”. No sé quién dará las normas de coherencia semántica a los redactores de noticias, pero con frecuencia son equivocadas. Si nos atenemos a la normativa de la RAE, naturalmente. Incluso la Organización de Estados Americanos en la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, lo estableció: «Cualquier acción o conducta basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer». Basada en su ‘género’.
Que lo dice la nueva gramática de la lengua española. Que es la primera gramática académica desde 1931 que ofrece el resultado de once años de trabajo realizado entre las veintidós Academias de la Lengua Española que fijan en ella la norma lingüística para todos los hispanohablantes.
Que el género es una propiedad de los nombres y de los pronombres (palabras) con efectos de coordinación sintáctica, pero no siempre relacionado con el sexo biológico. Que las personas no tenemos género, tenemos sexo.
Que la expresión «violencia de género» es incorrecta porque la violencia la cometen las personas, no las palabras. Con lo fácil que sería decir «violencia sexual» o «violencia doméstica» o «violencia contra la mujer», según los casos.
‘Cambio de género’. Lo he leído. Con referencia a un tipo/tipa/cero australiano, Norrie May-Welby, que ha conseguido el honor de ser la primera persona del mundo de sexo “no especificado”. Ni hombre ni mujer. ‘Le néanti-sé’ sexual. Qué fuerte. Sartre lo hubiera objetivado, en lugar del ejemplo del carburador. La noción del ser que no existe en él. Una hipóstasis del acto anihilante en una nada actual. Jo, tío. Primero está descontento con su condición de hombre. Seguro que le molestaban los colgantes, apretados en la pernera del tejano. Me cambio a mujer, pensó. Pero dejó de consumir hormonas porque el sexo femenino tampoco le venía bien. El sujetador, sin duda. Problema arreglado: ni hombre ni mujer. Y yo me pregunto: Si alguien maltrata a Norrie (Dios no lo quiera), ¿su acción violenta ha sido violencia de género? Género neutro, digo yo.
TODO FLUYE
JUAN GARODRI
(31-3-2010)


«Panta rei». Nadie puede bañarse dos veces en el mismo río. Es la idea fundamental de la filosofía de Heráclito (que nos transmitió Aristóteles). Todo fluye y nada permanece en un ser fijo. «Las aguas han pasado, otras hay en lugar de las primeras y aun nosotros mismos somos ya otros».
Me encontré con Chuchi Galavís (colaborador de HOY) y hablamos de todo esto. Ya se sabe que cuando te encuentras con un colega de tantos años, la conversación gira en torno a esos ingredientes descocinados de los achaques. Tensión arterial, colesterol, triglicéridos, azúcar y todo eso. Panta rei, me dijo, vamos pasando sin ser siempre los mismos. Heráclito, le dije. Un devenir asentado entre contrarios que extrañamente no destruyen sino que fecundan. Por algo los antiguos le llamaban «el oscuro». Personalidad impenetrable. Aborrecía la multitud plebeya. Sus palabras no dejan de destilar cierta gota de resentimiento cuando afirma que la multitud cree a los cantantes callejeros y tiene por maestro al sentir de la plebe. Algo así como los ‘realitys’ televisivos actuales que nos colocan descarada e impunemente. Les gustan al gentío. El morbo y la violencia es lo que más vende en televisión. Desamores de famosos o famosillos o famosuchos fluyen como agua sucia por las regateras de las pantallas y el personal agradece la facilidad con que provoca un cotilleo más o menos exasperante, por no decir repugnante. Como la plebe que cabreaba a Heráclito por creer a los cantantes callejeros.
Todo pasa, pero no nos destruye. Nos transforma en otro. Con más canas, con más achaques, pero adaptados a la nueva realidad personal, cada minuto, cada hora, cada día, se produce un devenir fisiológico, un fluir constante que explica la auténtica esencia de cada uno. Un fluir que nos lleva a la desaparición (como desaparece en su fluir el agua del río) pero no a la destrucción. Cosas de Heráclito.
Hace treinta años Galavís era un manitas que montaba sus propios muebles y ahora es un cocinilla que prepara sus propios guisos con excelente calidad. No sé cómo habrán fluido sus neuronas. Supongo que bien, a juzgar por la chispa burlona de sus artículos. De esto le hablé. Tú tampoco puedes quejarte, me dijo. Seguro que cuando, recientemente, te han abierto la cabeza, han encontrado las capas tisulares embadurnadas con fluencia de letras. ¿Y? Que todo fluye.
TRANSGRESIÓN
JUAN GARODRI
(24-3-2010)


