jueves, 22 de octubre de 2009

EL CHOCOLATE DEL LORO
(18-12-2004)
JUAN GARODRI


Rigurosamente cierto. Miércoles, 8 de la tarde en un pequeño bar. Parte antigua de Plasencia. Paseaba por esas calles estrechas llenas de piedra y de misterio que rodean el parador nacional y el frío me enfriaba las orejas. Decidí refugiarme en un bar al abrigo del café. Entro y el silencio de los clientes era inhabitual. Mantienen el vaso de la consumición en la mano, la boca entreabierta, la vista clavada en el aparato de televisión. La voz entrecortada y llorosa de Pilar Manjón, en nombre de las víctimas del 11-M, acusa a la Comisión de canibalismo político y de haber utilizado a las víctimas como “arma arrojadiza”. Exige la creación de una nueva Comisión formada por expertos, de la que no formen parte los políticos. También exige que los medios de comunicación no utilicen las imágenes de la masacre como medio para subir la audiencia. El varapalo a la clase política y a los medios de comunicación es clamoroso. Los clientes se alborotan y claman contra los políticos tildándolos de caraduras, chupones y vividores. Tal vez injusto, sí. Pero claro índice de la profunda separación que existe entre el pueblo llano y la clase política.
—¡Sólo nos utilizan para sacarnos el voto!—, dice uno.
—Deberíamos votar en blanco —dice otro—, ir a votar como demócratas, pero manifestar con la papeleta en blanco que no nos interesan estos políticos, ni unos ni otros.
La discusión se encona. Se discute si la comparecencia de Zapatero en la Comisión del 11-M ha sido igual o parecida a la de Aznar hace dos semanas. Uno sostiene que qué va, que ni con mucho, que la de Zapatero no ha sido igual, ni siquiera parecida, a la de Aznar, que dónde va a parar, que Aznar ha sido mucho más lúcido, eso sí, aunque más contundente, y a ratos duro ¿eh? Pero que vamos, que ha descubierto a la ciudadanía las maniobras sucias e insidiosas del PSOE y de la SER para cargárselo, y que Zapatero lo único que tiene es talante y palabritas para establecer un pacto de gobierno. Otro levanta los brazos y a ratos la voz y le dice que si tiene ojos en la cara o qué, que si no ha observado en televisión la comedida y justa dureza con la que se ha empleado Zapatero para desenmascarar sin disimulos políticos la mentira oficial del PP. Otro dice que Zapatero es un presidente débil, prisionero de los pactos que ha realizado para acceder al poder y sobrevivir en él.
—Esa es la tesis de la derechona —le responden—, no puedes soportar que gobiernen otros.
—¿La derechona? —dice arrugando el ceño—, más vale que te fijes en la izquierdeta, esa de la Teresa Fernández de la Vega que, ensombrecida por el humo de sus cigarros, no ve más que señores tenebrosos e inmovilistas entre los jueces y los curas.
—No tienes razón, menos ahora con el programa expuesto en el Código de Buen Gobierno (el Arcipreste de Hita escribió algo parecido, el Libro de Buen Amor, sólo que en clave medieval y teocéntricamente moralizante). Fíjate, añade, quieren eliminar los tratamientos ostentosos, lo de excelentísimo, ilustrísimo y todo eso. Incluso el presidente y los ministros dejarán de ser excelentísimos y vendrán a ser sólo señores.
—Sí —responde—, una comedieta oficial para deslumbrar al ciudadano y hacerle creer en la proletarización de los cargos. A veces la demagogia ejerce efectos equilibrantes entre las imposibles igualdades (o semejanzas) manducatorias de los cargos políticos y el personal de a pie.
—Si quieren mostrarse humildes —suelta otro— en plano de igualdad con la ciudadanía, más vale que dejen los cochazos de representación y vayan en utilitarios, que se llega igual a todos partes; que dejen las cenas en la Moncloa o en el palacio de Oriente y cenen en el Dudua, que es menos ostentoso.
—Más les vale ser transparentes y dar de lado a la ostentación y al erotismo del poder.
—Mantener el canibalismo político y conservar el audi para prescindir del ‘excelentísimo’ es como prescindir del chocolate del loro.
Eso decían.

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