miércoles, 21 de octubre de 2009

LA PATA
(16-10-2004)
JUAN GARODRI


Hasta el corvejón. Hasta ahí meten la pata, como los burros cuando se salían del camino y se hundían en el barrizal en la época de las lluvias. El pollino se quedaba mirando desolado la imposibilidad de retornar al sendero y el arriero lo descinchaba, le quitaba la albarda, le tiraba del rabo y se hartaba de pegarle palos hasta que lograba aposentarlo en terreno firme. Así ocurre con los que meten la pata hoy día. Sobre todo si son metedores de pata famosos. Casos recientes. Luis Aragonés metió la pata con lo de «negro de mierda». Resulta que para animar a Reyes, que entrenaba desganado, Luis le gritó algo así como
—¡Joder, échale huevos!, que tú eres mejor que el negro de mierda del Arsenal.
Metió la pata. Un racista, eso es lo que es Luis. Los arrieros se pusieron a darle palos y no sé si habrán parado a estas alturas de la quincena. (Los arrieros mediáticos, prensa, radio, televisión, usted comprende, actuales repartidores de candela criticona y feroz).
La tecla del racismo salta a la más mínima, que se dice, y no se tiene en cuenta la singularidad de la frase, una simple frase no puede definir a nadie como racista, sí lo definiría la pluralidad de frases, ese negro de mierda, o por el estilo, pronunciadas con animo ofensivo frecuentemente y a diario por el sujeto. Si yo digo que Saramago, por ejemplo, es un portugués de mierda, nadie me tildará de racista, dirá que es pura envidia lo que me corroe. Si yo, hombre blanco (jau) le digo a otro hombre blanco ‘eres un andaluz de mierda’ (por ejemplo, a mi vecino) él no correrá voceando que soy un racista, me dirá muy tranquilo que soy un gilipollas. Si a Thierry Henry alguien le dice que es un negro, el hablante no es racista porque, efectivamente, el futbolista del Arsenal es negro. Luego el matiz ofensivo de la frase reside en el complemento preposicional ‘de mierda’, no en la atribución de ‘negro’.
En fin que, a mi parecer, la prensa, sobre todo la inglesa y algo la francesa, ha perdido aceite con el sambenito de racista que le ha colocado a Luis, a pesar de que su frase, en un rapto de excandecencia entrenadora, constituyese una metedura de pata.
Otros casos de metedura de pata hasta dentro muestran nuestros mandamases políticos cada dos por tres. Me refiero a los próceres nacionales. Los regionales meten la pata cada dos por diez y los locales la meten cada dos por cien. El más reciente, que se sepa, ha sido protagonizado por Alberto Ruiz-Gallardón, según aseguró Esperanza Aguirre cuando lo del desfile el Día de la Fiesta Nacional. «Has metido la pata otra vez, con lo bien que estabas calladito», dicen que dijo.
A quién se le ocurre, Gallardón, usted comprende, un ambiguo de la política, pretendiendo plantarle cara a Esperanza Aguirre con lo de la lista alternativa, y colocando como cabeza de lista, además, a su vicealcalde Manuel Cobo con lo que, si le resulta la jugada, él quedaría como alcalde Madrid y, al mismo tiempo, como presidente en la sombra de la Comunidad madrileña. (El jueves sacó la pata, bastante enfangada, porque Cobos sólo recibía un raquítico 10 % de respaldo). Metedura de pata la propuesta pública de la doble lista. Sobre todo para Esperanza Aguirre que no tolera que le metan la pata.
Éstas de los políticos son meteduras de pata bochornosamente esquizofrénicas porque, a lo que se ve, los políticos proclives a la metedura de pata muestran una aparente disociación específica de las funciones psíquicas, puesto que en vez de buscar el bien de la ciudadanía, que es lo suyo, confunden mentalmente el objetivo y procuran el bien personal, poder y todo eso, que no debería ser lo suyo.

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