viernes, 25 de diciembre de 2009

ACEITUNEROS ALTIVOS
JUAN GARODRI
(2-9-2006)

¿Qué importancia tiene que Frattini se reúna con la señora vicepresidenta del Gobierno, Fernández de la Vega y sus tareas, para ver si se puede reforzar el control de las fronteras, más indefensas que los límites del imperio romano cuando aquello de la invasión de los bárbaros? Anda y que se vayan los inmigrantes por donde han venido. (Acotación explícita: Que el comprometido de turno no tome a mal, por favor, la utilización del término ‘bárbaro’ aplicado a los inmigrantes, porque se equivoca. Para los romanos, ‘barbari’ eran los extranjeros residentes allende las fronteras imperiales. De nada)
Más. ¿Qué importancia tiene que a Israel, como suele ocurrir, no le salga del pepino levantar el bloqueo contra El Líbano por mucho que se lo pida Annan? Item más. ¿Qué importancia tiene que la economía haya crecido un 3’7 % en el segundo trimestre de este año para beneficio y alto ritmo crematístico de los Bancos? Mucho más. ¿Qué importancia tiene que el ex marido de la mujer ahorcada en Almería intentara suicidarse tras llamar a la Guardia Civil? Muchísimo más. ¿Quién considera importante la noticia de que Naguib Mahfuz, premio Nóbel de Literatura a pesar de su apellido gatuno, haya muerto a los 94 años después de haberse atiborrado de patria con la «Trilogía del Cairo»? Cambio. ¿Le interesa a alguien que Norberto Fuentes escriba sobre Cuba? ¿O que el Atlético de Madrid fiche a Maniche por tres temporadas cacofónicas? ¿O que Rusia envíe naves a Marte y a la luna en 2015 cuando Bush haya dejado de jugar al golf? ¿No? ¿Que a nadie interesan noticias de este tipo? No. No interesan. Pues, amigo lector, no me lo puedo creer. ¿Tan desacreditado está el personal, conceptualmente hablando, como para desinteresarse casi despectivamente de los principales acontecimientos que ocurren en el mundo? Ni mucho menos. Porque todavía quedan noticias interesantes que llevarse a la boca. Ejemplo: Campeonato del Mundo de Lanzamiento de Pipos de Aceituna. Vive Dios que es extraordinario. Un tío da un resoplido y el pipo de aceituna que ocupa su boca sale despedido, con velocidad meteórica, hasta alcanzar la distancia de 21’4 metros. Tal ha sido la impresión que el hecho lanzador ha causado en mis creencias, que me he empeñado en imitarlo una y otra vez sin conseguirlo jamás. A lo más que llegué el otro día en el Copacabana fue a lanzarlo metro y medio, pero ocurrió que, al tener en la boca media albóndiga, el proyectil salió disparado con trayectoria equivocada, hasta el punto de que impactó en la nariz de un cliente. ¡Aceitunero imbécil!, dijo. Miré al soslayo, fuime y no hubo nada.

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