sábado, 31 de octubre de 2009

EL TALANTE Y ESO
(19-3-2005)
JUAN GARODRI


El personal se pregunta por todas partes (y no es cosa mía, que conste, porque con frecuencia me acusan: Te lo inventas, tío, te inventas la mayoría de las bobadas que escribes, lo tuyo es la poesía, eres negado para la prosa, consecuencia de tu carácter políticamente débil, no hay cosa peor que la anorexia política, cosas así me dicen entre bromas y veras, porque los amiguetas de barra muestran una mala, bondadosa mala leche con la que te sueltan la pulla, y encima tienes que sonreír como si te hicieran una caricia), así que, piensen lo que quieran, el personal se pregunta qué le pasa a España, qué crispación marujil y barriobajera acosa a nuestros líderes (y periodistas) que más que en gobernantes (y opinantes) los convierte en mandamases, en jefes de tribu, en capos de bandas políticas (o editoriales). El personal se pregunta si no sería lo mejor para la convivencia que los jefes se entendieran, que fundamentaran sus relaciones en un consenso progresista que redundara en beneficio de la ciudadanía, que olvidaran la cainita lucha partidista, que se abstuvieran del enojoso cruce de acusaciones sobre el futuro de España, que mandaran a hacer gárgaras los reproches sobre la política exterior del Gobierno, que cesaran en la dura lucha que mantienen sobre la reforma de la Constitución. Se pregunta el personal si es malo que se reforme la Constitución, y hay quien responde que no, que no es malo, que lo malo consiste en que, con la reforma de la Constitución como pretexto, los mandamases aprovechan para lanzarse dardos envenenados y atribuirse, respectivamente, el desprestigio de las instituciones. «Después de seis años de derechas, llevamos uno de derechos», dicen que ha dicho Zapatero. La frase ha circulado a más velocidad que el monoplaza de Alonso y la acera empieza a florecer chascarrillos. Así que el chiste de Moratinos (declaración de guerra a EE. UU) puede reposar tranquilo una temporada. El personal se pregunta qué droga adictiva ostenta el poder para conseguir que no quiera soltarlo quien lo posee y que quiera recuperarlo a toda costa quien lo perdió. (A este respecto, me permito hacer un paréntesis: lee uno con frecuencia que “los socialistas detentan el poder”, con el significado de que los socialistas “gobiernan”. Advierto a quienes escriben tan inexacta frase de que la usan con total impropiedad léxica porque el verbo ‘detentar’ significa ‘usurpar’, obtener ilegítimamente un derecho o cargo, y los socialistas gobiernan legítimamente, sin detentación de poder, desde que ganaron las elecciones generales hace ahora un año. No hay de qué). En ese tira y afloja de conservación-recuperación del poder se fundamenta la dureza de los comentarios que el miércoles se hicieron en el Congreso. Zapatero-Rajoy, por un lado, atribuyéndose recíprocamente la culpabilidad de las calamidades políticas que sufre España y, por otro, Eduardo Zaplana y María Teresa Fernández (ya ha dejado de fumar, oiga) dándose caña por lo del desprestigio de las instituciones. El personal se pregunta por qué los políticos no dejan la lucha dialéctica y se dedican a aunar esfuerzos para combatir el terrorismo, solucionar el paro, dar trabajo a los inmigrantes y bajar el precio de la vivienda. Que eso es lo que prometen en las elecciones. En fin. El personal se pregunta, atónito, qué ocurre en los refugios subterráneos de la Prensa. Se oye decir que Luis María Ansón pega el cambiazo: deja La Razón y se traslada a El Mundo. «Polanco tiene España a sus pies […]. Sólo Pedro J. sabe lo que hay que hacer para plantarle cara». Eso dijo Ansón. Será por lo del talante.

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