sábado, 31 de octubre de 2009

TÉRMINOS ESCATOLÓGICOS
(23-4-2005)
Juan Garodri


Discúlpame, oh lector pudoroso, por empezar hoy estas letras utilizando un término casi ofensivo para la letra impresa: cagar. Vade retro. Tabú. Tan tabú que ni siquiera don Julio Casares lo incluye en la II parte (Parte analógica) de su diccionario. Para compensar (y justificar) la malsonancia del disfemismo no sé si dar el cambiazo, proseguir en plan docente y hablar del cambio semántico. No sé, ya digo. Que luego el letraherido me considera un tipo pretencioso. Así y todo, me arriesgo a exponer que muchas palabras cambian de significación con el correr del tiempo, cambio ocasionado por una serie de factores diversos. Hans Hörmann, en sus “Fundamentos para una semántica psicológica” (un tocho tipo plasta de vaca de más de 600 páginas) se empeña en demostrar, utilizando las teorías lingüísticas de autores pesadísimos, su desconfianza de un lenguaje «en sí», abstracto, estático, desvinculado de la realidad y de los hablantes, plagado de normas gramaticales que la función comunicativa se salta despiadadamente cada día en la calle, en el mercado, en el botellón y en el bar de copas. Lo que define el lenguaje, lo que hace que tenga sentido, es su visión dinámica y funcional, sin miedo a las «impuras» salpicaduras del vivir diario y del convivir. Además, las palabras cambian de significación cada dos por tres debido a factores sociales (tabús, eufemismos, connotaciones socializadas), factores psicológicos y factores históricos. A este respecto es inevitable mencionar el ejemplo de ‘retrete’ (tan sobreutilizado en todas las clases de lengua de todos los institutos de toda España). Usted sabe, nadie disponía de cuarto de baño en las antigüedades, así que el personal se desplazaba a la cuadra o al huerto o a la esquina de la iglesia para desahogar el cuerpo. Cuando las poblaciones crecieron y dejaron de estar en el campo, no hubo más remedio que utilizar un aposento de la casa para lo del desahogo. Y entonces aparece el maestro Covarrubias y va y llama ‘retrete’ (del participio latino ‘retractum’, retirado) al tal aposento. De manera que un cuartucho oscuro y retirado, que ni era retrete ni nada, se convirtió en retrete. Después afloró otro cambio semántico debido a la connotación socializada que nos invade y, como lo de retrete parecía un término agreste y pueblerinamente out, apareció el de ‘cuarto de baño’, y después el de ‘inodoro’, más ciudadanamente higiénico y más in.
Este rollo patateramente erudito viene a cuento de que hace pocos días, oh lector, leí en un diario de tirada nacional que «doce profesores y quinientos alumnos acaban de pasar una semana en la Universidad de Huelva debatiendo sobre lo escatológico». Sobre la mierda, vamos. La mierda sienta cátedra, decían los titulares en negrita tipo 26. Bien está. La palabra tabú empieza a aparecer impresa y todo el amplio campo semántico que la rodea (cagar, cagalera, cagarruta, cagadero, cagancha, cagada…) invade los diversos estratos sociales y los interlocutores se dejan en paz de eufemismos y lindezas. Siguiendo la docencia de la Universidad de Huelva no dudes, oh lector abnegado, que llegará el momento en que las Señorías del Congreso pidan permiso para ausentarse de la sala por apretujones de cagalera y que el señor presidente los autorice con un sonoro ‘puede su señoría irse a cagar’. Al fin y al cabo, el término no puede parecer grosero en el contexto del hemiciclo nacional dada la considerable cantidad de mierda que a diario se sueltan ad invicem los señores diputados. No hay más que recordar la sesión vespertina del pasado miércoles, día 27. Pataleos, abucheos, insultos y descalificaciones. La sesión mantuvo las características de una olorosa cagada. ¡Viva la libertad verbal!

No hay comentarios: