viernes, 14 de agosto de 2009

LAS VOCES
(17-6-1999)
JUAN GARODRI



Bueno, los periódicos es que se han hartado. Ha sido un hartazgo informativo que, con motivo de la comilona electoralmente papeletera, ha ocasionado una especie de hipercloridia disolvente que se ha cargado los jugos gástricos de la información, de modo que, en consecuencia, la prensa escrita (y qué decir de la televisual) se ha vaciado apresuradamente de estadísticas, porcentajes, opiniones, mayorías absolutas, triunfos, desilusiones, batacazos y rencores, con ese apresurado ir y venir depositorio con que las diarreas estimulan los intestinos. Así que, menos mal. Ya terminó el drama de la campaña electoral. Ya dejaron de moverse los políticos. Ya dejaron de mover el culo ante el olor de las elecciones.
Un colega mío, bien preparado en la cosa de la literatura pero crédulo y aplaudidor, (se ha tragado impertérrito los mítines celebrados en teatros y plazuelas, a más de los televisivos) asegura que la historia de la campaña electoral es una verdadera novela, con el correlato de sus voces. Me fastidió, qué quieres que te diga. Porque su tono sentencioso, como si distribuyera patentes de calidad política, me dejó muy, pero que muy picado. De manera que me puse a discurrir cómo podrían relacionarse las “voces” de la novela con una campaña electoral.
No es cuestión ahora, amigo, a estas alturas de la liga, de endosarte una carga no apetecible, como pudiera ser la de hacerte tragar a trangullones (la palabra es extremeña, los del DRAE no la conocen) la caldereta narrativa de la visión múltiple, el monólogo interior, el estilo indirecto libre, el doble registro, las personas gramaticales y otras menudencias de la técnica novelística. No estaría de más, así y todo, que le echases un vistazo a Las voces de la novela, de Oscar Tacca, para que pudieses comprobar las diferencias existentes entre la voz del narrador y la voz del autor, o entre la subjetividad del autor y la convención literaria de la novela, por poner unos ejemplos.
Y así, va la voz del narrador testigo (la de González, por ejemplo) y, después de soltar lo de la mierda, con la duplicidad de la metáfora, va y cuenta que durante los cuatro años transcurridos desde las últimas elecciones los socialistas han conseguido reducir la franja de votos y superar las triquiñuelas de los contrincantes políticos, que lo único que han hecho ha sido rascarse la barriga, desprestigiar a España, quemar lino y ampliar las alas de Pedro J. Ramírez para que sobrevuele cómodamente los basureros.
Y así, va la voz del estilo indirecto libre (la de Aznar, por ejemplo) y se sitúa estratégicamente detrás de la obscenidad de su bigote, o por lo menos a mí me lo parece, el bigote de Aznar es como un islote de vello púbico situado en una geografía inapropiada, y va y habla el bigote, o por lo menos a mí me lo parece, la voz de Aznar no sale de la boca, sale del bigote, y asegura que el 'Partidoo Pular' es el más consolidado de España, y que la economía española es la más consolidada de Europa, y que el Presidente del Gobierno está tan consolidado como los otros líderes de Europa, y va y se compara con ellos, que es como compararse con Europa.
Y así, va la voz del monólogo interior (la de Anguita, por ejemplo), una divinidad anacrónicamente antropomorfa y agnóstica, y va y recuerda sin parar a los líderes (de los otros partidos) el infierno de descomposición social y política al que irán de cabeza si no se arrepienten de sus iniquidades económicamente liberales y socialmente injustas. Y es tal el énfasis oratorio de su proclama, que a veces me asaltan incontrolados deseos de matricularme también en los cursos misioneros de la salvación ideológica.
Después aparece otra voz, la del narrador omnisciente, y aparece en escena Rosa Díez que como una señorita Rottemmeier de la educación política, grita encorajinada que la igualdad, la solidaridad y la justicia social salvarán a España, y que, para variar, la solidaridad, la justicia social y la igualdad salvarán a Europa y grita aún más fuerte afirmando que la justicia social, la igualdad y la solidaridad salvarán a todos. Y me produce condolencia su esfuerzo fonético porque parece que los tendones de su cuello van a romperse y a desgarrarse las arrugas de su piel.
Simultáneamente aparece otra voz omnisciente, y va Loyola de Palacio y asegura que, gracias a Dios, su gestión en Europa ha sido rentabilizada por todos y que lo que ha salido mal no es culpa suya sino de los presidentes autonómicos. Y, con la voz comedida de la clausura monacal, manda a los reclamantes que se vayan más allá del extranjero, o sea, que reclamen a Bono por lo del lino y a Chaves por lo del aceite.
En fin. Hay más voces, pero no son dignas de resaltar. Pertenecen a los personajes secundarios y de relleno, personajillos y personajuchos y, con frecuencia, más que voces son escupitajos y exabruptos que manchan las páginas. Pertenecen a esos que van y piensan que no hay que andarse con rodeos, que lo bueno es dar leña inmisericorde y sañuda, si se tercia, esa leña que la mala leche soflamática convierte casi siempre en ofensa.

No hay comentarios: