sábado, 15 de agosto de 2009

LA TERTULIANIDAD
(4-11-1999)
JUAN GARODRI


Vas en el coche una mañana cualquiera, camino de Cáceres, y te adentras en esa confesadísima vergüenza regional (incluso las rejillas de los confesionarios políticos chorrean mugre ya, de tanto confesarla), y te adentras, ya digo, en esa vergüenza, deshonor y sonrojo en que nos han convertido la Nacional-630, a su paso por la provincia de Cáceres, claro, en Gijón, en León, en Sevilla, quizá en Mérida la vergüenza ya se ha trocado en desvergüenza, o en orgullo y honor y comodidad de tráfico, te adentras en la Nacional 630, repito, y conectas la radio y se te quitan las ganas de oír la radio, y conectas un casete para escuchar la sublime majestuosidad de arcángel de Corelli, y se te quitan las ganas de los concerti grossi, miles de camiones dinosáuricos, mierda, y piensas en esos tres hermanos de Alange que hace unos días murieron aplastados por las pezuñas neumáticas de los dinosaurios, y un acojonamiento supremo te quita las ganas de Corelli, y te adentras, a ver si lo consigo, en la Nacional 630, en esos kilómetros de asfalto que serpentean por las cuestas del Tajo y te hacen sudar y te acojonan. A los políticos les importa una higa la Ruta de la Plata, a su paso por Cáceres, claro, en Gijón, en Sevilla, en Mérida... (ya lo he dicho). Esos kilómetros, pues, que, según los enojados cálculos de TRN, no los arreglarán, salvo dudosa intervención divina, hasta dentro de unos siglos.
Me decido, finalmente, por la radio. ¡Coño, otra tertulia! ¡Pues hacía tiempo que no ponían tertulias en la radio! La voz profunda y autosuficiente del moderador, o como se llame, esa voz sabia que arroja las palabras como los ricos de Pérez Galdós arrojaban las monedas a los indigentes en las puertas de las iglesias, pretende temperar el exceso de excitación de los tertulianos, coordinar el big bang de su promiscua y alborotada cosmogonía ideológica, decenas de ideas flotando de acá para allá, amontonándose, atrayéndose y repeliéndose. Porque eso es una tertulia. Tal parece que están tratando del origen y evolución de las ideas exasperadas. Quizá de lo que tratan es del origen y evolución de sus ideas. (¿Por qué, para memorar la muerte de Alberti, cualquier chichirimundi habla de su ‘posicionamiento’ a las izquierdas y pocos comentan su espléndido, asombroso, fascinante lenguaje literario? Pero este es tema de otro día). Quizá sólo procuran arrimar el ascua a la sardina que los alimenta. Porque hay que ver cómo largan por esas boquitas que se ha de comer la tierra. Y la mala leche de sus diatribas baña las ondas de un polvo (con perdón) alérgico y polinizado de resentimiento, al parecer. Ahí se incuban los ingredientes de una buena tertulia. Un contertulio no puede hacerse de miel. Se lo comerían las moscardas borriqueras de la intransigencia.
Influidos quizá por las malas pulgas de C. Septimio Florens Tertuliano, aquel gladiador de las ideas tres veces más elocuente que Cicerón (ter Tullius relata Corominas), los tertulianos de ahora lanzan a la cara de cualquiera sus particulares apologías y se empeñan en descalificar al insensato que ha osado llevarles la contraria. Y habitualmente son tan abstrusos, que unos a otros se piden explicaciones, no razonamientos. Y suele ocurrir que cuanto más se exigen las explicaciones, menos conformes quedan los exigentes, desorientados si las explicaciones son apodícticas y cabreados si no lo son. En éstas que el moderador, o como se llame, llama al orden y el personal cede a regañadientes ante la urgencia de la pausa publicitaria.
Vuelve a girar la noria de las exigencias y vuelven a llenarse los cangilones de los encrespamientos. No hay manera de terminar. En España no hay manera de terminar. Cada español lleva dentro el germen de la sabiduría y el conocimiento. No tienes más que ver la cosa política. Cualquier español sabe más que cualquier político, mucha cara, eso es lo que tienen, a sacar tajada a costa de la política. Cualquier español sabe de fútbol más que Ranieri y Van Gaal, bueno, con los jugadores que tiene el Barcelona yo también soy entrenador, así cualquiera. Cualquier español sabe más leyes que Garzón, que lo único que hace es meterse allí donde pueda figurar.
Así que puedes imaginarte, amigo, lo que llegan a saber los contertulios de cualquier tertulia si, además de por españoles, han sido convocados por su alto nivel de conocimientos en el ámbito resplandeciente de la santonería política o económica o literaria o cinematográfica. ¡Buff! ¡ Con qué lucidez manifiestan sus conocimientos! Porque van a eso. A lucirse lúcidamente. A echar fuera los putrílagos de su petulancia. Ah, y a cobrar. Porque hay muchos que, sin tener donde caerse vivos, han ido a caer en la tertulias. Viven de la tertulianidad. Dicen.

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