jueves, 31 de diciembre de 2009

LA PIZZA
JUAN GARODRI
(15-9-2007)

La pizza une a los italianos casi tanto como la selección española de fútbol une a los españoles. Esta unión ambinacional manifiesta, sin embargo, una diferencia significativa, o al menos una diferencia (no sé si importante o no, porque las diferencias importantes se mantienen entre magnitudes importantes, digamos sociales, por ejemplo, o políticas o económicas o históricas o científicas o religiosas, y la pizza y el fútbol no alcanzan ese nivel). A saber. Mientras la pizza es reverenciada como representante del plato nacional italiano (la pasta), la selección española de fútbol es denostada por los españoles, representados por la cosa mediática, que los impulsa a amar a la Selección al mismo tiempo que los instiga a odiarla. Así que podemos establecer la diferencia pizza/Selección con el parámetro aparentemente contradictorio amor/odio (amor gastronómico/odio psicológico, digamos). Los italianos aman la pizza, la desean. Los españoles odian la Selección, y también la desean (rareza neuronal propia de la psicología deportiva autóctona). Los italianos quieren tener la pizza al alcance de sus bolsillos, las pizzerías la encarecen y van y deciden hacer huelga de mandíbulas caídas. Los italianos sin comer pasta. No a la pizza cara, en el doble sentido. No compraremos pizzas, han dicho, hasta que su precio sea razonablemente equiparado al poder adquisitivo. Los españoles no. No han hecho huelga de ojos caídos proclamando que no verán jugar a la Selección hasta que se vaya Luís y desaparezcan los niñatos ricos que los aburren, no, los españoles se dedican a odiar la Selección, pero sin huelga. En consecuencia, la ponen a parir y afirman cosas como que Luis debe dimitir, que los jugadores sólo piensan en ganar dinero, que no aman los colores de España, que son una panda de gandules mal dirigidos por un tío ‘de geriátrico’, que se encuentra muy lejos de la estética holandesa o del incansable ímpetu de los ingleses, que es un lamentable espectáculo deprimente y que, encima, el entrenador da la espantada y se niega a hablar. (Andanada de frases entresacadas de los blogs futboleros). Y digo yo que, si tan malos son pues, joder, que no vaya nadie a verlos, ni en directo ni por TV. Huelga. Como en la cosa de la pizza.
A LA COLA
JUAN GARODRI
(8-9-2007)


Se contaba que en los tiempos de Maricastaña, es decir, hace unos treinta y cinco o cuarenta años, el profesor mandaba al alumno torpe a la cola, y el alumno regresaba diciendo, “Don Manuel, que en la cola ya hay otro”.
Los españoles estamos a la cola de Europa en el dominio del inglés y cuando nos dirigimos a la cola no hay otros. Somos los últimos. Y es sorprendente, con lo que sabe el gentío, que estemos a la cola en la cosa del inglés. Hombre, catalanes, vascos, y así, es normal que estén a la cola de cualquier idioma porque sólo les interesa la lengua autóctona. Pero a nosotros, a los españoles, que tanto sabemos, un país desarrollado como España, a nosotros, ¿cómo es posible que se nos resista casi numantinamente el inglés? Admito que los políticos, tan básicos, carezcan de formación en cultura idiomática. Desde Suárez hasta Rodríguez Zapatero, todos han demostrado que la liturgia léxica de los angloparlantes no entraba en sus ritos, preocupados por el desarrollo económico, el progreso indiscriminado, la democracia demoledora y tiránica, y los insultos y descalificaciones al adversario, que para propinar bofetadas orales al adversario en las comparecencias públicas no hace falta saber inglés. Bueno, la charleta con otros presidentes, tampoco tiene mucha importancia si se tiene en cuenta que para eso está (y para eso se le paga) la ayuda del traductor. Admito también, a lo que parece, que la enseñanza del inglés en escuelas e institutos esté perfectamente programada por semana, por mes, por trimestre, por semestre y por curso, agobiados los programas por multitud de normas académicas repletas de reglas sintácticas y ejercicios de traducción (directa e inversa). Pero enseñar a hablar, a pronunciar correctamente inglés, tampoco tiene tanta importancia, habida cuenta de que concluidas las carreras y conseguidos los títulos universitarios, pues como que no hace mucha falta el inglés porque lo que se necesita es trabajo (sólo en Extremadura hay cerca de seis mil parados con titulación universitaria —disculpen si me equivoco, a lo mejor son tres mil). No necesitamos inglés. Necesitamos paquirrines, pantojas, emigrantes y tipos que asesinen a sus parejas. ¿Aquí hay tomate o no?
UTOPÍA
JUAN GARODRI
(1-9-2007)

El sabor metálico de la pesadilla en la boca. He soñado con la utopía. Aparecían avenidas sin tráfico. Ni un solo coche. El gentío iba a sus cosas, como siempre. Pero en lugar de trasladarse por las aceras, que es lo suyo, invadía el centro de la calzada, convirtiéndose poco a poco en multitud y, después, en muchedumbre abigarrada. Todo el mundo se saludaba efusivamente y aparecía contento y feliz, quizá porque no había coches. Yo, sin embargo, no formaba parte de la muchedumbre y la observaba no sé desde qué lugar, hasta que advertí espantado que sólo yo permanecía en mi coche, rodeado por miles de personas sin coche que me increpaban por mi falta de compromiso ecológico, puesto que contaminaba el ambiente y les impedía respirar. Unos tosían con voz persistente y enfadosa, otros estornudaban soltando arcos irisados de mucosidades aspersoras, los de más allá se llevaban las manos al pecho y me miraban con ojos feroces porque su ataque de asfixia obedecía a los gases que expelía el tubo de escape de mi coche. Alguien excitó a la manada señalándome con el puño, gritó que a por él, pero sin añadir oé, oé, porque los hornos anímicos no estaban para bollos deportivos. Elevaron el coche sobre sus cabezas y así me llevaban, en volandas, avenida abajo, hasta llegar al río Alagón. Desde el puente, arrojaron el coche (que se hundió lentamente de morro) a las aguas. Lo que no sé es por qué aparecieron en el asiento posterior Rosa Regàs y la duquesa de Cornualles, calladas como muertas. Lo cuento así porque así ocurrió. Iba a ahogarme, seguro, dentro de unos minutos. Pero al mismo tiempo, yo contemplaba la escena desde un lugar extraño situado fuera del entorno de los acontecimientos. Sentí compasión de aquel hombre, que era yo, a punto de ahogarse por utilizar el coche en un lugar en el que nadie usaba coche. Insensato, me había atrevido a contaminar el ambiente con la peligrosidad de elevar las emisiones de CO2, letal para la humanidad y para las praderas de las que se alimenta el ganado. Seguía entre los dientes el sabor metálico de la palanca del cambio irrealizable.
DEL GLOBO Y LA VERGÜENZA
JUAN GARODRI
(25-8-2007)

A veces se me cae la cara de vergüenza, forma popular de expresar lo que el gentío siente cuando se le desinfla el ego social. El ego social es el globo de nuestra ciudadanía. Multitud de noticias inciden en la incisión del globo. No es que mi ego social sea un globo fácilmente hinchable pero, vamos, con lo de la solidaridad, la ecología, el cambio climático y la protocrisis liguera del Real Madrid (‘proto’ en el sentido de inicial, que ya se encargará la ‘mediaticidad’ de sobredimensionarla o capitidisminuirla según interese), decía que mi globo social no se hincha fácilmente pero sí, se hincha. Bien, cuando está hinchado vienen los pinchaglobos y ¡pliiiffff! lo desinflan. Y entonces se me cae la cara de vergüenza (ajena). Por ejemplo, Bush no se corta un pelo cuando afirma que «va a instalar sensores en los aeropuertos para “leer” la mente de los pasajeros». No contento el Bush con la instalación de rayos X ultrasensibles que permiten ver tanto la ropa interior de los viajeros/as (si la llevan) como entrever las partes vergonzosas de los chequeados, ahora sale con lo de los sensores para “leer” la mente, —PHI lo llaman—. Jo, tío, que estás en la cola de la T4, a la espera de que lean tu mente y te consume la ansiedad, porque ahí, tres cabezas delante de ti, va una tía de apetecible calidad epidérmica, con su camisita de tirantes y su trasero floreado de crujientes protuberancias glúteas y, a ver, nadie quiere que le “lean” la mente en esos segundos de transfugismo sexual que acosan indefectiblemente a cualquier hetero, por mucho que mire a la izquierda para disimular.
También el Sarkozy nos avergüenza con el pinchazo del globo social. Va el tío y, aparte de permitir que le retoquen los michelines, propone la castración química de los delincuentes sexuales, forma muy fina de proponer que se les cape, que es como en mi pueblo llaman a dejar inútiles los órganos genitales de los machos para perpetuar su despendolación. Noticia telebeocia que me picha el globo: ¿Habrá recuperado el amor Gonzalo Miró?
Para redimirme, me retiro al monte, entre los pinos de la Sierra de Gata, a darme mi baño de soledad.
STARLING, EL PAJARILLO
JUAN GARODRI
(18-8-2007)

Para la edad que tiene, mi tío Eufrasio brinca y salta con facilidad. Siempre fue buen danzarín y, de vez en cuando, en situaciones de sublimación eufórica (también en situaciones de arrebatado disgusto) pega saltos quizá desproporcionados a su edad. Hace unos días daba zapatetas como quien se entrena para participar en “Mira quién baila”. Le pregunté la causa. Es por lo de Madeleine McCann, dijo. Qué, ¿ya ha solucionado el caso la policía? ¿Ha aparecido viva? ¿La han encontrado muerta? ¿Han identificado el rastro de sangre como perteneciente a cadáver infantil? Nada de eso, respondió, brinco y salto porque me sale de los talones y porque ni en prensa, ni en televisión ni en páginas actualizadas de Internet, he hallado noticia alguna referente a Maddie. Tampoco es para tanto, dije, te lo has tomado como una cuestión personal. Dejó de brincar y se me acercó: para mí es una cuestión personal, dijo algo molesto. No soporto el circo mediático que se ha montado con la cosa de los McCann. Los medios han encontrado un filón de oro con la desaparición de la niña y lo explotan a fondo. Conseguir mayor índice de audiencia, esa es la cuestión. Y, ya sabes, a mayor cuota de televidentes (o lectores) mayor precio por pase publicitario, lo que equivale a mayores ganancias para el ente. Me jode la sobredimensión mediática del caso, visita al Papa incluida. Ahí tienes, por el contrario, la espeluznante noticia del cabrón que le pega un tiro en la nuca a su hijita de 18 meses, en Torrejón de Ardoz. Se llamaba Starling, pobrecilla. Qué mirada tendría ese padre, ojos de infierno, llamarada carente de ternura. Qué culpa tendría esa niña, inocente, tan humana en su falta de relevancia. Schopenhauer, tan fuerte en afirmar, tan de pesimismo voluntarista, demostraría con destreza que en el mundo y en la vida predomina el dolor y lo irracional, es decir, predomina el mal y la carencia de sentido. Ese es el problema: el mal, el sufrimiento de los inocentes, la risa de los culpables, la muerte de los inocentes, la vida de los asesinos. Starling, el pajarillo. Ni media página le dedicaron los periódicos del sábado.

