jueves, 22 de octubre de 2009

LA VERDAD NADA MENOS
(4-12-2004)
JUAN GARODRI


Vaya cisco que se ha montado a nivel nacional con la comparecencia del expresidente don José María Aznar en la comisión del 11-M. Tremendamente enconadas las posturas. Insultos y descalificaciones. Ráfagas crispadas de un viento feroz agitan las banderas políticas. Aznar acusa a la cadena SER y al PSOE de mentir para volcar el resultado de las pasadas elecciones generales. Rubalcaba y José Blanco, entre otros, acusan a Aznar de revanchismo y, a su vez, de mentir para desprestigiar la legitimidad del actual Gobierno. (Y dónde me dejas el caos parlamentariamente bananero que se montó en el Pleno del Congreso, guasa y chascarrillos aparte, a causa de la votación-suspensión de la reforma del CGPJ. Rajoy-Rubalcaba, en un pugilato amacheteado y acusica, se tiraron los trastos verbales a la cabeza en medio del regodeo general).
No voy a insistir en lo que los medios de comunicación han comentado hasta la saciedad durante la semana. Cada cual arrimando el ascua a su sardina política, naturalmente. Sí quiero exponer que el angelismo beocio conduce a posturas de simplicidad exasperante: predispone las tragaderas para comulgar con ruedas de molino descomunales. Cada rueda de molino eucarísticamente política se atribuye la posesión de la verdad. ¿Con qué derecho? ¿Por qué la información es verdadera si procede de un medio determinado y es falsa si procede de su contrario? Ah, la verdad. Los ciudadanos entretanto se preguntan perplejos: ¿Quién dice la verdad? ¿Dónde está la verdad, dónde se oculta? ¿Acaso todos mienten o no miente ninguno? ¿Todos son inocentes? ¿O acaso todos tienen razón (algo de verdad) en sus acusaciones porque todos son culpables de algo? Es moralmente imposible que sólo uno tenga toda la razón y el otro no tenga nada de razón. Que sólo uno posea la verdad y el otro carezca absolutamente de ella. ¿Acaso sustentan unos su legitimidad en la mentira y otros su frustración rencorosa en la verdad? ¿O la cosa es al revés?
Nadie ha conseguido deslucir la verdad tan a fondo como los políticos españoles están haciéndolo estos días. Porque supuestamente fundamentan su ganancia política no en el esclarecimiento de la verdad sino en el desarrollo de su contrario: la mentira. La realidad se aparta de los hechos con la mentira y entra en juego la lógica del lenguaje, que no es en sí una realidad sino una apariencia con la que se pretende disimular la realidad. De modis significandi escribió Tomás de Erfurt en el siglo XIII para comentar las triquiñuelas que pueden llevarse a cabo con una utilización partidista del lenguaje, es decir, con el uso enfatizado de la mentira. Es algo parecido a la doble verdad averroísta: por carecer de valor una afirmación en uno de los contrarios no ha de valer necesariamente en el otro. O lo que es lo mismo, hablando en plata: el hecho de que sea mentira (carecer de valor) la afirmación acusadora de Aznar contra el PSOE no garantiza la verdad en la afirmación acusadora del PSOE contra Aznar.
Ay, la verdad. En solemnes hexámetros expone Parménides los principios que desarrollan el camino de la verdad. «Se ha de pensar y decir siempre que sólo el ser es; en cambio la nada no es». No se trata, aunque lo parezca, de una simple tautología. Según los comentaristas filosóficos, Parménides conceptúa al ‘ser’ como opuesto al ‘devenir’, es decir, opuesto a ‘lo que puede ser’, a la nada; porque lo que puede ser todavía no es. Con la intervención conceptual de Parménides concluimos que la verdad es lo que es. Excluimos, pues, de su ámbito lo que puede o pudo ser. En fin, tanta comisión de investigación, tanto deseo de que se conozca la verdad, tanta palabra, tanta frase, tanta declaración, para ir a parar siempre a lo mismo: a lo que puede o pudo ser. A la nada. ¿Y la verdad? (Mientras, el ciudadano a verlas venir).

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