lunes, 12 de octubre de 2009

EL PLEONASMO Y LA ABERTURA DE BOCA
(1-2-2004)
JUAN GARODRI


Leí una entrevista que hicieron no hace mucho a Rosa Montero. La autora de La hija del caníbal se expresaba, creo recordar, con la soltura que dan los años a quien publica en periódicos, revistas y editoriales, esa contundencia que la caracteriza, falsamente candorosa, de que no hay quien le tosa a la hora de largar. «No hay castigo más penoso para un escritor que copiarse a sí mismo», dijo la autora entre otras cosas interesantísimas. Rosa Montero es intelectual de izquierdas. Y cuando un intelectual de izquierdas coloca una rotonda en una entrevista, los demás tienen que asentir en silencio, la cabeza baja, mirando las ranuras de las baldosas, dándoles golpecitos con la puntera de las zapatillas, girar en el sentido de la ruta y a callar.
Así que no puedo copiarme. Y mira que el tema de hoy corre parejo con el de la semana pasada: ya saben, esas cosas que dejan a uno con la boca abierta. Porque si en lugar de citar a Rosa Montero va uno y se pone en plan listo y cita a don Gabriel, García Márquez para los literatos, Gabo para los íntimos, bueno, es que entonces a la intelectualidad de izquierdas se le afloja el culo con la suavidad de un calisay mental.
En realidad, no sé a qué viene todo esto porque a mí no me gusta el calisay. En realidad, es una bobada hablar de intelectualidad de izquierdas —toda redundancia es una bobada— porque si se es de izquierdas se es intelectual. O concretando, cualquier intelectual, si quiere serlo, tiene que ser de izquierdas.
Es como la redundancia de las ‘antiguas pesetas’, sintagma socializado que el locutor o presentador televisivo nos coloca de vez en cuando, enterada e intelectualmente, para descifrar una cantidad expresada en euros. (Si se trata de Alfredo Urdaci, no. Lo que dice Urdaci no lo dice intelectualmente). Y así como las pesetas son pesetas siempre, ni antiguas ni modernas, y es suficiente para el significado de la frase decir solamente pesetas, así también los intelectuales siempre son de izquierdas, ni de centro ni mucho menos de derechas, y es suficiente para el sentido del término utilizar simplemente el de intelectuales. Lo demás son redundancias innecesarias, como toda redundancia. Lo demás constituye algo así como un pleonasmo vicioso, según Lázaro Carreter.
¿Intelectual?. Creo que me he perdido. Ah, sí. Hablaba de que intentaré no repetirme, o copiarme, que hace feo. Aunque confieso que me resulta difícil porque la boca tiende muscularmente a quedárseme otra vez abierta, muy abierta.
Un pleonasmo, no sé si vicioso, es el libro que acaba de publicarse en el que se desvela la obsesión de García Márquez por el poder. ¡Qué fuerte!. Y ahí me tienes con la boca abierta. (Paréntesis permisivo: añadir que están los dos monísimos en la foto que acompaña la reseña de prensa, Gabo y Fidel, con sus pantaloncitos cortos, afectuosa y lateralmente abrazados). La gran amistad que une a Fidel con Gabo se asienta en una elongación de muchos años. Si la elongación es la distancia angular de un astro al Sol con relación a la Tierra, cabría preguntarse, en el caso que nos ocupa, quién es el astro, quién es sol. Lo aparente sería pensar que el astro es García Márquez y el sol Fidel Castro. Uno es el escritor, el literato, el intelectual; otro es el político, el jefe, el amo. Y así como el astro tiende a dirigirse al sol, el literato, en este caso, tiende a dirigirse al político poderoso. Pues no. Resulta que no. Resulta que es al revés. El sol busca al astro. Al parecer, Fidel gira alrededor de Gabriel. Gabriel está obsesionado por el poder y, ladinamente, no acepta ni mucho menos ostenta ningún cargo, pero se las apaña para manejar en la sombra a Fidel y mover los hilos de sus estrategias políticas desde los pasillos de la Escuela de Cine de San Antonio de Baños. Estas actitudes de Gabriel no tienen nada que ver con el aspecto literario sino con la frustración del pobre. Debido a que Gabriel fue pobre en su infancia, pero pobre pobre, está fascinado por la posesión del poder, posesión personalizada en Fidel. Y no es el primero. Con el panameño Omar Torrijos ya intentó otro tanto, pero sin éxito. La boca abierta de intelectualidad esplendorosa.
Un pleonasmo redundante, o sea, vicioso, es la jitanjáfora política que la ciudadanía soporta un día tras otro. Los medios de comunicación no se cansan de mostrar el rostro del señor Carod-Rovira, un rostro sonriente, rostro de triunfador de la demagogia, rostro del tendero orondo y satisfecho que pregona una mercancía que le rinde sus buenas ganancias. Parece imposible que un rostro tan risueño, un bigote y unos ojos bonachones y cercanos, tengan esa capacidad tan profunda de desprecio e ignominia. El odio a España no se le nota en los ojos ni en el bigote, por eso lo expresa con palabras. «Somos la única izquierda catalana que no se arrodilla ante Madrid». Quizá por esa actitud negativamente genuflexa prefiere que las víctimas caigan fuera de su predio tripartito. ¿Será intelectual Carod-Rovira? En la metonimia de ‘no arrodillarse’ aparecen esplendorosos los gritos nostálgicamente revolucionarios del ¡no pasarán! ¡Viva Cataluña libre!. «¿Libre?» Me dijo ayer mi tío Eufrasio.«¿Y quién tendrá esclavizada a Cataluña? No lo sabía». En la metonimia de ‘ante Madrid’ aparece envenenado el resentimiento hacia los españoles. Puede que el señor Carod se arrodille ante otros, él sabrá ante quiénes, pero jamás se arrodillará ante Madrid que es la sinécdoque de España.
El pleonasmo espérpentico de la situación queda chicas las páginas de Luces de Bohemia. Por una parte, Zapatero exige a la Fiscalía del Estado que investigue el uso electoral que el Gobierno ha hecho del CNI y que aclare la actuación de Carod-Rovira al reunirse con ETA. Por otra, ERC pide al fiscal jefe del TSJC que investigue las razones por las que todo el mundo se atreve contra ellos. Finalmente, Cardenal anuncia diligencias sobre la reunión entre ETA y Carod-Rovira. Mientras tanto, el personal asiste al circo con la boca totalmente abierta.
Existen pleonasmos diferentes. La redundancia expresiva de los rostros marca diferencias redundantes. Mientras el rostro de Carod-Rovira se muestra sonriente y triunfador, él sabrá por qué, el rostro de Rodríguez Zapatero muestra una seriedad tristísima, esa que anuncia la alerta de las Comunidades en situaciones de riesgo por tormentas, al tiempo que el gesto del señor Maragall muestra un rostro de conserje, ese al que le han escondido las llaves. Por otro lado, mientras el rostro de Carod-Rovira muestra la redundancia pretenciosa del no acojonamiento ante el PP, el rostro de Aznar expresa una seriedad funeraria, el entrecejo fúnebre del que nunca ríe para que no se le empinen los pelos del bigote.
Son actitudes y gestos que dejan a la ciudadanía con la boca abierta y desencajada, aunque la redundancia pleonástica sea inapropiadamente abundante y huela a cieno.

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