viernes, 12 de junio de 2009

REFLEXIONES SOBRE EL (DES)PRESTIGIO
(26-4-2000)
JUAN GARODRI



Los maestros andan inquietos. Un laborioso y considerable sobresalto planea estos días por muchos Colegios Públicos de Extremadura. Los equipos directivos han recibido un comunicado en el que la Consejería de Educación, Ciencia y Tecnología ofrece a la comunidad educativa un nuevo modelo de jornada escolar, que tendrá un amplio debate previo. A continuación, la Consejería insiste en que «ofrece la jornada continua que va a permitir al alumnado escoger las opciones que más le interesen entre un abanico de posibles actividades que, sin duda, contribuirán de forma beneficiosa a su formación integral como persona». Acompaña al comunicado un estadillo en el que se fija el calendario de fechas y localidades donde tendrá lugar el debate sobre la nueva jornada escolar. Finalmente, se incluye un cuadernillo titulado DOCUMENTO PARA EL DEBATE: La nueva Jornada Escolar en Extremadura.
—¡Perfecto! —exclamé.
Y como me pareció escasa mi interna manifestación de confianza, añadí un estentóreo y bisílabo ¡Bra-vo! para redondear mi contento. De manera que me acomodé en mi sillón preferido (favorito, dicen los anglobobófilos) y me dispuse a leer detenidamente las doce páginas del documento.
Lo leí. Y créeme, amigo, no me resulta fácil hablar con ecuanimidad y discreción de un tema tan actualmente controvertido como el prestigio del profesorado.
—¿Prestigio? A qué viene eso —te sorprendes—. Se trata de lo de la nueva jornada escolar en Extremadura.
—Déjame que te explique —respondo.
Para empezar, reconozco que el documento aparece sorprendentemente bien redactado (¡y mira que durante los últimos doce años he tragado hamburguesas logséticas, esa especie de comida/basura terminológica aliñada por arrimados a la cocina político/educativa con los ingredientes conceptuales, actitudinales y procedimentales que el personal docente regurgita en las fases evaluativas, con la pretensión socialmente didáctica de que los alumnos/alumnas se preparen para ser ciudadanos/as responsables y libres en una sociedad democrática, dentro de un acuerdo marco progresual y pluralista, etcétera!!), así que el documento aparece bien redactado, ya digo, y correctamente estructurado, con su introducción, sus fundamentos doctrinales en los planos psicológico, médico-sanitario, pedagógico-educativo y organizativo-administrativo. A continuación, el documento comenta favorablemente, e incluso exalta y magnifica, la experimentación de la Nueva Jornada llevada a cabo en algunos Colegios extremeños (más en Badajoz que en Cáceres). Finalmente, tipifica las distintas clases de Jornada Escolar, según se trate de la que corresponde a los alumnos, al profesorado o al Centro.
La lectura iba alegrándome cada vez más. Porque era evidente que la Administración regional apostaba por la Nueva Jornada, beneficiosa a todas luces según los argumentos doctrinales expuestos y según la valoración positiva de la experimentación en Centros.
De pronto, llego a la página 9: «¿Quién debe decidir el modelo de jornada escolar de un centro?», pregunta el texto. Nada más natural que sea la propia comunidad educativa de un centro quien decida su modelo de jornada escolar: sus miembros son los únicos realmente capacitados para valorar las circunstancias que determinen la opción a elegir. Así lo confirma el documento.
Sin embargo, a pesar mío, un ligero olor a chamusquina demagógica empezaba a brotar de las líneas del epígrafe de manera que, a medida que leía, algo me indicaba que mi alegría iba pareciéndose a lo de la meada fuera del tiesto. (Y se parecía porque una de las promesas de la Administración Autonómica fue la implantación por decreto de la jornada continua en todos los centros educativos, reivindicación del profesorado acorde con la pretensión de la mayoría de los sindicatos. Y ahora nos sale la Administración con el parto de los montes. Me resisto a pensar que, como dicen las malas lenguas, haya sido con la voluntad latente de enfrentar a padres y profesores. Así ha ocurrido en algunos colegios, al parecer).
Prosigo. Efectivamente, en la misma página 9 tropiezo con el epígrafe que explica el Proceso para el pronunciamiento sobre el tipo de jornada escolar. Todo mi gozo en un pozo. Lo normal es que el Consejo Escolar —porque en él se hallan representados democráticamente todos los integrantes de la comunidad educativa— debata el modelo de jornada, lo decida, lo comunique a la Administración y lo aplique. Pues no señor. En este caso, el Consejo escolar se ve privado de su competencia decisoria y solamente se le conceden dos atribuciones:
a) que inicie el proceso de adscripción a la Nueva Jornada Escolar y
b) que lo someta a la consideración de padres, madres o tutores legales para que éstos lo aprueben mediante votación secreta respaldada por más del 50 % del censo de electores.
(Ahora sí. Ahora la redacción es confusa. ¿Quiénes componen el censo de electores? ¿Todos los padres o sólo los que integran la Asociación de Padres? Por otra parte, ¿se exige más del 50 % del censo o más del 50 % de los censados que asistan a votar?).
En fin. Voy a lo del prestigio, más bien desprestigio, del profesorado. Porque dime tú qué consideración, qué reconocimiento social van a tener unos docentes a quienes se hurta la facultad de decidir sobre su propia jornada de trabajo y se les somete a la decisión de padres-madres-tutores. No es de extrañar que éstos los consideren como ‘personal a su servicio’, en el mejor de los casos. Que para eso cobran. Así que, hala, a trabajar de educadores, de animadores, de psicólogos, de pedagogos, de terapeutas, de cuidadores, de canguros, de electricistas, de fontaneros, de arreglapersianas, de conserjes y de petra-criada-para-todo. Ah, y, de vez en cuando, de profesores. Y sin rechistar. Toma calidad de la enseñanza. Para que luego hablen en las mesas de negociaciones de la calidad de la enseñanza ...
Para terminar, pregunto, a mala leche. ¿Por qué la Administración no somete a la votación de más del 50 % de la comunidad municipal la jornada de trabajo de los funcionarios del Ayuntamiento? ¿O la del personal médico-sanitario de los Centros de Salud y su ámbito comarcal? ¿O la de registradores y notarios y su amplio ámbito territorial? ¿O la de los funcionarios de Hacienda y su extenso ámbito provincial? ¿O la de los mismos funcionarios de la administración autonómica? Cualquier trabajador negocia con el patrón, a través de los representantes sindicales, sus condiciones laborales y su jornada de trabajo sin someterlas a la ciudadanía.
¿Acaso los maestros son una especie humildemente diferente?.
Lo del (des)prestigio. Mantengo.

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