miércoles, 23 de diciembre de 2009

EXTREMADURA
JUAN GARODRI
(25-4-2006)


No es el Día de Extremadura, pero como se habla tanto de Autonomías, Autodeterminaciones, Estatutos, Naciones, Nacionalidades y demás reivindicaciones o exigencias o pretensiones o ínfulas de derechos históricos (lo de ínfulas tómese según la acepción 3 del diccionario académico, porque la cosa no va de adornos ni cintas colgantes), pues mira, yo voy a hablar algo de Extremadura, la pobre, que no tiene donde caerse muerta, porque no airea reivindicaciones ni exigencias ni pretensiones de estatutos, naciones, nacionalidades, autodeterminaciones y demás zarandajas entresacadas de las vísceras de los derechos históricos. Así y todo, empieza a surgir ahora una especie de sentimiento (lo llaman conciencia) regional que intenta traspasar el corazón regionalista de los extremeños. Hace bien Rodríguez Ibarra con el intento de lanzar “Marca Extremadura” para potenciar la imagen de calidad de la región y espantar los estereotipos. Porque zumba cojones los sambenitos que nos cuelgan a los extremeños. Viajo con frecuencia fuera de Extremadura y las personas con las que me relaciono me dicen, entre la acusación y el convencimiento, que qué coños hacéis en tu tierra que no levanta cabeza, tío, que siempre andáis a la cola en la cosa de la renta per cápita. Como no soy economista, mis argumentos defensivos no se fundamentan en datos concretos entresacados de los balances y los estudios de mercadotecnia pero, vamos, que no me corto, y les digo, por ejemplo, que Cáceres fue la primera provincia española que contó con telefonía fija en todas y cada una de sus poblaciones. Me miran con cierta incredulidad socialmente benefactora, algo así como si vieran en mí esos gorritos o petos con los que las provectas damas de la soltería adornan a sus perros. «¿En las Hurdes también?», me preguntan. «También», les respondo. «Cuando en las aldeas más remotas y alejadas de las Hurdes (por otra parte de una belleza incomparable) ya existía el teléfono, todavía no estaba instalado en muchas zonas rurales de Castilla-León». No me creen. Piensan que les hablo con ese impulso visceral que tiende a la magnificación del terruño. Pero yo sigo en mis trece, y les doy la vara con lo de las carreteras comarcales, que en la zona norte de la provincia de Cáceres, por ejemplo, son carreteras estupendas, sobre todo si se comparan con las suyas. En la Sierra de Gata hay buenas carreteras. Desde Coria hasta el límite de la provincia de Salamanca, camino de Ciudad Rodrigo, la carretera es excelente, cosa que no ocurre al pasar a Castilla una vez franqueado el puerto de Perales. Las carreteras que cruzan las Hurdes, por citar algunas, son carreteras excelentes (tampoco vas a exigir autovías por todas partes, gilipollas) y se transforman en malas carreteras cuando se cruza el límite con la provincia de Salamanca. La carretera de Valverde a Hervás, que atraviesa la zona norte y salva el pantano de Gabriel y Galán, es una carretera estupenda. Y, qué coño, hasta caminos rurales de tierra y piedras sueltas que yo recorría en moto hace años, con peligro de partirme la crisma o despellejarme las palmas de las manos, cosa que me ocurrió alguna vez, ahora están preparados con una grave dignidad asfáltica. Ya quisieran otras provincias, en las zonas rurales, disponer de nuestras carreteras.
Tenemos que alejar a Extremadura de los tópicos y los estereotipos: la sequía, el atraso y la incultura. Ni hablar. Disponemos de la grandiosa belleza vegetal del Valle, de la Vera, de la Sierra de Gata o de las Hurdes. Y otra cosa, hermano: no te rayes por hablar con la pronunciación extremeña. Las eses fricativas y silbantes no desarrollan una entidad cultural mayor que las eses aspiradas. (Sí, ya sé que he generalizado, pero el espacio no me permite otra cosa).

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