domingo, 27 de diciembre de 2009

VENGANZA ARTÍSTICA
JUAN GARODRI
(17-3-2007)

No me interesa la justificación política que pretenden dar a las fotografías irreverentes del tal Montoya, justificación posiblemente cierta, vienen como anillo al dedo ahora que se acercan las elecciones municipales y autonómicas, Monago contra Muñoz, responsable de “In Breedin 1995-1998” y “Sanctorum”, pornografía católica dicen los medios, cuando en realidad han recibido la ofensa los cristianos, porque con las fotos del tal Montoya se han considerado ofendidos no sólo los católicos, también los cristianos de otras confesiones religiosas, por mucho que Rodríguez Ibarra pida perdón, o lo haya pedido, o asuma su responsabilidad en la edición de los libros blasfemos, preocupado por la rentabilidad política (tajada electoral) que otros pretenden sacar a las fotos blasfemas editadas con dinero público, etcétera. No me interesa el aspecto artístico de las fotografías irreverentes, la fotografía es un arte, como la pintura, como la escultura, como la música, como la poesía, como otras bellas artes, el objeto no hace al arte, es el arte el que modifica al objeto y lo convierte en motivo artístico, el fin de las artes es la producción de una obra que siga existiendo después del acto creador, el valor de la obra no proviene de los materiales empleados en ella, sino de la transformación que el artista ha llevado a cabo en estos materiales, Fidias y Polícleto siempre se mostraron orgullosos de la forma, etcétera. No me interesa el aspecto transgresor de las fotografías de Montoya, quizá técnicamente buenas, los matices, las luces, los contrastes, el resentimiento hacia el cristianismo (¿qué te hicieron en la infancia, tío?), acuchillando ahí donde más duele, la contracultura como herramienta para herir, ahí donde la cobardía se disfraza de arte para que quien replique sea considerado carca, fascista, retrógrado, etcétera.
Me interesa el dolor de millones de personas (la prensa nacional e internacional, los blogs de Internet, los mensajes de móviles así lo atestiguan), heridas en su fe, una fe convertida en objeto de escarnio, quizá en objeto de venganza, con pretexto artístico. En fin. La poesía es arte, como la fotografía. Si yo escribo un poemario titulado: ‘Descripción pornográficamente literaria de la familia de Montoya, incluida su madre’, mi poemario sería arte. Así y todo ¿no desearía Montoya partirme la boca?

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