martes, 23 de junio de 2009

(IN)CULTURA LECTORA
(15-9-2000)
JUAN GARODRI





Bueno, pues resulta que me encuentro "cabizmundo y meditabajo" —y que disculpe don Francisco de Quevedo por sacarlo a colación tan por los pelos— porque me han puesto a escurrir algunos lectores de Arentia. Arentia es un periódico (una publicación que aparece con cierta periodicidad, se entiende, periodicidad indeterminada y sujeta a los vaivenes de edición que dependen casi siempre del dinero que se necesita para editarla, cada mes y medio o dos meses aparece, o por ahí, según le haya ido a su presidente con la venta de publicidad con que se nutre, que tampoco es mucha, no creas, tampoco es muy brillante que se diga la liquidez de las casas comerciales de la zona, atosigadas como andan por tanta Feria local, Feria comarcal, Jueves turístico, Fercor, Feria Raiana en Idanha y todo eso), un periódico, te decía, desinhibido y espontáneo, pelín provocador y aguafiestas, una de esas publicaciones de pueblo que levantan la cama de las piezas que llevan tanto tiempo aposentadas en ella y, de paso, remueven algún culo atornillado en las poltronas de las covachuelas oficiales. Bien.
Arentia me pidió una colaboración escrita y desinteresada (la distribución de Arentia es no venal) y me pareció oportuno colaborar. De manera que escribí un artículo titulado Eso de las vergüenzas celulíticas. Aludía en él a la general idiotez humanamente veraniega que induce al gentío a adquirir la belleza gracias a las cremas bronceadoras y a la pérdida de peso. Hasta aquí, normal. Lo descacharrante del asunto fue que al presidente de Arentia no se le ocurre otra cosa que ilustrar mi artículo con una fotografía procaz: siete espaldas masculinas, con los pantalones a la altura de los tobillos, inclinadas en posición defecatoria, muestran al sorprendido lector el oscuro desconsuelo de sus esfínteres.
Cualquier colaborador de prensa sabe que la ilustración con que suele acompañarse su artículo (en HOY, "Tribuna Extremeña", por ejemplo) es cosa de la Redacción: el articulista no interviene en el asunto.
Ay de mí. Eso lo desconocen en mi pueblo. Así que el personal pensó que lo de la foto también era cosa mía. ¡Una pluma tan fina y erudita, cómo había caído tan bajo! Observé, entre varapalo y varapalo verbal de los listillos, para mi propio desconsuelo, que todo el mundo había hojeado la revista, pero nadie había leído el artículo. Todo mi gozo en el pozo del descrédito. Toda mi vanidad académica en la zanja de la obscenidad por adjuntar mis pretensiones literarias a una ilustración indecente.
Lo he tomado a risa, qué remedio. En fin, no tiene nada de extraño que hoy día (‘a día de hoy’, dicen algunos plumíferos influidos tal vez por la cacofonía francesa) muchos se crean Pico della Mirandola, peritos en Humanidades o poco menos, por el hecho de hojear de vez en cuando la prensa. Y digo hojear. Porque una cosa es hojear y otra es leer. Mientras que, como es obvio, hojea quien pasa las hojas, no lee, sin embargo, quien se limita a pasar los ojos. Para leer, hay que entender lo que se lee, e interpretarlo. Y para interpretar lo leído se necesitan referencias conceptuales. Es lo que la gente llama cultura. Una persona que mediante sus estudios o lecturas adquiere conocimientos diversos y múltiples, alcanza probablemente un conjunto importante de referentes conceptuales que quizá le ayuden a interpretar la realidad con más probabilidades de aproximación objetiva, o de acierto, que aquélla que carece de tales referentes. Del mismo modo, quien posee un número elevado de referentes científicos, humanísticos, artísticos, literarios, económicos o deportivos, por citar algunos, interpreta lo que lee con mayor sensatez que quien posee un número reducido de dichos referentes. En resumen, una persona culta —cultivada, enriquecida por sus referentes conceptuales— interpreta mejor lo que lee que otra inculta —empobrecida conceptualmente por su carencia de referentes—. Es lo de la competencia o incompetencia lingüística. Pero no es cosa de comentarlo ahora.
De ahí lo del título: (In)cultura lectora. El personal se considera culto por el hecho de leer, incluso por el hecho de pasar las hojas. ¿Cuántos poseen la conveniente capacidad conceptual como para interpretar, con suficiente y abundante flexibilidad mental, lo que leen?
Fin.

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