miércoles, 23 de diciembre de 2009

LA REALIDAD
JUAN GARODRI
(6-5-2006)

Pues nada, que el Parlamento andaluz, para no ser menos, ha debatido estos días la reforma del estatuto autonómico. Supongo que pronto le llegará la vez al Parlamento extremeño. Porque no van a estar por ahí reformando Estatutos a todo meter y nosotros sin comernos una rosca. Lo sorprendente, al menos para mí, que me sorprendo mucho, es que los gerifaltes montan unos pollos políticos tremendos con las reformas estatutarias pero, si vas y preguntas al hombre (y a la mujer) de la calle por los beneficios que puedan reportarle dichas reformas, apenas nadie sabe algo del asunto. Así que mucha reforma para que el personal concluya admitiendo la poca importancia que da al tema y mirando para otro lado, que es de donde vienen las nubes, porque las nubes siempre vienen del otro lado. Y tal como las nubes están atestadas de lluvia, los Estatutos están atestados de ideas políticas que caen mansamente o torrencialmente, según, y se agradecen o se maldicen, porque nunca llueve a gusto de todos y las cosas agradan hasta que empiezan a molestar. Y la molestia es el apéndice que desean trocear los imprecisos cuchillos de la perplejidad ciudadana. Y así.
El preámbulo del texto de reforma del Estatuto autonómico define a Andalucía como una «realidad nacional». Otra sorpresa. Porque resulta que si el debate empieza a montarse para concluir que Andalucía es una ‘realidad nacional’, pues mira, no sé que sería antes del debate. Supongo que no sería una irrealidad o una abstracción. Porque todos hemos visto en el mapa político de España los límites territoriales de una demarcación llamada Andalucía. Y ese territorio delimitado es una realidad, no es un invento ni un sueño. Y en el mapa físico hemos visto las descripciones orográficas de ríos, montes, valles y cordilleras que atraviesan una demarcación llamada Andalucía. Y esas sierras nevadas y ríos caudalosos y playas atestadas de turistas dándole al pescaíto y ciudades de belleza inigualable, me parece que son una realidad, no una ficción narrativa ni una invención histórica. Y no sólo en el mapa, que uno también ha recorrido Andalucía y ha visto con sus propios ojos la realidad de la Alhambra y la Torre del Oro y el puerto de Cádiz. Y a mí me parecieron realidades tangibles (como cualquier realidad) de belleza milagrosamente exclusiva. Así que concluyo que Andalucía ya ‘era’ realidad mucho, muchísimo antes del debate de reforma de su Estatuto. Y que es una luminosa realidad actual con la plenitud esplendente de la hermosura.
En cuanto al apelativo de ‘nacional’ que determina la comentada realidad, no sé qué pensar. Porque la cosa puede interpretarse según cómo se mire, que dicen los castizos. Nacional ya es, porque está integrada en una nación que es España. Ahora, si lo que se pretende es que Andalucía se constituya en otra nación diferente y adquiera esa categoría política, administrativa y económica, entonces sí, entonces podría transformarse en una “realidad nacional”, a imagen y semejanza del Estatut. Pienso, no obstante, que debatan lo que debatan los debatidores, Andalucía ya es una realidad y no necesita que quieran hacerla realidad ahora. La realidad es material, y está a la vista. Chaves no debe olvidar, emulando la ideología de Marx, que lo primero y lo fundamental es la realidad material. Además, es ella la única auténtica y decisiva realidad. En cambio, todo lo ideal: política, costumbres, moralidad, derecho, religión y cultura, no son sino fenómenos derivados de la materia, o sea, meros epifenómenos. Así que definir Andalucía como “realidad nacional” queriendo transportarla al ámbito de la abstracción política o de lo ideal, es algo así como invertir el orden de las cosas. Marx no se lo perdonaría.

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