sábado, 26 de diciembre de 2009

DERROCHE
JUAN GARODRI
(13-1-2007)


Parece ficción que una costumbre tan española proceda de una palabra tan francesa como ‘dérocher’, despeñar. En este sentido se tira el dinero desde la altura de nuestras adquisiciones. No vale para nada, el dinero. No se aprecia. Se persigue el dinero con sudor, con delincuencia a veces, con pelotazos casi siempre. Se alcanza su posesión y luego se tira por la boca del precipicio, se derrocha.
Y es, sin duda, costumbre española, de españolísima actualidad, la del derroche. No somos los españoles (y las españolas, naturalmente, lejos de mí la discriminación por razón de sexo) los que más libros leen de Europa, aunque sea donde más se editan. Tampoco somos los españoles (y las españolas, repito) los que más periódicos leen de Europa, ni los alumnos de Secundaria los mejor preparados de Europa. Sin embargo, los españoles somos más propensos al gasto per cápita, hasta el punto de que hemos gastado más que los europeos durante las pasadas fiestas. Supongo que estos días anteriores a la festividad de los Reyes Magos el personal no se habrá echado atrás y habrá seguido derrochando sin pena, para culminar en la apoteosis epifánica del día 6. ¡Qué alegría más inconmensurable poder regalar a los hijos todo aquello de lo que se careció en la infancia! Regalos a mantas, revuelto de juguetes con espárragos electrónicos, móviles, nintendos, MP3, pendrivers, cámaras digitales, reproductores de DVD portátiles. La amplia gama de la electrónica actualizada y jugueteril se cae de los escaparates acristalados, irrumpe en los hogares, casi los destroza, pero refuerza la discordia fraternal y fortifica el (des)afecto familiar. El orgullo de los padres apenas se manifiesta porque todo lo hacen por sus hijos, pobrecitos, que demasiado traumatizados están con los deberes escolares y otros acosos. Arriba, en los titulares de prensa, esos cabroncetes, se habla del encarecimiento de la vida. Un estudio de la CEACCU señala que los precios han subido un 60% en los últimos 5 años. Llenar el carro de la compra en una familia de 4 miembros es un 85’5% más caro. Todo da igual. El alza de los precios costará 1.000 euros más a cada familia. El dinero es para fundirlo. ¿Para qué vamos a necesitarlo en el criadero de malvas?

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