jueves, 20 de mayo de 2010

PEDAGOGÍA
JUAN GARODRI
(19-5-2010)


Los pedagogos se las ingenian para relacionar la educación, la cultura y los procesos para conseguirlas. Alejados de aquellos esclavos griegos que llevaban y traían los niños al colegio, llamados pedagogos. Era su trabajo.
Que nos han salido pedagogos, tú. En este sentido laboral de los griegos. Llevan y traen a los ciudadanos por la senda de la opinión, barriendo para casa, naturalmente. Además de salvaguardar el orden y defendernos de ETA —Alfredo Pérez Rubalcaba— y además de hacernos las autovías y encarrilarnos el AVE —José Blanco López— ambos ministros ejercen de pedagogos estos días. Hay que convencer al personal de que el recorte salarial de los funcionarios es una necesidad cuasi heroica para salvar al país. Y así, en Tele 5 el primero y en la SER el segundo, han desplegado la túnica de la persuasión para informar, orientar y manifestar que la patria está en peligro. Cual alcaldes de Móstoles antifranceses, los susodichos ministros también pretenden la salvación. En lugar de horcas y cuchillos, utilizan las tablas de la rebaja salarial. «Los funcionarios perderán entre 36 y 220 euros al mes por el recorte», dice la prensa diaria. Y los funcionarios preguntándose por qué tienen que ser ellos los salvadores de España. Oigo, patria, tu aflicción. Y los ripiosos versos de Bernardo López García, vuelven a desmenuzarse como granos de maíz por las covachuelas oficiales de toda España.
Los ministros pedagogos nos convencen por la vía de la opinión, que es la vía de los sentimientos. Porque la opinión no se alimenta del conocimiento sino de las sensaciones, al menos eso dijo Parménides. Por eso su discurso les suena a los funcionarios como el tintinear de la esquila de la apariencia, la obligatoriedad del discurseo inherente al cargo. El ministro Blanco pone el énfasis pedagógico en la equidad. No se va a descontar por igual el sueldo a todos los funcionarios, qué disparate. Se descontará más al que más gana, faltaría más. El problema, sin embargo, no reside en este aspecto equitativo de la distribución porcentual. El problema de la queja funcionarial se asienta en la rebaja en sí, no en que sea mayor o menor según el nivel al que se pertenezca. Y vuelven a repetir la pregunta: ¿Por qué hay que cargar en las espaldas funcionariales el peso de la crisis económica?
La pedagogía ministerial ha servido para poco.
El POLICÍO DEL ESQUINO
JUAN GARODRI
(12-5-2010)

Hace unos días, en la sección de Cartas al Director de este periódico, una lectora manifestaba su descontento por la utilización equivocada que se hace del género. Tenía razón, a mi modo de ver. Las palabras de género masculino están sufriendo una transformación morfológica para ser utilizadas por el hablante con el género femenino, siendo así que es patente la inutilidad léxica de este procedimiento. Desde el famoso ‘miembra’ de la ministra, se proyectan hacia el femenino palabras de género masculino que, al englobar en el uso ambos géneros, no necesitan de tal proyección. Achacan el desmadre lingüístico a los políticos, y a las políticas, tendré que añadir. En su encomiable afán de igualar (por abajo) a todo cristo, empiezan a sacudir en los mítines los soniquetes de compañeras y compañeros (¿por qué no colegas y colegos?), todo tan políticamente correcto. Olvidan que la corrección política frecuentemente es incorrección lingüística y que la norma política no tiene por que sobreponerse a la normativa lingüística.
Muchos políticos y muchas políticas, que entienden poco de morfología y sintaxis, vale, algunos políticos y algunas políticas, vale, pocos políticos y pocas políticas, confunden la velocidad con el tocino y consideran sexista la utilización del masculino para englobar al femenino. Así pues, hay que separar ambos géneros porque la mujer no puede considerarse menos que el hombre en la utilización de la terminología lingüística. De lo contrario, habría que organizar un batiburrillo repetitivo e insalubre, dañoso a la salud del idioma. Ignoran que el léxico se refiere exclusivamente a las palabras, no a las personas, y que para las palabras es indiferente el masculino o el femenino. Se limitan a distribuir su valor significativo al entrar en relación unas con otras.
Ocurre pues que el afán depredador de igualdad surgido de la progresía femenina, expresa su orgullo equiparándose verbalmente al masculino, sin tener en cuenta el factor de economía lingüística que contribuye de alguna forma a la precisión semántica de la palabra, sin pretender en absoluto herir la sensibilidad femenina cuando es absorbida por el género masculino. Y que, por otra parte, la necesidad de precisión expresiva queda suficientemente satisfecha con uno de los dos géneros.
Y puestos a hablar de igualdad, tendrían también que despeluzarse las palabras femeninas que absorben al masculino porque si no se nos va a cabrear el policío del esquino.


BUENA VERDAD
JUAN GARODRI
(5-5-2010)


Y qué buena verdad es, decía mi abuela cuando alguna cosa se le hacía evidente. Eso mismo he pensado estos días cuando he leído datos acerca del “caso Bono”. Que en todas partes cuecen habas. Quién iba a decirlo, por Dios, un hombre tan circunspecto, tan portador de las esencias honorables del político concienciado, tan puesto en lo de caballero español y en lo de que lo cortés no quita lo valiente, con las eses aspiradas raspándole la guturalidad y miajín rollífero, y anda, anda, también mojando el dedo en la alcuza de la corrupción. Me cuesta admitirlo, la verdad. Claro que hay que tener en cuenta una cosa: Lo he leído en un periódico digital de derechas.
Las derechas y las izquierdas, en plural, suenan a redobles del tambor español de las confrontaciones, tan histórico. En singular, sin embargo, la derecha y la izquierda remiten a conceptualizaciones elaboradas con el afán de acercarse a la política como ciencia. Es la “areté” de los sofistas (que se han empeñado en traducir como “virtud”) cuando “areté” apunta más bien a una capacitación y aptitud política. Pericles necesitaba hombres capaces para gobernar. Políticos. Ahora no tenemos políticos. Tenemos hombres y mujeres que se dedican a algo que llaman política pero que no es política. Esta política que padecemos es más bien un insuflador del ego de las apetencias. Erótica del poder. Hace creer al insuflado que por su aparición en una lista, votada posteriormente por un porcentaje determinado de votantes, se convierte en personaje. Lo cual que parece el mundo al revés. Porque la política es servicio. (Eso afirman en los mítines, caras). Y el servicio siempre está, eso, al servicio de los señores que pagan. De lo que se deduce que si el político es el servidor del pueblo, el pueblo es el señor, que paga. Debería pues ser servido por los políticos. Pero no. Los políticos se sirven de la mal llamada política para actuar, muchas veces en beneficio propio. Sólo afanes partidistas afirman que son más honestos los de derechas que los de izquierdas. Sólo afanes partidistas afirman que son más íntegros los de izquierdas que los de derechas. Tambores de guerra. Por ahí va la derechona, del brazo de Umbral. Por allí va la izquierdeta, con la mantilla del ‘cine español’.
Y Bono gargalizando eses como decorador del escenario.