jueves, 31 de diciembre de 2009

A LA COLA
JUAN GARODRI
(8-9-2007)


Se contaba que en los tiempos de Maricastaña, es decir, hace unos treinta y cinco o cuarenta años, el profesor mandaba al alumno torpe a la cola, y el alumno regresaba diciendo, “Don Manuel, que en la cola ya hay otro”.
Los españoles estamos a la cola de Europa en el dominio del inglés y cuando nos dirigimos a la cola no hay otros. Somos los últimos. Y es sorprendente, con lo que sabe el gentío, que estemos a la cola en la cosa del inglés. Hombre, catalanes, vascos, y así, es normal que estén a la cola de cualquier idioma porque sólo les interesa la lengua autóctona. Pero a nosotros, a los españoles, que tanto sabemos, un país desarrollado como España, a nosotros, ¿cómo es posible que se nos resista casi numantinamente el inglés? Admito que los políticos, tan básicos, carezcan de formación en cultura idiomática. Desde Suárez hasta Rodríguez Zapatero, todos han demostrado que la liturgia léxica de los angloparlantes no entraba en sus ritos, preocupados por el desarrollo económico, el progreso indiscriminado, la democracia demoledora y tiránica, y los insultos y descalificaciones al adversario, que para propinar bofetadas orales al adversario en las comparecencias públicas no hace falta saber inglés. Bueno, la charleta con otros presidentes, tampoco tiene mucha importancia si se tiene en cuenta que para eso está (y para eso se le paga) la ayuda del traductor. Admito también, a lo que parece, que la enseñanza del inglés en escuelas e institutos esté perfectamente programada por semana, por mes, por trimestre, por semestre y por curso, agobiados los programas por multitud de normas académicas repletas de reglas sintácticas y ejercicios de traducción (directa e inversa). Pero enseñar a hablar, a pronunciar correctamente inglés, tampoco tiene tanta importancia, habida cuenta de que concluidas las carreras y conseguidos los títulos universitarios, pues como que no hace mucha falta el inglés porque lo que se necesita es trabajo (sólo en Extremadura hay cerca de seis mil parados con titulación universitaria —disculpen si me equivoco, a lo mejor son tres mil). No necesitamos inglés. Necesitamos paquirrines, pantojas, emigrantes y tipos que asesinen a sus parejas. ¿Aquí hay tomate o no?

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