PURITY RING
JUAN GARODRI
(11-8-2007)


Hay noticias sorprendentes. En una sociedad mugrientamente libre, constituye una desafinación tan atonal como dodecafónica la cosa de la pureza. Y va y sale Lydia Playfoot y no solo dice que es virgen sino que quiere conservarse virgen. ¿Deseo desmesurado de publicidad o deseo descomedido de castidad? Pues nada, que la chica no se anda con ocultaciones arcangélicas y va y se pone un anillo de plata en el dedo anular de la mano izquierda y se presenta en el colegio así, anillada, como paloma doméstica portadora de un mensaje purísimo. El “purity ring”, el anillo de la pureza. Qué desfachatez, clamaron a coro las señoritas Rottenmeier del claustro escolar. Nosotras, que teníamos que escondernos en los servicios para el morreo apresurado y efímero de los cinco minutos entre clase y clase, que burlábamos la vigilancia de las esquinas para el sobeteo epidérmico, que aleteábamos en el equilibrio del embarazo no deseado, y ésta nos sale con el tema involutivo de la pureza. O poca vergüenza o mucha desvergüenza. La del ‘purity ring’ rechaza de plano las mieles del sexo y prefiere las hieles asexuadas de la virginidad. Falta grave de comportamiento. Castigo y separación del resto de sus compañeras. Porque vete tú a saber, lo mismo convence a las demás chicas y las arrastra a las insalubres aunque engañosamente cristalinas aguas de la virginidad. Procedamos a su exclusión. A la calle. Fuera del cole. Expulsada por llevar anillo tan provocador. Si el anillo fuese un símbolo de la religión cristiana, a la que dice pertenecer, pase. Pero su anillo no simboliza creencia religiosa alguna, ni dogma mistérico.
La pobre señorita Playfoot, cargada de pureza, reclama ante los órganos judiciales para que subsanen su injusta expulsión. Nada. La Justicia británica, convencida de que hoy día cualquier chica que se precie tiene que llegar a los diecisiete con su resbaladiza experiencia repleta de relaciones prematrimoniales, que para eso se mueven en la nube algodonosa de las ‘teenager’, la Justicia británica, repito, sentencia que Lidia Playfoot no puede llevar en su dedo inocente el anillo que simboliza la pureza, si es que quiere ser readmitida en el colegio. Y es que la pretensión de virginidad es hoy una hornacina del santoral, como mucho.
OPIO
JUAN GARODRI
(28-7-2007)

La libertad de expresión es un chollo con el que se sublima quien escribe, publica, filma, pinta o emite (radio, televisión) una parida, mayormente si la parida es iconoclasta. Hay pocas ideas comparables a la de la libertad de expresión. Se le cae la baba al personal cuando afirma que la libertad de expresión es la estructura patente de la democracia. Olvida el personal, sin embargo, el idealismo de la libertad. En la práctica no somos libres. Alguien puede sentirse libre pero en realidad no es libre. El dibujante y el redactor de “El jueves” probablemente se han sentido libres al publicar la famosa viñeta de los Príncipes, en la cosa de los 2.500 euros por hijo. Pero no han sido libres porque el juez Del Olmo les ha dado entre las orejas, actitud que manda a hacer gárgaras la libertad de expresión. El Gobierno puede sentirse democráticamente libre al imponer como asignatura obligatoria la Educación para la Ciudadanía, de forma parecida a como se sentía libre el glorioso Movimiento cuando aplicaba en el sistema educativo franquista la Formación del Espíritu Nacional (FEN), pero los obispos no son libres para colocar la Religión como asignatura en los centros docentes. Ideología por ideología. Tal vez la religión, como ideología, sea el opio del pueblo, un opio inodoro, incoloro e insípido, hoy día. Pero el laicismo, como ideología, es el actual opio del pueblo, un opio aromático, irisado y sabroso que promete la salvación ciudadana. En aras de la libertad. “Estatolatría”, lo llama Raúl del Pozo. Sorprendente. Ahora que avergüenza menos ondear la bandera del partido en una manifestación que portar el estandarte de la cofradía en una procesión, ahora, digo, que se aturde al personal con el pregón de las promesas democráticas, ahora se sustituye un opio por otro. Apenas quedan santos a los que venerar. Abundan sin embargo ídolos mediáticos (o políticos) a los que adorar. Y va la gente y se lo cree. Libertad de expresión. ¿Por qué la expresión de determinadas libertades constituye un opio infumable mientras que la expresión de libertades oficiales se acepta como opio fumable? Es mentira la validez de un opio y la inutilidad del otro. El opio siempre atonta.
LA CULPA ES DE LA CORBATA
JUAN GARODRI
(21-7-2007)

Quién iba a decir que un pedazo de tela anudado alrededor del cuello influiría, con el paso del tiempo, en el cambio climático. Quién iba a decirlo allá por 1679, fecha aproximada en que empezó a utilizarse el término en italiano, ‘crovatta’, por ser prenda ornamental propia de Croacia, utilizada por los soldados de caballería croatos. Es tan serio lo del cambio climático, tan preocupante, que indudablemente debemos tener en cuenta las causas que influyen en dicho cambio y no tomarlo a pelo de cojón de mico, como hacen los desavisados, que más les valiera prevenir un futuro incierto, desértico, epizoótico, apocalíptico, docimástico (¿respiraremos antes de morir?), anomalístico, armamentístico, huelguístico, paroxístico y estocástico (porque desconocemos el azar). Razón tienen ecologistas, movimientos verdes, grupos conservacionistas y todo ese abigarrado mundo de organizaciones políticas, sociales y globales que defienden la protección del medio ambiente. Así que caminé acera abajo y pregunté a conocidos y otros saludadores lo siguiente: ¿Podrías definirme en pocas palabras el concepto de “medio ambiente”? Pues nada, que me miraban como si padeciese esquizofrenia grado 5 y se alejaban de mí con disculpas escasamente medioambientales y cívicas. No obstante, alguno me dijo: “No me vengas con sonsonetes, tío, que bastante murga diaria tenemos con la ETA de Rajoy”. Otro me dijo que el medio ambiente es cosa más política que ecológica, y que ahí está el chapapote de Ibiza y nadie se ha molestado en organizar patrullas nacionales de voluntarios como se hizo en Galicia con lo del Prestige, que una cosa es predicar y otra dar trigo, manifas aparte. Siempre planchas con la derecha, le dije. Sí, respondió, porque la responsable socialista de Medio Ambiente llama a Rajoy “El Señor de los hilillos”. Pasmado me quedé. El medio ambiente, un sonsonete. No me extraña que para interesar a los ciudadanos hayan hecho pública la campaña de la corbata. A veces las menudencias consiguen una repercusión social mayor que las grandificencias. Tal vez por eso empiezan a exigir que no se utilice la corbata y se trabaje en mangas de camisa en las oficinas públicas, quizá también en las privadas. Menos aire acondicionado. Ahorro de energía. Beneficio para el cambio climático. (El chocolate del loro, ya saben).
GRANDES SUPERFICIES
JUAN GARODRI
(14-7-2007)

Odio los mercadillos. Una especie de agorafobia indefinida me sacude las perneras del pantalón. La multitud de ociosos, curiosos y mirones (por no implantar el género femenino, para que no digan) forman una valla intransitable. Una muralla. Difícil transitar entre los puestos. Igual que si te adentras un pasaje boscoso repleto de zarzas. Por eso dije lo de las perneras del pantalón. De forma parecida, aunque no tanto, me acosa el rechazo a la multitud cuando visito un centro de los denominados ‘grandes superficies’. Es curioso. Ese malestar íntimo solamente me ocurre en los mercadillos y en las grandes superficies. Porque ese malestar se convierte en bienestar y alegría si me siento en las gradas de un estadio de fútbol (para ver al Atlético, por ejemplo), y considero el griterío de los espectadores como una terapia bienhechora. Así y todo, hace unos días fui a Cáceres a pasar mi particular ITV fisiológica, que uno ya no es una rosa de pitiminí, y a eso del mediodía me adentré en una de esas grandes superficies. Me dirigí a la sección de libros. Mientras recorría los diversos estantes, pensaba en las horas de trabajo (o de sufrimiento) de tantísimo escritor como aparecía expuesto en los anaqueles y rinconeras. Adquirí dos novelas de autores extremeños («Cuerpo a cuerpo», de Eugenio Fuentes, y «El alma de la ciudad», de Jesús Sánchez Adalid), y otras dos de autores extranjeros. Un letrerito colocado encima de los anaqueles te informa del regalo de un libro de entretenimiento (autodefinidos, crucigramas, sudokus, cosas así) por cada libro que adquirieses. Interrogué a personal del establecimiento por el regalo del libro de entretenimiento. Me correspondían cuatro. ¿Libros? ¿Qué libros? No tengo ni idea, me dijo uno, pregunte en aquel lugar de información. Allá me dirigí. La obsesión por adquirir móviles, liberar contratos, cambiar tonos, absorbía la actividad. Hice cola. Así anduve de un lugar de información a otro. Aquellos empleados/as podían informarme de ordenadores portátiles, nintendos, playboys, mp3 y televisores de plasma, pero de libros no podían ofrecerme información. Como alma en pena anduve de acá para allá. Finalmente, alguien me dijo que me solucionaría el problema: desapareció durante cinco minutos y apareció hablando por el móvil. Algo raro debía de ser que alguien comprase libros ‘serios’ y exigiese libros de entretenimiento de regalo. Me los dio. Invertí tres cuartos de hora en conseguirlos.
DE ESCRITORES
JUAN GARODRI
(7-7-2007)

Hacía más de un año que no veía a mi tío Eufrasio. Se compró un apartamento en Aguadulce, a la orilla del mar, y desde allí viaja a no sé qué archivos y bibliotecas franceses para documentarse sobre los cátaros y la vida medieval en la Europa del siglo XIII. Arrullado por las olas, según dice, se pasa las horas muertas escribiendo no sé qué truculencias góticas de los albigenses y Santo Domingo de Guzmán. Ha venido por aquí estos días de principios de julio, una vez terminadas las fiestas de San Juan, de trágica recordación las de este año. Como de costumbre, hablamos de literatura mientras saboreamos unos vinos tintos. Me cuenta que cada vez le cuesta mayor esfuerzo aceptar el hastío que le produce la página en blanco. Todo el mundo escribe, dice, y ocurre que la cantidad disipa la calidad. Hay tantos escritores, que debe resultarles muy fácil el hecho de escribir, razón por la que yo me acomplejo y me considero un cero a la izquierda narrativo, puesto que tanto esfuerzo me cuesta lo que a otros, cientos de ellos, resulta sumamente fácil. Tienes razón, le digo, la vulgaridad sustituye al talento y el engreimiento reemplaza a la sencillez. Cualquiera te sorprende con que ‘escribe cuentos’, como si afirmase que sabe cocinar un revuelto de espárragos. ¿Conoces la funciones de Propp, la voz del narrador, el tono narrativo, el punto de vista, la estructura interna del relato, el monólogo interior, en fin, algo de técnica?, preguntas al cuentista espontáneo, y te dice que si Propp es algún futbolista de los que danzan ahora en el baile de los fichajes. No, le dices humildemente para que no se mosquee, Propp escribió un libro, “Morfología del cuento”, en el que hace un análisis estructural de los cuentos maravillosos rusos, aplicable a todo tipo de textos en que se trabaje la creación literaria. Mi tío Eufrasio me dice que sigo tan gilipollas como siempre, que a quién se le ocurre hacer esa pregunta a un tipo que se considera escritor, que es ofenderlo en lo más alto de su cualidad estética. Hoy se escribe lo que puede ser comprado, y se compra el “aquí hay tomate” de lo publicable, pardillo. Eso dijo.
EXCELENCIA
JUAN GARODRI
(30-6-2007)

