domingo, 16 de agosto de 2009


LA CIGÜEÑA DE IBERDROLA
(18-2-2001)
JUAN GARODRI


Las frases optimistas me producen mucha risa, no siempre me la han producido, hubo un tiempo en que las frases optimistas conformaban una especie de halo de progresía psicológica, solamente los retrógrados del espíritu eran pesimistas, ahora no, ahora las frases optimistas me hacen gracia, aunque en realidad no me hace gracia la frase en sí misma considerada, toda frase está constituida por palabras, la palabra es el genoma de la frase, inocente cromosoma verbal que jamás causa daño, el daño es producido por la boca que utiliza o construye o pronuncia mal la palabra, más que la boca el daño es producido por la mente que mueve la boca, la mente, ese nido de víboras acumuladas por el descontento.
Bueno, pues hace poco he escuchado por ahí, o leído, no sé, una frase tan optimista que me ha dado mucha risa. Es ésta: «Un problema deja de serlo si no se considera como problema». La frase goza de un indiscutible encanto, qué voy a decirte, incluso contiene cierta dosis de filosofía bondadosa, quizá complaciente o tolerante, induce al sujeto paciente a que acepte el problema, a que trague el problema, a que piense que durante toda la vida el gentío ha tragado su personal marrón particular y no por eso se ha acabado el mundo. Todavía estoy llorando de las carcajadas. Sobre todo, a partir del lunes, día 5 de febrero de este año de (des)gracia de 2001.
Nadie imaginaba que a las 6'30, aproximadamente, se produciría una subida en la tensión eléctrica que iba a cargarse todo cuanto encontrara a su paso en la ciudad de Coria y en algunas localidades de la Sierra de Gata. La subida de tensión apareció y desapareció en breves segundos (aunque todos los segundos, de por sí, son breves, algunos parecen muy largos), como una aparición luminosa y eléctrica. Yo eso no lo sabía, es decir, no sabía que se había producido tal subida de tensión. La luz del cuarto de baño era la misma luz amigable e higiénica de la ducha diaria. La luz de la cocina era la misma luz familiar y olorosa del café y las tostadas. La luz de la salita era la misma luz íntimamente desorganizada de la noche anterior. Nos despedimos afectuosamente, muá, muá, hasta luego, hijos, hasta luego, Esther, y cada uno tomó el rumbo trabajoso de lo de ganar el pan con el sudor de la frente. La tragedia ocurrió a la hora del regreso a casa.
La empleada de hogar nos dice,
—No he podido preparar la comida,
—Quieres decir que no hay comida,
—No, no hay comida —respondió muy en su sitio,
—Por qué —preguntamos con la alarma instalada en los jugos gástricos,
—Porque no funciona la vitrocerámica —respondió.
Nos lanzamos hacia la vitrocerámica, nuestros dedos recorrían los circuitos agitadamente, pero solo escuchábamos biiip, biiip, y los circuitos no se encendían.
—Un problema deja de serlo si no se considera como problema —dije,
—Sí, pero qué comemos —preguntaban con el impulso de la necesidad,
—Un pollo asado y patatas fritas, esa es la solución —acordamos.
Así que salí de estampida hacia el Copacabana para adquirir el condumio. El camarero me explicó que ya no podían servirme, lo sentía mucho, tenía que haber efectuado el encargo con dos horas de antelación. Supliqué, rogué, exigí, imploré, pero ni por esas. Finalmente apareció el dueño,
—Otro al que se le ha ido la vitrocerámica —dijo,
—Cómo lo sabe —pregunté,
—Usted hace el número trece de los que han aparecido por aquí con el mismo problema,
—Vaya, el número trece encima —dije.
Me comentó que el desastre había sido generalizado en Coria, a él mismo se le había ido una refrigeradora, una calentadora de aperitivos y la estación electrónica de sellado de loterías y apuestas del Estado, en pueblos de la zona también se habían estropeado los aparatos de las quinielas, además de discos duros de ordenadores y otros estropicios eléctricos. Menos mal que accedió a darme el pollo asado y las patatas fritas.
Llamé telefónicamente a TEKA, en Cáceres, servicio técnico de la marca de mi vitrocerámica: una señorita me informó de que "hasta dentro de unos días" no podría desplazarse el operario para arreglarla porque tenían que pedir los nuevos circuitos electrónicos a Santander. (De lunes a jueves, día 8, mi familia se alimentó de pollo asado y patatas fritas, puafff). El técnico realizó la reparación amablemente y anotó en la factura que el daño había sido producido por subida de tensión eléctrica. Al contado tuve que pagarle las 34.771 pesetas de la broma. Nueva llamada telefónica, esta vez a la compañía aseguradora. Sí, señor, le abonamos la factura siempre que el daño ocasionado se acoja a las garantías concertadas, tiene que enviar original de la factura, parte de siniestro en el que especifique fecha, hora y causa del accidente provocador del daño y carta certificada que contenga los datos anteriores. Tres días de acá para allá, así anduve, como zascandil electrónico. Lo de que un problema deja de serlo si no se considera como problema ya me iba hartando.
Me dirigí al Ayuntamiento. El Jefe del Servicio Eléctrico me informa de que EMDECORIA, Sociedad Unipersonal del Ayuntamiento cauriense, es una empresa subsidiaria de IBERDROLA, y que, por lo tanto, del transformador de Coria no se deriva ninguna avería al servicio de la ciudad, las avería vienen de fuera. Las cigüeñas, asegura. Medioambiente no permite que se destruyan los nidos que aparecen en las torretas eléctricas, ahí está la causa de todo, nosotros pasamos las denuncias de los ciudadanos a Iberdrola, pero no suelen hacernos mucho caso. Me alejo pensando que las cigüeñas son la coartada para que Iberdrola se lave las manos.
Final: Intentan protegernos del mal de las vacas locas, del perjuicio del tabaco y del daño de la contaminación ambiental. ¿Quién nos protege de los perjuicios que nos ocasiona la Compañía eléctrica, en este caso Iberdrola? ¿Tal vez la Consejería de Industria y energía?
Cada vez pinta menos la ciudadanía, poco caso nos hacen, ay, y aunque un problema deje de serlo si no se le considera como problema, lo probable es que a uno lo reduzcan a cero, el pez grande se come al chico, cómo va a hacernos caso Iberdrola, sobre todo después de saber que nuestros genes son escasos, solamente doblan a los de una mosca, pero no a los de una mosca gorda y resabiada, tozuda, esas moscas familiares ya comentadas por Antonio Machado, no, nuestros genes solamente doblan a los de una mosquita de la pera. ¿Cómo va Iberdrola a hacernos caso si genéticamente (ciudadanamente, digamos) abultamos algo así como una mosca, menos aún, como una mosquita de la pera?

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