sábado, 15 de agosto de 2009

NO HAY NIVEL
(13-10-1999)
JUAN GARODRI



Con perdón, amigo, voy a hacerte una pregunta. ¿Qué hubiera pensado don Francisco de Quevedo de la LOGSE? Ya sé que es una de esas preguntas idiotas que no merecen atención ni, mucho menos, respuesta. Es como si te preguntara qué hubiera pensado Gustavo Adolfo Bécquer del Betis balompié. Así y todo, voy a arriesgarme. Me gustaría saber, repito, qué hubiera pensado Quevedo de la Logse. Y, sobre todo, en un arriesgadísimo ejercicio de volatinería mental, me gustaría saber qué hubiera pensado de la ESO, esa Enseñanza Secundaria aferrada a la obligatoriedad como los barcos de escaso calado se aferran a las anclas. Seguro que don Francisco le hubiera largado alguna epístola censoria, en tercetos encadenados, para destapar la fetidez de su falso entramado educativo. Le pido prestados los primeros versos de la epístola que dirige al conde-duque de San Lúcar:

No he de callar, por más que con el dedo,
ya tocando la boca, ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo.
¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?
¿Habrá quien los pecados autorice,
y el púlpito y la cátedra comprados
harán que la lisonja se eternice?

Así que ya lo sabes, amigo. No he de callar. Veamos. No ha hecho más que empezar el nuevo curso y ya está el personal p(m)aterno cacareando. No hay nivel. En los institutos no hay nivel. ¿No hay nivel de enseñanza o no hay nivel de educación?, pregunto. Porque resulta que el gentío dispone de una proclividad esquizofrénica a confundir la velocidad con el tocino y mezcla la enseñanza con la educación en medio de un pisto didáctico difícilmente digerible. (La Logse ha contribuido fehacientemente a aliñar el pisto). Y así, resulta que, cuando el personal acusa al instituto de falta de nivel, se está refiriendo a la enseñanza. Y es que se enseña poco. Los profesores, esos mangantes, enseñan poco, muestran escaso interés por la enseñanza, claro, con tantas vacaciones, siempre pensando en los puentes, y ahora el del Pilar, es que no dan ni clavo, y luego vacaciones en Navidad, y en Semana Santa, y encima le añaden otra semana por carnavales, manda huevos (que Trillo disculpe). —Un niño no argumentaría con esa apabullante falta de lógica, ni llegaría a la pintoresca conclusión de confundir la enseñanza con las vacaciones en una hilarante relación, por imposible, de efecto-causa.
Digo yo que algo huele a podrido en el actual “sistema educativo” cuando se airea por todas partes (revistas, boletines, informes internos, programaciones, proyectos de Centro y advertencias de la Administración) lo del valor educativo. Nunca se ha hablado tanto de educación y jamás, que se sepa, ha estado tan poco educado el personal. Algo no funciona. Si un alumno arroja al suelo el jersey de quien le da clase, si otro responde al profesor que se la deja floja lo de preparar las actividades, si un tercero exclama cínicamente, en el colmo de la desfachatez antieducativa, "¡Voy a hacerme una paja por ti, belleza!", hasta el punto de hacer llorar a su profesora. Si esto ocurre, algo no funciona, a pesar de todo el empeño educativo de la Administración.
Algo no funciona si la profesora lo comunica a Jefatura de Estudios y ocurre lo siguiente: El Jefe de Estudios afirma que el hecho es intolerable y lo comunica al director. El director afirma, a su vez, que es intolerable y convoca una reunión extraordinaria del Consejo Escolar. Los miembros del Consejo Escolar afirman que es intolerable y aplican al caso todo el rigor de la Ley. Incoan expediente disciplinario al alumno y el máximo rigor de la ley cae sobre él: es expulsado del Centro durante tres días. Previamente, le entregan un cuadernillo de actividades diseñadas por el Departamento de Orientación (un ‘itinerario educativo’, qué cosas) para que, a domicilio, se ejercite en su propia recuperación y aprovechamiento. Convertido en rey del mambo, así regresa el alumno al instituto transcurridos los días de la sanción.
Algo no funciona si el personal se dedica a pintarrajear las paredes del aula con frases despectivas en las que se denigra la enseñanza. Las pintadas en los váteres son descaradamente obscenas y en ellas se alude, en términos vejatorios, a supuestas deficiencias físicas, incluso sexuales, que atribuyen a determinados profesores o profesoras. Algo no funciona cuando las gamberradas pictóricas resurgen de sus propias raspaduras como aves fénix suburbanas y descreídas.
Algo no funciona cuando el profesorado tiene que tragar a diario el marrón de la vulgaridad y la irreverencia durante el período lectivo. Algo no funciona cuando la amargura o el resentimiento, ese dardo envenenado que extenúa el manadero de las vocaciones, aflora en las salas de profesores y, quien más quien menos, arremete contra alumnos y faltas de disciplina con la misma tenacidad esquizoide de don Quijote contra el rebaño de ovejas.
Algo no funciona cuando el profesorado, en corrillos y conversaciones, se pregunta por qué hay que tragar basura. Y aunque admite que se diseñe un plan de recuperación apropiado al tipo que falle en la primera oportunidad, y que se le oferten nuevas opciones para que se recupere en la segunda, coinciden en que habría que mandar a la puta calle al que falla en la tercera. Para no tragar basura.
¿Dónde está el nivel de educación?, pregunto. Bien está (que no está) que los profesores sean responsables de que no haya nivel de enseñanza. Pero ¿también los profesores son culpables de que no haya nivel de educación? ¿A tal grado de masoquismo docente han llegado los profesores como para no educar al gentío y soportar luego las consecuencias de esa falta de educación? ¿Tienen que enseñar o tienen que educar los profesores? Todos sabemos (los que lo sabemos) que los profesores se han preparado para enseñar. Para enseñar han estudiado. Para enseñar han opositado. Otra cosa, algo demencial, si quieres, es que el sistema los obligue a educar. A guardar niños, vamos, o adolescentes. A pastorearlos en los amarillentos pastos institucionales. ¿Y los p(m)adres, qué pintan mientras tanto los p(m)adres en todo este gallinero? ¿Por qué no educan ellos a sus hijos? ¿Qué nivel de educación mantienen ellos en sus guaridas domiciliarias? Me parece que no hay nivel. En los hogares no hay nivel. La indolencia, la falta de respeto, la desconsideración y el egocentrismo se han adueñado de los hogares. No es de extrañar, así, que un alumno o alumna no soporte que se le ‘someta’ a un determinado ejercicio de comportamiento en el instituto, cuando en su casa nadie lo somete a nada. (Ya sé, ya sé que la generalización adolece siempre de falta de lógica. Pero apliquen también el cuento los que acusan al instituto de falta de nivel).
Quizá mucho se deba, en este turbio guirigay, a que los santones de la Reforma han satanizado aquella enseñanza en que, a costa de la educación(?), los jóvenes llegaban a adultos mal aderezados, sin haber desarrollado sus cualidades personales ni haberse preparado para ser ciudadanos responsables y libres(??). Eso dicen.
De ser así, todos los mayores de cuarenta años seríamos analfabetos funcionales. O más.

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