martes, 29 de diciembre de 2009

APADRINAR PALABRAS
JUAN GARODRI
(26-5-2007)

Mañana suenan los clarines. Elecciones. Y como se está poniendo de moda la cosa de apadrinar palabras, mayormente entre el gentío de Internet (algunos editores de libros y revistas, talleres literarios, y así, han lanzado la idea del apadrinamiento de palabras obsolescentes), pues que se apadrina una palabra, se habla de ella en todas partes y se la resucita de la muerte léxica, o al menos del desvanecimiento comunicativo, que es la finalidad primordial y última de toda palabra (la comunicación, no el desvanecimiento). No es mi caso lo del apadrinamiento de la palabra caída en desuso. Todo lo contrario. Yo propondría apadrinar palabras en vigor, palabras vivas, rebosantes de plenitud parlanchina, esas palabras dotadas de una inagotable explicitud expansiva que utilizan los políticos para atraer al personal y demoler taimadamente sus neuronas. Pongamos la palabra “mentira”. Actualidad pura. Yo la apadrinaría, no para protegerla sino para enclaustrarla en un internado lexicográfico y pagarle manutención y vestido, que sería otra forma de protección “ad malum”. Una vez encerrada y encadenada la mentira, sin posibilidad de salir a la luz, yo iría por la acera y preguntaría a los paseantes, o entraría al bar y preguntaría a los beberrones, o accedería al supermercado y preguntaría a los consumistas qué les parece la mentira, ya digo, me gustaría conocer su opinión sobre la mentira, oiga, ahora que la han puesto tan de moda los políticos, que se acusan unos a otros de mentira prolongada y partidista, qué tendrán las elecciones, señor, para que la mentira haya sido el principal tema de sustancia en los debates, y el acusador pone cara seria de no haber roto nunca plato mentidor, si será tal, y tiene toda la cacharrería hecha añicos bajo los pies. El ansia de poder ofrece a los políticos un tortuoso campo de ataque, la mentira, y como a Fausto con el sueño de su trágico destino, parece que «Dios no ha dado al hombre el más noble de los instintos, para hacerle eternamente desgraciado». En fin, yo apadrino la palabra ‘mentira’ (para su taxidermia) porque estos días se la ha utilizado con violenta abundancia. Elecciones municipales y autonómicas. Franco también hablaba siempre de paz.

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