miércoles, 23 de diciembre de 2009

ENFERMEDAD
Juan Garodri
(29-4-2006)


La enfermedad, en el sentido en el que aquí se toma, es una anormalidad dañosa en el funcionamiento de una sociedad. ¿Está la sociedad enferma? Aparentemente no se nota, pero ¿está el virus ahí, germinando entre el bienestar y los viajes fin de semana? En un hospital la enfermedad se nota más. El personal visitador va, viene, sube, baja, saluda y hasta cuenta chistes. El enfermo aguanta, agazapado entre las sábanas, mientras la visita mantiene la cháchara sin advertir que el paciente tiene unos deseos enormes de que se largue a limpiarse las narices con su cumplimiento, porque a él sólo le interesa recuperar la soledad y el silencio. Así que transcurrido el tiempo previsto para agotar el cumplimiento (que no es corto, sino interminable), la visita se larga con viento fresco, al tiempo que habla con unos y con otros en los pasillos y colabora a dar al ambiente ese aspecto ferial y entristecido que adquieren los hospitales al caer la tarde, cuando las visitas se multiplican atraídas tal vez por el olor característico que desprenden las salas atestadas de visitas chismosas. Ya fuera del hospital, inmersos de nuevo en el tráfico y los escaparates, flota entre nosotros una enfermedad psíquica inadvertida para la mayoría. ¿Está pues la sociedad enferma? Dedicado cada uno a sus propios asuntos, le importa un cojón de mico lo que acontece a los demás, o lo que los demás hacen. Si muere una persona por contagio de la gripe aviaria allá en el culo del mundo, los organismos responsables de la salud internacional tocan a rebato por el probable e inminente peligro de que el virus se extienda y acabemos todos debajo de las malvas. En cambio, si unos tipos profanan una tumba, desentierran el cadáver, tiran de infiernillo y de cazuela, se hacen a pie de fosa un caldo con los huesos recién exhumados y se lo beben, tan sabroso por el añadido de una pastillita de avecrén, no deja de ser el caso una simple anécdota de terror gótico, sin más trascendencia noticiosa en los medios. Y digo yo que no señor, que hay más, algo más peligroso, digo que algo enfermizo carcome a la sociedad para que ocurran esos acontecimientos espeluznantes que, como los casos aislados de la gripe aviar, pueden extenderse maléficamente y contagiarnos de locura y enloquecimiento. Algo enfermizo se extiende por la sociedad cuando unos chavales queman viva a una indigente, después de rociarla con líquido inflamable, y exhiben como justificación sus ganas de divertirse en la altura de la noche. Algo enfermizo se extiende por la sociedad cuando un tipo mata a su hermana, la empareda en el salón de su casa, cubre el paramento con una encimera de mármol y coloca sobre ella unos floreros ornamentales. No sé qué virus germinará en nuestra mente (alguno será) para que, atacados de progresismo idiota, desequilibremos de forma enfermiza la balanza de la protección y defensa de los animales. Bien está que el proyecto Gran Simio se preocupe de proteger especies cuyo hábitat natural está amenazado. Pero pretender que “los compañeros simios” tengan los mismos derechos que los humanos es una pretensión que roza la demencia, por deshumanizante. Vamos, pretender que un chimpancé (leo por ahí) «no pueda ser encarcelado sin el debido respeto judicial y con derecho a recurrirlo por medio de un abogado» si no es un absurdo jurídico es al menos un desequilibrio. Si además la ministra Narbona va la tía y compara a los monos con los discapacitados, es como para morirse uno de un ataque fulminante de progresía. ¿Tan enfermos estamos? Dejemos la chirigota y tratemos de proteger seriamente cualquier clase de vida no humana. De ahí a la equiparación total (por mucho que también hayamos bajado del árbol) hay un espacio enorme que alguien está interesado en deshumanizar.

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