lunes, 12 de octubre de 2009

LA BOCA ABIERTA
(25-1-2004)
JUAN GARODRI


Así me he quedado, con la boca abierta. Hay días en que es preferible ignorar el noticiario.
El personal está informado y puesto al día. Tanto, que ha perdido su capacidad de sorpresa. Hay pocas cosas que sorprendan. La ingenuidad se ha convertido en malicia y cualquier ignorante es hoy un sabihondo.
A mí me ocurre lo contrario: mis tragaderas tienen una considerable capacidad de almacenamiento y me creo casi todo. De manera que así me he quedado, con la boca abierta.
La primera colleja conceptual que me ha puesto cara de tonto ha sido propinada por la lectura de un artículo de Luis Racionero titulado Las contradicciones del marxista. Siempre acaba uno sospechando que la ideología sistematizada de mesías humanos y salvadores forzados está podrida de contradicciones. Pero, vamos, Carlos Marx siempre había sido Carlos Marx. Ahora resulta que no. Ahora resulta que las predicciones más importantes de Marx se han demostrado falsas. Y el personal en la higuera. Al Marx filósofo apenas le interesaba la multitud de tríadas que desarrollaba Hegel, porque a él sólo le satisfacía una de ellas, esa que establece el orden capitalista de la sociedad con la antítesis del proletariado; la síntesis que había que conseguir era la sociedad comunista sin clases. Pues don Luis Racionero, nada: se carga todas las apetencias filosófico-sociales de Marx. Por lo visto, entre Karl Popper, Isaiah Berlin y Brian Magee, montaron un cisco criticón y descalificador que mandó las teorías marxistas y su socialismo científico al infierno del descrédito. Según Racionero, el materialismo de Marx era preeinsteniano, su psicología prefreudiana, y su teoría económica ricardiana. O sea, que Marx, una birria filosófica, con su materialismo histórico y todo eso hecho unos zorros.
Pero, vamos, lo que realmente me ha quedado con la boca abierta ha sido el pretexto que el autor utiliza en su pretensión de pulverizar a Marx: se vale de Manuel Vázquez Montalbán para demostrar que los marxistas ni son marxistas ni nada. Es decir, que son marxistas en teoría, pero en la práctica son más capitalistas que Berlusconi. Vaya por Dios, yo que apreciaba tanto a Vázquez Montalbán, uno de mis escritores preferidos, y ahora resulta que era un hipócrita que engañaba y traicionaba a las bases. «Siempre me pareció de gran talento que Vázquez Montalbán se hiciera millonario a base de escribir contra el capitalismo». Así que, ya digo, me he quedado con la boca abierta. A pesar de todo, pienso que algo chirría en este desacreditador asunto, porque lanzarse a la decapitación de un personaje después de muerto no deja de tener un aspecto maloliente y tétrico.
Otro asunto que deja a cualquiera con la boca abierta, a mí por lo menos, es el batiburrillo que se ha liado a nivel nacional con las declaraciones del señor Rodríguez Ibarra a propósito de los nacionalismos. En más de una ocasión he dicho que Ibarra es de esos que los tienen bien puestos, porque hay que tenerlos así de grandes para oponerse al juego de sus mismos partidarios con propuestas políticamente incorrectas. Bien. Pues la mayoría de los españoles, me parece, suscribiría su propuesta eliminatoria, a pesar del que el portavoz del PNV, don Iñaki Anasagasti advierta a Rodríguez Zapatero “que cuando se ficha a un mariachi es lógico que cante rancheras”. Mariachi y todo, Ibarra no deja de tener amigos, como José Bono, otro de los Barones del PSOE, que se declara amigo personal, aunque no ha querido entrar en la polémica sobre la controvertida propuesta de excluir a los nacionalistas. Bono destacó la honestidad de Rodríguez Ibarra. Éste, que ya había anunciado la retirada de su propuesta —¿bajada de pantalones? ¿acatamiento de normas internas para no desprestigiar la unidad del partido? ¿sentido de la cohesión y la unidad política debida a los demás Barones?— ha seguido, sin embargo polemizando contra los nacionalistas, y hace bien. Los acusa “de traficar con sus votos beneficios económicos que perjudican a otros españoles”. Esos otros españoles somos nosotros, los extremeños, considerados a nivel nacional como la última sardina de la banasta. Así que no me extraña que el presidente de la Junta asegure que a partir de ahora no piensa escuchar ninguna imbecilidad sobre los problemas del nacionalismo en España, porque todo el que se dirija a él con ese tema oirá su respuesta contundente: “Es usted un hipócrita”. Y es que el nacionalismo no es simplemente sentirse orgulloso de la propia región: eso está bien y es magnífico. El nacionalismo es una ideología que ensalza un ideal de región y trata de imponerlo a la sociedad. Y eso está mal y es perverso.
El tercer asunto (argumento, dicen algunos plumíferos tontainas) que me ha dejado con la boca abierta, pero abierta del todo, es el de doña Letizia. Bueno, es algo increíble. En cualquier reunión de amigos se habla de todo, pero llega un momento, ese instante idiota en el que sobrevuela el ángel del silencio, en el que todo el mundo permanece callado. Y, entonces, a alguien se le ocurre pronunciar dos palabras mágicas: doña Letizia. Sin Ortiz ni nada. Es el pistoletazo de salida. Inmediatamente el personal empieza a opinar con ilustrada velocidad acerca del carácter (que lo tiene refinado), de los pantalones blancos, del peinado, del vestuario, de la abuela asturiana y de la estancia en Méjico de doña Letizia. La palabra resulta insuficiente para expresar tantísima información como se posee sobre el tema, así que unas a otros se la quitan de la boca, presurosas/os en dar la última noticia, la última referencia, el último chisme, el último chiste. La envidia maliciosa del gentío afirma que, como escritor, a Alonso Guerrero le ha tocado la lotería. Me quedo con la boca abierta. Y, aunque ni el más leído/a de los contertulios ha tenido jamás en sus manos un ejemplar de “El doncel de don Enrique el Doliente”, se afirma con rotundidad que es un libro muy interesante y que habrá que leerlo. El doncel, ese trasunto de la infelicidad de la vida conyugal de Larra, ni siquiera citado, o citado al paso, en los manuales de literatura por su escaso interés. Pues hay que leerlo. Es la moda lectora, el best-seller de estas Navidades, zumba cojones. Una fuente de oro para la editorial, o las editoriales, no recuerdo, que lo editan en facsímil o en edición actual.
De ahora en adelante habrá que mantener la boca cerrada. En la boca abierta se cuelan las importunas moscas de la idiocia.

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