Excelencia, cualidad de excelente. Excelente, que sobresale de todo lo demás. Desde el año 1433 en que Joan Corominas considera léxicamente datado el término, los españoles siempre hemos sobresalido en todo. Más papistas que el Papa. Ahora el sobresaliente de la excelencia se sustituye con “récord”, un anglicismo admitido por la RAE y utilizado con el significado de resultado máximo o mínimo en cualquier tipo de actividad. Yo prefiero la palabra ‘excelencia’ para contar que los españoles somos excelentes, que sobresalimos, vaya, porque somos así de chulos, y cuando nos ponemos a sobresalir batimos el récord de la excelencia. Hemos conseguido últimamente excelencias importantísimas: el país que menos porcentaje del PIB dedica a Investigación y Desarrollo, el país en el que menos se lee, (qué descomedimiento, a la mejor nota de Selectividad le encanta leer), el país con mayor índice de fracaso escolar, el país con mayor número de analfabetos relativos, el país que más trabaja en misiones de paz (ahí están los soldados caídos en El Líbano), el país con más bares y establecimientos de bebidas alcohólicas, el país con mayor número de construcciones ilegales de Europa, el país que más se implica en la formación progresista de la juventud (ahí están los fines de semana botelloneros y la educación para la ciudadanía), el país con mayor lentitud en el correcto funcionamiento de la justicia, el país con más adictos al pelotazo urbanístico, el país con más días de vacaciones escolares y, en fin, hasta Luís Antonio de Villena, con la pluma mojada en calisay, afirma que los homosexuales y las lesbianas deberían exudar menos fiestorreo y francachela y que el Día del Orgullo debería culturizarse y debatir ‘en profundidad’, hacerse respetar más, vamos, que si no ocurre lo que en Salamanca, que ni siquiera han permitido el ondeo de la bandera arcoirisada. Y eso, la excelencia, somos excelentes, batimos rápidamente el récord que, como en las siete y media, consiste en planificar que o te pasas o no llegas (excelencia máxima o mínima, según). Ahora, en lo que sí somos excelentes con excelencia de récord superlativo es en la cocainomanía. España es el país con más cocainómanos del mundo. Poder es querer. La voluntad constituida en fundamento del ser. Lo predijo Joseph Schelling.

miércoles, 30 de diciembre de 2009



PARA QUÉ VOTAR
JUAN GARODRI
(23-6-2007)


No sé si la prensa juega al despiste generalizado, pero ya se sabe lo que es la prensa en este País (nombrar a España no es políticamente correcto, es algo tan ridículo como nombrar al pecado, todo el sector progre considera ridículo lo del pecado, palabra en desuso propia de los tiempos franquistas, involución pura y dura lo del pecado, a pesar de que el Papa haya elaborado un decálogo con los mandamientos que deben respetar los automovilistas católicos, así como no realizar adelantamientos peligrosos considerados por la Iglesia como «una ocasión para el pecado», ya digo, el listo me dijo que era ridículo lo del pecado y no digamos si encima hay que ir rezando el rosario mientras se conduce, creo que me he perdido con lo del ridículo) así que ya se sabe qué es la prensa en este País, no hay más que ver las entradas de los periódicos de gran tirada, el pasado día 17, sin ir más lejos, leo en el teletexto de la TV1 los titulares de ABC: «el PP logra las alcaldías de 24 capitales, una más que el PSOE». Por el contrario, el Periódico (de Cataluña) dice: «Los socialistas logran 23 capitales de provincia, una menos que el PP». El País asegura que «el PSOE gobernará en 23 capitales de provincia tras ganarle 10 al PP», y el Mundo deja caer que «PSOE gobierna más capitales que el PP por primera vez desde 1991». Es evidente, o casi, que para conseguir esa gobernabilidad se tienen escasamente en cuenta los votos de los ciudadanos, porque ocurre que aparece la miserabilidad política: adquisición del mando sin mayoría, simplemente porque se “negocian” con partidillos o con partiduchos pactos para arrebatar el mando al más votado, lo que a pesar de ser legal no deja de ser irritante y enfadoso. Para qué votar, dicen los ciudadanos. El ejercicio democrático se convierte en un negocio, y algo debe de haber en el asunto del negocio porque los partidos (salvo los que han conseguido mayoría absoluta) andan que se la pelan “negociando” pactos de gobernabilidad. No se trata de respetar las mayorías votadas sino de sacar tajada provechosa para el partido. En 1.566 Consistorios se han firmado pactos los últimos días simplemente para arrebatar el poder al partido contrario. ¿Democracia?
HAY POBRES, DICEN
JUAN GARODRI
(16-6-2007)


Parece una idiotez y puede que lo sea, pero la pobreza no está en carecer, está en tener, y va uno y se gasta lo que tiene en productos, la mayoría prescindibles, buzoneados por las grandes superficies y, claro, te quedas en nada. Pobre. Reciente informe del INE sobre la pobreza en España. Porque parece que no hay pobres pero resulta que hay muchos pobres. Por todas partes hay pobres, repartidos en Autonomías y Municipios reclamando, como quien dice, una mano solidaria que los ayude a cruzar el límite de la pobreza, llamado “umbral”, como si fuese la piedra que separa la salida de la riqueza de la entrada en la pobreza, pobreza española que sigue siendo una de las más altas de Europa, población española excluida de la bonanza económica de los últimos años.
Los técnicos de la alta estadística han elaborado el informe por regiones, de manera que busca uno a ver cómo va el asunto en Extremadura y resulta que uno de cada tres extremeños sigue por debajo del umbral de pobreza relativa, umbral fijado en el 60% de la renta media. Más de un tercio de los extremeños, que ya es número, no alcanza ese umbral que, por otra parte se antoja bajo, porque si el promedio anual de cada español ronda los 7.925 euros, resulta que cada mes ingresa 660 euros o por ahí. Y uno se pregunta estupefacto (estupefaciente, dicen los que se equivocan) de dónde saca la pasta el gentío que abarrota mercadonas, eroskis y carrefoures, que parece que regalan los productos. Así que yo casi no me creo eso de que haya tantos pobres, por muy relativos que sean, porque lo que es coche tiene todo el mundo, incluidos los pobres relativos, con el gasto que arrastra el coche y el mantenimiento del coche, aunque sea de segunda mano, y móvil, y el gasto mensual que supone el móvil, y la sentada en las terrazas de los bares los fines de semana, y los electrodomésticos, gastos que no son moco de pavo ni tocino de oveja, y digo yo que vamos, que no parece que haya un tercio de extremeños sumidos en la pobreza relativa, aunque una cosa es el parecer y otra el ser, ya se sabe.

martes, 29 de diciembre de 2009

GAFAS
JUAN GARODRI
(9-6-2007)


Estética del artificio. Y así, al ver tantas chicas guapas ocultas tras los enormes cristales de unas gafas desproporcionadas a su estructura facial, algo así como si adornaran su rostro gafas contorneadas, que no de pantalla plana, sino pantallas abombadas de una televisión epidérmica y portátil, televisión de 6 pulgadas, o más, cabalgando los tabiques nasales en un ejercicio artificioso de belleza comprada, pues que me ha venido a la mente lo dicho, la estética del artificio, una especie de parasoles “kitsch” que ya los hubieran querido para sus amantes los artistas alemanes decimonónicos, tan “kitschen” ellos, barrenderos de su propia basura artística, por mucho que Theodor Adorno proclamase sesenta años después que el “kitsch” no es más que una parodia de la conciencia estética. Y al hilo de la parida que te estoy colocando, lector amigo, se me ocurre también pensar en otra relación que tal vez puedan mantener las enormes gafas utilizadas por las chicas guapas (y sobre todo por las desfavorecidas de belleza, que con ello ocultan su trauma de regularidad imperfecta), y es tal relación la que sustenta la palabra “freaks”, consecuencia de una película horrible según la MGM, y que el español actual ha adoptado con el calco léxico de “friqui”, lo habrás oído por todas partes y leído en multitud de revistas coloreadas y adornadas de papel cuché. Lo cual que las distinguidas y voluminosas gafas que trasportan las chicas guapas (y las que no son guapas pero quieren parecerlo) les aportan un sorprendente aspecto ‘friqui’ que unido a la elongación femoral estilo desfile de pasarela, disimula bastante la vulgaridad etimológica de lo ‘freak’ y reafirma el sentido transgresor de la norma que es, al fin y al cabo, la finalidad social del friquismo. No te extrañe, lector, que las vanguardias estéticas, tan obsesionadas por trompetear ‘su obra’ (olvidando, o desconociendo, lo que es peor, la permanencia del arte y la efímera existencia, por el contrario, de la ‘obra’) recurran en lo sucesivo a la estética de lo vulgar para demostrar que la inteligencia artística evoluciona transgresoramente no hacia la belleza inexplorada sino hacia la artificiosa pichulería de lo desastrado, lo anormal o lo feo, llamado ahora estética del artificio.


A LOS PROFESORES, DE USTED
JUAN GARODRI
(2-6-2007)


Dijo que el tal Xavier Darcos está más anticuado que los balcones de palo, a quién se le ocurre, recomendar que hablemos de usted a los alumnos, oye, que no podemos tomar en serio tal payasada, bueno, más que payasada es una ocurrencia ridícula, en pleno siglo XXI, por mucho que estemos en los albores seculares, con recomendaciones así volvemos a la caverna de la regresión involutiva, que un chaval es un chaval y no podemos tratarlo como a un caballero con corbata, es un paso atrás, tío, recomendarnos que tratemos de usted a un alumno es un paso atrás, Galiana, sí, usted, el de la gorra de béisbol, a ver, por favor, salga usted al encerado, y el de la gorra de béisbol se nos muere de la risa, y con razón, oye, porque dentro de su juvenil inteligencia, tan en proceso de maduración, Galiana comprende que algo se ha interrumpido en su relación con nosotros, se huele que algo no marcha si adoptamos la actitud de anticuada verticalidad que marca el usted, que no, tío, que no puede ser, por mucho que el Sarkozy quiera regresar de las tinieblas, no vamos a imitarlo en España, ya sabes cómo son los franchutes, y dónde dejas la parida de que los chavales nos hablen de usted, y la de que se pongan de pie cuando entremos en clase, dime tú qué cercanía va a existir entre ellos y nosotros, qué afecto y familiaridad, qué igualdad como personas responsables y libres, que te digo yo que pasa una cosa, que se quieren cargar la educación para la ciudadanía, eso es lo que pasa, en lugar de ciudadanos situados en una sociedad democrática y plural quieren volver a la depauperación escolar que supone la imposición del respeto y la autoridad, la franca camaradería con que nos llaman, venga Paco, no seas profe cabrón, pasa del examen y déjanos que respiremos hasta el jueves, porfa, esa cercanía verbal e íntima desaparece con el usted, si nos tratan de usted no cuela la aplicación del familiar apelativo de cabrón, todo lo conseguido hasta ahora dentro de una educación progresista desaparecerá con el trato recíproco del usted.
Eso dijo el tío, sin respirar.
APADRINAR PALABRAS
JUAN GARODRI
(26-5-2007)

Mañana suenan los clarines. Elecciones. Y como se está poniendo de moda la cosa de apadrinar palabras, mayormente entre el gentío de Internet (algunos editores de libros y revistas, talleres literarios, y así, han lanzado la idea del apadrinamiento de palabras obsolescentes), pues que se apadrina una palabra, se habla de ella en todas partes y se la resucita de la muerte léxica, o al menos del desvanecimiento comunicativo, que es la finalidad primordial y última de toda palabra (la comunicación, no el desvanecimiento). No es mi caso lo del apadrinamiento de la palabra caída en desuso. Todo lo contrario. Yo propondría apadrinar palabras en vigor, palabras vivas, rebosantes de plenitud parlanchina, esas palabras dotadas de una inagotable explicitud expansiva que utilizan los políticos para atraer al personal y demoler taimadamente sus neuronas. Pongamos la palabra “mentira”. Actualidad pura. Yo la apadrinaría, no para protegerla sino para enclaustrarla en un internado lexicográfico y pagarle manutención y vestido, que sería otra forma de protección “ad malum”. Una vez encerrada y encadenada la mentira, sin posibilidad de salir a la luz, yo iría por la acera y preguntaría a los paseantes, o entraría al bar y preguntaría a los beberrones, o accedería al supermercado y preguntaría a los consumistas qué les parece la mentira, ya digo, me gustaría conocer su opinión sobre la mentira, oiga, ahora que la han puesto tan de moda los políticos, que se acusan unos a otros de mentira prolongada y partidista, qué tendrán las elecciones, señor, para que la mentira haya sido el principal tema de sustancia en los debates, y el acusador pone cara seria de no haber roto nunca plato mentidor, si será tal, y tiene toda la cacharrería hecha añicos bajo los pies. El ansia de poder ofrece a los políticos un tortuoso campo de ataque, la mentira, y como a Fausto con el sueño de su trágico destino, parece que «Dios no ha dado al hombre el más noble de los instintos, para hacerle eternamente desgraciado». En fin, yo apadrino la palabra ‘mentira’ (para su taxidermia) porque estos días se la ha utilizado con violenta abundancia. Elecciones municipales y autonómicas. Franco también hablaba siempre de paz.
BABA DE CARACOL
JUAN GARODRI
(12-5-2007)


