miércoles, 23 de diciembre de 2009

PURETAS
JUAN GARODRI
(1-4-2006)

Mira que los hay. De palabra purísima y de intenciones hediondas. Mientras se pinta los labios, aparece con insospechada frecuencia, como esa llovizna inesperada que no por ello deja de ser menos real. Trigo limpio de cojones. Mientras se pinta los labios, acompaña a Julián Muñoz y hasta va de pureta por la vida con su fama de casera, trabajadora y con don de gentes. Mientras se pinta los labios, extiende la pancarta del 2003: «Al servicio del pueblo». Se carga a su socio mediante moción de censura y se alza con la alcaldía. Su primera teniente de alcalde (expulsada del PSOE) también ha sido detenida el jueves. El Ayuntamiento de Marbella está “cerrado”. El escándalo es mayúsculo. Hay que joderse, me dicen, esos son los ediles que tenemos, cuántos no habrá como ellos en España. ¿Qué ocurre, que alcaldes y concejales se constituyen en mafia política para nutrir los putrílagos de su petulancia? Ojalá sólo fuera eso. Porque nutren también sus hambrientos bolsillos y los de conocidos, parientes y demás familia. El caso de la alcaldesa de Marbella es clamoroso pero no sorprendente. Tuvo buenos maestros en el arte de Monipodio, desde su fidelidad durante once años a Jesús Gil hasta el compañerismo cainita con Julián Muñoz. Sugiero al lector que le eche un vistazo a “Rinconete y Cortadillo”. El parecido de la casa de Monipodio con la casa consistorial de algunos municipios es casi obsceno. La asociación de unos y otros para fines ilícitos los convierte en una peculiar cofradía en la que posiblemente falten señas de identidad piadosa pero no de identidad crematística. Jo, tío, no sé en otros países, pero en España es que el gentío sufre una conmoción tan perturbadora por ser concejal (o alcalde o alcaldesa, véase el caso de la Yagüe) que limita casi con lo pecaminoso. Y no hay cuidado: lo mismo da que el concejal/a esté choncho que crudo. Da lo mismo que su formación sea adecuada o no a la responsabilidad representativa que asume. Igual da que sepa hacer la o con un canuto que con un compás. La llamada del partido es tan poderosa que la sordera producida por la rimbombancia de la llamada lo imposibilita para los menesteres del servicio ciudadano. Debe de ser cosa de la llamada. Casi todos los mesías (más o menos significados en la historia de los pueblos) han sentido alguna llamada. La llamada de Dios, la llamada de la patria, la llamada del deber, la llamada del honor, la llamada del sacrificio. La llamada. Y los tíos/tías van y responden a la llamada con unos acelerones de la personalidad que ni Alonso en los circuitos de la Fórmula 1. Con prepotencia y aturdimiento rayanos en el delito se lanzan al afán político y van de puros por la vida. Al servicio del pueblo. Por el bien del pueblo. Por el desarrollo y la prosperidad del pueblo. La transparencia y la honradez van a constituir el norte que los guíe en el esfuerzo insustituible de dar la vida por el pueblo, si necesario fuese. (Menos mal que nunca es necesario). Porque supongo que la señora alcaldesa diría cosas así cuando se dirigiera a los asistentes en las inauguraciones públicas. Y encima le tributarían encendidos aplausos. Para que aprendan los que aplauden. Mientras la alcaldesa iba de pureta dejándose la piel por el pueblo, el pueblo estaba siendo esquilmado. Y es que no hay cosa peor que aplaudir a los puros. Normalmente, el aplauso se tributa cuando finaliza el acto. ¿Por qué? Porque los asistentes, impulsados por el hastío más que por el fervor, están hasta el colodrillo de la charleta purificante del mandamás de turno. “Cada pueblo tiene lo que se merece”, dijo quien lo dijera. Somos imbéciles y no escarmentamos. Tal vez merezcamos esa pedorrera política. Por votarlos.

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