sábado, 15 de agosto de 2009

Y TÚ MÁS
(27-10-1999)
JUAN GARODRI


Ahora que la prensa tal vez especializada se dedica a airear la última traducción de las obras de Carl Gustav Jung, se me viene a la memoria lo del inconsciente, ese “conjunto de contenidos psíquicos cuyo acceso a la conciencia es impedido por la represión”. Debido a que el ‘inconsciente individual’ está provocado por una pulsión libidinosa, al decir del señor Freud, acumulada por cada quisque en su particular estercolero de traumas y represiones, va el señor Jung y empieza a distanciarse del señor Freud, allá por 1913, ya ha llovido, y dice que ni hablar, que lo que hay que afirmar es el ‘inconsciente colectivo’, un estercolero mucho más grande, al parecer, nutrido, sostenido y aumentado por la acumulación milenaria de experiencias humanas denominadas “arquetipos” y manifestadas en cada uno por medio de símbolos: la represión y su manifestación en los sueños, por ejemplo.
Puestas así las cosas, en plan psicoanalítico, no sé qué acumulación milenaria de experiencias humanas, más o menos represivas, pueden manifestarse en esa americanada de Orlando, donde ya han construido un ‘parque temático’ para que la gilipollez mental de miles de incautos acuda en tropel el último día del año a contemplar la entrada del milenio. La acumulación milenaria de represiones tampoco anda lejos de nosotros. No tienes más que abrir los ojos de la sorpresa ante esa estupidez monetaria de algunos (des)afortunados que, según se dice, ya han reservado plaza en un hotel de Sevilla, a razón de veinticinco millones por barba, para la contemplación orgiástica de la parida del milenio.
Y aunque la noticia, a estas alturas, haya perdido actualidad, tengo que citar a Clinton y su represión arquetípica. ¿Qué se apoderó de él, el inconsciente colectivo o el individual? A lo que se vio, solucionaba sus traumas con el acoso a las bimbo eruptions (yogurinas de cuerpos macizos en los que emerge la tersura de los senos, la grácil licuescencia de la cintura y la boca de rana) que le gustaban más que a los chivos la leche, ‘un trauma infantil no superado’, según lo justificó su santa esposa Hillary Rodham Clinton, de humillada recordación.
Casi no me atrevo a psicoanalizar a los políticos. ¿Qué inconfesables represiones los atenazan para estar cada dos por tres aireando el inconsciente? Unos y otros andan inmersos en la reciprocidad de sus acusaciones. Y aunque probablemente sean ciertos los datos e informes que utilizan en peleas y deshonores, sus pulsos interminables y diarios provocan en el gentío una sensación de aburrimiento casi plúmbeo. El inconsciente reprimido se les manifiesta más o menos así: «Estás manipulando la TVE», acusa uno, «y tú más», responde el otro. «Estás sobornando a concejales», «y tú más». «Estás aprovechándote del Poder Judicial», «y tú más». «Estás amueblando tu casa con dinero público», «y tú más». El inconsciente colectivo y sus represiones aflora (no merecen la delicada evocación de este verbo, mejor revienta), el inconsciente colectivo revienta, pues, y aparecen los arquetipos milenarios de la pelea y se enzarzan en interminables, tal vez abominables, controversias, riñas infantiles en las que se invocaba la injuria porque se carecía de capacidad de razonamiento.
Y qué decir del inconsciente colectivo autonómico. Todo bicho viviente ondea el símbolo de la identidad regional, burbuja en la que se aísla exigiendo una afirmación geográficamente independiente. Fue de risa peninsular, este verano, lo de la señora María Antonia Munar, quien aseguró con soltura que una de las afirmaciones “nacionales” de las Baleares estaba definida por las carreras de trotones. ¡Toma arquetipo con el que disimular la represión traumatizante de la dominación exógena!. Más de 700 años de historia Balear, siete, ocho, diez siglos de historia Balear, y resulta que todo el dato histórico que se le ocurre a la señora, para reclamar la independencia de las islas, es el arquetipo deportivo del ‘trot’. Se me ocurre que también podían independizarse en Coria. ¡A la independencia y a la autonomía por los San Juanes! Venga, a librarse de represiones y a buscar la identidad comarcal en el arquetipo del toro, tan denostado. Desde tiempos medievales, ya se corría el toro. Así consta, a lo que parece, en algunos cánones del Sínodo Diocesano de 1613 (cito de memoria) en los que se prohíbe correr el toro de la tarde a los mozos que no hubieran asistido a misa por la mañana. Y había que denunciar a quien no cumpliera la norma. Un real de vellón de multa al infractor y la gratificación de un cuarto de real para el denunciante. ¿Qué inconsciente colectivo animaba a legisladores e infractores? ¿Qué arquetipo tal vez libidinoso impulsaba a unos a utilizar el fustigante látigo legislativo y decidía que otros se saltasen a la garrocha la fustigación? De manera que puede concluirse, con cierta falta de lógica, lo reconozco, que si el trot es elevado a símbolo arquetípico de identidad nacional balear, el toro cauriense bien pudiera también convertirse en símbolo de independencia local. Una buena efigie taurina en lo alto del castillo espantaría, quizá definitivamente, los traumas del inconsciente colectivo.
Ah, el rollo de la “identidad nacional”. Un arquetipo, me parece. Así que el inconsciente colectivo. Jung se cargó las claridades individuales para determinar, psicoanalíticamente, que cualquiera, tú y yo por ejemplo, vapuleados por la represión, no somos más que un hombre y sus símbolos.

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