La política no es lo mismo para los filósofos que para los políticos, porque habitual y etimológicamente los políticos ignoran los fundamentos conceptuales de la Política. Ahora que se aproximan las elecciones (ya andan todos moviendo el culo, qué bárbaro, en las principales poblaciones se montan actos para que el candidato a la alcaldía, bien arropado por el candidato a la presidencia de la Junta, arropados a su vez por alcaldes y concejales de poblaciones menores y limítrofes, pueda soltar sus perogrulladas promisorias, porque a ver de qué van a perorar si no, a no ser que utilicen el rollo de plasta bovina para descalificar al candidato del partido adversario, tarea en la que malgastan muchos minutos de sus llamados mítines, en realidad vienen a ser murgas, peroratas, tabarras y cantilenas, la voz del tipo que tiene rayado el disco), ahora que se aproximan las elecciones, decía, los políticos debían leer algo de Política en vez de «hacer política», expresión desafortunada porque la política no se hace sino que se cumple y desarrolla en el bienestar social aplicado a los tiempos, la política está hecha hace siglos, los políticos debían leer algo del moderno derecho nacional e internacional, del holandés Hugo Grocio, por ejemplo, Huig de Groot para ser exactos, y el correctivo que aplica a las ideologías despotistas del renacimiento, o leer a Bellarmino y a Suárez para saber que el poder político es una propiedad (no en el sentido de posesión sino de cualidad) del Estado, sí, pero una propiedad que proviene del pueblo como comunidad constituida en origen y ‘sujeto’ constante de poder, no como efímera y circunstancial comunidad emisora de votos para ser olvidada después de las votaciones.
Probablemente esta despreocupación de los políticos por la Política ocasiona la fractura social que rompe en mil pedazos la convivencia ciudadana (las secreciones de un caracol estresado poseen propiedades regeneradoras y antioxidantes. ¿Y las de un político/a estresado?), preocupados exclusivamente del triunfo partidista, o indignados por no haberlo conseguido, tal como observamos estos días en la Francia democrática (según dicen) de la libertad, la igualdad y la fraternidad de boquilla, porque los 218 años transcurridos desde la Revolución Francesa descapacitan la memoria y capacitan el olvido histórico.
LA JUSTICIA
JUAN GARODRI
(5-5-2007)

A nadie se le ocurre hoy sostener que es justo lo que conviene o se ajusta al deseo del más fuerte. Sin embargo, Trasímaco, aquel sofista griego al que Platón caracterizó en La República como defensor del carácter arbitrario de las leyes, defendía con dos cojones que la justicia no es otra cosa que el derecho del más fuerte, puesto que, tanto en democracia como en tiranía, el más fuerte es el poderoso, y el más poderoso es el Gobierno, y el Gobierno siempre dicta las leyes en su propio provecho. Esta mayúscula desconsideración hacia la ciudadanía (súbditos), poco más o menos, la sostiene también Hobbes cuando lanza la hipótesis, en el sentido expuesto, de que jamás sería injusto un dictamen de un tribunal supremo, ni digno de recriminación un hombre malo pero poderoso. Se monta pues un pollo considerable entre los conceptos de justo e injusto, hasta el punto de que Estados hubo que intentaron aplicar la hipótesis de Hobbes a sus propios intereses y al abuso de poder. Menos mal que Leibniz hechó su cuarto a espadas y dijo que Hobbes no digería bien los conceptos (quizá por su dispepsia platónica) y que no sabía distinguir entre la cuestión de hecho y la cuestión de derecho «pues es preciso distinguir entre lo que puede ser y lo que debe ser».
Para los antiguos, la Justicia va exclusivamente ligada a las formas de Gobierno, con sus variantes y, así por ejemplo, Aristóteles registra cinco formas de democracia, cuatro formas de oligarquía, tres formas de aristocracia y dos formas de república. Y, parece mentira, lee uno ‘estas cosas antiguas’, y fíjate, es que encajan a la perfección con las consideraciones actuales. «Orientar el interés del Estado a la creación de una clase media próspera». «Excesiva riqueza y demasiada pobreza son extremos que no conducen a nada bueno». «Hay que evitar la concepción unilateral que no ve las ventajas de otras instituciones. Este peligro existe en los jefes de los partidos políticos, que pecan siempre de una aguda estrechez de miras y llevan a sangre y fuego sus propios principios» (Política). En esto consiste la aplicación de la justicia.
Si venimos a nuestros días, se observa que la justicia es un batiburrillo descomunal del que, excepto los que gobiernan (los Poderosos de Trasímaco), desconfía hasta el perro del hortelano. «La Justicia acumula un retraso de más de dos millones de causas», lee uno con estupefacción, que es una palabra redonda. Y van los noticieros y confunden la justicia con los jueces, que es lo mismo que confundir el cielo con el horizonte. ¿Por qué los jueces aplican la justicia, en muchos casos, según puntos de vista diferentes, coladero incluído? Espero que no hayan erigido abanderado a Trasímaco, aquel defensor del carácter arbitrario de las leyes.
INTERNET BASURA
JUAN GARODRI
(28-4-2007)

He leído, en un blog de un periódico de tirada nacional, una memez visual típicamente informática. En un pueblo inglés cercano a Somerset producen queso. Y no contentos los productores con la pálida acidez de la cuajada, pues van los tíos y le ponen al lado una webcam y lo enfocan para que todo el mundo vea cómo madura. Y no retiran la cámara, ahí lleva desde enero, noche y día, expuesto el queso a la curiosidad de la mirada de cerca de dos millones de visitantes. Es una prueba (de entre las más de quinientas mil que podrían aducirse para demostrar la inutilidad particular del invento: adviertan los conspicuos que digo ‘particular’, es decir, individual y doméstico, ya sabemos que en el ámbito científico, comercial, educativo e informativo Internet es de lo que no hay, jamás la noticia voló a la velocidad de la luz, contento el personal con su monitor de 20’’ LCD, algo inimaginable hace tan sólo treinta años), es una prueba, decía, de que Internet le vale mayormente al gentío para personal entretenimiento y solaz, para pasar el rato, qué digo el rato, las horas muertas dándole que te pego a la tecla del ratón, despreciando el peligro de la contractura y la lesión del tendón del manguito rotador, que es la parte del hombro que ayuda al movimiento circular. O lo que es quizá peor, acojonándose al observar las consecuencias del fenómeno de Raynaud, qué susto, señor, los dedos blancos y luego azules y luego rojos de tanto darle al ratón, por muy inalámbrico que sea. Ya saben, en Internet tiene cabida todo. Basura, muchísima. (Y así, por lo bajo, les digo que el 77,3 % de entradas se realizan para visitar páginas pornográficas, aunque el tipo diga que está consultando Wikipedia). Navegan por él innúmeros barcos, contenedores de chapapote mental. Internet es uno de los ‘adelantos’ más sobrecogedores, ya se sabe. Habría que acotar, sin embargo, el terreno entre su utilidad y su conveniencia. A mí particularmente me es de escasa conveniencia. Tiempo que estoy ante la pantalla, tiempo que no leo. Me es, a pesar de todo, útil, aunque no sea más que para enviar este artículo a la redacción.








SOBREDIMENSIONAR
JUAN GARODRI
((21-4-2007)


Dar a algo más importancia de la que en realidad tiene, dice el DRAE. Hay que reflexionar, sin embargo en ‘quién’ concede o quita importancia a la realidad hasta el punto de convertirla en pura anécdota, y a ‘qué’ aspecto de la realidad se concede o quita dicha importancia. «Sobredimensionar lo anecdótico», citaba el pasado sábado Martín Tamayo con el desaliento de quien no confía en el actual Gobierno. Porque se resta importancia a la realidad y, en consecuencia, se la considera anecdótica, según quién la considere como tal y según el aspecto, casi siempre interesado, de la realidad objeto de consideración. Según esto, se sobredimensiona la realidad cuando se convierte en anecdótico un hecho concreto que no interesa que se airee demasiado, a pesar de su importancia, y se infradimensiona un hecho concreto restándole toda la importancia que en realidad tiene, porque no interesa que el personal aprecie aspectos importantes de lo ocurrido. Parece un galimatías tautológico, pero no lo es. En efecto, para millones de españoles es un hecho lastimosamente importante que se desestime el himno nacional español y, por tanto, se propine una bofetada a España. Los responsables del desprecio afirmaron, sin empacho, que el hecho carecía de importancia y que dársela era “sobredimensionar lo anecdótico”, o sea, darle importancia a algo que en realidad no la tiene. Yo considero anecdótico el gol de Messi al Villarreal, comparable al de Maradona, obra de arte, maravilla de la habilidad futbolística, etcétera, porque se ha «sobredimensionado lo anecdótico» cuando los medios de comunicación se han vuelto locos, especialmente la prensa deportiva y la cosa mediática: toda España se ha emocionado, o sobrecogido, o algo así, con el gol de Messi, escuché en un programa radiofónico. Si esto no ha sido sobredimensionar lo anecdótico, que venga Dios y lo vea. No interesa, por otra parte, sobredimensionar la descomunal patochada del juez de Valladolid que no protege a la mujer víctima de malos tratos porque es profesora de Instituto. No interesa sobredimensionar que la CE exige a España la devolución de 83 millones por irregularidades en su gasto agrícola. Sí interesa, en cambio, sobredimensionar el índice de audiencia del programa de TVE “Tengo una pregunta para usted”. ¿Tan memos nos consideran?
FELICIDAD
JUAN GARODRI
(14-4-2007)


Inexplicablemente, el personal se empeña cada día en atrapar las abstracciones. El amor, la felicidad, la paz, por ejemplo, son abstracciones que sugestionan de tal manera que hay quien pasa la mayor parte de su tiempo procurando alcanzarlas. Para qué hablar del amor y de la paz. Tal como están las cosas, prefiero dejarlo. No me ocurre así con el aleteo inconstante de la felicidad. Además de correr tras ella, el gentío utiliza frases que la actualizan, quiero decir que la ponen en acto, como si con ello accedieran a su posesión. «El dinero no da la felicidad», dicen quienes carecen de dinero. Pretenden implícitamente una argumentación en apariencia contradictoria porque parece que son felices por el hecho de no tener dinero, cuando en realidad están deseando tener dinero aunque no sean felices sin tenerlo. Que el dinero no da la felicidad es una frase desgastada, ya se sabe, y vacía. Lo que no se sabe es si su desgaste obedece al vacío semántico de los tópicos o a que nadie se la cree. Porque para que una frase posea credibilidad tiene que convencer conceptualmente, lo que equivale a decir que quien la escuche crea en su significado.
El dinero no da la felicidad. ¿Verdadero o falso? Para una sociedad podridamente consumista, falso. Porque el aserto suena a beaterío decimonónicamente resignado. La resignación, usted comprende, es un analgésico espiritual que actúa como lenitivo de la carencia. Habitualmente, el personal se resigna porque no hay otra solución ‘inteligente’ a la negación del deseo, el deseo de felicidad, aún a sabiendas de que se desconoce qué es la felicidad. Si proclamo, con riesgo de parecer idiota, que la felicidad se asienta sobre el conjunto de los valores denominado por Aloys Wenzl “metafísica de los sentimientos éticos”, parezco efectivamente idiota. La paz con uno mismo, la solución de las pequeñas cosas diarias, saber encontrar los momentos agradables (pocos) que se presentan repentinamente como una aparición, gozar de buena salud, dormir sin miedos, despertar sin angustia, relacionarte con los demás dejando en el trastero la cara de palo. Cosas así conforman este conjunto de sentimientos éticos llamado felicidad por los filósofos. Pero la gente no se lo cree. ¿Miedo a no ser felices?

