viernes, 14 de agosto de 2009

LA CAMPAÑA
(11-6-1999)
JUAN GARODRI


De las nueve acepciones que el DRAE incluye en la entrada campaña, me refiero a la segunda: «Conjunto de actos o esfuerzos de índole diversa que se aplican a conseguir un fin determinado». Así que, amigo, te quedas con tres cuartos de narices si empezaste a leer pensando en la campaña política. Hasta los gatos hablan de ella. Olvidémosla.
De manera que, cuando vi la fotografía en el periódico, pensé que se trataba de alguna algarada reivindicatoria con las que las asociaciones de agricultores se manifiestan de vez en cuando contra las putadas de la Administración. Pero no. La Campaña del Tabaco no exponía las reivindicaciones del sector tabaquero, porque lo del día 31 de mayo fue más bien la Campaña Contra el Tabaco: era el Día Mundial contra la nefasta manía de fumar.
Por supuesto, sí, por supuesto que el tabaco es peligrosísimo y que las Autoridades Sanitarias, convertidas en los vigilantes de la playa urbana y nicotínica, advierten constantemente que el tabaco perjudica seriamente la salud. Pero ante estos avisos, se me vienen a la memoria las severas admoniciones con que los padres espirituales encharcaban nuestra adolescencia, bien pertrechados en sus amenazas de perdición eterna, si perjudicábamos el alma con las acciones pecaminosas.
Me resulta extraordinariamente conmovedor ese afán ilimitado que las Autoridades manifiestan cada dos por tres consistente en campañas para salvar al pueblo (pero sin el pueblo), parapetadas en un poderío algo anacrónico e Ilustrado, casi dieciochesco, como si el pueblo fuera un rebaño al que hay que inocular un virus protector cuando llega la época de la vacunación. (Mi tío Eufrasio, más desconfiado que una mula tuerta, dice que no me fíe, que algunas campañas poseen un doble fondo podrido y que le huelen a cuerno quemado).
Por ejemplo, la campaña contra el tabaco, dice. Yo es que me quedo viendo visiones, qué quieres que te diga. Resulta que las Autoridades Sanitarias pretenden proteger nuestra salud indirectamente, porque lo que realmente les interesa es disminuir, o anular si fuera posible, los gastos sanitarios que acarrean las enfermedades causadas por el tabaco. Y como no pueden andar por ahí soltando dicterios y diciéndole al personal “no fuméis, coño, que nos arruinamos”, van y organizan una campaña muy finamente publicitaria y aconsejan con delicadeza “no fuméis, hermanos, que perjudicáis seriamente vuestra salud”.
Y lo de USA es para echarse a temblar. Ya se sabe que en los Iunaitesteis todo es super-mega-desproporcionado y casi galáctico. Y allí, si se ponen a permitir, pues permiten que todo el mundo lleve armas, por ejemplo, y que puedan comprarlas en cualquier tienda como si te compraras una camisa. Y luego, no creas, no importa nada que la gente se mate, bueno sí les importa, supongo, o no. No sé. Pero nunca el peligro mortal viene de las armas, siempre procede de quien las utiliza mal: esquizofrénicos, psicópatas, depresivos, marginados y gente así, qué casualidad. Y allí, si se ponen a prohibir, pues prohíben que es una barbaridad, prohíben a todo meter, como si la prohibición fuese el émbolo de un artilugio salvador y mesiánico. De manera que se han vueltos medio locos prohibiendo lo del tabaco, que hay que mantener fuerte y vigorosa la raza, y lanzan campañas de salvación universal e influyen vigorosamente en las naciones de la vieja Europa para que, a su vez, se ‘posicionen’ decididamente contra el tabaco (peligra, si no, el negocio de las importaciones). Y estados USA hay en los que no se permite fumar en autobuses, bares ni sitios públicos, mucho menos en las instalaciones de organismos oficiales, ni siquiera a cinco metros de su entrada, para que veas. Y, al revés de lo que ocurre con las armas (que matan a otros), el peligro mortal no viene de quien fuma (que se mata a sí mismo), el peligro procede del tabaco, que es malísimo. Conclusión: hay que acabar con el tabaco.
Sin embargo, amigo mío, me quedo de piedra cuando leo que los auténticos ganadores en la “Guerra del tabaco” en Estados Unidos, han sido los abogados. Ellos han promovido la campaña, como campanuláceos jurídicos. Ya sabes que los abogados son en USA lo que aquí las castañuelas, o el chocolate con churros. De manera que les salen abogados por todas partes y son tan aficionados a los juicios que, por un tropezón en la vía pública, denuncian al Ayuntamiento y lo llevan al juzgado. Como aquí. Bien. Me quedo de piedra, te decía, cuando leo que los abogados que trabajaron para los Estados en el contencioso contra las compañías tabaqueras vienen a cobrar una minuta de 14 millones de pesetas ¡por hora!. Y que la industria tabaquera tendrá que pagar unos treinta billones, has oído bien, treinta billones a 46 Estados como contrapartida por sus gastos de Sanidad. A cambio, los Estados se comprometen a NO denunciar ante los tribunales, en lo sucesivo, a las compañías tabaqueras a pesar del perjuicio que el tabaco ha ocasionado u ocasione a la salud ciudadana.
Resumen. ¿A quién favorece la campaña contra el tabaco? No sé. Pero, desde luego, en este obsceno asunto no sólo se pretende salvar del cáncer de pulmón al personal. Hay otros a quienes resulta provechosísima la campaña. A los campanuláceos: «Plantas angiospermas dicotiledóneas, con hojas sin estípulas, flores de corola gamopétala y fruto capsular con muchas semillas y de albumen carnoso, como el farolillo y el rapónchigo». Que les aproveche.

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