martes, 29 de diciembre de 2009

GAFAS
JUAN GARODRI
(9-6-2007)


Estética del artificio. Y así, al ver tantas chicas guapas ocultas tras los enormes cristales de unas gafas desproporcionadas a su estructura facial, algo así como si adornaran su rostro gafas contorneadas, que no de pantalla plana, sino pantallas abombadas de una televisión epidérmica y portátil, televisión de 6 pulgadas, o más, cabalgando los tabiques nasales en un ejercicio artificioso de belleza comprada, pues que me ha venido a la mente lo dicho, la estética del artificio, una especie de parasoles “kitsch” que ya los hubieran querido para sus amantes los artistas alemanes decimonónicos, tan “kitschen” ellos, barrenderos de su propia basura artística, por mucho que Theodor Adorno proclamase sesenta años después que el “kitsch” no es más que una parodia de la conciencia estética. Y al hilo de la parida que te estoy colocando, lector amigo, se me ocurre también pensar en otra relación que tal vez puedan mantener las enormes gafas utilizadas por las chicas guapas (y sobre todo por las desfavorecidas de belleza, que con ello ocultan su trauma de regularidad imperfecta), y es tal relación la que sustenta la palabra “freaks”, consecuencia de una película horrible según la MGM, y que el español actual ha adoptado con el calco léxico de “friqui”, lo habrás oído por todas partes y leído en multitud de revistas coloreadas y adornadas de papel cuché. Lo cual que las distinguidas y voluminosas gafas que trasportan las chicas guapas (y las que no son guapas pero quieren parecerlo) les aportan un sorprendente aspecto ‘friqui’ que unido a la elongación femoral estilo desfile de pasarela, disimula bastante la vulgaridad etimológica de lo ‘freak’ y reafirma el sentido transgresor de la norma que es, al fin y al cabo, la finalidad social del friquismo. No te extrañe, lector, que las vanguardias estéticas, tan obsesionadas por trompetear ‘su obra’ (olvidando, o desconociendo, lo que es peor, la permanencia del arte y la efímera existencia, por el contrario, de la ‘obra’) recurran en lo sucesivo a la estética de lo vulgar para demostrar que la inteligencia artística evoluciona transgresoramente no hacia la belleza inexplorada sino hacia la artificiosa pichulería de lo desastrado, lo anormal o lo feo, llamado ahora estética del artificio.


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