martes, 29 de diciembre de 2009

FELICIDAD
JUAN GARODRI
(14-4-2007)


Inexplicablemente, el personal se empeña cada día en atrapar las abstracciones. El amor, la felicidad, la paz, por ejemplo, son abstracciones que sugestionan de tal manera que hay quien pasa la mayor parte de su tiempo procurando alcanzarlas. Para qué hablar del amor y de la paz. Tal como están las cosas, prefiero dejarlo. No me ocurre así con el aleteo inconstante de la felicidad. Además de correr tras ella, el gentío utiliza frases que la actualizan, quiero decir que la ponen en acto, como si con ello accedieran a su posesión. «El dinero no da la felicidad», dicen quienes carecen de dinero. Pretenden implícitamente una argumentación en apariencia contradictoria porque parece que son felices por el hecho de no tener dinero, cuando en realidad están deseando tener dinero aunque no sean felices sin tenerlo. Que el dinero no da la felicidad es una frase desgastada, ya se sabe, y vacía. Lo que no se sabe es si su desgaste obedece al vacío semántico de los tópicos o a que nadie se la cree. Porque para que una frase posea credibilidad tiene que convencer conceptualmente, lo que equivale a decir que quien la escuche crea en su significado.
El dinero no da la felicidad. ¿Verdadero o falso? Para una sociedad podridamente consumista, falso. Porque el aserto suena a beaterío decimonónicamente resignado. La resignación, usted comprende, es un analgésico espiritual que actúa como lenitivo de la carencia. Habitualmente, el personal se resigna porque no hay otra solución ‘inteligente’ a la negación del deseo, el deseo de felicidad, aún a sabiendas de que se desconoce qué es la felicidad. Si proclamo, con riesgo de parecer idiota, que la felicidad se asienta sobre el conjunto de los valores denominado por Aloys Wenzl “metafísica de los sentimientos éticos”, parezco efectivamente idiota. La paz con uno mismo, la solución de las pequeñas cosas diarias, saber encontrar los momentos agradables (pocos) que se presentan repentinamente como una aparición, gozar de buena salud, dormir sin miedos, despertar sin angustia, relacionarte con los demás dejando en el trastero la cara de palo. Cosas así conforman este conjunto de sentimientos éticos llamado felicidad por los filósofos. Pero la gente no se lo cree. ¿Miedo a no ser felices?

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