domingo, 27 de diciembre de 2009

NOTICIERISMO
JUAN GARODRI
(31-3-2007)


Bueno, pues que lo tenía como en cartera, el tema de los medios. Fue a partir de la concesión de los “Micrófonos de Oro”, que otorga la Federación de Asociaciones de Radio y Televisión. Los agraciados de este año han sido Luis del Olmo, Federico Jiménez Losantos y Andreu Buenafuente. Lo castañudo del caso ha estado en que ni del Olmo, ni Buenafuente han querido aceptar el galardón microfónico porque no están de acuerdo con la línea informativa e ideológica de Jiménez Losantos. ¿Es una broma progresista? O sea, entiendo yo, que del Olmo y Buenafuente se consideran poseedores de tal excelsitud comunicadora que no pueden compartir premio con comunicador de repelencia verbal y de ideología proterva como la del tal Jiménez Losantos. No sé en qué país vivimos. Por mí que le den por donde escuecen los pepinos al señor Losantos, que tampoco estoy de acuerdo con él. Pero una cosa es la discrepancia en la fórmula radiofónica de la noticia o en la estrategia ideológica de la información y otra despreciar de esa manera contundente al adversario, o creerse, tal vez, situados en estrato periodístico superior a él. Porque no me vengan con el cuento, usted comprende, de la pureza de las ideas. Hay periodistas, pseudoperiodistas en incluso intruso-periodistas que comunican manipulando la información u opinan según la voz del amo que les paga. Uno puede estar equivocado, yo puedo estar equivocado. Uno puede decir tonterías, yo puedo decir tonterías. Pero lo que no pueden los demás es taparme la boca, porque con mi palabra, acertada o desacertada, estoy ejercitando un derecho que permite expresar libremente mi opinión. Libres son los de aquí hay tomate y los de El Rondo (que es algo así como la salsa rosa del fútbol). ¿Por qué otros no pueden serlo? El problema reside en la intransigencia mutua. Es patente el cisco patatero que la política ha introducido en los medios de comunicación, como demuestra el boicoteo del PP a todo lo que suene, incluso de lejos, a la orquesta comunicadora de Prisa. El ciudadano de buena fe, digamos, anda perdido en la lectura de los diarios de tirada nacional, sin saber a cuál de ellos atribuir la veracidad de la información. Y esto, lector amigo, no es democráticamente tolerable.
LOS DOS BANDOS
JUAN GARODRI
(24-3-2007)

La reiteración consigue que el artículo se convierta en una insoportable plasta, usted comprende, e induce al desaliento del lector cuando advierte que uno se repite, o así, pero resulta que tengo amigos que pertenecen a ambos bandos (o bandas, porque desde luego no creo que sean partidos políticos, el bipartidismo actual naufraga en una deriva de intransigencia decimonónica, ese es el peligro del bipartidismo, intolerancia recíproca, provocación, insultos, descalificaciones y mentiras, falta de moralidad en definitiva, tiene razón Antonio Damasio cuando habla de ‘las neuronas de la moralidad’, por muchas tablas que se tengan, los tipos con la corteza frontal ventromedial dañada actúan con inusitada frialdad a pesar de sus razonamientos sociales, incluso a pesar de sus convicciones morales, posiblemente los políticos, o la mayoría de los políticos, o algunos políticos, caigan en algún apartado taxonómico del daño de la corteza frontal y opten por la decisión utilitarista, se saltan a la torera la reflexión moral y deciden fríamente el trinque del adversario, las elecciones se hallan próximas) decía hace rato que mis amigos, de ambos bandos, me envían correos electrónicos de extraordinaria perfección técnica y de sorprendente animadversión política, según se trate del bando derechón del PP o del bando neorrepublicano del PSOE, y así los primeros, con profusión de colorines, me envían «las aportaciones a la cultura del candidato socialista a alcalde de Badajoz», desde la zoofilia de san Roque hasta el empalme de san Bernardo, para que se joda Francisco Muñoz, y los segundos me envían el «álbum de fotos de Jose Mari», desde su infancia con cuerpo de mono y su pase de becaria de Bush hasta su españolismo cañí de gitana con faralaes, además de la ‘ciberwuenza’ Aznar-Bisbal.
Estos insultos icónicos, gravemente descalificatorios, no encajan dentro de una democracia regida por partidos políticos dignos, sino dentro de un bananerismo de bandos faccionarios indignos, bandos con la mano vuelta hacia el interés del voto, bandos con la cara vuelta hacia el utilitarismo partidista de la facción.
Ojalá no estemos iniciando una “brutalización de la política” (lo dijo Georges L. Mosse), en el sentido de procurar la liquidación del adversario, si se pone a tiro, y cargarnos así el pluralismo político.
VENGANZA ARTÍSTICA
JUAN GARODRI
(17-3-2007)

No me interesa la justificación política que pretenden dar a las fotografías irreverentes del tal Montoya, justificación posiblemente cierta, vienen como anillo al dedo ahora que se acercan las elecciones municipales y autonómicas, Monago contra Muñoz, responsable de “In Breedin 1995-1998” y “Sanctorum”, pornografía católica dicen los medios, cuando en realidad han recibido la ofensa los cristianos, porque con las fotos del tal Montoya se han considerado ofendidos no sólo los católicos, también los cristianos de otras confesiones religiosas, por mucho que Rodríguez Ibarra pida perdón, o lo haya pedido, o asuma su responsabilidad en la edición de los libros blasfemos, preocupado por la rentabilidad política (tajada electoral) que otros pretenden sacar a las fotos blasfemas editadas con dinero público, etcétera. No me interesa el aspecto artístico de las fotografías irreverentes, la fotografía es un arte, como la pintura, como la escultura, como la música, como la poesía, como otras bellas artes, el objeto no hace al arte, es el arte el que modifica al objeto y lo convierte en motivo artístico, el fin de las artes es la producción de una obra que siga existiendo después del acto creador, el valor de la obra no proviene de los materiales empleados en ella, sino de la transformación que el artista ha llevado a cabo en estos materiales, Fidias y Polícleto siempre se mostraron orgullosos de la forma, etcétera. No me interesa el aspecto transgresor de las fotografías de Montoya, quizá técnicamente buenas, los matices, las luces, los contrastes, el resentimiento hacia el cristianismo (¿qué te hicieron en la infancia, tío?), acuchillando ahí donde más duele, la contracultura como herramienta para herir, ahí donde la cobardía se disfraza de arte para que quien replique sea considerado carca, fascista, retrógrado, etcétera.
Me interesa el dolor de millones de personas (la prensa nacional e internacional, los blogs de Internet, los mensajes de móviles así lo atestiguan), heridas en su fe, una fe convertida en objeto de escarnio, quizá en objeto de venganza, con pretexto artístico. En fin. La poesía es arte, como la fotografía. Si yo escribo un poemario titulado: ‘Descripción pornográficamente literaria de la familia de Montoya, incluida su madre’, mi poemario sería arte. Así y todo ¿no desearía Montoya partirme la boca?

LA COSA DEL AJO
JUAN GARODRI
(10-3-2007)


Me pasó por la cabeza comentar en plan jocoso el debate que el presidente Zapatero mantuvo en el Senado el miércoles 7 contra Pío García-Escudero, pero espectáculo tan bochornoso merece más seriedad que la de una columnilla. El Senado olía muy mal, como bocas que han masticado ajos.
Hace tiempo un amigo me proporcionó la receta del ajo, Si la llevas a la práctica y la tomas con asiduidad, me dijo, te verás libre de toda clase de dolencias. «Receta de un fármaco encontrado en un budista, entre las montañas del Tibet», rezaba el título. Y allá iba el ajo con sus seis cabezas trituradas y mezcladas en tres litros de aguardiente. Fíjate bien, me informó, este preparado de extracto de ajo limpia el organismo de las grasas y lo libera de los cálculos depositarios, mejora el metabolismo y, en consecuencia, todos los vasos sanguíneos se hacen elásticos, disminuye el peso corporal llevándolo a su situación normal, deshace los coágulos de sangre, cura el diafragma y el miocardio enfermo. Cura la arterioesclerosis, la isquemia, la sinusitis, la hipertensión, las enfermedades bronco pulmonares, hace desaparecer por completo el dolor de cabeza, cura la trombosis de cerebro, la artritis, la artrosis y el reumatismo. Cura la gastritis, las úlceras de estómago y las hemorroides; absorbe todo tipo de tumores internos y externos, cura los disturbios de la vista y el oído. Todo el organismo se recupera. Mi amigo calló, supongo que sobrecogido por el aspecto estupefacto que mostraba mi rostro. O sea, le dije, que si se toma asiduamente el preparado de extracto de ajo lo mismo va uno y no se muere. Algo así, me respondió. (Los políticos también prometen curar las disfunciones ciudadanas).
Pues nada, ahora van los americanos y revientan el milagro del ajo. Una investigación publicada en la revista estadounidense "Archives of Internal Medicine", ha comparado los efectos del ajo crudo y de dos suplementos alimenticios y deduce que el ajo es una mierda, ni siquiera ayuda a reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares. Hala, a morirse otra vez la gente porque el ajo ya no conserva sus propiedades. Lo único que conserva es el mal olor. Como las bocas de sus Señorías el miércoles en el Senado.



ENTENDER EL ARTE
JUAN GARODRI
(3-3-2007)

Quizá el arte también tenga cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de serpiente, como la Quimera, y quizá sea necesaria la intervención heroica de algún Belerofonte decidido a matarla, con la ayuda del alado Pegaso. Quizá. Pero no es para tanto. El rutilante cojón de mico que algunos sectores de la prensa han levantado indica que desconocen lo que quizá conocen Dolce & Gabanna: los dos significados de la hermosura invisible, es decir, el contraste entre la hermosura agradable de la forma externa y la hermosura funcional de la estructura interna. Hace 1.675 años lo dijo Gregorio de Nisa: «Si posiblemente no podemos gozar físicamente la hermosura visual de las sabandijas, con la inteligencia llegaremos a la conclusión de que están hechas en sí bien ordenadas».
De eso se trata. De la inteligencia. Como los españoles somos tan torpes, pues resulta que no sabemos entender el arte. No me extraña que Domenico Dolce y Stefano Gabanna monten desdeñosamente en cólera y afirmen así, como quien no quiere la cosa, que España está atrasada y que los españoles somos unos carcas. No entendemos de arte, qué se le va a hacer. Estos modistos italianos utilizan la violencia y el sexo no para vender ropa, qué va, sino para “explorar la sutil frontera entre moralidad e inmoralidad”. Precisamente en esa exploración consiste el arte en su sentido más puro porque el arte es recrearse en los cuerpos y en el erotismo, dicen los tíos. Y los españoles sin enterarse de lo que vale un peine artístico. Porque oiga, sepan ustedes que de publicidad sexista, nada. Sepan que no nos interesa vender ropa, lo de la venta es lo de menos, el verdadero artista se autodefine en su creación. (Sin mirar, ni siquiera de reojo, los euros que van cayendo en la cuenta corriente). Estos italianos, tan listos, son unos artistas. Como Fidias, Zeuxis, Polignoto o Parrasio pueden llegar a la perfección de las formas vivas. Nosotros somos tan gilipollas que además nos lo creemos. Entre el fundamentalismo religioso de la derecha y la corrección política de la izquierda, el arte escapa a uña de caballo, más bien a pluma de Pegaso, para salvar a Belerofonte de la atracción seductora de Estenobea, esposa de Preto, rey de Tirinto. La Quimera, mientras tanto, suelta.



