sábado, 31 de octubre de 2009

ARMAS INOCENTES
(2-4-2005)
JUAN GARODRI


Ha venido a verme mi tío Eufrasio. Su cara de irritación me ha sorprendido porque habitualmente no la muestra. Es más, casi siempre aparenta un rostro pacífico y manso, de natural bonhomía, que transmite serenidad y consejos. «Qué te pasa», le digo, «pareces mosqueado». «Nada», me dice. Yo comprendo que la negación adverbial es simplemente retórica y que, en el fondo, un cabreo sordo le desarticula los sentimientos y le aprisiona los conceptos. Cuando mi tío Eufrasio muestra esta apariencia crispada, la causa de su inestabilidad emocional es la política, no falla. Para otros, la causa de sus desequilibrios es el fútbol, si juega Raúl o no juega Raúl, esas cosas, o los toros, si ERC está empeñada en que desaparezcan los toros sin tener en cuenta la representatividad folclórica de los toros ni la tradición histórica tan arraigada en el alma popular y en la concepción festiva de los españoles, claro, ellos no son españoles, son catalanes, etcétera. Así que me dirijo a él y le digo: «No tienes buena cara». «No, no la tengo», me dice. «La política, sin duda», añado. «Sí, la política», responde. «Pues no es para tanto, en política hay que tomar las cosas como vienen». «Claro», se encrespa, «como a ti te importa un pito la política, que eres un agnóstico democrático, un tipo que no cree en la democracia, bueno, exactamente no eres eso, quiero decir, eres un tipo que no cree en la manera como los políticos organizan la democracia o la utilizan para sus fines partidistas, en fin, no sé, creo que me he liado, que eres apolítico en definitiva, aunque no creas, en realidad no existe nadie absolutamente apolítico; de la misma forma que no existen los sinónimos absolutos porque las palabras guardan alguna relación significativa entre ellas, siquiera lejana, así las personas mantienen siempre alguna conexión ideológica de simpatía o rechazo con los grupos políticos, y precisamente quien muestra esa actitud de rechazo tal vez sea más político que el simpatizante, porque el esfuerzo del enemigo por tumbar al adversario siempre es más poderoso que el del afiliado que lleva la bandera en la manifestación. Mira si no lo del vídeo de Aznar contra Zapatero. «Sí, creo que te has liado», le digo, «habitualmente no te embrollas de esa manera: más que una argumentación has llevado a cabo una exposición tautológica».
Es comprensible. Mi tío Eufrasio votó socialista, es fan de Zapatero y le sienta como un tiro el sonsonete del izquierdismo trasnochado y de salón del presidente, la guasita del talante, la mojiganga de los ojos azulclaro y la cuchufleta de la sonrisa perenne. No acepta el actual deterioro democrático español provocado por las luchas de poder, las acusaciones y las mentiras recíprocas. Siempre estuvo en contra de la fabricación y venta de armas (obscena justificación del terrorismo y de las guerras, dice, y alguien habrá o debería haber que obligue a los poderosos a destruir el ingente arsenal de horrorosas, pavorosas y destructivas armas que poseen USA y Europa. Porque las armas de USA y Europa también matan), así que lo ha puesto de los nervios el viaje de Zapatero al negocio de la venta de armas a Venezuela. Le digo que no son armas para atacar, que no son armas ofensivas, que son buques de vigilancia costera y aviones de transporte, que son armas para contribuir a la seguridad y la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo. Todo eso le digo, pero no traga. Guardó silencio, apretó los labios y sentenció:
—Ahora todo se justifica con los peligros del narcotráfico y el terrorismo: Franco también apelaba (siempre que pretendía justificar lo que tal vez era injustificable) a la conspiración judeo-masónica y el comunismo.

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