sábado, 26 de diciembre de 2009

DESVALORIZACIÓN
JUAN GARODRI
(23-12-2006)

Actualmente se utilizan diversos métodos para pegar una patada en el culo a los valores —éticos, sociales, religiosos, culturales— que siempre han estado en vigor, y tirarlos al fondo de la pestilencia. Y que siempre, quiérase o no, han mantenido respetuosos y prácticos los comportamientos sociales. No sé qué cráneos privilegiados organizan las campañas contra lo que ‘antes’ se consideraba honesto —éticamente, socialmente, religiosamente, culturalmente. La prepotencia que inocula el dinero y el poderío insano, en el sentido de locura o demencia, de los enriquecidos (los ricos son otra cosa) constituyen una muestra de la caída en picado que han sufrido los valores por los que se regía la sociedad. Decía antes que se utilizan diversos métodos para conseguir la desvalorización: pelotazos urbanísticos, corrupción política, hipocresía social, deconstrucción de ideologías, estragos psicológicos. Curiosamente, se habla más que nunca de paz, tolerancia y solidaridad, cuando es evidente que no hay paz (véanse los cruentos desgarrones bélicos en Israel, guerracivilismo palestino, la interminable conflagración de Irak…), no hay tolerancia, (véase la cara de bulldog que ponen los demás conductores si te retrasas una milésima de segundo en el semáforo), no hay solidaridad (véase la tediosa indiferencia con que contemplamos las necesidades ajenas).
Otro método que, a mi parecer, se utiliza para arrumbar la categoría de los valores, consiste en el uso del humor paródico con el que se ridiculizan. La clave de humor manipulada es sutilmente perversa puesto que arremete contra las personas o las instituciones para ‘hacer reír’ o entretener, con lo que el espectador, o lector, queda sin defensa conceptual que oponer al ataque que el programa (Noche Hache, por ejemplo) lanza inmisericordemente contra todo lo que se mueve. No se trata pues de sustituir unos valores por otros (digamos valores ‘tradicionales’ por valores ‘progresistas’, si es que esta distinción respeta los límites de la lógica), se trata de sumergir en el ridículo los valores existentes para que poco a poco vayan perdiendo la parte de aceptación que los mantiene en vigor.
Termino con unas palabras de Lange, uno de los primeros neokantianos: «Los valores jamás desaparecerán para dar lugar a una sociedad que se dé por satisfecha con tener una mejor policía y hacer frente a las necesidades con inventos cada vez más desarrollados por las nuevas tecnologías».







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