lunes, 12 de octubre de 2009

DELINCUENCIAR
(26-10-2003)
JUAN GARODRI


La semana pasada me referí a dos palabras que últimamente he visto utilizadas con relativa frecuencia en los medios de comunicación: fidelizar y delincuenciar. Acerca del uso de la primera manifesté unas opiniones más o menos acertadas y, como siempre, a unos parecieron oportunas y a otros inoportunas. Hoy comento la segunda: delincuenciar.
Cada cual es libre, indudablemente, de acomodar el uso de las palabras a sus preferencias expositivas, faltaría más. Cada cual puede usar el léxico como le salga de la punta de la nariz. Lo que me produce un significativo cabreo sordo es el hecho de que se utilicen neologismos recentísimos como extrañas flores verbales con las que acicalar el discurso. Aunque todo es posible hoy día (“al día de hoy”, dicen locutores y columnistas haciendo gala del galicismo).
Intuyo que el significado de delincuenciar viene a ser algo así como atribuir a alguien la cualidad de delincuente, es decir, la del individuo que comete delito. Ya en tiempos se quejaba Segismundo, en su famoso monólogo de la Vida es sueño, de que los dioses lo delincuenciaran, así por las buenas, por el mero hecho de haber nacido: «Ah, mísero de mí, ah, infelice / apurar cielos pretendo,/ ya que me tratáis así, / qué delito cometí / contra vosotros naciendo». Y es que los dioses siempre se han preocupado de delincuenciar a los humanos, abandonándolos en la profundidad de la culpa para que se conviertan en delincuentes durante las puestas de sol.
En estos tiempos tan jodidamente modernos, cada cual se cree un dios intocable e intachable y, envanecido de sus atributos divinos, considera poco menos que una mierda a quienes lo rodean, razón por la que se dedica a delincuenciar a todo lo que se mueva. En esta situación delincuenciante, me atrevo a pensar, no sin fundado temor, que pronto vamos a ser delincuenciados si, por un quítame allá esas pajas, la ultraderecha se asienta en Europa. Así que no hay que considerar como moco de pavo ni tocino de oveja el triunfo electoral que ha conseguido en Suiza la UDC, partido xenófobo y antieuropeísta. Sin olvidar el plantel de preocupantes flores del mal antibaudelairianas que emergen en las praderas europeas, como Philip Dewinter en Bélgica, Jörg Haider en Austria, Fini y Bossi en Italia, Pía Kjaerssgaard (que Dios me perdone si me fallan las letras) en Dinamarca, Le Pen en Francia, Edmund Stoiber en Alemania y Pim Fortuny, de feliz memoria, en Holanda. A esta plantilla de la euroliga delincuenciadora hay que añadir a Zhirinosvski, ultraderechista ruso, quién lo iba a decir, cómo alguien iba a pensar que de la tierra encharcada durante tantos años por el abono estalinista brotaría una ultraderecha en la misma Duma. O en Polonia. O en Croacia. Es decir, que vivimos tan ricamente, rodeados de bienestar y supermercados, homenajeados comercialmente por cortefieles, carrefoures y mercadonas, recompensados por la magnificencia clamorosa de los astros del fútbol, remunerados por el glamour y el olor a couché de la moda, retribuidos por la felicidad de la bienaventuranza urbanita, y va Suiza y se radicaliza y nos da por donde suena la trompeta con el banderamen de su ultraderechismo xenófobo.
La situación es preocupante y tal vez lo tengamos crudo. Puede ocurrir que la acción delincuenciadora se extienda como una plaga y la mayoría acabemos forzosamente uncidos al yugo que guíen los acusadores. Porque en tal situación no va a ser suficiente con mostrar una hoja de servicio en la que figuren referencias del tipo «Juan Garodri, opinante habitual, no delincuenciado». Todos andaremos con la mosca detrás de la oreja y el dedo acusador en la frente, huyendo del perseguidor que nos considere delincuentes por el hecho de pensar o de manifestar opiniones contrarias al cráneo que nos delincuencia. Y qué decir de inmigrantes y demás personal que busca trabajo con la desesperación de la vida. Jamás conseguirán el carnet que los acredite como ‘individuo no delincuenciado’, carnet necesario para conseguir el pan. Los armarios volverán a cerrarse y las pretensiones de los grupos homoeróticos se diluirán en la nada porque sus integrantes volverán a ostentar la categoría de seres delincuenciados. La Junta no podrá invertir en el ferrocarril, ni el Ave pasará por Extremadura, ni se concluirá la Vía de la Plata, ni la autovía se extenderá desde Plasencia hasta Castelo Branco porque no habrá Juntas ni Autonomías que distorsionen la unidad ciclópea del ente delincuenciador.
Así que me atrevo a afirmar que estamos en la inopia. Vivimos en una especie de alborozo desmemoriado que deslumbra y confunde. Todo va bien, dicen. Pero puede llegar el día en que sobre nuestras desnutridas carnes vistamos una raída chaqueta sin solapa. En su lugar, una chapa avisará a los viandantes de que somos individuos no delincuenciados. Gracias a ella podremos sobrevivir. Si acaso.

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