HERIDA DE MUERTE
JUAN GARODRI
(24-2-2007)


Hay quien lo asegura. Que la democracia está herida de muerte. Probablemente son los agoreros, ya sé, esos tipos que se pasan el día dándole al cálculo de probabilidades. Y no porque estén de palique en las ágoras sino porque sus neuropatías los inclinan a la predicción de sucesos funestos. Lo malo consiste en que gran parte del personal va convirtiéndose a la agorería, aunque no siempre sus pronósticos se asientan en señales sin fundamento. En definitiva, que gran parte del gentío desconfía del manejo que los políticos hacen de la democracia, y hay quien cita a algún politólogo extranjero para augurar que las dictaduras volverán a Europa dentro de veinte años. Argumentan los tales, entre otras cosas, que los políticos caminan por senderos divergentes a los que utiliza la ciudadanía, que ellos (los políticos) solamente la utilizan (a la ciudadanía) en provecho propio, mayormente en época de elecciones, y que a veces promulgan leyes descabelladas, elaboradas según su particular punto de vista o de la de su entorno (partidista), sin tener en cuenta la aceptación o rechazo del personal. Véase, si no, la fallida ley del vino, que la ministra Salgado se sacó de la pasmina para entristecer a media España metiendo en el saco del alcohol al vino, olvidando que el vino alegra el ojo, cura el diente y sana el vientre. En fin, que los políticos tienen a la democracia hecha unos zorros y le infligen heridas de profunda (des)consideración.
La herida mayor, a mi parecer, es la separación existente entre gobernantes y gobernados. Buena muestra de ello ha sido el reciente referéndum andaluz para aprobar lo de su “realidad nacional”. Sólo acudió a votar el 36,2 % del electorado y, de ellos, el 9,5 % votó en contra. Resultado: el 31 % refrendó el nuevo Estatuto. Ha sido de pirueta circense. Los andaluces le han dado un corte de mangas formidablemente burlesco a sus gobernantes y han demostrado que en absoluto estaban interesados en la propuesta. Que luego venga Chaves hablando de ‘aplastante mayoría’ es como la de aquel que dijo que tenía un hijo listísimo porque era el tercero de su clase: en la clase sólo había tres.
LA SIESTA
JUAN GARODRI
(17-2-2007)


Oye, que no sé si los investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Atenas juegan o no a desorientarnos. «Las siestas regulares son buenas para el corazón», ha informado hace unos días un grupo de investigadores. Lo he comentado con los colegas y lo han tomado a chirigota. Razonan que, así como antes todo era perjudicial para el corazón, ahora aparecen con frecuencia doctores que alaban como beneficio cardíaco la dieta fundamentada en alimentos considerados por los ancestros como comida para enfermos. Los garbanzos para el loro, le oía repetir a una señora empingorotada con la que no tuve más remedio que compartir lectura y aburrimiento. Hoy, sin embargo, los garbanzos y demás legumbres constituyen una sana fuente nutritiva, además del subsiguiente beneficio que proporcionan al colon, por lo de la fibra. No hay mantequilla publicitada en revistas y semanarios que no sea buenísima para reducir la tasa de colesterol en sangre, con lo del omega3 y cosas así. Y el gentío como loco dándole a la mantequilla con tostadas de pan integral para alejar la aterosclerosis, no vaya a ser que la grasa, el colesterol y otras sustancias obstruyan las paredes de la arteria coronaria derecha, por ejemplo, y la jodamos. Así que, hala, a vivir sanamente y a proteger el corazón. Y en éstas que viene el doctor Androniki Naska y publica un estudio en “Archives of Internal Medicine”, para asegurar que no hay mejor medicina que la siesta, si usted quiere que el corazón le funcione como debe ser. «Un estudio de seis años entre casi 24.000 adultos griegos reveló que aquellos que dormían regularmente siestas al mediodía reducían más de un tercio su riesgo de morir a causa de enfermedad cardíaca». Quién lo iba a decir. La siesta. Esa modorrera congestiva que te deja los reflejos hechos puré de coco, la siesta, entronizada para la deglución del amor en tiempos revueltos, o para eructar el pisto de aquí hay tomate, o para apiadarte de yo soy Bea la fea, cosas así, la siesta, ya digo, es sanísima para el corazón.
Lástima que hayamos de envejecer y nos ocurra como a los ríos que van a dar a la mar, que es el morir. No me complace esto de morir perfectamente sano.








sábado, 26 de diciembre de 2009

BUSH Y SU GUERRA
JUAN GARODRI
(10-2-2007)


Que digo yo que Bush, y todos los ‘bushistas’ del mundo, parece como si hubieran retrocedido al siglo XVI, dentro de la vorágine de un proceso involutivo aterrador. Porque resulta que en aquellos años vivió un filósofo humanista llamado Juan Ginés de Sepúlveda especializado en dos cosas: las traducciones y comentarios de Aristóteles, y la composición de las crónicas del emperador Carlos V y de Felipe II, tan amantes de la extensión del imperio. Además, lo hizo famoso en su tiempo la actitud doctrinal que adoptó frente a la guerra. Así que va el tío y escribe un libro titulado “Democrates” para apologizar sobre las causas justas de la guerra: repeler las injurias, recuperar lo injustamente arrebatado, castigar a los malhechores… Y ¡ojo al parche!, añade una causa justa de la guerra que hoy no deja de producir un repelús sorpresivo, por no decir indignante: la potestad del Papa.
Si comparamos la doctrina de Sepúlveda con las obsesiones del Bush, encajan a la perfección, o al menos encajan. La pavorosa guerra de Irak fue provocada con el acompañamiento de todas las trompetas de las causas justas: repeler las injurias (atentado del 11-S, World Trade Center, ya saben) y castigar a los malhechores (muerte a los terroristas, a por ellos, oé). Lo trágico de toda esta terrible historia es que la cruenta realidad se asienta en la creencia de que la guerra de Irak es justa porque proviene de la potestad del Jefe del Imperio: Bush (del Papa, en el siglo XVI).
Quizá por eso, y a pesar de que ya se ha demostrado la injusticia de la Guerra de Irak, va Bush, el del rostro tallado en piedra, y pide más dinero para Defensa y, en particular, para las guerras de Irak y Afganistán. Y como los senadores se lo niegan, pues va el tío y dice algo cojonudo: que se pueden hacer recortes en otras áreas, sobre todo en gasto social (sanidad, indigencia, inmigración o salud pública: es más importante el deber sagrado de defender y extender el imperio). Y quiere que las fuerzas armadas reciban más de 700.000 millones de dólares. Que se joda, en consecuencia, el seguro de salud para los ancianos y los pobres. Mierda.
LA COSA DEL ARGUMENTO
JUAN GARODRI
(3-2-2007)

Según los psicólogos del lenguaje (Hans Hörmann, por ejemplo) que aluden a la «teoría multicomponencial de la huella de la memoria» de Bower, la recepción de una palabra consiste en que ésta es ‘codificada’ de acuerdo con un cierto número de aspectos o atributos o dimensiones conceptuales diversos. Según esto, puede ocurrir que la huella que ha dejado en la memoria alguna palabra, puede reproducirse y el emisor la aplica en un momento dado, sin tener en cuenta la conveniencia o inconveniencia contextual de la aplicación. Tenemos, verbigracia, la palabra “argumento”. Los dioses enfáticos de la verborrea futbolística la utilizan ahora con frecuencia. Imaginemos que juega el Real Madrid un partido contra un equipo de los ‘malos’, un partido de esos en que el tedio supera con creces el trabajo futbolístico, tan repetidos últimamente por el Madrid. Los comentaristas deportivos se frotan las manos porque cuanto peor juega el Madrid más ‘argumento’ tienen para llenar las páginas, los programas radiofónicos o los espacios televisivos (véase el Rondo, por ejemplo, programa que invierte la mayoría de su tiempo en ‘argumento’ del Madrid, a pesar de la olla de grillos en que consiguen convertirlo los contertulios). Y exponen, con suficiencia gritona, que el Madrid juega tan mal porque su ‘argumento’ en el terreno de juego es pésimo, o porque sus jugadores carecen de ‘argumento’. Yo siempre pensé que un argumento era un razonamiento, o el asunto de que se trata en una obra, o la opinión que se utiliza para convencer a otra persona. Nunca pensé que un argumento llegara a convertirse en un ejercicio físico de veintidós tipos correteando para nada porque no disponen de ‘argumento’.
En fin. La consolidación (‘consolidarización’, he leído por ahí, en un mentecato alarde de adaptación a la fonética anglosajona, como si el sufijo otorgase mayor firmeza y solidez a la palabra, la cosa es imitar lo inglés, la mano de cultura que deja, que uno es un paleto, out total si no se atiene al lifting léxico), la consolidación, decía, de ‘argumento’, con significado extraverbal propio y aplicado al fútbol, es ya generalizada. Si en los debates se sustituye por gritos, habrá que utilizarlo en el campo de fútbol. La huella de la memoria ha sacado la cosa del argumento de la filosofía inconclusa del bachillerato. Puede ser.


MUSEALIZACIÓN
JUAN GARODRI
(27-1-2007)

Podían haber sido otras. Con relativa frecuencia revolotean por las páginas de la prensa escrita y los teletextos televisivos. Son palabras que aparecen como de repente y producen en tu almacén léxico el revuelo de la sorpresa. La palabra “musealización” creo que la vi escrita en el teletexto de nuestra televisión regional, refiriéndose a inauguraciones de museos o a establecimientos de nuevos museos en Badajoz, cosas así. Ya sabe usted, los Ayuntamientos y las Autonomías, entidades tan regionales ellas, sacan museos de debajo de las piedras. Todos los cachivaches, objetos, ropas, instrumentos, maquinarias, alimentos que se refieran a usos y costumbres de hace más de cincuenta años, tienen cabida en un museo para ilustración del personal. No es extraño que con esta moda museística haya aparecido la “musealización”, quizá por analogía con ‘modernización’. Y así como la tendencia actual se inclina a modernizar todo, así el deseo de nuestros gobernantes tiende a ‘musealizarlo’ todo para darnos una mano, siquiera superficial, de cultura folclórica.
He visto por ahí otra palabra espeluznante que, sin excusa, debían colgársela en la espalda al tipo que la utilizó. Se trata de “intolerabilianza”. ¿Saben ustedes qué coño es la ‘intolerabilianza’? Yo no. Sin hacer uso de mala uva, deduzco que pretende sustituir a ‘intolerabilidad’. Mientras que intolerabilidad expresa la cualidad de intolerable (De Juana Chaos, por ejemplo), “intolerabilianza” no se sabe qué denota. Es como si a la cualidad ya señalada de intolerable se quisiera añadir la acción y el efecto de un sustantivo verbal: el gesto del cabrón que nada tolera.
¿Qué decir de “descafeinizar”? Es horrible pero la he visto. La línea escrita me ofuscó la vista. Y no queda ahí la cosa. Si ustedes leen en una revista el término “explotización” (por explotación), le zumban sin duda los oídos. El mal uso del calco léxico indica la escasa capacidad lingüística del escribiente. Lo de “presuntación” (por ‘presunción de inocencia’, quizá por contagio léxico con ‘presunto’) es demencial. Como ahora hay tantísimo presunto, porque nadie es delincuente, no es de extrañar que la ‘presuntación’ surja como los espárragos. Algo parecido ocurre con “enfrentación” (por enfrentamiento: «las ‘enfrentaciones’ entre los manifestantes causaron el cierre de algunas calles…»).
Tengo en cartera algunas más. Ya las comentaré. A ver si los cronistas se enteran de algo.

