viernes, 25 de diciembre de 2009

EL MINUTO DE ORO
JUAN GARODRI
(28-8-2006)

¿Le interesa a usted saber que a Raquel Bollo la echaron de la casa de Isabel Pantoja y que ahora es persona ‘non grata’ en los círculos de la folclórica? No. No le interesa. Bieeeeen. Pego botes y saltos de alegría. Me distorsiono y descuajaringo porque he conseguido un nuevo adicto para añadirlo al listado. Menos mal. Ya hay uno más en el inventario de los desinteresados. Pero no crea, somos pocos. Me atrevo a decir que somos incluso muy pocos los desinteresados en escuchar noticias de tal envergadura e importancia social. Esas noticias nutridas de resonancia mediática y de descomunal envergadura (por lo de verga, supongo, la mayoría de ellas conforma campos referenciales dirigidos a expandir los sinsabores versátiles ¿o vergátiles? de los protagonistas, en un anhelante afán ansioso de informar al gentío beocio acerca del tomate espachurrado de «Aquí hay tomate». Y el personal lo engulle con fruición, tal como traga el cuenco del salmorejo, fresquito y espeso).
Estas noticias de nacional envergadura, decía, contribuyen a que la cadena que las emite se sitúe en lo más alto de la cuota de pantalla del mes, de la semana, del día, en el número 1 de los 10 más vistos de cada uno de los días de la semana, en fin, en el Minuto de Oro con un ‘share’ del 37’5 % que deja reducido a pura fosfatina audiovisual al resto de cadenas que carecen de tomate, o que, aunque lo tengan, no aparece tan maduro. Felicidades, pues, para el tomate.
Así que mis esfuerzos son inútiles, esa mala sombra del fracaso. En reuniones, en meriendas, en cenas de amigos, en el rato de las copichuelas, en el atardecer de las terrazas, me esfuerzo como un Capitán Trueno de la argumentación para expandir el bien y combatir el mal del tomate espachurrado, pernicioso para la salud mental. Pero no hay nada que hacer. Mis amigos, y amigas, me miran sorprendidos y retrucan al unísono que sí, que ven lo del tomate y que no hay nada malo en ello, ni supone un peligro para el adecuado desarrollo de las neuronas enterarse de la vida privada de los demás, por mucho folleteo, lagrimeo, cameo y baboseo que aparezca en el hecho noticioso. Yo insisto aunque, en esos instantes de rechazo grupal, me pienso como el perro que ladra a las estrellas. La basura se adhiere a la cultura, pero no la destruye porque no está reñida con ella, dicen, de igual manera que el polvo se adhiere al zapato que lo recibe, pero no lo destruye porque luego se limpia. Agacho las orejas y me muerdo la lengua. Hoy tampoco he conseguido un nuevo adicto contrario al tomate.

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