domingo, 13 de septiembre de 2009

FACTURAS
(3-7-2002)
JUAN GARODRI


No me refiero a las cuentas detalladas de las operaciones comerciales, sino a la primera acepción etimológica que comporta la palabra: acción y efecto de hacer. Que también podía haber titulado ‘Hechuras’, pero parece que queda como más fino el tecnicismo. Lo de ‘comportamiento’ también podría haber encajado perfectamente en el objetivo que me propongo. Porque el comportamiento es la conducta, la manera de portarse el personal. Y las hechuras son derivaciones actitudinales de la conducta, o algo así.
Lo espinoso del asunto estriba en la diferenciación que suele establecerse entre los distintos comportamientos porque, ante determinadas situaciones, aparecen comportamientos racionales y comportamientos animales. Por supuesto, los comportamientos animales no son alógicos, ni absurdos, proceden siempre de una motivación instintiva que los hace válidos para procrear y para subsistir. El mundo animal se mueve dentro de una pureza zoológica que convierte sus comportamientos en impulsos simples y perfectos. La densidad turbia del comportamiento (hechuras, facturas) aparece provocada cuando alguien se refiere a comportamientos animales realizados por seres humanos, para precisar de alguna forma acciones perversas, miserables o canallas realizadas por humanos. El matiz alógico del asunto está en que los animales no realizan actos perversos, sino limpios y puros. Se asegura que son irracionales, pero su conducta instintiva jamás convierte sus acciones en actos culpables. Por eso no encaja en una dimensión racional de las conductas definir como comportamientos animales las acciones agresoras de los individuos (humanos).
No sé qué pensaría Maurice Blondel de los hijoputas que se divierten rompiendo, por ejemplo, los bancos de hierro del paseo de Cánovas. Si la acción no es voluntad ciega ni algo enteramente extraño a la inteligencia, si el conocer es una parte de la acción, y si el progreso del pensamiento determina el progreso de la acción, quiere decirse que los gamberros desarrollan una actitud destructiva premeditada, totalmente alógica con respecto a los comportamientos racionales o sociales, pero totalmente lógica con respecto a sus acciones subversivas. Lo que no se corresponde, en consecuencia, con la realidad biológica es definir las acciones de los gamberros como comportamientos animales. (Gamberros, ese eufemismo para describir benevolentemente la acción canalla de quien delinque en lo pequeño. Como reyes del mambo pasean sus excrecencias psicológicas, conocedores de que el ¿progreso? democrático les concede patente de corso urbanita para hacer lo que le salga de los cojones. ¿Quién es capaz de modificar sus hechuras sociales? ¿Quién les pasa factura urbana? Los gamberros tronchan un árbol, destrozan los cristales de tu coche, roban revistas y golosinas al cójilis del kiosco, se mean en la puerta de tu casa, embadurnan con spray la fachada recién pintada y, encima, tienes que aguantarte como te aguantas cuando te sale un divieso o te sometes a una operación de almorranas. Y no te enfrentes a ellos. Si, en el colmo de la excandecencia, agarras la palanca y le partes la boca a uno, sales perdiendo. La justicia (valga la metonimia) se cebará contigo y sacará de tus tripas todo el mondongo que ha sido incapaz de sacar de las suyas. La justicia te pasará factura por tu hechura antisocial. Al gamberro no habrá quien le pase factura).
Factura política es lo de Canal Sur Extremadura. Por fin Canal Sur ha dejado de emitir en Extremadura el jueves por la noche, cumpliendo la orden judicial de cierre. ¿Cuántos kilos han engordado los santones del PP y los santinos de IU? Han ganado la batalla política. Le han pasado factura a las arrogancias prepotentes del PSOE. Venga a exigir facturas y justificaciones de cuentas. Es evidente que no se fían unos de otros. O dicho de otra forma: son conscientes de que todo el mundo se pringa en el corte. De ahí lo de exigir cuentas y facturas a las primeras de cambio. La cosa de la política. ¿Y a mí qué lo de la política? Es voz extendida que al extremeño le interesa una televisión regional. Pues a ver si las fuerzas políticas se ponen de acuerdo de una vez para discutir un modelo de televisión regional, con buenas hechuras, y que dejen para la acción judicial lo de exigir facturas, si es que procede.
Factura deportiva con una resonancia galáctica (de la leche) es lo del arbitraje en el Mundial de fútbol. Algo turbio y hediondo sobrevuela las agencias de noticias y esparce por el mundo la asquerosa adherencia del dinero, mezcla de poderío político y representatividad. Se dice que es el señor Chung, dueño de Hyundai, vicepresidente de la FIFA y aspirante a presidente del gobierno surcoreano, quien mueve los hilos de las marionetas futbolísticas. No son hechuras, esto de amañar los árbitros. A ver si el gentío se convence de que 10.000 millones de dólares son más importantes (para el señor Chung) que toda la gloria balompédica cantada por los juglares de la noticia deportiva, y deja de creer en el fútbol. En la corrompida religión del fútbol. Yo al menos he sido víctima de una crisis de agnosticismo futbolero que declara inaccesible a mi entendimiento cualquier tipo de información que pretenda resaltar la grandiosidad religiosa del fútbol. (Incluida la bronca que Camacho va a echarle a Villar por dimitir después de la derrota de España, y no antes. Siendo así que estaba enterado de todo). No son hechuras. Aunque sean facturas.

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