¿POLÍTICA?
JUAN GARODRI
(20-1-2007)


«Cabellos de oro» es una metáfora. A de B. También lo es «Política de mierda». Me resisto semana tras semana, pero no hay más remedio: rencor y rédito político. Multitud de columnistas extranjeros se preguntan qué ocurre en España. Si no me crees, puedes utilizar alguna dirección electrónica que reproduce las noticias y artículos de los periódicos más importantes del mundo. Comprobarás estupefacto que, en cualquier idioma, los columnistas, como dije, se preguntan qué ocurre en España.
¿Será verdad que Zapatero dará a los terroristas cuanto le pidan con tal de salvar su vida política? No lo creo. Una persona no puede ser tan necia o tan mitómana o tan paranoica o tan de tontería circunstancial y talante, como para sobreponer sus propios intereses a los de toda una nación. No es posible que Zapatero trame la descomposición de España en una especie de neomarxismo acicalado con los andacapaires multiculturalistas de una apariencia de progresía mentecata. No puede ser que esté utilizando la teoría de Gramsci sobre la corrupción conceptual del lenguaje, «conseguir que el pueblo y sus dirigentes asuman que los vocablos fundamentales sobre los que se asienta la libertad signifiquen lo contrario a su verdadero significado». No puede ser, redundando en la idea, que se nos haya concedido la palabra para ocultar el pensamiento. Sería la peor de las maldades humanas. No puede ser que todo el espectro político se nutra de mentira, engaño e insultos. No puede ser que Eguiguren sea el cerebro gris que dirige y organiza los “tratos” con ETA porque Zapatero no sabe dónde tiene la mano derecha para llevarlos personalmente (o no llevarlos). Rechazo el adelanto electoral basado en la caza del voto. Me niego a aceptar que los españoles estemos gobernados por inútiles, ladrones, descerebrados, mentecatos, megalómanos o paranoicos. No acepto que a los españoles sólo nos importe el bolsillo y seamos tan gilipollas como para que nos dé igual el desbarajuste político, el descojonamiento de los partidos, la obediencia partidaria de la justicia, la sinrazón burrera de los debates y el bolo descomunal de los escándalos económicos. Si la gresca del lunes en el Congreso mostró el rostro actual de la política —crispación, desgobierno y tozudo rencor de Rajoy—, apaga y vámonos. Que los vote su padre.


DERROCHE
JUAN GARODRI
(13-1-2007)


Parece ficción que una costumbre tan española proceda de una palabra tan francesa como ‘dérocher’, despeñar. En este sentido se tira el dinero desde la altura de nuestras adquisiciones. No vale para nada, el dinero. No se aprecia. Se persigue el dinero con sudor, con delincuencia a veces, con pelotazos casi siempre. Se alcanza su posesión y luego se tira por la boca del precipicio, se derrocha.
Y es, sin duda, costumbre española, de españolísima actualidad, la del derroche. No somos los españoles (y las españolas, naturalmente, lejos de mí la discriminación por razón de sexo) los que más libros leen de Europa, aunque sea donde más se editan. Tampoco somos los españoles (y las españolas, repito) los que más periódicos leen de Europa, ni los alumnos de Secundaria los mejor preparados de Europa. Sin embargo, los españoles somos más propensos al gasto per cápita, hasta el punto de que hemos gastado más que los europeos durante las pasadas fiestas. Supongo que estos días anteriores a la festividad de los Reyes Magos el personal no se habrá echado atrás y habrá seguido derrochando sin pena, para culminar en la apoteosis epifánica del día 6. ¡Qué alegría más inconmensurable poder regalar a los hijos todo aquello de lo que se careció en la infancia! Regalos a mantas, revuelto de juguetes con espárragos electrónicos, móviles, nintendos, MP3, pendrivers, cámaras digitales, reproductores de DVD portátiles. La amplia gama de la electrónica actualizada y jugueteril se cae de los escaparates acristalados, irrumpe en los hogares, casi los destroza, pero refuerza la discordia fraternal y fortifica el (des)afecto familiar. El orgullo de los padres apenas se manifiesta porque todo lo hacen por sus hijos, pobrecitos, que demasiado traumatizados están con los deberes escolares y otros acosos. Arriba, en los titulares de prensa, esos cabroncetes, se habla del encarecimiento de la vida. Un estudio de la CEACCU señala que los precios han subido un 60% en los últimos 5 años. Llenar el carro de la compra en una familia de 4 miembros es un 85’5% más caro. Todo da igual. El alza de los precios costará 1.000 euros más a cada familia. El dinero es para fundirlo. ¿Para qué vamos a necesitarlo en el criadero de malvas?
INMIGRACIÓN
JUAN GARODRI
(30-12-2006)


Los ingleses son raza aparte. Lo demostró Phileas Fogg, su ayudante Passeportout (aunque no era inglés) y el detective Fix que dieron la vuelta al mundo en ochenta días (en realidad fueron setenta y nueve, por todo aquello de recorrer el mundo a la inversa de su rotación), además de enamorarse Fogg de una encantadora princesa india a punto de ser quemada en honor de la diosa Kali. Son raza aparte. Lo han demostrado históricamente en la conservación de su “Imperio” colonizador, en la permanencia de sus lores y de sus cámaras, y en la negativa a aceptar el euro, a rechazar la milla y a conducir por la derecha aunque sean monárquicos. Y nadie dice nada.
La Unión Europea deja de ser europea cuando atraviesa el Canal de la Mancha. Sigue siendo Unión, pero solamente para las cuestiones económicas, ya sabe usted, lo del business. La chulería británica, llamada “flema” por los traductores, se manifiesta siempre en un perspicaz sentido del atrevimiento que cabrea infinitamente a todos los que no son ingleses y enorgullece majestuosamente, God save the Queen, a quienes lo son.
Ahora va el viceministro de Inmigración Lyam Birne y afirma que los inmigrantes que quieran establecerse a partir del mes de abril de 2007 en el Reino Unido, deberán someterse a un examen de inglés y de las costumbres y tradiciones británicas, porque «es esencial dominar el idioma para poder desempeñar una labor plena en la sociedad e integrarse adecuadamente en la comunidad». Y nadie dice nada. Nadie llama a los ingleses racistas ni xenófobos ni intolerantes ni discriminatorios. La prensa internacional se queda tan fresca ante tamaña actitud excluyente y ellos siguen encaramados en su displicencia.
Si la idea inglesa se extiende por Europa, ¿qué harán los 11 millones de extranjeros que residen en la UE? Puede uno imaginar la que se organizaría en España (en este país, quiero decir) si las Autonomías se dedicaran a montar tribunales para examinar de español a marroquíes, africanos, suramericanos, asiáticos y demás. Y a mandar más allá del extranjero a los suspensos.
Menos mal que Miguel Sebastián ha dicho que en España caben 66 millones de habitantes y que gracias a los inmigrantes ha crecido el PIB.



DESVALORIZACIÓN
JUAN GARODRI
(23-12-2006)

Actualmente se utilizan diversos métodos para pegar una patada en el culo a los valores —éticos, sociales, religiosos, culturales— que siempre han estado en vigor, y tirarlos al fondo de la pestilencia. Y que siempre, quiérase o no, han mantenido respetuosos y prácticos los comportamientos sociales. No sé qué cráneos privilegiados organizan las campañas contra lo que ‘antes’ se consideraba honesto —éticamente, socialmente, religiosamente, culturalmente. La prepotencia que inocula el dinero y el poderío insano, en el sentido de locura o demencia, de los enriquecidos (los ricos son otra cosa) constituyen una muestra de la caída en picado que han sufrido los valores por los que se regía la sociedad. Decía antes que se utilizan diversos métodos para conseguir la desvalorización: pelotazos urbanísticos, corrupción política, hipocresía social, deconstrucción de ideologías, estragos psicológicos. Curiosamente, se habla más que nunca de paz, tolerancia y solidaridad, cuando es evidente que no hay paz (véanse los cruentos desgarrones bélicos en Israel, guerracivilismo palestino, la interminable conflagración de Irak…), no hay tolerancia, (véase la cara de bulldog que ponen los demás conductores si te retrasas una milésima de segundo en el semáforo), no hay solidaridad (véase la tediosa indiferencia con que contemplamos las necesidades ajenas).
Otro método que, a mi parecer, se utiliza para arrumbar la categoría de los valores, consiste en el uso del humor paródico con el que se ridiculizan. La clave de humor manipulada es sutilmente perversa puesto que arremete contra las personas o las instituciones para ‘hacer reír’ o entretener, con lo que el espectador, o lector, queda sin defensa conceptual que oponer al ataque que el programa (Noche Hache, por ejemplo) lanza inmisericordemente contra todo lo que se mueve. No se trata pues de sustituir unos valores por otros (digamos valores ‘tradicionales’ por valores ‘progresistas’, si es que esta distinción respeta los límites de la lógica), se trata de sumergir en el ridículo los valores existentes para que poco a poco vayan perdiendo la parte de aceptación que los mantiene en vigor.
Termino con unas palabras de Lange, uno de los primeros neokantianos: «Los valores jamás desaparecerán para dar lugar a una sociedad que se dé por satisfecha con tener una mejor policía y hacer frente a las necesidades con inventos cada vez más desarrollados por las nuevas tecnologías».







LA TASA
JUAN GARODRI
(9-12-2006)


Hay noticias que dejan a uno estupefacto, esa especie de inesperada sorpresa que te alarga el cuello buscando la explicación de lo aparentemente inexplicable. Uno pensaba que determinados comportamientos socio religiosos de la alta Edad Media habían sido borrados del mapa europeo. Pero resulta que no. Aún siguen aconteciendo hechos semejantes a los que podrían haber ocurrido en el medievo. Esas escenas de la vida cotidiana, llamadas “misericordias”, que eran colocadas en la parte inferior de los asientos de los coros de las iglesias, un hombre calentándose junto a una chimenea, una mujer desplumando un ave de corral, un zorro devorando una paloma, un clérigo fornicando, y así.
Ahora también ha ocurrido. «Tasa de fornicación en Rumania para novios que viven en pecado», reza el titular. ¡Ostras, Pedrín! Si te quieres casar por la iglesia no tienes más remedio que apoquinar una multa en euros (Rumanía ya forma parte de la Unión Europea), que «puede variar entre los 15 euros, para casos menos graves, y los 100, si la novia es llevada al altar embarazada o con el niño en brazos». O sea, que la tasa de fornicación se mide según la profundidad del pecado en el que la pareja se halle inmersa antes de la boda. Teniendo en cuenta que esta cosa de la tasa se produce en Valea Sarii, una pequeña población situada al este de Rumanía, y que el nivel salarial es todavía muy bajo, resulta que una ‘tasa de fornicación’ de 80 o 100 euros es un pastón en el que hay que pensar antes de abandonarse entre las turbadoras ramas del follaje. Por otra parte, el asunto de la cosa pecaminosa es considerado, a mi parecer, por el Consejo Parroquial no como un pecado, en el sentido ofensor y teológico del término, sino como un tributo que se impone al disfrute de ciertas actividades (eso significa tasa), de lo que se deduce que los ricos pueden fornicar hasta el hartazgo puesto que pueden pagar, mientras que los pobres habrán de conformarse con superficialidades táctiles y achuchones.
Hala, mientras se pueda pagar, de cabeza al fornicio. Como siempre, los ricos ganan a los pobres por 20-0, o más.



