sábado, 15 de agosto de 2009

LA PATOCHADA
(19-10-1999)
JUAN GARODRI



Ando metido en el artículo y no soy capaz de concentrarme. Dentro de media hora se juega el ‘último derby del milenio’, esa bobada radiofónica con la que determinados ‘comunicadores’ magnifican el partido de fútbol entre el Barcelona y el Real Madrid. La Radio, la Prensa y la Televisión andan como locas comentando el evento, entrevistando a entrenadores, jugadores, presidente y vicepresidentes, ciudadanos y peatones con esa tenacidad, algo esquizoide, que provoca la corrosión del envanecimiento.
Más de una semana lleva el personal enterándose de qué músculos le duelen a Raúl o a Rivaldo (seguro que alguno de ellos marcará, o los dos, a ver), más de una semana escuchando las pedregosas ventosidades prosódicas de Toshack o de Van Gaal, que más les valiera hablar en galés o en holandés, digo yo, más de una semana masticando esa emoción diferenciadora que media entre el abismo de los nueve puntos o la barranquilla de los seis. Jamás he visto entrevistadores menos inteligentes (tal vez lo hagan a propósito, quién sabe) que aquellos que se acercan a los altos personajes balompédicos lanzándoles el anzuelo para que emitan juicios de anticipación aparentemente idiotas.
Siempre me ha gustado el fútbol, soy un sufridor (con decirte que alguna vez hasta me desplazo a Madrid para ver cómo las pasa canutas el Atleti), pero esta atosigante actualidad desborda ya los flácidos rigores de la mesura informativa. Existe una especie de eyaculación precoz de la noticia futbolera que entorpece el sano goce del placer futbolístico. Quizá todo lo explique la abundancia de millones que anda en juego, especie de esclerosis crematística que se ha cargado el fútbol con la aparente iluminación de que es más esplendoroso que nunca.
Sigo sin concentrarme. Hace unas dos horas que terminó el último derby del milenio (¿dije antes lo de bobada radiofónica?) y ando ‘zapeando’ entre canales y emisoras y hasta en los diferentes teletextos. El alboroto nacional alcanza dimensiones cosmológicas. España entera (ahora sí puede uno decir “España”, nada de Estado, País o Autonomía, incluso Patria puede ahora decir uno, no hay por qué avergonzarse de este legítimo sentimiento patriótico que embarga al personal, nada más grande que los sagrados valores de la patria, hay que ver cómo une el fútbol, cómo vibran las entretelas de la ciudadanía, una nueva revolución, eso es el fútbol, y así como la Revolución Francesa significó el final de la ostentación y lujo del Antiguo Régimen y acabó con los estamentos sociales inamovibles, así el fútbol significa la revolución con que se inicia el segundo milenio, una revolución lúdica para que el gentío descanse de las presiones sociales y laborales, esos inamovibles abusos del trabajo y el curre diarios, que bien podían ir disminuyendo para que uno pueda dedicar más tiempo al movimiento social del fútbol, movimiento cuasirreligioso que se adorna con banderas y bufandas, con himnos y proclamaciones, con procesiones, manifestaciones, reuniones y aficiones locas por sus colores; movimiento, el del fútbol, patrocinado, predicado, propagado, sacralizado por los ministros de la prensa deportiva, sacramentalizado por los clérigos de las entrevistas televisivas, consagrado por los omniscientes capellanes de los nocturnos programas de deporte radiofónicos, el fútbol, misterio y vida, profundidad soteriológica la del fútbol, fuera del fútbol no hay salvación, hala, al infierno de la rareza y de la extranjería los que no amen el fútbol, hala, a la oscuridad de las tinieblas exteriores los que no adoren el fútbol (mientras tanto, los altos dignatarios de la cosa futbolera, abades, obispos, prelados y señores feudales de la cosa televisiva y periodística, se frotan las manos y brincan y saltan de alegría porque crece y aumenta el cestillo de las ofrendas, porque son cada vez más abundantes y generosos los óbolos con que el gentío paga la religiosa presencia de los ídolos en las pantallas y en las páginas deportivas, en fin, diezmos y primicias a la iglesia del fútbol), creo que me he perdido, tú, España entera, decía hace rato, se alborota y echa chispas porque Díaz Vega no ha pitado el penalti de Sergi. Toda España lo ha visto y los más de 500 millones de telespectadores. Una vergüenza nacional. Sin embargo, echaron a Roberto Carlos a la ignominia del banquillo y encima penalti. Un petardo el Díaz Vega ese. Se ha lucido, ahora que iba a retirarse después de 129 partidos en Primera.
En los telediarios de la medianoche, una última noticia deja caer, así, como por descuido, que una mujer ha sido asesinada en Madrid por su exnovio, en libertad provisional, a pesar de la opinión en contra del fiscal. Atada y amordazada en el interior de una furgoneta, con varias puñaladas en el pecho, así ha aparecido la víctima.
(Qué mal gusto, tío, no hablan más que de política o de desastres, ahora que se iba uno a dormir).

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