Quevedo tuvo sus problemas con la censura para publicar los «Sueños» en 1610. El censor encontró irreverencias contra las Sagradas Escrituras en algunas citas del autor. En definitiva, el Santo Oficio amonestó a Quevedo que tuvo que contentarse con publicar una edición expurgada en 1631. Y eso a pesar del carácter satírico que el escritor pone en su libro con la pretensión de conseguir un fin moral y no el «escándalo y reprensión de las personas sino de los vicios».
Benedicto XVI ha dedicado sus palabras del Angelus dominical, del pasado día 21, a hablar del pecado. Refiriéndose al escándalo internacional provocado por los numerosos casos de pederastia llevados a cabo por curas irlandeses y alemanes, afirmó, con deseo evangélico sin duda (el episodio de la mujer adúltera), que había que tener intransigencia con el pecado y perdón para el pecador. Y digo yo que a ver cómo se es intransigente con el pecado, que carece de identidad física. Habrá que mostrar intransigencia con la persona que realiza la acción pecaminosa. Porque el pecado como tal no es más que un concepto, una “expresión” de la vida espiritual del sujeto, una noción doctrinal elaborada por medio de una lista de acciones (una axiología de la naturaleza de los valores) consideradas como ‘malas’ —en oposición a la lista de acciones consideradas como ‘buenas’— y puestas en acto por seres humanos. Actos humanos, indudablemente. Actos que proceden de la voluntad del hombre. Actos realizados con plena advertencia y deliberación, con uso de las facultades específicamente racionales. Porque no creo que los pederastas cometan sus abusos sexuales dormidos, hipnotizados, borrachos o coaccionados por terceros.
Hay que tener en cuenta, además, que la pederastia no sólo es un pecado (contrario al sentido cristiano de la moralidad), sino un delito. Y como delito debe ser castigado conforme a su tipicidad jurídica en el código penal. Resultaría incomprensible que la suprema autoridad judicial dijese que en los casos de abuso sexual grave, por ejemplo, habría que perseguir la violación pero perdonar al violador.
He leído en Internet, esa maldita red de (des)información gigantesca que, bíblicamente, el pecado sexual solamente existe dentro del matrimonio (de ahí el caso evangélico de la mujer adúltera). Entre solteros no hay pecado. Y citan el pasaje de Mateo 19, 16-19. El joven que pretendía conseguir la vida eterna. Búscalo, lector amigo, léelo y saca tus propias conclusiones.
COMPARACIONES
JUAN GARODRI
(17-3-2010)

Las comparaciones siempre son odiosas, dice el gentío. Con el odio del ‘enemigo amado’ renacentista, añado yo. Porque no acabo de entender cómo pueden ser tan odiosas, al menos cualitativamente, si se utilizan tan a menudo. No creo que el personal la utilice como elemento de figura literaria. Porque tal como anda la imaginación del pueblo, tan relleno de estereotipos estilo Belén Esteban y por ahí, con nariz de boxeador y morros cotidianamente masajeados con replenador, no creo que le alcance para llegar a los umbrales de la base metafórica. Surge más bien la comparación como producto de la asociación de ideas, unas ideas que, en el fondo, son rechazadas por provenir de fuentes distintas a las que el sujeto (o la sujeta) en cuestión utiliza. Cuando David Hume elabora las ‘leyes de la asociación’ le da por viajar por Francia y trabar conocimiento con los enciclopedistas y con Russeau. Pero, vamos, ni loco se le hubiera ocurrido pensar que algún día, unos doscientos cincuenta años después, las leyes a) de semejanza, b) de contigüidad espacio-temporal y c) de causalidad iban a ser utilizadas para la procreación de prototipos (por decir algo) comparativos basados en la aversión o en el resentimiento. Porque hoy día, a pie de acera, la comparación no es más que la inquina hacia los poseedores de ‘algo’ que el comparante no tiene, enrabietado por esa carencia.
Veamos. «Roldán deja ya la cárcel y los millones no aparecen», rezaba la entradilla del HOY dominical, con amplia información en paginas centrales. Diez millones de euros (unos mil seiscientos millones de pesetas de las de 1993). El tío sale del trullo y, hala, a disfrutar de los millones. El gentío se enrabieta y lo compara con el desgraciado que tiene que tragar rejas durante veinte años.
Alonso cobra 20 millones de euros al año. De la Rosa y Alguersuari cobran anualmente 300.000 euros. El bicampeón del mundo de Fórmula 1 se pasa por el forro el riesgo de perder la vida que también tienen los otros pilotos. Y la gente compara. Cristiano Ronaldo y Messi, a por ellos.
En fin. Todas las comparaciones son odiosas. Traguémoslas. Sebas, el de El Copacabana, me dice: «La satisfacción de una persona inteligente es hacerse el idiota delante de una persona idiota que quiere hacerse el inteligente». Nunca lo hubiera pensado de un barman. Sin comparar, me dijo. La razón es toda tuya, respondí.