LO DE LA POBREZA
JUAN GARODRI
(2-12-2006)

Según la información del Instituto Nacional de Estadística, uno de cada cinco españoles es pobre y uno de cada tres extremeños sigue por debajo del umbral de pobreza relativa. Hay que entender, antes de nada, que esta pobreza afecta a las personas que no disfrutan del mismo nivel de bienestar que sus conciudadanos. De lo que se deduce (deduzco yo) que si el nivel de bienestar sigue subiendo (como parece que es y va a ser en un país como España, un país rico entre los ricos de la Unión Europea, un país con una tasa de crecimiento económico del 3’6 %, un país plagado de carrefoures y cortesingleses, un país atestado de automóviles, uno de cada cuatro españoles tiene coche, un país con sobreabundancia de bares, un bar por cada 11 españoles, un país con tanto fútbol y tanta playa y tanto turismo interior y tanta salida fin de semana y tanta cena prenavideña), si el nivel de bienestar sigue subiendo, decía, cada vez habrá más pobres relativos y menos ricos relativos. Porque el nivel de bienestar, a lo que se ve, consiste en satisfacer las exigencias de consumo, exigencias que clava en el subsconsciente colectivo (e individual) la publicidad con su puñalada trapera y deslumbrante. Y el ciudadano vive inquieto y aguijado porque no puede conseguir todo aquello que le ofrece, tan al alcance de la mano, la publicidad televisiva o las páginas coloreadas de los boletines publicitarios que diariamente encuentra en el buzón al volver del trabajo (si lo tiene). Es imposible llegar a fin de mes desahogadamente si se pretende adquirir todo cuanto se oferta y, si no se consigue, el personal se queda por debajo del nivel de bienestar, convertido en pobre relativo. Y me pregunto hamletianamente si serán o no pobres relativos los miles y miles de espectadores que semanalmente atiborran los campos de fútbol, los que embotellan las salidas y entradas de las ciudades, los que regularmente toman sus vinos y sus tapas, los que pagan (o no) las facturas del móvil, del gas, de la hipoteca, de los seguros, de la ropa de temporada…
Lo que no entiendo es que haya más chicos pobres que chicas, menores de 16 años. ¿Será que los pobres relativos tienen menos hijas?
EL SÍNDROME DEL QUEMADO
JUAN GARODRI
(25-11-2006)

Prácticamente toda la prensa (nacional y regional) se ha preocupado por los graves acontecimientos escolares que vienen ocurriendo, y los ha comentado con opiniones efectuadas desde diferentes puntos de vista. Algo tengo que añadir, sin embargo, aparte de la decena de artículos, pocos más o menos, que sobre el tema he escrito en estas mismas páginas a lo largo de los últimos ocho años.
La Fiscalía actuará de oficio en las agresiones a docentes, leo en HOY. «Sólo el 1,08 % de los profesores extremeños de Secundaria ha denunciado algún tipo de agresión física o verbal, según la Junta». Esta información no cuela, me parece, al menos en lo referente a las agresiones verbales. Si se suma el comportamiento diario de todos los estudiantes en todos los centros docentes de Extremadura, no es creíble que los agresores constituyan un reducidísimo grupo del 1,08 %, mientras que el resto de alumnos, un abultadísimo grupo del 98,92 %, sean precisamente angelitos, aquella soplapollez de Eugenio D’Ors que, metiéndose en el terreno antropológico, va y dice que el hombre es cuerpo, alma y ángel, y que vivir es «gestar un ángel para alumbrarlo en la eternidad». Y una mierda, con perdón. Los que hemos estado tantos años en el ajo ‘sabemos’ que algo más, mucho más del 1,08 % del alumnado hace gala de una descarada mala leche con la que arremete verbalmente (quizá físicamente menos) contra profesores: actitudes despreciativas, frases despectivas, modales displicentes o burlones, acciones humillantes, en fin, un conjunto de conductas inicuas, cuando no perversas, que acaban por hundir psicológicamente al más pintado (o a la más pintada). Por otra parte, no va a ser Extremadura la niña bonita de la Enseñanza, cuando el Cisneros IX, un reciente estudio de ANPE, asegura que uno de cada cinco docentes sufre el síndrome del ‘profesor quemado’ y el 39 % muestra signos graves de estrés.
Yo había advertido de todo esto hace cinco años en mi novela “La blanca doble” (publicada por la Editora Regional, ERE, 2001), pero no se me hizo caso. Mientras, los padres siguen despreocupándose de la educación de sus hijos y agreden al profesorado. Mal asunto. La educación corresponde a los padres en mayor grado que a las instituciones.
NATURISMO AEROPORTUARIO
JUAN GARODRI
(18-11-2006)

Con lo del terrorismo, las alarmas se disparan. No se encienden, o se activan, que es lo que debería ocurrir, sino que se disparan, aludiendo con el símil metafórico a la velocidad estruendosa y defensiva con que las alarmas avisan del peligro. Correcto (que se dice ahora: acudes al mecánico, al fontanero, al carpintero, al de las persianas, para suplicarles, por favor, que te arreglen el desperfecto doméstico, y te responden con cierto aire de sapiencia: correcto). De manera que lo correcto es que la alarma avise del peligro. No veo yo tan correcto que la alarma se haya ‘disparado’ en los aeropuertos.
—¡Qué vergüenza, Dios mío! —me dice un viejo conocido recién llegado de uno de esos viajes que el Inserso organiza para los tercerasedades.
—¿Qué pasa —le dije—, que te hicieron empuñar el hacha para liberar tus obsesiones con lo de la destructoterapia?
—Ojalá hubiera sido eso —respondió—. Fue peor. En el aeropuerto. Nada, que nos obligaron a sacar cuanto llevábamos en los bolsillos, en la bolsa y en la maricona. Fue cruel. La hebilla de mi cinturón no hacía más que pitar y me obligaron a quitármelo. Los pantalones se vinieron abajo (me los compré anchos por la comodidad, ya sabes) y quedaron al aire unos calzoncillos decorados con pin up rojas, para la fantasía sexual, me había dicho la parienta.
—¡Qué fuerte! —le dije.
—El caso es que los calzoncillos seguían pitando —continuó—, y nada, los cabrones, que me hicieron que me los bajara.
—¿Cómo? —me sorprendí—, no es posible, eres muy peludo.
—Fue posible —dijo—, menos mal que a duras penas me cubrí las vergüenzas con las palmas de las manos.
—Pero, qué coño sonaba en los calzoncillos —le pregunté.
—Pues ya ves —me dijo extendiendo la boca—, nos dio por entrar en una sex shop y cargamos con unos preservativos musicales que yo escondía en el bolsillín interior de los calzoncillos. El chip de la musiquilla, eso hacía que se disparase la alarma.
Con lo del terrorismo, las alarmas se disparan. Día llegará en que las filas de pasajeros aeroportuarios avancen poco a poco, en pelota picada, hacia el puesto de control, con bolsas de plástico transparente y el pudor escondido en los pliegues de la turbación.
TOMATES AZULES
JUAN GARODRI
(11-11-2006)

No sé si habrá plátanos rojos y pepinos blancos, pero hay tomates azules. Lo han conseguido, los tíos. Oye, que se ponen a investigar y son capaces de mezclar al ser humano con las vacas. Que va a ser que sí, o sea, que también lo han hecho. Pero lo de los tomates azules me ha sorprendido tanto o más que lo de las vacas. Los científicos del Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas de Valencia han desarrollado la cosa de los tomates azules. Cuando yo era pequeño, mi padre me entretenía contándome el cuento de las medias azules. «Que si quieres que te cuente el cuento de las medias azules», me decía. En mi imaginación aparecían unas piernas hermosísimas, como correspondían a muchacha que mereciese la mórbida perfección de una piel cubierta por medias azules. «Sí», respondía yo con el deseo de escuchar algo prodigioso. «Que no te pregunto ni que sí ni que no, que si quieres que te cuente el cuento de las medias azules», repetía mi padre. Y así hasta que mi enfado descubría la paternal guasa del cuento.
Desde pequeño he convivido con los tomates, su piel lisa y brillante y roja, su pulpa jugosa, olorosa, sabrosa, troceada al medio como quien trocea una pasión y salpicada con unos granos de sal gorda como quien salpica el vuelo de la libertad. Y ahora nos proporcionan tomates azules. Quizá pronto perderemos, como tantas cosas, la encendida entraña del tomate, roja como una lengua de fuego pecaminosa. La belleza cárdena del tomate será sustituida por la frialdad científica de unos tomates azules que son tomates pero no son rojos. Tomates azules que no son fruto de la doméstica aspereza de la tomatera sino de una biofactoría productora de células que trabajan para nuestra salud. Tomates azules convertidos en biofactorías. Tomates azules que tal vez no sacien tu apetito, aunque produzcan proteínas con fines terapéuticos. ¡Qué bárbaro, lector amigo! El licopeno de un tomate azul reducirá la aterradora posibilidad de desarrollar cáncer de pulmón, de tracto digestivo o de próstata. Con su poder antioxidante y sus fines terapéuticos, te aseguro que llegará el día en que se elimine la enfermedad y nos hagan morir perfectamente sanos.

COMER LAS MANTECAS
JUAN GARODRI
(4-11-2006)

Sufro invasión informativa con esto de las elecciones catalanas. Una especie de patología mediática, a juzgar por el conjunto de síntomas informativos que muestran radio, prensa y televisión. Deben de ser muy importantes las elecciones al Parlamento catalán, pienso. Porque mientras la mayoría de los ciudadanos apenas se entera del resultado de las elecciones murcianas o asturianas o riojanas, las sopas con honda electorales en Cataluña han producido un atiborramiento informativo de mucho cuidado. Bien. Todo el mundo sabe que ha ganado Convergencia i Uniò. Pero como si no hubiese ganado. Porque resulta que han ganado todos. Esto me recuerda la anécdota del corredor de fondo: Ganó medalla porque llegó el tercero. (Sólo habían corrido tres). No resulta sorprendente lo de las ganancias electorales: todos ganan. Aunque CiU haya conseguido más diputados, van los otros, se unen (coalición lo llaman, o pactos) y juntos consiguen más escaños que CiU. Y, hala, a gobernar. No han ganado pero han ganado. A esto lo llamaban antiguamente comer las mantecas al vecino.
Hay un aspecto, a pesar de todo, digno de tener en cuenta. Puede que hayan ganado los políticos, pero no ha ganado la política. Es decir, si casi la mitad de cinco millones de votantes (el 43,23 %) se ha abstenido, no ha ganado la política. Muchos catalanes (2.253.417) han dado un corte de manga a los políticos, manifestando claramente que no les interesa su gestión, constituyan ‘fuerzas’ de derechas o de izquierdas. La manifestación de Manuela de Madre en el sentido de que estas elecciones las han ganado las ‘fuerzas’ de izquierda catalanas, me parece una apreciación partidista, y eso precisamente es lo que no interesa a la ciudadanía. Los políticos deberían sentirse avergonzados, en lugar de eufóricos. Durante los últimos días de la campaña se han dedicado a llamar al gentío para que acuda a votar, han recurrido a la conmoción psicológica del gentío para que acuda a votar, han aporreado las entretelas identitarias del gentío para que acuda a votar, y la mitad del gentío va y no acude a votar. No les han hecho ni caso. Los políticos deberían manifestarse menos exultantes por sus ganancias en votos si la mitad del personal no vota.
EL DAÑO QUE NO CESA
JUAN GARODRI
(28-10-2006)

Es evidente que los acontecimientos en los que actualmente se mueve la sociedad política están causando (y pueden causar) un daño enorme a la democracia. Existe una penalización conceptual de la ciudadanía a la democracia. Pena de daño. O lo que es lo mismo, separación y distancia, disociación, privación. Cuando existía el infierno (lo digo porque dicen que ya no existe puesto que no es ‘un lugar’, lo cual que no deja de ser una broma pesadísima, tantos siglos asustando al personal para nada), se disponía en él de dos clases de penas: pena de daño y pena de sentido. La de sentido consistía en achicharrarte como pollo asado sin que el achicharramiento acabase jamás. La de daño consistía en permanecer para siempre (eternidad) separado de Dios, privado de su visión beatífica. El castigo infernal consistía, fundamentalmente en la pena de daño, por ello los teólogos medievales, confeccionadores minuciosos de tal doctrina, llamaron ‘damnati’ a los que iban a parar de cabeza al infierno. No dejaba de ser una idea, aceptada como realidad. Era una interpretación del ser, curiosamente adelantada en años a la teoría de la ciencia, de Fichte, cuando establece la idealidad como realidad.
Tomando por los pelos el asunto del daño, ¿qué otra cosa hacen los políticos sino condenarnos a la pena de daño? La sociedad va separándose de ellos, y día vendrá en que muchos, quizá la mayoría de los ciudadanos, prefiera el alejamiento y la privación de su presencia. La corrupción política y, sobre todo, urbanística, trae de uñas al personal. Si unos atribuyen a dos ex alcaldes madrileños del PSOE el ingreso de unos milloncejos en Andorra, otros cazan a un concejal del PP que dice, el tío: «De los 30.000 millones yo quiero mi 11 %, tú me das la pasta y yo me piro». En plan mafioso, tú. Y en este plan por todas partes. ¿Cómo los representantes de la democracia pueden ser antidemócratas, según se desprende de los hechos? El guirigay belicoso que azota a los partidos políticos es un ejemplo de daño. Resulta que la democracia, en estos casos, se convierte en un extraño sistema que no genera demócratas.