lunes, 12 de octubre de 2009

EL SOFÁ
(4-1-2004)
JUAN GARODRI


Hay quien piensa que el mueble más importante de la casa es el televisor. Sin televisor, una casa no es nada o, mejor, es algo: un vacío, una oquedad, una concavidad, una ausencia. Para rellenar el vacío se dota al televisor de vida propia, como puede tenerla el perro o el gato, el perro ‘bull terrier’ (tan actualmente de moda después de la muerte del amado perro faldero de Isabel II) que olisquea las zapatillas, o el gato siamés que dormita en el sillón. La vida propia del televisor está animada por el espíritu cultural que transmite, porque el televisor, más que un mueble, es un ente espiritual y cultural.
Aquí en España, la vida cultural del televisor se expande a través de los magazines mañaneros, la cocina de Arguiñano y el corazón navideño, donde el tic tac de las pulsaciones sube a cien con la sonrisa rubia de Anne Igartiburu. La vida cultural del televisor acrecienta su alegoría educacional y moralizadora con la telenovela de sobremesa y media tarde, porque los españoles somos muy noveleros desde que don Benito Pérez Galdós escribió los Episodios Nacionales y Valle Inclán se batió en duelo con el periodista que le criticó las colaboraciones.
Aunque los españoles también nos ilustramos, todo hay que decirlo, con programas de ámbito selecto y erudición variada que colorean nuestras preferencias de salsa rosa y nos colman de omnisciencia educativa con la información de ‘Aquí hay tomate’, por ejemplo. La vida cultural del televisor desarrolla su tendencia erudita al caer la tarde, como los ocasos de Machado, con los ‘talk show’ de señoras luctuosas y repintadas que entreabren el alma de sus condolencias con el rojizo resplandor de la sandía abierta por la cuchillada. O con los resúmenes doctamente antropológicos de ‘con T de tarde’. O con la apoteosis intelectual del Boris Izaguirre y sus vivas estentóreos al preservativo en la desnudez de un espectaculo (sin acento esdrújulo) multitudinario y pedagógico. La vida cultural del televisor, en fin, se despliega prodigiosamente durante las horas de la noche, y de la media noche, horas en que los españoles admiran la blanda corteza intelectual, la epidermis descaradamente esplendorosa e impúdica de ‘Crónicas marcianas’, o programas de entrevistas a personajes edificantes en los que se juega al insulto agreste como medio educativo. Es muy fuerte lo de la cultura y el espíritu televisivos. Así que el hecho cultural, queda dicho, se transmite a través del televisor. Y ya se sabe que la cultura televisiva es el alimento del alma, algo así como las pipas de calabacín constituyen el alimento del hámster. No es que quiera comparar la cultura televisiva con las pipas de calabacín, pero tal vez sí quiera. Y así como el hámster deglute sin descanso sus pipas, el televisor expone sin descanso importantes programas que constituyen el alimento imprescindible de quienes se alimentan de cultura televisiva.
Sin embargo, pienso yo que el mueble más importante de la casa no es el televisor. El mueble más importante de la casa es el sofá. Sin sofá no podría uno empaparse de cultura televisiva, porque a ver cómo el español aguanta de pie, o sentado en la rectitud cervical de una silla, las importantes horas del empape televisual. Además, el sofá tiene innumerables y útiles aplicaciones. Cualquiera, en su casa, puede convertirse en un estudioso repentino de la conducta humana y utilizarlo para observar las actitudes de los demás. La elasticidad de piernas y brazos, que en vez de cuatro parecen seis u ocho, se desparrama por el sofá y lo colma de sabiduría y desgana. Es una elasticidad discreta y previsora que abarca el respaldo y los brazos del sofá apropiándoselo geográficamente. A la que pueden, los padres españoles, por otra parte, se arrellanan en el sofá y esperan la hora de la cena entre la cerveza y el mando a distancia. El zapeo es una pulsión masculina que destroza los nervios de los demás televidentes, razón por la que prefieren largarse, no sin protesta y refunfuño familiar, y dejar a sus anchas en el sofá la mano zapeadora del paterfamilias. Desde el sofá se recoge el atónito parpadeo tras el que la pequeña pantalla arroja sus migajas informativas. Noticia política haciendo polvo la proclisis, un asesinato, noticia de políticos no proclíticos, un accidente con víctimas mortales, una riada en Méjico, un incendio en Los Ángeles, plan Ibarreche, una mujer degollada, otra noticia política sin proclisis, violencia en Irak, violencia en Palestina, 98 asesinatos en Madrid durante el año que termina, otra noticia de políticos no proclíticos, oleada de cartas bomba y amenazas en toda Europa, Cataluña quiere la independencia (¿dónde habré visto yo la cara de Carod-Rovira?), Cantabria quiere otro modelo de financiación, Andalucía pretende la reforma del estatuto andaluz, suben la luz, el agua, el teléfono y el billete de la Renfe, las Baleares tratan de conseguir el independentismo financiero y político, 50.000 muertos en el terremoto de Irán. Muertos no porque se haya abierto la tierra para tragarlos sino porque las casas sin apenas cimientos los han sepultado. Sentado en el sofá tal vez alguien piense que siempre le toca perder a los pobres. Unas horas antes del terremoto de Irán hubo otro de más intensidad en Los Ángeles y sólo causó dos muertos. Sentado en el sofá tal vez alguien piense que los muertos de pobreza son muchísimo más numerosos que los muertos por acciones terroristas. Sin embargo, los países ricos y poderosos apenas mueven dos dedos para combatir la miseria e invierten millones de dólares en armas para combatir el terrorismo. Sentado en el sofá quizá alguien piense que estas afirmaciones son demagogia pura, pero a muchos entristece que se enriquezcan los fabricantes de armas y se derrumben las casas de los pobres. Probablemente todo se deba a la hechura remolona y culpable del sofá.
Desde el sofá, zapeando en la televisión cultural y exhaustivamente informativa que los mandamases les ofrecen, los españoles contemplan el ir y venir de los desastres con la indiferencia acostumbrada de quien oye llover basura. A ver si el año 2004 que acaba de nacer, aunque sea bisiesto, les depara limpia salud televisiva y un sofá menos gafe.

No hay comentarios: