sábado, 26 de diciembre de 2009

EL SÍNDROME DEL QUEMADO
JUAN GARODRI
(25-11-2006)

Prácticamente toda la prensa (nacional y regional) se ha preocupado por los graves acontecimientos escolares que vienen ocurriendo, y los ha comentado con opiniones efectuadas desde diferentes puntos de vista. Algo tengo que añadir, sin embargo, aparte de la decena de artículos, pocos más o menos, que sobre el tema he escrito en estas mismas páginas a lo largo de los últimos ocho años.
La Fiscalía actuará de oficio en las agresiones a docentes, leo en HOY. «Sólo el 1,08 % de los profesores extremeños de Secundaria ha denunciado algún tipo de agresión física o verbal, según la Junta». Esta información no cuela, me parece, al menos en lo referente a las agresiones verbales. Si se suma el comportamiento diario de todos los estudiantes en todos los centros docentes de Extremadura, no es creíble que los agresores constituyan un reducidísimo grupo del 1,08 %, mientras que el resto de alumnos, un abultadísimo grupo del 98,92 %, sean precisamente angelitos, aquella soplapollez de Eugenio D’Ors que, metiéndose en el terreno antropológico, va y dice que el hombre es cuerpo, alma y ángel, y que vivir es «gestar un ángel para alumbrarlo en la eternidad». Y una mierda, con perdón. Los que hemos estado tantos años en el ajo ‘sabemos’ que algo más, mucho más del 1,08 % del alumnado hace gala de una descarada mala leche con la que arremete verbalmente (quizá físicamente menos) contra profesores: actitudes despreciativas, frases despectivas, modales displicentes o burlones, acciones humillantes, en fin, un conjunto de conductas inicuas, cuando no perversas, que acaban por hundir psicológicamente al más pintado (o a la más pintada). Por otra parte, no va a ser Extremadura la niña bonita de la Enseñanza, cuando el Cisneros IX, un reciente estudio de ANPE, asegura que uno de cada cinco docentes sufre el síndrome del ‘profesor quemado’ y el 39 % muestra signos graves de estrés.
Yo había advertido de todo esto hace cinco años en mi novela “La blanca doble” (publicada por la Editora Regional, ERE, 2001), pero no se me hizo caso. Mientras, los padres siguen despreocupándose de la educación de sus hijos y agreden al profesorado. Mal asunto. La educación corresponde a los padres en mayor grado que a las instituciones.

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