sábado, 26 de diciembre de 2009

¿POLÍTICA?
JUAN GARODRI
(20-1-2007)


«Cabellos de oro» es una metáfora. A de B. También lo es «Política de mierda». Me resisto semana tras semana, pero no hay más remedio: rencor y rédito político. Multitud de columnistas extranjeros se preguntan qué ocurre en España. Si no me crees, puedes utilizar alguna dirección electrónica que reproduce las noticias y artículos de los periódicos más importantes del mundo. Comprobarás estupefacto que, en cualquier idioma, los columnistas, como dije, se preguntan qué ocurre en España.
¿Será verdad que Zapatero dará a los terroristas cuanto le pidan con tal de salvar su vida política? No lo creo. Una persona no puede ser tan necia o tan mitómana o tan paranoica o tan de tontería circunstancial y talante, como para sobreponer sus propios intereses a los de toda una nación. No es posible que Zapatero trame la descomposición de España en una especie de neomarxismo acicalado con los andacapaires multiculturalistas de una apariencia de progresía mentecata. No puede ser que esté utilizando la teoría de Gramsci sobre la corrupción conceptual del lenguaje, «conseguir que el pueblo y sus dirigentes asuman que los vocablos fundamentales sobre los que se asienta la libertad signifiquen lo contrario a su verdadero significado». No puede ser, redundando en la idea, que se nos haya concedido la palabra para ocultar el pensamiento. Sería la peor de las maldades humanas. No puede ser que todo el espectro político se nutra de mentira, engaño e insultos. No puede ser que Eguiguren sea el cerebro gris que dirige y organiza los “tratos” con ETA porque Zapatero no sabe dónde tiene la mano derecha para llevarlos personalmente (o no llevarlos). Rechazo el adelanto electoral basado en la caza del voto. Me niego a aceptar que los españoles estemos gobernados por inútiles, ladrones, descerebrados, mentecatos, megalómanos o paranoicos. No acepto que a los españoles sólo nos importe el bolsillo y seamos tan gilipollas como para que nos dé igual el desbarajuste político, el descojonamiento de los partidos, la obediencia partidaria de la justicia, la sinrazón burrera de los debates y el bolo descomunal de los escándalos económicos. Si la gresca del lunes en el Congreso mostró el rostro actual de la política —crispación, desgobierno y tozudo rencor de Rajoy—, apaga y vámonos. Que los vote su padre.


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