jueves, 22 de octubre de 2009

EL AULA
(8-1-2005)
JUAN GARODRI


Año Nuevo, vida nueva. Es el sonsonete de siempre. Dolor de corazón, esa vida pasada. Propósito de la enmienda, ese futuro lábil. El año 2004, repleto de acciones reprobables (¿habrá que recordarlas?), negras como pozos, profundas como abismos. Las hemos realizado. Las hemos padecido. A otros compete la solución, la enmienda. Año Nuevo, vida nueva. Que se lo digan a los alumnos, que se lo digan a los profesores. Vida nueva, ¡qué risión! Quién fue el iluso que ideó la frase. Vida nueva. Aulas repletas de tecnología y ordenadores. Aulas vacías de esfuerzo y buen comportamiento. Hace algo más de un año (HOY, 5-10-03) escribí en estas mismas páginas una Tribuna titulada “Lo de los ordenadores”. En ella criticaba razonadamente, razonablemente, el ‘atiborramiento’ de ordenadores en el aula. No critiqué la importancia del ordenador como instrumento formativo para ser utilizado en el aula. Critiqué, ya digo, su atiborramiento: un ordenador por cada dos alumnos. La Junta de Extremadura lanzaba a bombo y platillo la decisión de atiborrar de ordenadores las aulas. Tecnología a punta pala. No fui entendido. La Consejería de Educación contestó con otra Tribuna (aunque sin nombrarme) en la que se resaltaba la importancia del ordenador en el aula (cosa que jamás puse en tela de juicio) y en la que se aseguraba, además, que personas sin el suficiente conocimiento del tema se atrevían a criticar la acción educativa de la Junta. (Supongo que se refería a mí, autor de la Tribuna criticona. Admitiendo el supuesto, asegurar que no conozco el tema de la educación en el aula es algo así como asegurar que Luis Aragonés no entiende de fútbol por proferir frases de contenido racista. Inmodestia). Año Nuevo, vida nueva. Ordenadores y nueva tecnología. Aulas hay en que los alumnos han arrancado las bolitas de los ratones y, además, han cambiado el orden convencional de las teclas, con lo que el teclado se ha convertido en un divertido y apasionante juego burlesco y carcajeante cada vez que el profesor/a decide la utilización ‘didáctica’ de los artefactos.
Año Nuevo, vida nueva. Aprender a sobrevivir en el aula. La agresión psíquica (y la física) va generalizándose y a diario hay que convivir con insultos y amenazas de algunos alumnos/as que no permiten el normal desarrollo de la clase. Los técnicos apesebrados en las instancias educacionales ignoran ¿deliberadamente? que el funcionamiento del sistema educativo no depende de la política sino de la docencia, y olvidan ¿deliberadamente? que la solución al deterioro educativo (que aumenta cada día, digan lo que digan los demás, pregunten si no al profesor/a o al maestro/a que se escoña a diario contra la actitud desinteresadamente despectiva de los asistentes) no depende sólo, digo sólo, la solución no depende sólo de la tecnología y el aumento presupuestario de medios: depende de que el profesorado recupere la autoridad perdida y se impida que a los alumnos/as les resulte gratis ser violentos. La violencia irrumpe con fuerza en las aulas españolas. Si es cierto lo que leo en un informe actualizado, un 21,7 % de profesores reconoce haber sufrido violencia física y cerca de un 40 % violencia verbal. Me llamaron demagogo cuando conté la anécdota de la joven profesora, traumatizada por la frase que le espetó un alumno. Acababa de reprenderlo porque el tipo le había lanzado el borrador contra la espalda al tiempo que ella escribía en la pizarra. No aceptó la reprensión el tipejo, se le acercó y, acompañándose de un gesto obsceno, gritó: «¡Voy a hacerme una paja por ti, belleza!». Gracioso ¿no?.
Entretanto, los sabios conejos de la Educación discuten si son galgos (Logse) o podencos (Loce) los perros que se acercan por el sendero.

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