jueves, 15 de octubre de 2009

BABILANDIA
(28-3-2004)
JUAN GARODRI


Babilandia es el país en el que abunda la baba. Y como hay tanta baba en Babilandia pues unas veces la baba es buena y otras mala. Para tanta baba, son necesarios los baberos porque, de no ser por ellos, el gentío iría perdido de baba. Antiguamente, llevaban babero los niños. Ahora no. Ahora en Babilandia llevan babero los adultos, mayormente si son personas importantes. Eran un encanto, las criaturitas con el babero. Bien desinfectado, naturalmente. Las abuelas se encargaban de la desinfección a base de lejía y refregones. Las abuelas eran las hadas que se aparecían para remediar las necesidades, sin lentejuelas ni varita mágica, apariciones permanentes porque no desaparecían, varadas en la hoja de servicios del afecto, delfines cariñosos con la luz de mil mares en los ojos. Las abuelas fregaban el babero con jabón casero, de sosa y aceite, que eran las sobras del cariño. Las penas con pan son menos. Y las babas con ternura no eran repugnantes. La ternura de las abuelas. Las abuelas retorcían también el babero impregnado de mala baba. Pero a ellas parecía no importarles. El babero de los suyos, por mugriento y roñoso que estuviera, no era algo sucio. Y la baba de los suyos, por repugnante y repulsiva que fuera, no era baba. Sólo era baba asquerosa la de los otros. Simplemente.
Veo a muchos con el babero puesto para depositar la (mala) baba y evitar de esta forma que se manche la camisa de tres picos. “El sombrero de tres picos”, escribió Pedro Antonio de Alarcón en 1874. Picaresca castiza y decimonónica que sustenta la venganza que el molinero se toma del corregidor. La mala baba del viejo libertino necesitaba un babero algo más sucio que el que usaba la molinera. Y es que la baba se le cae a muchos, se le está cayendo, cuando descubren o alcanzan o casi tocan con la mano su oscuro objeto de deseo. Abundan medios de comunicación en los que la (mala) baba aflora sin indicios de repugnancia. Supuesto: Si resulta que un tipo sube poco a poco, o de golpe, en la escala social, gracias a su esfuerzo o a su inteligencia, pero sus ascendientes no fueron nadie, usted comprende, su padre un borracho, su madre una friegaportales algo puta y su parentela una especie de bazofia barriobajera, ya puede ingeniárselas para brillar por sí mismo: la (mala) baba dudará siempre de su valor personal o profesional por una razón simplicísima, descender de quien desciende. Sin trayectoria. Sin pasado. Sin lustre generacional. Sin abuela que le haya lavado, tendido al sol y planchado el babero de la insignificancia. Si hay alguien parecido al supuesto, ya puede lavarse porque la (mala) baba lo embadurnará sin remedio. Algo así ocurre ahora, me parece, quizás exagero atolondradamente, usted perdone, la baba me produce un asco tan impulsivo, tan inmediato y remendado, el asco de la infección producida por hongos, ya se sabe, los hongos aparecen, crecen, se multiplican gracias a la corrupción y al parasitismo, no en vano viven sobre materias orgánicas en descomposición, algo así ocurre ahora, pues, con las buenas intenciones de José Luis Rodríguez Zapatero, de dónde sale éste, con tales ascendientes políticos, como aquella tapadera de los GAL y la guerra sucia llamada Eligio Hernández, como aquella larga mano de Rafael Vera, uñas afiladas que raían los fondos reservados, como aquel espionaje ilegal que Alonso Manglano extendió para cazar a jueces y empresarios. Quienes utilizan el babero para limpiar o enmascarar su (mala) baba aseguran que Zapatero gobernará “bien” poco tiempo, porque los rapiñadores ahora ocultos pronto mostrarán sus garras.
En la otra pesa del balancín, aparece la (mala) baba del ensañamiento contra Alfredo Urdaci. Juro ante el altar de Polimnia que nunca me ha caído simpático. La entonación saltarina de sus frases descompone el grupo tónico y se carga la prosodia castellana. Aún así, me encrespa la (mala) baba, sin babero ni nada, que se ha destilado contra él. A qué viene tanta sangre, hay que desangrarlo, convertirlo en cadáver perpetuo, disecarlo a fuerza de taxidermia denigratoria. Manipulador de informativos. Tal vez. ¿Acaso no hay otros manipuladores? La prensa está manipulada, el cielo (de las ondas) está muy manipulado, quién lo desmanipulará, el desmanipulador que lo desmanipule buen desmanipulador será. No caerá esa breva. ¿Dónde está el desmanipulador que desmanipule a los manipuladores? ¿Sólo Urdaci es manipulador? Según Jiménez Losantos (derechona pura), he aquí los grandes manipuladores: Rubalcaba y el imperio de Polanco, oséase, el PRISOE. Manipuladores que mintieron más que Aznar. A Losantos se le cae la (mala) baba. Tendrá que quitarse el babero para desinfectarlo. El PP ha perdido las elecciones. Punto. Es la ley de la democracia. Para que unos ganen otros tienen que perder. Así que este ensañamiento contra Urdaci es en realidad ensañamiento manipulador contra el PP que mintió, miente y seguirá mintiendo. ¿A quién interesa este sonsonete repetitivo? ¿Es que no puede haber un justo equilibrio (des)manipulador? El gentío no es tonto y se da cuenta de que la venganza filmada en las películas del Oeste sigue en vigor dentro del panorama manipuladamente político con más fuerza que nunca. La (mala) baba, neutralizado el adorno aséptico del babero, no sólo pretende derrotar al adversario: hay que despedazarlo, triturarlo, reducirlo a cenizas, no vaya a ser que le dé por resucitar de entre los muertos. Con la incineración es más difícil lo de resucitar por antojarse más laboriosa la reconstrucción final.
En fin. Mala suerte, digamos, la de Aznar que, solo ante la portería contraria, remata fuera. La baba de los desmanipuladores lo ha empantanado. Quizá él no se colocó el babero convenientemente.
Andrea Alciato escribió en dísticos latinos sentencias morales. Una de ellas, citada por Sebastián de Covarrubias, dice así: «Alciato hace un emblema de la cabra que, después de estar ordeñada, derrama la colodra con darle una coz, a la cual son semejantes los que habiendo procedido con buen término y ganado opinión por mucho tiempo de su vida, al cabo lo estragan todo con rematarla mal». (Con la baba que ustedes quieran atribuirme). Fin.

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